La política de las vacunas para el COVID: ¿quién las recibirá, y cuándo?
Lo primero que debe comprenderse es que no habrá vacunas suficientes contra el COVID-19...
Lo primero que debe comprenderse es que no habrá vacunas suficientes contra el COVID-19 durante varios meses en el futuro, de tal suerte que el proceso de quién las recibirá primero será esencialmente una decisión política, conforme los gobiernos -en varios niveles- inevitablemente administrarán el proceso de distribución. Y habrá una considerable confusión cuando el proceso de vacunación comience, en virtud de que habrá varias versiones de compuestos para elegir. En la actualidad, la Organización Mundial de la Salud está monitoreando el desarrollo de no menos de '163 vacunas candidatas, que se encuentran en etapas de evaluación pre-clínicas'.
Existen, asimismo, preocupaciones legítimas frente al hecho de que el proceso de desarrollo de vacunas se ha visto acelerado, dada la presión política originada en varios gobiernos, conforme las tasas de infección aumentan a nivel mundial. En el pasado, el desarrollo y la evaluación de una nueva vacuna solía ser un proceso de años, y la fase de pruebas en seres humanos voluntarios era extensiva. En este caso, uno podría sospechar que se han recortado algunos tiempos.
Al momento de desarrollarse este escrito, pareciera ser que la compañía farmacéutica estadounidense Pfizer/BioNTech y que la firma de formato start-up Moderna serán las primeras en dar a conocer vacunas que han sido evaluadas y aprobadas por autoridades reguladoras gubernamentales. El Reino Unido aprobó la vacuna de Pfizer para su uso, mientras que la Administración de Alimentos y Drogas de los EE.UU. (FDA), junto con el Centro de Control de Enfermedades (CDC) están acelerando la aprobación de las vacunas de Pfizer, de Johnson & Johnson y Moderna, por 'razones de emergencia', seguidas de una autorización para uso general.
Los desarrolladores de la vacuna están intentando posicionar sus productos en el mercado, para fines de diciembre. Conforme ha de admitirse, el permitir el desarrollo y la aprobación de una vacuna ha sido una alta prioridad, políticamente hablando, tanto para las compañías como para los gobiernos. Estos últimos han invertido en el proceso y están buscando una solución para las devastadas economías europeas y estadounidense. Dado que el virus ha ingresado en una devastadora segunda ola, la urgencia para mostrarse 'haciendo algo' ha adquirido dimensiones dignas de una crisis.
Tanto Pfizer como Moderna han afirmado públicamente que sus testeos, que involucran a miles de voluntarios, refieren que sus vacunas son seguras y que han funcionado bien en grupos diferentes, etnias y géneros, con tasas de éito -en términos de haber bloqueado infecciones por COVID- en más del 90%. Moderna recibió más de mil millones de dólares del gobierno estadounidense (a partir de la Operación Warp Speed), a efectos de acelerar el proceso de desarrollo para su vacuna mRNA, mientras que Pfizer, en lugar de ello, rechazó el dinero inicial pero firmó una compra por adelantado por parte del gobierno en Washington. Stéphane Bancel, CEO de Moderna, ha declarado que el dinero federal fue invertido en la escenificación de los ensayos clínicos, lo que aceleró notablemente el proceso de desarrollo.
Otras firmas cercanas a introducir sus propias vacunas son la británica AstraZeneca, en sociedad con la Universidad de Oxford, y el Instituto de Investigaciones Epidemiológicas y Microbiológicas de Gamaleya, en Russia. En virtud de que las compañías farmacéuticas son empresas comerciales que buscan obtener ganancias de la pandemia, muchas de ellas han atado sus procesos de desarrollo a anticipar las órdenes de compra de parte de gobiernos, los cuales por su cuenta han financiado la investigación y los procesos de testeo. Israel, por ejemplo, le pagó a Moderna, cuyo director médico es ciudadano israelí, US$120 millones por adelantado, para garantizarse dos millones de dosis de la vacuna, una vez aprobada aquélla. De igual manera, Pfizer está enviando sus vacunas al Estado judío, a partir de un pre-convenio, aún cuando las mismas no han sido aprobadas todavía para su uso por la FDA americana. Según se ha informado, Alemania también incluyí a Israel en una compra de 400 millones de dosis de la vacuna, que serán obtenidas de AstraZeneca, para su empleo en Europa. Los palestinos, mientras el virus ha comenzado a azotar a Gaza y a segmentos de Cisjordania, no han sido incluídos en el programa. Uno podría suponer que las vacunas que arriben a Israel irán a parar primero a ciudadanos de origen judío.
