El 22 de julio quedará marcado como un día oscuro en la historía del Líbano. Este es el día en que esta nación de Oriente Medio oficializó su ingreso en la Tabla Mundial Hanke-Krus de Hiperinflación. Cuando medí la tasa de inflación de Líbano hace pocos días, el resultado arrojaba un candente 52,6 por ciento mensual. Esa fue la trigésima jornada consecutiva en la que el índice de precios al consumidor en el Líbano excedía los cincuenta puntos porcentuales en un mes. De tal suerte que, en aquel el 22 de julio de 2020, el país ingresó a los récords con la dudosa distinción de registrar el episodio No. 62 de hiperinflación en el mundo —único episodio que alguna vez se ha dado en el Oriente Medio y en Africa del Norte. Ahora, hay dos hiperinflaciones en curso: la de Líbano, donde la tasa de inflación anual es de 462 por ciento, y la de Venezuela, donde la tasa de inflación anualizada es de 2.219 por ciento.
¿Cómo ha llegado el Líbano a situarse en un escalafón tan poco enaltecedor? Durante años, el
gobierno libanés, el banco central (
Banque du Liban), y los ahorristas invirtieron su tiempo en un juego:
el gobierno gastaba más de lo que recaudaba en impuestos y financiaba sus déficits resultantes pagando tasas de interés altísimas sobre la deuda emitida.
El banco central compró parte de la deuda, y mantuvo el tipo de cambio oficial entre la libra y el dólar estadounidense anclado en 1.500. Ese anclaje estaba diseñado para que aquellos que comprasen deuda del gobierno tuviesen confianza de que esta retendría su poder de compra en términos del dólar de los Estados Unidos, al aproximarse la maduración de esos papeles. Los bancos ofrecían tasas de interés relativamente
'elevadas' a los depositantes, y esto también era parte del juego. Durante un período de tiempo sorpresivamente largo, el dinero de los ahorristas domésticos, de la diáspora libanesa y de otros inversores en el extranjero continuaba fluyendo.
Todos estaban persiguiendo un rendimiento, cegados por la naturaleza del fenómeno.
Eventualmente, no obstante, se volvió aparente que la montaña de deuda se ha vuelto tan grande, que la porción denominada en dólares no podía ser pagada en su totalidad. Asimismo, devino en evidente que el gobierno ni siquiera podía pagar la porción denominada en libras en su totalidad, a menos que la libra fuese oficialmente devaluada. En esa instancia, el gobierno se enfrentó a una huelga de inversores, viéndose forzado a declarar un default en torno a un bono extranjero que le tocaba pagar el pasado 9 de marzo. La declaración de cesación de pagos sobre ese bono desató una marcada depreciación de la libra en el mercado negro, y un auge de la inflación.
El juego había llegado a su fin: la confianza en el ancla de la libra se esfumó. Todos aquellos que perseguían los rendimientos corrieron, presurosos, en busca de una salida y, conforme lo hicieron, la libra colapsó en el mercado negro.
De hecho, desde enero, la libra ha perdido 82 por ciento de su valor en relación al dólar en el mercado informal. Respecto del tipo de cambio oficial, los libaneses pueden comenzar a olvidarse de la libra: sus ahorros están congelados en los bancos de Líbano. Los bancos no tienen ya dólares estadounidenses para intercambiar, y han implementado controles de capitales (léase: límites severos sobre los retiros) para evitar el colapso. Ciertamente, lejos está de ser una imagen agradable.
¿Qué puede hacer para acabar con la crisis de moneda en Líbano? Esta nación debería hacer exactamente lo que quien esto escribe implementó en Bulgaria, hacia 1997, donde me desempeñé como el principal asesor del presidente Peter Stoyanov. La hiperinflación rugía a una tasa mensual de 242 por ciento. Diseñé entonces un sistema de caja de convertibilidad, que el gobierno búlgaro luego propuso ante el Fondo Monetario Internacional. El FMI aceptó la propuesta de manera inmediata, y entró en vigor una caja de convertibilidad, el 1 de julio de 1997. La inflación fue aplastada y la estabilidad fue restablecida, de un día para otro.
Una caja de convertibilidad es una institución monetaria (o una serie de leyes que gobiernan a un banco central) que emite una moneda doméstica libremente convertible en los hechos a una moneda ancla, con un tipo de cambio fijo. En consecuencia, bajo el marco de una caja de convertibilidad, no existen controles de capitales. La moneda doméstica, que es emitida por la caja de convertibilidad, está respaldada en un 100 por ciento con reservas de su moneda ancla.
Durante más de 170 años, las cajas de convertibilidad han tenido un récord perfecto a la hora de establecer y mantener la confianza en la moneda. En total, han habido más de setenta casos.
Hoy, la caja de convertibilidad más importante y notable es aquella de Hong Kong. Líbano sería un lugar perfecto para instalar una caja de convertibilidad. Una caja de convertibilidad libanesa establecería confianza y estabilidad de manera inmediata. Mientras que la estabilidad puede que no lo sea todo, todo es nada sin estabilidad.