ECONOMIA INTERNACIONAL: GUSTAVO LAZZARI

Argentina: falacias que entusiasman a Cristina Kirchner

En su cuenta de Twitter, la vicepresidente de la República Argentina, Cristina Fernández...

16 de Julio de 2020

 

En su cuenta de Twitter, la vicepresidente de la República Argentina, Cristina Fernández, elogió un artículo del Sr. Alfredo Zaiat publicado en Página 12 el domingo 12 de julio pasado. En dicha nota, intitulada 'La conducción política del poder económico', Zaiat critica la intención del presidente Alberto Angel Fernández de convocar a 'grupos concentrados' para la noble tarea de construir un nuevo capitalismo adaptado a la nueva normalidad. El artículo incurre en errores conceptuales básicos

Alberto Fernández, Cristina Kirchner

Primera falacia: 'grupos concentrados'
 
Zaiat sostiene que los 'grupos concentrados' tienen un interés distinto al 'nacional', pues su rentabilidad no depende del desarrollo del mercado interno. Hablar de 'grupos concentrados' en la Argentina, entonces, es casi una exageración. Las empresas que tanto preocupan a Cristina tienen un valor de mercado que, en conjunto, no superan los US$ 20 mil millones (incluídos los bancos). Paradójicamente, Mercado Libre duplica ese valor. Es más, Techint vale menos que la Premier League, y la sumatoria de todos los bancos devuelve un valor inferior a los de la Bundesliga y la Liga Española
 
Quiere decir que con el valor de los equipos de cinco ligas europeas te podes comprar todos los 'grupos concentrados' de la Argentina. Esto consigna que el valor inestable y riesgoso de tres mil jugadores de fútbol es superior al valor de mercado de todas las empresas grandes y bancos de este país. La Argentina no cuenta con empresas grandes; es un país achicado por políticas mediocres que consumió el valor de los activos y los proyectos. Sólo en una economía cerrada, pequeña y bloqueada, puede hablarse de 'grupos concentrados'. Si abrimos la economía, dichas empresas perderían peso específico y, por lo tanto, 'poder hegemónico'.  
 
En la Argentina, se conocen dos formatos de proteccionismos, que impiden la competencia. Se trata del clásico proteccionismo arancelario y paraarancelario que aísla los precios locales de los internacionales y, por otro lado, de una suerte de 'proteccionismo interno' que consiste en el diferencial institucional que aleja a las inversiones extranjeras. En consecuencia, el término 'grupos concentrados' que llena de excusas al discurso oficial, no es otra cosa que el resultado del escaso nivel de competencia

 
Segunda falacia: 'intereses nacionales'
 
Zaiat sugiere que los 'grandes grupos' con base en comercial, financiera y patrimonial en el exterior, carecen de intereses compatibles con los 'nacionales'. Esto equivale a decir que, si un director técnico de fútbol defendiera con 'línea de cuatro', estaría feliz cada vez que el delantero rival pasara fácilmente esquivando a un determinado defensor. Ningún titular de capital, maximizador natural de beneficios, querrá perder dinero en ninguno de los mercados donde opera. Por tal motivo, ningún empresario -sea éste grande, mediano, chico o cuentapropista- querrá que al país en el que opera le vaya mal. 
 
Adicionalmente, el valor de las cosas está fuertemente influenciado por el entorno. El valor de una compañía depende tanto del entorno como de la propia compañía. El mercado inmobiliario es aleccionador, en este sentido. Una casa exactamente igual tiene un valor de mercado distinto, dependiendo el entorno en el cual se encuentre. Con las empresas, sucede lo mismo. Otro motivo más que para cualquier empresario este fuertemente interesado en el bienestar general.
 
 
Tercera falacia: 'grupos ideologizados
 
En un intento de jugar una partida de TEG, el Sr. Zaiat esboza teorías divertidas en torno de la relación de algunos grupos económicos y las ideologías. Los 'malos' serían fogoneros del neoliberalismo hambreador, en tanto los políticos buenos serían los defensores de los intereses populares. No hay validez en el análisis, salvo tal vez desde la óptica del humor
 
En un mundo globalizado, en el que cada persona tiene un celular en su mano con acceso a toda la información del planeta, sostener que un diario modela la forma de pensar, es una falta de respeto a la inteligencia de la gente. 
 
El rol del presidente no es 'pensar nuevos mundos' ni 'diseñar nuevas normalidades'.

La Argentina necesita menos impuestos, menos regulaciones, menores déficits, mejor calidad institucional y menores paranoias estudiantiles.

Tras la pandemia y la cuarentena, necesitamos un fuerte shock capitalizador para generar empleos y disminuir la pobreza. La paranoia y la estudiantina poco aportan a la labor del Presidente de la Nación.

 
Sobre Gustavo Lázzari

El autor es economista en la Fundación Libertad y Progreso (Argentina). Publica regularmente sus trabajos en la web de la fundación y en el sitio web en español del Instituto Cato.