Diez señales que reflejan que su sociedad se ha precipitado en la decadencia
¿Hacia dónde avanza la otrora República Argentina?
18 de Febrero de 2020
1. Andar por la calle se ha vuelto decididamente peligroso. Muchos dejan de guardar el auto en el garaje, dado el riesgo que representa abrir un portón y conceder una ventana de tiempo de cinco segundos a los asaltantes. Las personas -que el viejo código de los criminales excluía como objetivos- son ahora los preferidos: mujeres, ancianos y preadolescentes. En general, la gente se excusa de ir a cenar a casa de amigos, si el barrio tiene un nivel de inseguridad apenas por encima del promedio. Los comerciantes atienden detrás de rejas, como en las pinturas de Fortuny cuando retrataba las pulperías, populares hacia 1850. Las escuelas y las iglesias, diseñadas sin rejas unas y abiertas hace algún tiempo durante el día las otras, hoy semejan institutos penitenciarios y castillos clausurados, respectivamente. El policía tiene orden severa de no disparar jamás, excepto que el criminal tenga el dedo índice presionando la cola del disparador y esboze la sonrisa sarcástica que preanuncia la ejecución. Si al ladrón le faltan dos días para cumplir dieciséis, no va jamás a la cárcel -excepto que haya fusilado al kiosquero que se negó a entregar la miserable recaudación del día. Los asaltados no hacen la denuncia, porque el vulnerable menor -después de sufrir seis horas de intolerable privación de la libertad- volverá a cobrarse la afrenta, está vez volándole la cabeza al abuelo que medita en el fondo del local. La policía, sometida al escarnio de sueldos humillantes en relación al riesgo laboral de terminar la jornada con una bala perforante entre las cejas, opta por resarcirse extorsionando a traficantes de narcóticos, tratantes de personas y funcionarios de quienes disponen de información sensible. Un ex presidente de la Corte Suprema brinda sabrosas conferencias en las que promueve la abolición del Código Penal.
2. La mayoría de la población desconfía de los jueces y funcionarios del Poder Judicial, a quienes asocia con una sospechosa benignidad a la hora de firmar excarcelaciones, o cuando declara que siempre el crecimiento exponencial del patrimonio de los miembros de la clase política es fruto del esfuerzo y la perseverancia en la búsquedad del bien común. Los jueces que tienen competencia en asuntos rutinarios como narcotráfico y corrupción administrativa, exhiben un asombroso sentido de supervivencia que hace que, días antes de un cambio de gobierno, reúnan pruebas suficientes para constatar que los delincuentes que ayer se probaban el mameluco naranja en el pasillo de la muerte, son ahora ciudadanos que quedan exculpados de todo reproche jurídico, con especial mención de que el proceso al que han sido sometidos no empaña su buen nombre y honor. Una parábola empresaria reiterada justifica la repugnancia colectiva con respecto a la administración de Justicia. El truco consiste en prestar servicios al Estado o proveerlo de algún bien de modo que el creciente y vertiginoso rumbo que toman los negocios vía licitaciones arregladas con preciosismo de orfebre, opere como una buena razón para conseguir de bancos oficiales jugosísimos créditos a tasa subsidiada, es decir, soportada por la mayoría de la población bajo la forma de salarios menesterosos. De allí al laberíntico concurso de acreedores o la desenfadada quiebra hay un paso tan breve que nadie resiste la tentación de embarcarse en los suntuosas aventuras de la mega-defraudación. Las empresas privadas dedicadas al comercio exterior han clonado el recurso con resultados igualmente provechosos.
Un sólido argumento estimula la claudicación ética: nadie va preso.
3. La inflación es una bestia indomable. Los ciudadanos son arengados a recorrer kilómetros del ejido urbano tras las limitadas ofertas de cada día, para finalmente comprar más caro o de peor calidad, si bien a apenas dos horas de viaje de su lugar de residencia permanente. No existen ya valores de referencia: en un circulo imaginario de doscientos metros de diámetro, el empeñoso consumidor encuentra media docena de precios para el mismo producto, de tal suerte que, si quisiera comprar los veinte artículos a los que aspira dada la modestia de su alforja, debería realizar un serpenteo neurotizante que acabaría por devorar media jornada de su atribulada existencia. Como los gobiernos están dispuestos a negociarlo todo por el bien de la Nación, menos el gasto público, entre la caída del PBI y la subvención a las comparsas de carnaval se genera una tensión que se resuelve invariablemente de forma similar: la servicial imprenta ruge de sol a sol dando a luz dinero espurio y fraudulento. Los habitantes abominan de su moneda de tal manera y con tal repugnancia que, luego de transformar los coloridos formularios en bienes y servicios imprescindibles, corre presa de frenesí a cambiar el eventual remanente por la moneda en la que el país está endeudado de por vida, de modo que, a cada instante, la población despavorida agrega una bola de acero más a los grilletes que la condenan.
