El listado de pedidos navideños de la Unión Europea debería incluir una tonelada de carbón
La Comisión de la Unión Europea, brazo ejecutivo de la UE, publicó -a comienzos de este mes...
La Comisión de la Unión Europea, brazo ejecutivo de la UE, publicó -a comienzos de este mes- lo que califica como una 'nueva agenda entre los Estados Unidos y la UE en pos del cambio climático'.
La agenda de referencia es un intento de la UE con el fin de resetear las relaciones con los Estados Unidos de América después de la Administración Trump.
El hecho de que no se haya propuesto un proyecto similar al presidente Donald Trump los cuatro últimos años subraya el hecho de que el grueso de la élite de Bruselas entendió que era su deber obstruir a la Casa Blanca de Trump, antes que explorar senderos de buena fe desde los cuales hallar áreas comunes para trabajar de manera conjunta.
Así, pues, la agenda de la UE para el 'cambio climático' se parece mucho a una lista de deseos navideños, una multitud de cuestiones que hacen a las prioridades de la UE cuando no muestra buena predisposición al involucramiento estadounidense; con todo, se trata de aspiraciones que se quedan cortas a la hora de negociar con Washington sobre temas en los que los intereses estratégicos americanos precisan de una mayor cooperación europea.
Toda vez que esa agenda nada ofrece, se la percibe repleta de pedidos.
Al respecto de la respuesta ante la pandemia, la UE exige que Estados Unidos se una al programa de Aceleración de Herramientas para el COVID-19 (vinculado a la Organización Mundial de la Salud), específicamente, las Instalaciones COVAX. Lo que sin dudas desea la comisión es que Estados Unidos financie el proyecto, aportando la cifra de US$ 28 mil millones.
Asimismo, la agenda de la UE también exige que Washington vuelva a inscribirse en la OMS, y en toda conversación que plantee unificar un paquete financiero conjunto. La ausencia de tratamiento específico en torno de la necesaria reforma que precisa la OMS llama a preguntarse si acaso existe seriedad en Bruselas a la hora de proponer erradicar la corrupta influencia de la República Popular China en la Organización Mundial de la Salud, y en una plétora de otras organizaciones internacionales.
Se han conocido reformas bien puntuales que tanto los Estados Unidos como Europa deberían implementar mancomunadamente, a criterio de restaurar la alicaída credibilidad de la OMS. Sin embargo, la insistencia en retornar al seno de organizaciones multilaterales sin ponerse en marcha reforma alguna, es una receta para la reiteración del fracaso.
El listado de pedidos de la comisión se enfoca en temas climáticos, con abundantes exigencias a los Estados Unidos para que ese país firme una colección de convenios globales que afectarían seriamente la soberanía estadounidense, al tiempo que se hará muy poco para lidiar con los asuntos de importancia central.
Los pedidos para que EE.UU. ratifique la Convención de Naciones Unidas por la Diversidad Biológica y el Tratado de Comercialización de Armamento, y la exigencia para que Washington se una al Tratado Global sobre Plásticos de Naciones Unidas mueren al llegar a Washington, conforme se necesita que dos tercios del Senado voten por esas ratificaciones.
Sin embargo, no hay dudas de que Estados Unidos volverá al seno de los acuerdos climáticos de París, convenios con llegada a los corazones de muchos en Europa.
Sin importar, por cierto, que Estados Unidos está reduciendo emisiones, aunque sin formar parte del acuerdo. La agenda del cambio climático es una victoria necesaria en la resurrección de ese acuerdo, el cual exige que EE.UU. se una al Viejo Continente en su proyecto de que las emisiones de carbón lleguen a cero para 2050.
La UE declama que esta promesa bilateral entre Europa y los EE.UU. hará que el mundo siga los mismos pasos, a pesar de que no existen modos de reforzar el cumplimiento en la letra del convenio.
De modo característico, la agenda en pos del cambio climático fracasa a la hora de negociar cómo reducir las emisiones de carbón del país más contaminante del mundo: la República Popular China. Bajo el Acuerdo de París, China e India podrán continuar con sus emisiones de dióxido de carbono, mientras que los contribuyentes de los Estados Unidos volverán a hacer frente a los significativos costos que implica el acuerdo.
El solo hecho de creer que Pekín y Nueva Delhi modificarán sus emisiones simplemente debido al compromiso europeo-estadounidense, es material para crédulos.
El listado navideño europeo incluye también otra serie de malas ideas, como ser implementar un impuesto digital a los Estados Unidos para que el país vuelva a acercarse al acuerdo nuclear con Irán, sobre el cual se dice será 'un pilar central en la arquitectura global de no-proliferación' y sobre el cual 'hemos de trabajar juntos para promocionar sus logros'.
