Irán: el desaprensivo comportamiento del gobierno empeoró la epidemia de coronavirus
Irán, que hoy hace frente a uno de los peores brotes de COVID-19 fuera de China...
Irán, que hoy hace frente a uno de los peores brotes de COVID-19 fuera de China, está pagando un alto precio por los actos de malversación, ocultamiento y desorden de prioridades, incurridos por el régimen de clérigos islamistas.
El liderato totalitario iraní continúa negando el alcance y consecuencias de la pandemia, inclinándose por disimular antes que por salvar las vidas de los ciudadanos del país.
Los ayatolás minimizaron el peligro de la pandemia, y demoraron la puesta en ejecución de medidas decisivas a la hora de contener la amplificación del virus, con la meta de proyectar un ideario de control e invulnerabilidad, y evitando perjudicar los intereses políticos, ideológicos y económicos del régimen.
La excavación de trincheras con la meta de construir tumbas masivas en el complejo Behesht-e-Masoumeh en Qom, epicentro de la pandemia, y las imágenes de las víctimas del coronavirus almacenadas en bolsas negras, las cuales se acopiaban en una morgue iraní, consignan las perturbadoras señales que ilustran sobre la escala y el impacto del COVID-19 -bastante más letal de lo que Teherán informa regularmente.
Inicialmente, los funcionarios iraníes subestimaron la severidad del evento, dilapidando tiempo crítico para contener la diseminación de la enfermedad.
El gobierno informó sobre las dos primeras muertes por coronavirus el 19 de febrero pasado, previo a las elecciones parlamentarias que, según entendían los halcones del régimen, restaurarían la devaluada legitimidad del opresivo y corrupto sistema gubernamental.
El líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Khamenei, acusó a los enemigos del país por exagerar la amenaza representada por el coronavirus; lo hizo poco antes de los comicios, con la meta de desalentar la participación de muchos votantes -por cuanto Khamenei tenía claro que el régimen contaba con un escaso respaldo popular.
En el mes de noviembre, las protestas ciudadanas antigobierno en Irán certificaron la insatisfacción del pueblo con Teherán. Ese descontento se traduciría luego en una extendida furia contra el régimen, luego de que la Guardia Revolucionaria Iraní abriera fuego contra una aeronave comercial ucraniana en enero, episodio que llevó a la muerte de numerosos pasajeros de ciudadanía iraní. Durante tres días, Teherán se rehusó a aceptar su responsabilidad.
En un comunicado oficial emitido el 25 de enero, el presidente iraní Hassan Rouhani rechazó admitir que la pandemia estaba saliéndose de control, afirmando entonces que la crisis sanitaria era 'un complot del enemigo para llevar a nuestro país a la clausura, a travé de la diseminación de pánico'.
Ahora, luego de transcurrido casi un mes, y al día 20 de marzo, casi 20 mil ciudadanos iraníes se encuentran infectados por COVID-19, y 1.430 han perdido la vida, incluyendo a numerosos funcionarios de carrera y clérigos del régimen.
Expertos en cuestiones sanitarias sospechan que la cifra de infectados es ostensiblemente superior, con estimaciones que hablan de un aproximado de 2 millones de personas. La pregunta es: ¿cómo y por qué Irán se convirtió en el tercer mayor epicentro del virus luego de China e Italia, y hasta qué punto es responsable Teherán?
La ciudad sagrada de Qom, sitio geográfico donde la incidencia del virus fue informada inicialmente, es hogar de importantes sitios religiosos chiítas que atraen a peregrinos oriundos de todo el mundo. Los informes iniciales citan que el virus bien pudo haberse amplificado a través de un hombre de negocios que se trasladaba entre Qom y Wuhan, o a través de un trabajador de origen chino.
China es el principal socio comercial de Irán. Las personas dedicadas a los negocios se trasladan con frecuencia hacia China, y una multitud de trabajadores chinos se dedican a la construcción de proyectos de infraestructura en Qom.
Asimismo, hay más de setecientos estudiantes chinos en el Seminario de Qom y en la Universidad Internacional al-Mustafa, consignando que la principal población de origen chino en Irán se desempeña en Qom.