4. La educación pública pasa por su peor momento en cien años. De 1920 a 1960, la calidad de la enseñanza promovida por la Ley 1420 alcanzó un pico de excelencia, que la ubicaba cómodamente como la de mejor calidad en América Latina, y probablemente hubiera merecido un lugar destacado en un hipotético ranking mundial. Basta repasar los programas de estudio del nivel primario de la época, la lecturas recomendadas, el castellano inculcado y la complejidad relativa de la operaciones matemáticas, entre otros aspectos anexos, como ser normas de higiene y reglas de comportamiento social estimuladas, para advertir el declive en que se halla hoy este aspecto clave de la cultura. El maestro, considerado como un sacerdote civil por los hijos de la inmigración que estimulara la Constitución de 1853, es hoy una figura desvalorizada, sometida a la arrogancia de una generación de padres permisivos, como corresponde al pensamiento de cuño progresistoide. La escuela pública es cada día más la escuela de los pobres; la burguesía huye del desorden permanente de aquella, y cree encontrar refugio en las instituciones privadas. Estas, que son organizaciones lícitas de carácter mercantil, elevan el nivel de la enseñanza y de habilidades complementarias, hasta que la curva de exigencia se cruza con la que mide la deserción por la altura de la vara o por el aumento de las cuotas mensuales, con lo cual últimamente se acercan peligrosamente a los penosos rendimientos del servicio público,como lo constatan verificaciones anuales comparadas. La aversión social mayoritaria a toda forma de jerarquía, incluso las legítimas basadas en el talento o la voluntad de trabajo y el espíritu de sacrificio, determinan la desvalorización inexorable de toda fuente de autoridad. Este concepto, esencial en la construcción de sociedades civilizadas, es maliciosamente asociado a las formas de la prepotencia política,en particular, a los gobiernos de los largos períodos de no vigencia de la democracia. Así entrampada, la educación pública camina hacia un proceso de liquidación irreversible del sentido inicial aplicado al proyecto de enseñanza gratuita, obligatoria y de buena calidad.
5. Los medios de comunicación social se vuelven sospechosos de esconder intereses impresentables. Los espacios dedicados al entretenimiento televisado forman una batería de programas en los que se evidencia que se ha tomado como referencia el coeficiente intelectual de la franja inferior del virtual espectador promedio. La idea de que, para valorizar las virtudes de un detergente, no se requiere haber incursionado en Borges, justifica la reiteración de recursos, la perpetuación de estratagemas y, al fin, la articulación implícita de un mensaje que reducido a su esqueleto primordial pregona: distráigase ahora y con lo que hay; el resto es prescindible. Cuando se trata de informar, se hace evidente que todo medio responde a un sector del espectro político. Así, la dificilísima objetividad se torna definitivamente un hecho imposible: la transferencia de información a través de un servicio de noticias se transforma en un sistema de seducción de voluntades confirmatorias del plan o red de intereses económicos parapetados detrás del frenético noticiero. Un motociclista que arrebata la cartera de una jubilada es captado por una cámara durante cinco segundos. La escena se repetirá durante toda la jornada y, en cada oportunidad, el arrebato se reproducirá veinte veces consecutivas. Al final del día, el abrumado espectador cae presa de pánico y, en súbitas mesas de expertos, se hace recaer la responsabilidad del robo en las secuelas del último stand-by del Fondo o en la magra remuneración previsional o en la carencia de un plan de seguridad eficiente, o en la necesidad de aprobar de una vez la pena capital y la consecuente ejecución pública del reo. Tanto el entretenimiento como la información persiguen fines perversos: el primero integra el mecanismo de alienación colectiva cuya premisa básica establece el valioso apotegma: pensar no es bueno. El segundo, abre cada minuto un nuevo frente de distracción según la alineación del patrocinio económico de que se trate. Lo advertido acerca del medio televisivo puede extenderse sin dificultades al gráfico y al radial.