El staff de Joe Biden ha expresado que planea volver a ese convenio, una vez que Irán se digne a cumplirlo. El hecho de que Irán jamás ha hecho esfuerzo alguno para acercarse a su cumplimiento, pareciera ser una cuestión menor.
Mientras que el propio Biden ha declarado que tiene algún interés en renegociar algunos de los orificios del citado acuerdo, que parece ya un queso suizo, queda claro que Europa ve al convenio como si se tratase de una cuestión cerrada, sin siquiera esforzarse en ocultar su predisposición a firmar lucrativos acuerdos comerciales con Teherán -y al demonio con las consecuencias vinculadas a la seguridad.
Adicionalmente, la citada agenda invita -en modos hipócritas- a que los Estados Unidos se unan a Europa con el fin de promocionar por una red 5G segura, aún cuando el tema jamás ha estado en la agenda americana.
En rigor, el liderazgo estadounidense bajo Donald Trump obligó a Europa a reconsiderar las amenazas consignadas por la tecnología china, lo cual llevó a tomar decisiones importantes en algunos países (caso Francia y el Reino Unido). Estos países decidieron alejarse de los proveedores chinos para sus redes del tipo 5G.
Al respecto del 5G, la UE se ha quedado atrás. La denominada 'caja de herramientas' de la comisión dada a conocer en enero pasado, fue notablemente inadecuada. Son los Estados Unidos -y no Europa- quienes han liderado en el asunto del 5G y, tristemente, si acaso el reciente proyecto alemán no es prueba, EE.UU. sigue batallando cuesta arriba.
La UE ha mostrado entusiasmo de cara a una propuesta de Biden para confeccionar una cumbre a favor de la democracia, pero quien esto escribe sospecha que a Bruselas le interesa más que EE.UU. se una a las críticas contra las que supuestamente son naciones recalcitrantes en la Europa Oriental, antes que poner la mira en los países verdaderamente carentes de democracia en el mundo.
Acaso la peor idea en el listado navideño de la UE tiene que ver con los llamados para alimentar el Diálogo por la Defensa y la Seguridad entre los EE.UU. y Europa, y un rol más central de Europa en temas de defensa. Nada le haría un daño peor al vínculo transatlántico, ni comprometería más rápidamente a la OTAN, que la integración de la defensa en la UE. Décadas de aspiraciones y propuestas similares desde Bruselas han sobrevenido con una muy escasa o nula capacidad defensiva adicional.
El peligro es que una eventual Administración Biden sería incapaz de resistirse al canto de sirena, llevando la política de seguridad transatlántica a estrellarse contra las rocas.
Quizás lo más llamativo de la propuesta europea tenga que ver con aquello que no menciona.
Un documento de más de 4.500 palabras, que solo incluye la palabra 'China' en seis oportunidades, que califica a ese país como 'un socio para la cooperación, competidor económico y rival sistémico'. Cómo pretende la comisión desentrañar ese obvio oxímoron, es algo que nunca se especifica.
Rusia es mencionada apenas una vez, relacionada con un lenguaje brumoso en torno del respeto de la legislación internacional. El hecho de que los dos más grandes desafíos globales tanto para los Estados Unidos como para Europa reciba prácticamente ninguna mención demuestra que Europa está escasa de ideas cuando se trata de hacer frente a los desafíos más notorios que debe enfrentar la comunidad transatlántica -y, acaso peor, demuestra que la UE no tiene interés alguno en hacerlo.
La agenda europeo-americana en torno del cambio climático consigna una oportunidad perdida a la hora de poner el foco en áreas concretas en donde los EE.UU. y Europa sí exhiben intereses recíprocos; por ejemplo, la Iniciativa de los Tres Océanos, el fortalecimiento de mecanismos para el escrutinio de inversiones, o la construcción sobre los recientes éxitos cosechados en los Balcanes (evento que apenas se granjeó una mención honorífica en el listado).
Antes bien, el texto puede ser interpretado como una extensa lista de pedidos navideños, repleta de convenios multilaterales pobremente concebidos que hacen poco y nada para ayudar a la comunidad transatlántica al momento de lidiar con los mayores problemas del día, mientras que se margina la soberanía estadounidense bajo el rótulo de varios sabores emparentados con la gobernanza global.
A ese listado le falta una tonelada de carbón. Quizás China pueda proveerlo.
Artículo original, en inglés
Es Analista de política exterior en la Fundación Heritage, en Washington, D.C. Su trabajo es publicado también en el sitio web The Daily Signal.