Finalmente, el día del juicio para Ghislaine Maxwell esté próximo -o quizás no
El hecho de que Ghislaine Maxwell se encuentre finalmente en custodia es ciertamente satisfactorio...
El hecho de que Ghislaine Maxwell se encuentre finalmente en custodia es ciertamente satisfactorio para todos aquellos que la hemos considerado una cómplice en los horrendos delitos contra jóvenes mujeres perpetrados por su socio Jeffrey Epstein. Internet abunda en especulaciones en torno de cuánto tiempo durará ella en prisión, dado el supuesto suicidio de Epstein en una instalación de máxima seguridad, en agosto de 2019. Sin embargo, y previo a aproximarnos a numerosas conclusiones, existe una serie de prolegómenos adicionales del caso que merecen ser sopesados.
En primer lugar, el arresto de Maxwell no fue fortuito. Ella claramente hizo méritos para ocultar el grueso de su multimillonaria fortuna, aunque la misma ha estado visible para cualquiera que se esforzara en mirar donde corresponde. Maxwell se movía libremente, aunque manteniendo un bajo perfil, y ejecutó esfuerzo 'intencionales para evitar su detección, llegando a cambiar su paradero al menos en dos oportunidades, cambiando su número de teléfono de contacto principal (el cual registró bajo la identidad 'G Max'), y encargando encomiendas para entrega, modificando el nombre de la etiqueta de envío'.
La acusación de la fiscalía, de dieciocho páginas, consignó que 'El gobierno ha identificado más de quince cuantas bancarias distintas, bajo tutela de la imputada, o bien asociadas a ella, desde 2016 al día de la fecha y, durante ese período de tiempo, los balances totales de esas cuentas iban desde unos centenares de miles de dólares hasta más de US$ 20 millones'. Maxwell fue acusada por reclutar y hacer 'grooming' de jóvenes mujeres, de las que luego abusaría Epstein, lo cual podría significarle una sentencia de prisión efectiva superior a los 35 años.
Conforme Maxwell (de 58 años de edad) cuenta con ciudadanía británica, estadounidense, francesa e israelí, no se le otorgó el beneficio de la fianza -dado que se argumentó que existía riesgo de fuga.
En las épocas en que Maxwell se movía con libertad, en apariencia el FBI ni siquiera intentó entrevistarla. Ella invirtió mucho tiempo con sus abogados y, según se informó, fue vista bebiendo café en Los Angeles, haciendo compras en cercanías del apartamento que tiene en París, visitando el Reino Unido, y también permaneciendo en Israel, con protección. Maxwell nació en Francia y se presume que su padre -Robert, espía israelí- tenía ciudadanía de Israel, la cual pudo ser transferible a ella. Tanto Francia como Israel son países difíciles a la hora de lidiar con la cuestión de la extradición, de tal suerte que, presuntamente, ella pudo haber permanecido en alguno de los dos países para evitar ser procesada en los Estados Unidos. Uno incluso podría recordar que Epstein supo tener un pasaporte austríaco genuino -bajo falsa identidad-, indicativo de sus vínculos con organismos de inteligencia. Es muy probable que también Ghislaine contara con alguna forma de identificación apócrifa.
Al momento de ser arrestada, Ghislaine estaba residiendo en una lujosa casa de campo de 156 acres en una geografía rural del estado americano de New Hampshire. Ella había adquirido esa propiedad en diciembre, por US$ 1.07 millones, a través de una sociedad comercial limitada que no exhibe su nombre, y que fue montada por uno de sus abogados. Claramente, la policía sabía exactamente dónde localizarla. La casa está a dos horas de distancia de la frontera canadiense, sitio que bien pudo haber sido considerado por ella como eventual lugar de refugio, si percibiera que las fuerzas del orden podrían encontrarse cerca. Sin embargo, esto lleva a la pregunta sobre por qué ella desearía regresar a los Estados Unidos, después de todo. En lo personal, sospecho que ella y sus patrocinadores legales estuvieron en contacto con las autoridades, mientras que pudo haberse considerado algún formato de negociación con la fiscalía.
¿Por qué ahora? La oportunidada parecería remitir a otras cuestiones marginales. Solo la semana pasada, la jueza federal Loretta Preska resolvió que la documentación relativa a Epstein y Maxwell, en posesión de la víctima y litigante Virginia Giuffre, debía ser destruída. La información sobre Epstein y Maxwell, que surge de una demanda civil presentada contra Epstein por Giuffre, parece haber contenido las identidades de los individuos con quienes Epstein llevó a cabo negocios -que él grabó in fraganti, así como también sus otros clientes, y también sus víctimas.
Preska resolvió que los letrados de Giuffre habían obtenido los documentos de manera inapropiada, y ordenó que la totalidad del material de esos archivos 'sea destruída'. Asimismo, exigió pruebas de que el material fue efectivamente descartado. El paradero de las grabaciones secretas de Epstein no es conocido, pero el FBI consfiscó todos los papeles y otra información en la mansión de Manhattan, donde él fuera arrestado. Algunos creen, sin embargo, que Ghislaine tiene en su poder algunas de las grabaciones, presuntamente ocultas -o bajo custodia de sus abogados.
