Alternative Worlds 2030: Estados Unidos, grandeza en la diversidad
El cambio en la composición demográfica de las naciones más representativas de Occidente...
10 de Julio de 2020
El cambio en la composición demográfica de las naciones más representativas de Occidente se ha vuelto evidente ya desde hace aproximadamente tres decenios, tras acentuare durante los últimos diez años. Una tendencia como la contracción de la población originaria o nativa en los países europeos más populosos, como Alemania, Francia, España y la Gran Bretaña, producto del acelerado envejecimiento y del descenso en la tasa de natalidad, ya había sido identificada en 2009 por el Consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos como una megatendencia, en el documento intitulado Global Trends 2030: Alternative Worlds -un notable ejercicio de predicción geoestratégica que conmina a agentes del gobierno, poderes federales y players económicos a prepararse para el futuro.
Por su parte, Europa se ha transformado y, transitivamente con el estancamiento o decrecimiento de la población identificada como alemana, francesa, española o británica, viene presentándose un marcado incremento de la población de origen africano, árabe y centroasiático, fundamentalmente. Hoy, más del 5% de los habitantes de la Unión Europea son musulmanes, esto es, casi 30 millones de personas, la mayoría de ellas provenientes del Africa subsahariana y Oriente Medio, o bien descendientes de inmigrantes oriundos de esas regiones. Se trata de una modificación en principio demográfica y, luego, cultural e identitaria. La globalización es una de sus causas, con la consecuente asunción de la diversidad y pluralidad étnica, racial y religiosa, que ofrece innumerables oportunidades -como también amenazas.
Hasta hace poco tiempo, Estados Unidos era el único país occidental, y el más grande, que se mantenía étnica y culturalmente homogéneo, al menos en términos relativos. Conocida y aclamada como una nación de inmigrantes (aunque Samuel Huntington planteara que lo es de colonos, antes que de inmigrantes), por atraer a millones de personas de todo el planeta, que buscan prosperar económicamente, los Estados Unidos han comenzado a experimentar los mismos desafíos que los europeos enfrentaron ya desde 1980. De acuerdo con los últimos datos publicados por la Oficina Nacional del Censo (National Census Bureau), el país está diversificándose con mayor rapidez de la que anticipaban las proyecciones de organismos federales y think tanks particulares: en el censo más reciente, cuatro de cada diez estadounidenses se identifican con un grupo étnico o racial diferente al blanco, lo que cuenta por alrededor del 40% de los trescientos treinta y dos millones de habitantes de ese país. Entre los años 2000 y 2020, la población considerada como blanca (de origen anglosajón o angloprotestante) pasó del 70 al 60%, mientras que la hispana o latina fue, entre los grupos minoritarios, la de mayor crecimiento, transitando del 12,6 al 18,5%.
Doscientos treinta años después de que el jurista John Jay, primer presidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos, distinguiera los seis componentes definitorios de la identidad estadounidense: ascendencia, lengua, religión, principios del gobierno, usos y costumbres, y experiencia de guerra, la mayor parte de ellos han dejado de existir, o bien han dejado de ocupar un lugar prominente en la cultura del país.
De todas maneras, el idioma inglés y los valores protestantes y cristianos en general, siguen siendo factores articuladores en el modo de vida, en las instituciones y en la ética del trabajo, aunque es un hecho que el universo de lenguas, religiones y etnias que la inmigración masiva llevó a los Estados Unidos de América han modificado y diversificado enormemente a esa sociedad. Sin embargo, ésta puede ser una oportunidad de oro para que esta nación motorice un desarrollo superior en el siglo XXI.
Por su parte, Europa se ha transformado y, transitivamente con el estancamiento o decrecimiento de la población identificada como alemana, francesa, española o británica, viene presentándose un marcado incremento de la población de origen africano, árabe y centroasiático, fundamentalmente. Hoy, más del 5% de los habitantes de la Unión Europea son musulmanes, esto es, casi 30 millones de personas, la mayoría de ellas provenientes del Africa subsahariana y Oriente Medio, o bien descendientes de inmigrantes oriundos de esas regiones. Se trata de una modificación en principio demográfica y, luego, cultural e identitaria. La globalización es una de sus causas, con la consecuente asunción de la diversidad y pluralidad étnica, racial y religiosa, que ofrece innumerables oportunidades -como también amenazas.
Hasta hace poco tiempo, Estados Unidos era el único país occidental, y el más grande, que se mantenía étnica y culturalmente homogéneo, al menos en términos relativos. Conocida y aclamada como una nación de inmigrantes (aunque Samuel Huntington planteara que lo es de colonos, antes que de inmigrantes), por atraer a millones de personas de todo el planeta, que buscan prosperar económicamente, los Estados Unidos han comenzado a experimentar los mismos desafíos que los europeos enfrentaron ya desde 1980. De acuerdo con los últimos datos publicados por la Oficina Nacional del Censo (National Census Bureau), el país está diversificándose con mayor rapidez de la que anticipaban las proyecciones de organismos federales y think tanks particulares: en el censo más reciente, cuatro de cada diez estadounidenses se identifican con un grupo étnico o racial diferente al blanco, lo que cuenta por alrededor del 40% de los trescientos treinta y dos millones de habitantes de ese país. Entre los años 2000 y 2020, la población considerada como blanca (de origen anglosajón o angloprotestante) pasó del 70 al 60%, mientras que la hispana o latina fue, entre los grupos minoritarios, la de mayor crecimiento, transitando del 12,6 al 18,5%.
Doscientos treinta años después de que el jurista John Jay, primer presidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos, distinguiera los seis componentes definitorios de la identidad estadounidense: ascendencia, lengua, religión, principios del gobierno, usos y costumbres, y experiencia de guerra, la mayor parte de ellos han dejado de existir, o bien han dejado de ocupar un lugar prominente en la cultura del país.
De todas maneras, el idioma inglés y los valores protestantes y cristianos en general, siguen siendo factores articuladores en el modo de vida, en las instituciones y en la ética del trabajo, aunque es un hecho que el universo de lenguas, religiones y etnias que la inmigración masiva llevó a los Estados Unidos de América han modificado y diversificado enormemente a esa sociedad. Sin embargo, ésta puede ser una oportunidad de oro para que esta nación motorice un desarrollo superior en el siglo XXI.
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@JuanDavidGR82
Sobre Juan David García Ramírez
Columnista regular en el periódico El Colombiano (Medellín) y en El Quindiano (Armenia, Colombia). También se desempeña como analista político para diversos programas radiales y televisivos en América Latina, compartiendo apuntes y notas sobre temas políticos vinculados a Colombia, y asuntos internacionales.