El verano desperdiciado de Italia
Si leyó Usted los titulares compartidos por la prensa a lo largo del verano...
29 de Octubre de 2020
Milán, Italia— Si leyó Usted los titulares compartidos por la prensa a lo largo del verano, se le podría perdonar haber pensado que Italia había vencido al coronavirus. Luego de sufrir uno de los brotes más severos en Europa, el país había vuelto a algo parecido a la vida normal, y sus ciudadanos fueron exhibidos como modelos internacionales en cuanto al uso de mascarillas, el distanciamiento social y la atención al virus.
Incluso en septiembre, conforme los casos empezaron a aumentar nuevamente en otros países, Italia se veía comparativamente segura: todavía estaba gozando de los beneficios de su cuarentena anterior. Pero ahora, a mediados de octubre, la luna de miel, como era de esperarse, se acabó —y el gobierno ha demostrado una vez más que no ha estado preparado.
La situación se ha deteriorado de manera dramática. Italia ha visto su número de casos duplicarse cada siete días, y su cámara baja del parlamento se ha vuelto un foco de infección. El gobierno está considerando un horario límite para los bares y cerrar los negocios 'no esenciales' tales como las peluquerías y los gimnasios. La capacidad de realizar pruebas todavía no está donde debería estar, y un aumento planificado en la capacidad de las unidades de cuidados intensivos (UCIs) no se ha materializado.
Luego de navegar uno de los primeros y más severos brotes de coronavirus a principios de este año, ¿por qué el gobierno italiano no ha aprendido su lección?
Hay una respuesta sencilla: la ideología. El Primer Ministro Giuseppe Conte es el director de una coalición basada en un entente cordial entre la izquierda populista, el Movimiento 5 Estrellas, y el establishment de centro izquierda, el Partido Demócrata (PD) —los dos partidos han tenido una relación incómoda durante años, dado que 5 Estrellas fue fundado en gran medida como una oposición al PD. Necesitando enmendar por años de insultos recíprocos, los dos partidos buscaron un lugar común. Encontraron ese lugar en aumentar el gasto público, rebelándose contra los supuestos años de austeridad (que de hecho solamente comprenden el periodo 2011-2013).
En síntesis, la crisis del coronavirus se volvió una oportunidad para generar más gasto. La coalición primero concentró sus esfuerzos en obtener aprobación del plan de Italia, para usar sus fondos de la Unión Europea (UE) que se volvieron disponibles a través del fondo de recuperación NextGenerationEU. Una vez que la aprobación fue concedida, esta buscó un objetivo respaldado por ambos partidos: aumentar el papel del Estado en la economía italiana, en gran medida re-nacionalizando los activos que fueron privatizados en la década de 1990.
Cassa Depositi e Prestiti, el banco del gobierno, ha estado al frente de este esfuerzo. En unos pocos meses, participó en una subasta exitosa por la Bolsa de Valores Italiana; supervisó la fusión de dos empresas de pagos electrónicos para construir un 'campeón nacional'; hizo de casamentero entre los operadores de telefonía fija de Italia; y empezó complejas negociaciones para adquirir la red de carreteras de Italia. Mientras tanto, el gobierno directamente financió la resurrección de Alitalia, la aerolínea del país que casi siempre está quebrada.
El gobierno comprometió amplios recursos —y capturó amplia atención del público— en torno a estos esfuerzos, argumentando que el futuro de Italia dependía de un tal llamado estado empresario. También intervino en los esquemas de suspensión de empleados para los negocios privados que estaban en problemas y en bonos especiales para ciertos sectores específicos, por ejemplo, los vendedores de bicicletas y motonetas eléctricas. Todo esto, mientras ignoraba problemas serios que requerían de atención urgente.
Conforme las escuelas reabrieron, el gobierno hizo poco más que equipar las aulas con escritorios con ruedas para distanciar a los niños entre sí. No enmendó el currículum para priorizar las materias esenciales tales como italiano y matemáticas, porque esto hubiese arriesgado despertar protestas por parte de los sindicatos.
Tampoco tomó medidas para prevenir una predecible congestión en el transporte público. Sugerir que las personas usaran su carro hubiese sido algo contra natura para un gobierno ambientalmente consciente, por supuesto. Pero el gobierno podría haber contratado a las empresas privadas de buses turísticos o utilizado los trenes rápidos de Italia —que han visto una marcada caída en demanda— en rutas regionales para permitir un mayor distanciamiento entre las personas que viajan a diario entre sus hogares y el trabajo.
Aunque el gobierno asignó recursos para más de 5.500 camas hospitalarias adicionales en las UCIs, estas nunca se materializaron, como Domani, un periódico de centroizquierda, reportó. Las regiones —que en Italia son responsables de los cuidados médicos— sometieron sus planes al gobierno en julio pero una licitación pública fue emitida recién el 9 de octubre. En esto, y en su estrategia en torno a los insumos médicos —para los cuales dependía de un 'zar de insumos' designado en marzo— el gobierno ha seguido una estrategia de arriba hacia abajo en lugar de permitir una mayor flexibilidad para que surjan soluciones desde abajo hacia arriba que respondan a las necesidades específicas, dado que el virus afectó a regiones de maneras muy distintas.
El fracaso de Italia de poner en su lugar un sistema de pruebas y rastreo de contactos es un ejemplo de esto. Aunque el número de pruebas realizadas ha llegado a 150 mil al día, esto todavía está lejos de las 300 mil pruebas al día que el Reino Unido (no exactamente un líder en el manejo de la pandemia) es capaz de realizar.
Si el servicio nacional de salud no puede administrar dicho esfuerzo, ¿por qué no acudir al sector privado? ¿Por qué no subsidiar a los aeropuertos, universidades y negocios para que realicen pruebas a sus empleados? ¿Por qué no permitir que el servicio postal y los farmacéuticos desempeñen pruebas serológicas que son más rápidas, las cuales, aunque no sean perfectas, podrían ayudar a entender mejor el grado del contagio y a aislar a aquellos afectados?
Las pruebas de saliva podrían cambiar el juego aquí también —si el gobierno las respaldara y distribuyera de manera adecuada. John Cochrane, de la Hoover Institution, estimó que costaría US$28.000 millones someter a todos los estadounidenses a una prueba rápida todas las semanas durante un mes, costando $5 cada prueba. Si admitimos que ese costo por unidad podría ser alto en Italia —digamos que €10— y si consideramos que se realizará pruebas a cualquiera que provenga del extranjero, el gobierno todavía podría financiar pruebas para sus 60 millones de habitantes y cualquier viajero con alrededor de €2.500 millones. Eso es menos de lo que gastó en salvar Alitalia de la bancarrota.
Ciertamente, la pandemia ha puesto en riesgo muchos planes, y es difícil ajustarse a escenarios que cambian rápidamente. Aún así, este cálculo presenta una imagen clara de las prioridades del gobierno italiano: prefiere gastar el tiempo y recursos valiosos en el supuesto estado empresario, en lugar de sacar a Italia de un constante círculo de incertidumbre y generar estabilidad para sus empresarios y para todos los demás.
* El autor, Alberto Mingardi, es Director General del Instituto Bruno Leoni (Milán, Italia)
* El autor, Alberto Mingardi, es Director General del Instituto Bruno Leoni (Milán, Italia)