El extravío de los archivos Giuffre perjudicará seriamente al caso construído por el gobierno contra Maxwell, y lo propio sucederá con el caso planteado judicialmente por las víctimas contra las tenencias de Epstein. Ghislaine ha sido acusada de procurar jóvenes mujeres y de hacer 'grooming' sobre las mismas, acercándolas a sus clientes -todo lo cual ha sido negado por Maxwell. El juicio en ciernes podría llegar a su fin rápidamente, con la confesión de culpabilidad por parte de Ghislaine Maxwell, y negociándose una condena inferior. La totalidad de los documentos que hacen al caso, incluyendo cualquier grabación existente, sería sellada -lo cual protegería inter alia a otros activos percibidos del gobierno; esto es, a los prominentes individuos y a las agencias de espionaje que pudieran haber estado involucradas en el caso, ya fuere como víctimas o como perpetradores.
Todas las pistas apuntan a que el Departamento de Justicia, asistido por los medios de comunicación, pretende enterrar ciertos aspectos del caso Epstein. Un reciente documental emitido en Netflix, intitulado 'Jeffrey Epstein: Filthy Rich' evita, cuidadosamente, referirse a cualquier discusión que verse sobre el muy probable espionaje israelí y a todo aspecto relacionado con las actividades de Epstein. El padre de Ghislaine, quien presentó a Jeffrey a su hija, fue un destacado espía del Mossad, que en su momento tuvo un funeral de Estado en Israel, tras su misteriosa muerte en 1991. A las exequias, asistió el primer ministro de ese país, y también tomaron parte los integrantes de la cúpula de los servicios de inteligencia en Tel Aviv.
La confirmación adicional de la conexión israelí proviene de un reciente libro, cuyo autor es Ari Ben-Menashe, ex oficial de inteligencia en Israel, quien afirma que Epstein y su socia en el delito Ghislaine Maxwell estuvieron involucrados en actividades extorsivas en perjuicio de prominentes políticos, de parte del servicio de inteligencia exterior Mossad. De acuerdo a Ben-Menashe, los dos personajes trabajaron directamente para el gobierno israelí desde los años ochenta, y su operación -la cual fue financiada por el Mossad y por notables israelíes-estadounidenses- fue una clásica 'trampa con miel' que empleó a menores de edad para atraer a políticos muy conocidos, en todo el globo. Luego, los políticos serían retratados en cámaras de video y fotografiados, al momento de acostarse con esas mujeres. El Príncipe Andrés, Bill Clinton y Donald Trump fueron asiduos visitantes a la mansión de Epstein en Nueva York -sitio donde las grabaciones se realizaron-, mientras que Clinton fue un periódico viajero en la aeronave llamada 'Lolita Express' -utilizada por Epstein para trasladar a sus 'amigos' a su mansión en Florida y a su isla privada en el Caribe, conocida por la población local como 'La Isla de la Pedofilia'.
En lo que respecta a Maxwell y a Epstein, al parecer nadie en el Departamento de Justicia quiere plantearse una sencilla pregunta que arrojaría luz, de ser respondida con honestidad. La evidencia concluyente que verifica que Jeffrey Epstein fue un espía israelí, o bien un agente de inteligencia estadounidense, bien podría argumentarse a partir de los comentarios compartidos por el Fiscal de los EE.UU. en Florida, Alexander Acosta, al ser confirmado por el equipo de transición de Trump. A Acosta, se le preguntó: '¿Tendremos algún problema con el caso Epstein [al momento de las audiencias de confirmación]' (...) 'Acosta testificó que él venía de asistir a una reunión sobre el caso Epstein. El había negociado un acuerdo de no acusación con uno de los abogados de Epstein, porque le había sido ordenado "retroceder", porque Esptein era un tema que excedía a su salario y responsabilidades. 'Se me dijo que Epstein estaba vinculado a inteligencia, y que había que dejarlo en paz"'.
¿Por qué nadie en las distintas agencias de investigación en el gobierno, o en los medios de comunicación, se interesa por el significado de las palabras de Acosta, aún cuando sería tan sencillo como preguntárselo en persona? ¿Quién le ordenó retroceder con el caso? Y, ¿cómo se justificó semejante orden? La respuesta a esto podría ser que, dado que Epstein era de hecho un espía israelí a la caza de figuras prominentes, o bien que tenía vínculos con el Estado de Israel, sin importar qué tan nebulosos fueran, se trata de una cuestión muy compleja para Demócratas y Republicanos por igual. Si todo de esto es cierto, nosotros -la ciudadanía- con suerte asistiremos a un 'juicio-espectáculo' de Ghislaine Maxwell. Al final, ella desaparecerá en silencio en el sistema de justicia y, antes de que pase mucho tiempo, volverá a las andadas. Llevándose sus secretos con ella.
Publicado originalmente en Strategic Culture Foundation (Estados Unidos); reproducido con permiso del autor
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.