Coronavirus y Teorema Friedman: la amarga derrota de los confinadores
En las últimas veinticuatro horas, España se vio conmovida por nutridas manifestaciones...
Cuando el coronavirus apareció por primera vez, la respuesta natural del público fue exigir que el gobierno lo detuviera. La siguiente fase consistió en culpar al gobierno, por fallar a la hora de proteger a la ciudadanía. La tercera fase consistirá en atacar el gobierno, por haber tomado éste medidas de protección.
George Friedman (presidente, Geopolitical Futures; ex STRATFOR)
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En las últimas veinticuatro horas, España se vio conmovida por nutridas manifestaciones ciudadanas ('caceroladas') contra el gobierno de Pedro Sánchez (PSOE) y Pablo Iglesias (Unidas Podemos). El fenómeno pareció emular una contracara de los aplausos motorizados desde los balcones por esos mismos ciudadanos al inicio de la pandemia de COVID-19, a criterio de reconocer la ardua labor desempeñada por el personal médico frente al desafío sanitario.
Sin embargo, el tiempo terminaría por edificar un proscenio nada deseable para la comunidad política en el Reino, y la de otras naciones: el evidente proceso de destrucción económica le ha ganado la partida a las preocupaciones en torno de la salud. La dirigencia se ve envuelta hoy en un vendaval de cuestionamientos, acaso por haber hecho lo que en un principio debía de hacer; esto es, cuarentenizar. En el quebranto, el error estratégico de los confinadores puede detectarse en el abuso del pánico como instrumento de propaganda, del sesgo estadístico (la tasa de letalidad del COVID-19 lejos está de la que caracteriza a los vectores Ebola y Marburgo, incluso al ratio infectados/decesos que exhiben las dos cepas de influenza estacional y corriente), de una inconveniente politización del problema y -en el terreno- de torpezas al momento de diseñar la desescalada e implementar un relativo retorno de la normalidad.
En el ínterin, se dirá que infectólogos y epidemiólogos pecaron de ingenuos, haciendo a un lado la ciencia para plegarse a agendas políticas de oportunidad. En consecuencia, el público en general ha preferido refutar a esa 'Tiranía de los Expertos', lo cual ha servido para revalorizar los postulados del autor William Easterly. Allí donde el gobierno se halla bajo el control de dirigencias políticas poco sofisticadas, incompetentes o declaradamente ignorantes frente al Derecho Constitucional, la ciudadanía -azotada por los perniciosos efectos del confinamiento- prefiere hoy centrar la atención en el error político no forzado, o en actos de corruptela y defraudación que otrora hubiesen pasado desapercibidos. El cálculo ciudadano, aunque binario, no está exento de realismo: no existe proceso de cuarentenización que se consolide como argumento suficiente para paralizar la actividad económica a perpetuidad, propiciando destrucción del empleo y, a la postre, hambre. Rápidamente, será lícito concluir que un procedimiento sanitario necesario -la cuarentena- ha sido despojado de su valor técnico inherente, por sus propios instrumentadores.
La turbulencia social que emerge como réplica frente al establishment confinador, aunque con matices, se reproduce en naciones tan disímiles como España, Colombia ('Trapos Rojos'), la Argentina, Brasil o los Estados Unidos de América. Mientras que en el Reino de España y en la Argentina, el portento ha dejado en evidencia un marcado contexto de fractura social -enfrentando a desorganizados libertarios contra confinadores seriales-, en la República Federativa del Brasil y en los EE.UU., son los partidos de gobierno quienes reiteran su llamado a la apertura. Curiosidad marginal: la turbulencia adquiere formatos diferentes en países centralistas, y en sistemas políticos federales. Los primeros están llamados a padecer una conmoción institucional más marcada que los segundos. Transitivamente, se dirá que las prerrogativas de gobierno centralistas exhiben una multitud de flancos débiles: la concentración del poder decisional en pocas manos es tierra fértil para la desprolijidad contable y la malversación, la subcultura del sobreprecio, y una contundente ausencia de resultados. Acta non verba, es la frase latina llamada a popularizarse.
No obstante, la invectiva anticuarentena -prevista por George Friedman en un tweet del pasado 11 de abril- estaría propiciando un efecto disruptivo sobre el tejido geopolítico global. Por estas horas, comienza a ganar empuje la configuración de una liga de naciones (naturalmente, liderada por los Estados Unidos) que ya han declarado su objetivo de responsabilizar a la República Popular China por el desquicio que remató en pandemia. Aún cuando la sangre no llegue al río, lo actuado por esa coalición en el corto plazo bien podría inflingir un monumental perjuicio económico a Pekín, cuya estrategia de supremacía conocida como 'Nueva Ruta de la Seda' ha comenzado a hacer agua. Para el Partido Comunista Chino, ello podría -por ejemplo- derivar en la mudanza de firmas privadas que manufacturan artículos electrónicos hacia Vietnam, las Filipinas, Malasia, u otros países del cuadrante Asia-Pacífico.
En América Latina, mientras tanto, Washington ha sancionado el despliegue de una poderosa fuerza aeronaval en el Mar Caribe -junto a navíos del Reino Unido, Holanda y Francia-, a efectos de denegar operaciones a cárteles de la droga que, operando desde Venezuela y Nicaragua, remitían toneladas métricas de clorhidrato de cocaína hacia territorio continental estadounidense en la temporada pre-coronavirus. Como correlato de ese 'diálogo' que la Casa Blanca suele corporizar en poderío militar, buques de la Armada de los Estados Unidos quizás se vean en la necesidad de bloquear a tanqueros iraníes que, ahora mismo, transportan insumos para la producción de combustible que desesperadamente requiere el régimen de Nicolás Maduro para mantenerse en control de Miraflores.
Crisis es oportunidad, reza el antiquísimo refrán chino que hoy exhibe plena vigencia. Aunque hoy la oportunidad no favorezca, precisamente, a quienes lo popularizaron.
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.