Al respecto del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, club de 'Dictadores Humanitarios'
El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, compartió...
15 de May de 2020
El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, compartió -en febrero pasado- un discurso al Consejo de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas, en donde cuestionó la actitud de las naciones de Occidente, entrometida e irrespetuosa según su parecer, con los valores e instituciones de Rusia y de otras sociedades. De acuerdo con Lavrov, al pretender imponer su percepción del mundo y su cultura, Occidente agrede la integridad y soberanía de las naciones, uno de los principios fundantes del sistema internacional de Estados, que Naciones Unidas impulsó desde su creación, en 1945. Adicionalmente, agrega el canciller ruso, los países de Occidente actúan con cinismo, al condenar las violaciones sistemáticas de los derechos fundamentales en los países que no comulgan con su ideología demoliberal, mas se abstiene de admitir los vejámenes cometidos por los Estados miembros de la Unión Europea, o por Estados Unidos.
No le falta razón al representante de la política exterior de Rusia. Es innegable que, al presentarse un examen más riguroso sobre la observancia del cumplimiento de los derechos humanos en el mundo entero, pocas naciones saldrían invictas. El paradigma idealista de la inmediata posguerra, y las normas de Derecho Internacional resultantes de ese tiempo, se sustentaban en un maximalismo ético casi irrealizable, bajo la convicción de que los gobiernos, al sentirse comprometidos unos con los otros por la paz mundial y la meta de impedir confrontaciones violentas, asistirían a un futuro de paz y concordia perpetuas. Sin embargo, los hechos certifican que no fue así. En cambio, los siguientes tres cuartos de siglo han sido prolijos en toda clase de conflictos de menor intensidad y alcance, aunque bastante más frecuentes y generalizados. Africa Central, Oriente Medio, América Latina y el sudeste de Asia, mantienen activos gran parte de sus conflictos internos (o intraestatales, apuntarían Mary Kaldor, Paul Collier o Herfried Münkler), exhibiéndose como epicentros de masacres que motivaron, hacia el año 2002, la creación de la Corte Penal Internacional.
No le falta razón al representante de la política exterior de Rusia. Es innegable que, al presentarse un examen más riguroso sobre la observancia del cumplimiento de los derechos humanos en el mundo entero, pocas naciones saldrían invictas. El paradigma idealista de la inmediata posguerra, y las normas de Derecho Internacional resultantes de ese tiempo, se sustentaban en un maximalismo ético casi irrealizable, bajo la convicción de que los gobiernos, al sentirse comprometidos unos con los otros por la paz mundial y la meta de impedir confrontaciones violentas, asistirían a un futuro de paz y concordia perpetuas. Sin embargo, los hechos certifican que no fue así. En cambio, los siguientes tres cuartos de siglo han sido prolijos en toda clase de conflictos de menor intensidad y alcance, aunque bastante más frecuentes y generalizados. Africa Central, Oriente Medio, América Latina y el sudeste de Asia, mantienen activos gran parte de sus conflictos internos (o intraestatales, apuntarían Mary Kaldor, Paul Collier o Herfried Münkler), exhibiéndose como epicentros de masacres que motivaron, hacia el año 2002, la creación de la Corte Penal Internacional.
Cierto es que Occidente, que supo embarcarse en aventuras de política exterior como la segunda guerra de los Balcanes, en 1998; la de Afganistán, en 2001, o la de Irak, en 2003, ha terminado por pagar onerosos costos en materia de vidas humanas, tanto de civiles como de efectivos militares; y desde el punto de vista político, al verse expuesto al repudio mediático y de una parte muy importante de la opinión pública, en los Estados Unidos, Gran Bretaña, España, Francia y otros líderes de OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), que les exigía transparencia y rendición de cuentas por lo ocurrido.
No obstante, la contraparte de las democracias occidentales y sus aliados no exhibe una posición ética superadora, como tampoco representa fielmente un ejemplo del apego por la vida, las libertades y los derechos inalienables de los asociados. Cada año, el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, compuesto por 47 integrantes desde su creación, en 2006, somete a votación -ante la Asamblea General- la incorporación de nuevos candidatos, para un período de tres años.
Con un historial deplorable en la garantía y protección de los derechos fundamentales, Rusia se ha postulado para obtener una posición en el Consejo, buscando compartir la mesa con democracias tan notables como Australia, Dinamarca u Holanda, de igual modo que con dictaduras liberticidas como Cuba, Venezuela, Arabia Saudita o Sudán.
Si se trata de elegir, al final son preferibles los regímenes democráticos al estilo occidental, con su conjunto de debilidades e imperfecciones, frente a la recurrente pesadilla totalitaria compartida por el novedoso orden multipolar.
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@JuanDavidGR82
Sobre Juan David García Ramírez
Columnista regular en el periódico El Colombiano (Medellín) y en El Quindiano (Armenia, Colombia). También se desempeña como analista político para diversos programas radiales y televisivos en América Latina, compartiendo apuntes y notas sobre temas políticos vinculados a Colombia, y asuntos internacionales.