El pacto entre Israel y Marruecos vuelve a centrar la atención en el Sahara Occidental
El 10 de diciembre pasado, Marruecos acordó retomar relaciones diplomáticas normalizadas con Israel...
El 10 de diciembre pasado, Marruecos acordó retomar relaciones diplomáticas normalizadas con Israel, sumándose a los Emiratos Arabes Unidos, a Bahrein y al Sudán como el cuarto país árabe tras el pedido de Washington.
El acercamiento entre Marruecos e Israel consigna también un desarrollo positivo para la causa de la paz entre Israel y los Estados árabes.
Marruecos puede beneficiarse con el comercio y con otros acercamientos de índole económica con el Estado de Israel, que exhibe la economía más vibrante y sofisticada de Oriente Medio, al tiempo que ambos pueden cooperar en temáticas vinculadas al contraterrorismo, que exteriorizan un interés común.
La legitimidad del Estado de Israel, dicho sea de paso, será reconocida por Marruecos. Asimismo, el convenio potenciará la unidad árabe-israelí contra Irán.
A cambio de la decisión marroquí respecto de Israel, el gobierno de los Estados Unidos de América ha reconocido la soberanía de Rabat sobre la región en disputa del Sahara Occidental -ex colonia española reclamada por Marruecos, como parte de su territorio pre-colonial.
En 1975, la Corte Internacional de Justicia rechazó ese reclamo, tras una decisión no-vinculante que determinó que las relaciones pre-coloniales entre las dos entidades no constituían prueba de soberanía.
Los marroquíes replicaron a esa decisión, organizando la Marcha Verde. Como parte de aquélla, cientos de miles de ciudadanos marroquíes marcharon hacia el Sahara Occidental.
Poco después, los españoles se retiraron, y el Frente Polisario -grupo armado respaldado principalmente por la vecina Argelia, pero antes por Cuba, la ex Unión Soviética y Libia- propició un agudo movimiento de insurgencia contra los marroquíes en ese territorio, durante más de una década.
Naciones Unidas medió en un proceso de cese al fuego en 1991 que en general puso fin a los combates, aunque una serie de negociaciones diseñadas desde entonces fracasaron a la hora de resolver las temáticas pendientes, en virtud de una episódica intransigencia de ambas partes.
Los dos lados se encuentran separados hoy día por una línea fortificatoria construída con tierra por los marroquíes, y que recorre el territorio en toda su extensión. Separa al este, controlado por Polisario -y que este núcleo supo declarar como la República Democrática Arabe Sahrawi, reconocida hoy por la Unión Africana y por un aproximado de cincuenta países, que antes fueron ochenta; mientras que Marruecos controla la sección occidental.
Desde 2007, el gobierno de los Estados Unidos ha calificado como 'serio, realista y creíble' al plan marroquí que garantizaría autonomía al Sahara Occidental, mientras que reafirmó su soberanía sobre el Rabat. Un grupo bipartidista de 233 miembros en la Cámara de Representantes del Congreso de los EE.UU. respaldó públicamente la autonomía de ese plan en 2009, e hizo lo propio un núcleo de 54 senadores estadounidenses en 2010.
El reconocimiento otorgado por el presidente Donald Trump a la soberanía marroquí dio lugar a celebraciones, en parte debido al modo confuso en que Washington y Naciones Unidas pendularon sobre el contencioso asunto.
El Departamento de Estado americano favorece la propuesta autonómica marroquí y la califica como valiosa, ponderándola también como una alternativa potencial para resolver el conflicto. Sin embargo, esa posición no neutraliza la posibilidad de que los EE.UU. favorezcan un referendum por la independencia, toda vez que sea posible consolidarlo de un modo 'pacífico, sustentable, y convenido por ambas partes'.
De igual manera, Estados Unidos también ha mostado cautela a la hora de blanquear cualquier respaldo por las negociaciones de Naciones Unidas en el conflicto. La posición de la ONU llama a construir una 'solución política aceptada recíprocamente, la cual pueda coayduvar a la autodeterminación del pueblo del Sahara Occidental'.
Con equilibrio, la cautelosa posición estadounidense no se abraza del todo a un respaldo de la soberanía marroquí en el Sahara Occidental, aunque da a entender que es la fórmula predilecta para Washington.
No obstante, funcionarios del Departamento de Estado han declarado, en ocasiones, que la independencia de Sahrawi 'no es una opción realista', y que un Sahara Occidental autónomo bajo soberanía marroquí es 'el único modo realista de avanzar'.
Esa formulación en efecto anticipa el respaldo por un referendo independentista.
Una lectura somera de las misivas compartidas por la Cámara de Representantes y el Senado prueba que también reflejan esa comprensión de la política de los Estados Unidos, al proclamar: 'Estamos convencidos de que la posición estadounidense que favorece la autonomía para el Sahara Occidental bajo soberanía marroquí es la única opción plausible', y que 'ha sido una política de los Estados Unidos el respaldar una resolución de este conflicto, basándose en el [plan de autonomía marroquí]'.
Más aún, las mismas resoluciones de Naciones Unidas que reafirman los llamados para un referendo de independencia también celebran los esfuerzos marroquíes en pos de resolver la disputa, calificando la ONU a esa iniciativa como 'seria y creíble'. En 2008, el mediador de Naciones Unidas para el Sahara Occidental contribuyó a complicar el panorama, tras declarar que la independencia de Sahrawi no era 'una propuesta realista'.
De tal suerte que el reconocimiento de Trump a la soberanía marroquí consigna un quiebre frente a la política oficial que cerraba las puertas a un referendo independentista, aunque también toma partido para favorecer un enfoque que reza que el gobierno estadounidense ha favorecido durante trece años en cuatro Administraciones, y que en ocasiones expresó de manera clara que esa vía era la única válida para avanzar.
Aún no queda claro cuál será el efecto práctico del anuncio. No hay señales de que otras naciones puedan copiar el sendero elegido por Washington. Es improbable que Marruecos intente disputarle el control de la porción oriental a Polisario, como tampoco es plausible que los marroquíes deseen iniciar un conflicto bélico que Washington no vería con buenos ojos.
El Polisario podría resucitar su campaña militar -ya ha declarado hace un mes que el cese al fuego de 1991 estaba herido de muerte- pero, al no verificarse una provocación marroquí, el hacerlo le costaría al Polisario una pérdida de su ya alicaído respaldo internacional. Será lícito apuntar que, en 2016, 28 naciones africanas exigieron que la República Democrática Arabe Sahrawi fuera expulsada de la Unión Africana.
Argelia -enemigo histórico de Marruecos y patrocinador del Polisario- podría revitalizar a este núcleo, si estimase que los últimos desarrollos fortalecen a Marruecos, o si estiman los argelinos que una escalada de las tensiones con Marruecos podría servir para distraer a su inquieta población.
El conflicto del Sahara Occidental es un asunto complejo y contencioso que, infortunadamente, no será resuelto en el corto plazo. Sin embargo, valdrá la pena celebrar el nuevo paso hacia la paz entre los Estados árabes s Israel, en la forma del acercamiento evidenciado recientemente entre los marroquíes y Tel Aviv.
Artículo original, en inglés
Es analista de políticas públicas relativas al Africa y Medio Oriente, para el think tank estadounidense The Heritage Foundation (Washington, D.C.). Sus análisis son publicados en la web The Daily Signal.