Un estudioso iraní ha declarado que el virus COVID-19 provino de esos estudiantes chinos, argumento por ahora no aceptado por el régimen en Teherán, en virtud de razones políticas.
En cualquier caso, mientras los casos de COVID-19 comenzaban a multiplicarse en Qom, el régimen iraní fracasó a la hora de implementar medidas severas para contener al virus. Los templos religiosos en Qom continúan abiertos, en tanto las autoridades inicialmente rechazaron cerrar los templos al público -factor que hubiese interrumpido el ingreso de millones de peregrinos que arriban cada año.
Incluso cuando el Ministerio de Salud de Irán recomendó la clausura de esos templos, los líderes religiosos hicieron caso omiso.
Algunos clérigos y sus seguidores afirman que los templos cuentan con poderes divinos que curan enfermedades, lo cual llevó a numerosos peregrinos a grabarse a sí mismos en video lamiendo objetos en un templo, a efectos de intentar probar que su fervor religioso los resguardaba del virus.
De igual modo, el régimen iraní obró con extrema lentitud para decidir la interrupción de vuelos desde China, por cuanto ello hubiese herido de muerte los planes para potenciar el turismo chino. Aún cuando Teherán puso fin a todo puente aéreo entre Irán y China hacia el 14 de febrero, los vuelos continuaron llegando por vía de Mahan Air, aerolínea en parte tutelada por la Guardia Revolucionaria Iraní.
Hacia el 24 de febrero, el virus se había amplificado hacia las 31 provincias del país. Además de la población local, miembros de élite del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria y clérigos religiosos han dado positivo para la enfermedad, a tasas alarmantes.
Al menos 25 funcionarios y clérigos iraníes se han visto infectados, pereciendo 12 de ellos a causa de la enfermedad. Esa cifra continúa ascendiendo con rigor diario, sin que se perciba final en el horizonte.
En público, el presidente Rouhani se rehusó a implementar cuarentenas de orden nacional, calificándolas de 'anárquicas', al tiempo que lanzó elogios para el sistema de salud pública. Los funcionarios del régimen hicieron alarde de que Irán exportaba barbijos a China, agregando que el brote de COVID-19 no consignaría un problema para Irán.
Sin embargo, médicos y enfermeras del país -que se desempeñan en los abrumados hospitales- declaran haber sido advertidos por funcionarios de seguridad, para que mantengan silencio en torno del brote del virus, en tanto han sido obligados a declarar los decesos como provocados por otras causas, en documentos oficiales.
Las fuerzas de seguridad desplegadas en nosocomios públicos han amenazado incluso con poner bajo arresto a personal sanitario que revele cifras reales de pacientes, decesos, o escasez de insumos.
El régimen islamista en Teherán claramente se exhibe más interesado en controlar la información y a las personas, antes que en limitar el alcance del COVID-19.
Al tiempo que sitios públicos tales como escuelas, templos y centros culturales han procedido a la clausura, las masas continúan poblando los mercados de Teherán, para prepararse para la próxima celebración del Año Nuevo Persa, mientras que fieles chiítas se agolpan en mezquitas y templos en Qom.
En el quebranto, los ciudadanos iraníes han sido puestos masivamente en riesgo por las perniciosas políticas ejecutadas por una dictadura de clérigos centrada en mantener su poder, proteger la propia imagen, y salvaguardar sus intereses políticos, económicos e ideológicos. Han privilegiado estos asuntos por sobre la salud pública.
El virus no está cediendo, y pareciera ser que serán necesarias más trincheras para acomodar a los cuantiosos muertos que asoman en el horizonte iraní.
Artículo original, en inglés
* Desarrollado con la colaboración de Nicole Robinson (@NRobinson1297)
Analista senior en el Centro Douglas y Sarah Allison para Estudios de Política Exterior en la Fundación Heritage. Ha desarrollado numerosos trabajos sobre asuntos relativos al Medio Oriente y sobre terrorismo internacional desde 1978. Es columnista en medios televisivos norteamericanos y ha testificado en comités del congreso estadounidense en relación a temáticas de seguridad internacional.