Pompeo advierte sobre la influencia oculta de China en los Estados Unidos
Podría sonar como un episodio de la serie 'The Americans', o como algo sacado de una novela del autor Tom Clancy.
Podría sonar como un episodio de la serie 'The Americans', o como algo sacado de una novela del autor Tom Clancy. Pero, cuando el Secretario de Estado americano Mike Pompeo miró a los rostros de cuarenta gobernadores reunidos y les advirtió que la República Popular China ha infiltrado sus respectivos estados, no estaba bromeando. Se ocultan entre las sombras en nuestras escuelas, en nuestras reuniones de negocios, e incluso en las cenas en las que se firman convenios. Y nadie -dijo el funcionario- sabe que eso es lo que está ocurriendo.
'Estos no son supuestos', añadió. 'Hemos permitido que esto continúe, sin alertar profundamente al pueblo estadounidense'. Y, ¿de qué se trata 'esto' exactamente? De acuerdo con la visión de funcionarios en el Departamento de Estado, estamos refiriéndonos a una extendida red de ciudadanos chinos desplegados a lo largo de todo el país, con un solo objetivo: infiltrar la seguridad, la educación y al sistema financiero estadounidenses para, a la postre, crear caos.
'Está sucediendo en vuestro estado', insistió Pompeo, 'con consecuencias para nuestra política exterior, para los ciudadanos que residen en vuestros estados y, en efecto, para cada uno de Ustedes... El gobierno chino ha sido metódico al implementar el método, de tal sueret que ha analizado a nuestro sistema... Ha evaluado nuestras vulnerabilidades, y ha decidido explotar nuestras libertades para cosechar ventajas sobre nosotros, a nivel federal, estatal y local'.
Por lo general, se trata de diplomáticos chinos, explicó el secretario en 'Washington Watch', 'quienes dan inicio a estas operaciones. Se trata de hombres y mujeres, que sirven aquí en los Estados Unidos, quienes subrepticiamente 'lideran y ejecutan programas que presentan riesgos para las firmas privadas americanas, para la privacidad de los ciudadanos, y para la seguridad de todos ellos'. Y, lo peor sobre el asunto, dijo Pompeo, es que no es un tema 'que esté en el radar de nadie'.
'Una cosa es presionar al secretario de Estado de los Estados Unidos de América'. Otra muy diferente es 'perseguir al director de una escuela secundaria', argumentó el funcionario. 'Existe un criterio de profundidad. Hay sistematización. Es prueba de una intención'.
Obviamente, puntualizó el secretario, 'Deseamos que estudiantes chinos vengan aquí a aprender'. Pero la realidad es que estos grupos no siempre arriban con intenciones benevolentes.
Las comunidades en los EE.UU. se asocian con organizaciones educativas, sin percatarse de que muchas de ellas en realidad 'se hallan bajo control y dirección del Partido Comunista Chino'. Creemos que vienen aquí a enseñar idioma chino mandarín cuando, en rigor, se exhiben profundamente vinculados al régimen y a sus siniestras ambiciones.
Y ese sistema de relaciones les arroja réditos. Los chinos, advierte Pompeo, han edificado silenciosamente una cabecera de playa en comités de escuelas locales, en administradores K-12, y entre funcionarios de condados que les otorgan una voz poderosa que no deberían tener.
El pasado año, ejemplificó el secretario de Estado, una escuela secundaria en Illinois le retiró la invitación a un funcionario taiwanés -iba a participar de un panel-, porque se verificó que fue presionado por los chinos. Apenas hace menos de un año también, el Cónsul General de China envió una misiva al vocero de una legislatura estatal, exigiendo que cierto líder no se involucrara con Taiwan.
'Piénsese sobre ésto', apuntó Pompeo. 'Usted tenía a un diplomático chino asignado aquí, a los Estados Unidos, un representante del Partido Comunista Chino en la ciudad de Nueva York, enviando una carta oficial urgiendo a un funcionario electivo estadounidense que no debería ejercitar su derecho a la libertad de expresión. Y éste no ha sido un caso aislado... Los consulados chinos en Nueva York, en Illinois, en Texas, y dos de ellos en California... se muestran muy activos políticamente'.
Han logrado permear al mundo de la tecnología, de los negocios y de la ciencia, reclutando activamente a científicos y a académicos estadounidenses para que éstos 'compartan secretos vitales' a cambio de dinero. 'No podemos ignorar las acciones de China, ni sus intenciones estratégicas'.
Algunas de esas intenciones -recordó a la audiencia- se extienden muy por fuera de las fronteras estadounidenses. Y, mientras deseamos asistir a China (especialmente en lo que respecta a la epidemia de coronavirus) y mantener una buena relación, ello se vuelve difícil cuando los líderes de una nación se dedican a tomar ventaja en perjuicio de otras.
Obsérvese la controversia en torno de China y el Banco Mundial. Estados Unidos dedica miles de millones de dólares al año para esa institución, solo para ver cómo el liderato comunista aplica para recibir, por ejemplo, decenas de millones que no necesitan. Se trató, en casos identificados, de préstamos para 'cuestiones técnicas y entrenamiento vocacional', así se nos dijo. Solo para descubrir, poco después, que países como Estados Unidos habían estado financiando las campañas de persecución china, construyendo campos de concentración y equipo de vigilancia electrónica, para torturar a pueblos enteros.
Por fortuna, Pompeo explicó éste miércoles pasado, EE.UU. ha consolidado 'progresos reales' a efectos de garantizar que ello no vuelva a suceder. 'He hablado con el nuevo liderato del Banco Mundial. El lo ha comprendido... Entendió el modo en que el dinero de los contribuyentes estadounidenses que va a parar a esa institución no deberá ser utilizado en modos que operen en detrimento de nuestra seguridad'.
En el mientras tanto, hay muchos otros aspectos vinculados a la seguridad, por los que es menester preocuparse en el propio territorio.
'Lo que China hace en Topeka y Sacramento reverbera en Washington, en Pekín, y más allá. Los conmino a ejercitar vigilancia', repitió Pompeo. 'Es lo que todos debemos hacer, como ciudadanos estadounidenses'.
Artículo original, en inglés, en éste link
* El autor, Tony Perkins (@TPerkins), es presidente del Family Research Council.