6. La producción de bienes culturales exhibe una pobreza de talentos que hace difícil encontrar otro momento histórico que no lo supere en el último siglo. La música popular del país,tango y proyección folklórica, sobrevive por la curiosidad arqueológica de minúsculos grupos de especialistas, o la tarea esforzada de divulgadores aislados e ignorados. La música de la juventud, rock and pop, pasa por similar panorama estepario. Aún se escuchan los éxitos de los setenta y ochenta con la reverencia que se reserva a los artistas excepcionales. En las disco, una parafernalia de efectos producidos por la electrónica crean un discurso sonoro basado en la reiteración de artilugios auditivos cuya finalidad consiste en crear la sensación de pérdida del sentido de la realidad, como la que se obtiene siguiendo fijamente con la mirada el balaceo del péndulo o el plan de evasión sugeridos por los narcóticos. La era de oro del cine argentino concluyó hace décadas, y algún atisbo fugaz de recuperación entusiasma tan rápido como se desvanece. Una historia de la literatura argentina podría concluir en 1990, sin que se lamentara alguna omisión posterior, siendo generosos con el límite establecido. El único teatro que se estrena en la actualidad es un abanico que incluye comedias insípidas, argumentos de corte sexual, adaptaciones de éxitos de la TV o engendros del teatro independiente que amalgaman crisis de identidad erótica con vetustos planteos marxistas. Los teatros oficiales parecen encaminarse a una situación terminal: una recorrida por la cartelera termina por desanimar a los más entusiastas.
7. El país se halla en el punto de indefensión más notorio desde la guerra de la Independencia. Puede afirmarse sin riesgo de error, que jamás las Fuerzas Armadas estuvieron tan lejos de sus vecinos principales, Chile y Brasil, ni tan cerca de sus limítrofes pobres, Paraguay, Bolivia, Uruguay. Desde la aventura demencial de Malvinas hasta hoy, todos los Gobiernos democráticos decidieron reducir el peso de las FF.AA. como factor político irregular, a través del cercenamiento presupuestario. Esta asfixia progresiva fue funcional, tanto a los vencedores de la Guerra del Atlántico Sur, quienes monitorean la cuestión desde los Acuerdos de Madrid-Roma como a la propaganda de cuño izquierdoide de la que ningún gobierno se privó, incluso los que intentaron alguna vez la restauración liberal.
8. La actividad industrial argentina es hoy un 50% inferior a la de cuarenta años atrás, medida en porcentaje de su participación en el PBI. En su momento histórico fundacional, hacia 1920, el fomento estatal a la industria sustitutiva, vía gravámenes a la exportación agropecuaria, dio paso a un crecimiento notable, especialmente durante el período entre guerras. Hacia 1980, el modelo ingresó en una crisis de la que aún no se ha recuperado, no obstante algunos períodos de espasmódica revitalización. Hoy, el país es fundamentalmente un exportador de productos agropecuarios y, en el plano interno, una estructura de servicios. Miles de galpones son ocupados hoy por mayoristas o hipermercados que ocupan, como en Avellaneda, lo que fuera un mercado de lanares o sencillamente, se arruinan en la marisma del desinterés y la indiferencia de los inversores, genuina especie en extinción.
9. Todos los Partidos Políticos tradicionales agonizan con la firme lentitud que confirma su inexorable liquidación. No existe un Partido Conservador, sino una frágil alianza de liberales sin convicción, con radicales y peronistas sin esperanza. Consecuentemente, el Partido Radical sufre la peor crisis de identidad desde los años fundacionales de Alem e Yrigoyen. Idéntico martirio se abate sobre el Partido Justicialista, acosado y finalmente cooptado por una variante vernácula de la social-democracia. La jefatura del Justicialismo se halla, desde hace una década, en manos de quien abomina del Coronel fundador del Movimiento. Socialistas de Palacios y Demócrata-Progresistas pronto serán apenas curiosidad y atención de aficionados a la historia política, o de diligentes estudiantes en pos de la tesis consagratoria. De los comunistas, sobreviven retazos de sus empecinados fracasos en los memoriosos de madrugada. La izquierda supérstite dispone de dos diputados nacionales sobre un total de 254 ,tras cincuenta años de infructuosa obstinación. Sólo las coaliciones alcanzan las mayorías que eximan o superen el balotaje: los programas de gobierno resultantes de la síntesis forzada son apenas literatura de campaña de penosa estofa.
10. El futuro, el imaginario plano que nos traerán los sucesivos días, se esfuma como destino de sueños, proyectos o planes. La inmediatez, la zona de preocupación que no supera los próximos días, toma de rehén al inerme ciudadano común y le impone la condición animal de vivir exclusivamente en el presente. Ninguna lección ha podido colegirse del pasado: una y otra vez, en un juego atroz del eterno retorno, se ensayan las mismas fórmulas y se esperan resultados distintos, confirmando la conocidísima sentencia de que dicha conducta es la primera y más representativa del estado de demencia.
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@Atlante2008
Sobre Sergio Julio Nerguizian
De profesión Abogado, Sergio Julio Nerguizian oficia de colaborador en El Ojo Digital (Argentina) y otros medios del país. En su rol de columnista en la sección Política, explora la historia de las ideologías en la Argentina y el eventual fracaso de éstas. Sus columnas pueden accederse en éste link.