El hecho de que el 80% de la provisión de vacunas para la primera oleada -adquiridas por naciones ricas- es un síntoma del eslogan occidental que reza 'Salud a cambio de ganancias'. Aquellas compras avanzadas de la vacuna implican que no todos tendrán acceso de libre mercado para los productos aprobados, cuando finalmente estén disponibles: habrá poca oferta. Muchas naciones pobres podrían no contar con el menor acceso a ellas, aún cuando la OMS ha puesto en marcha un fondo para ayudarlas. Sin embargo, las naciones con dinero y acceso político seguramente tendrán la parte del león de las vacunas.
Se ha registrado una notable resistencia, particularmente entre sectores conservadores en los Estados Unidos, a las vacunas, basándose ese rechazo en eventuales planes por imponer una aplicación forzada de las mismas, con la posibilidad de que cada quien deba portar una 'tarjeta de vacunación' previo a ser admitido en determinados espacios públicos. La australiana Qantas Airlines ya ha anunciado que, una vez que la vacuna sea introducida, sólo transportará a pasajeros que hayan sido inoculados. Joe Biden, presidente electo de los EE.UU., ya ha sugerido -y luego negado- imponer una cuarentena nacional de cien días, y la obligación de portar barbijo, lo cual terminará de destruir a la mayoría de los pequeños comercios que aún subsisten en el país. La utilización de tecnología de telecomunicaciones para el rastreo de individuos infectados también ha sido mencionada con frecuencia. Más aún, existen preocupaciones igualmente genuinas frente a que el período de prueba ha sido insuficiente para garantizar la seguridad de las vacunas.
Una vez que el flujo inicial de vacunas sea manufacturado y distribuído a las autoridades sanitarias en cada país y cada estado, allí se desatará la prerrogativa comercializadora, para ver quién obtiene tratamiento primero. Existe un sólido consenso, al respecto de que los primeros receptores de la vacuna deberán ser los trabajadores sanitarios, grupo que ha sufrido en forma desproporcionada la enfermedad, y que constituye la primer línea de defensa contra su amplificación. Después de ello, sin embargo, poco queda claro. Algunas sugerencias consignan que las personas mayores, particularmente las que habitan los geriátricos, deberían ser inoculados; pero han sido refutados por aquellos que creen que una provisión limitada de vacunas debería ir a parar principalmente a personas capaces de retornar a sus empleos. Y luego están los políticos de cada jurisdicción, quienes extrañamente entienden que su trabajo es esencial. Ellos y sus familias harán fila entre los primeros. En síntesis, la definición sobre quién recibe el producto dependerá de los acuerdos comerciales y de los arreglos que se hayan convenido, por lo general a nivel local y estatal en los Estados Unidos y, en otros sitios, a nivel del gobierno federal.
Por lógica, la vacuna debería ser inoculada primero en aquellos que portan un riesgo mayor de contraer la dolencia y de morir a causa de ella; aunque la lógica no siempre logra prevalecer. Por lo general, se espera que, después de los trabajadores del rubro sanitario y quizás luego de los ancianos vulnerables, los servicios de emergencias y la policía deberían seguirlos, debido a su frecuente contacto con un público potencialmente infectado, siguiendo después los trabajadores de los frigoríficos y sitios de faena -donde las condiciones de trabajo han creado zonas calientes para las infecciones. A posteriori, vendrían los trabajadores de los comercios y negocios, con trato frecuente con el público. Pero, conforme esos empleados suelen percibir el salario mínimo, probablemente vayan a parar al final de la fila.
Inevitablemente, las afirmaciones al respecto de que existe una perspectiva racial frente a la enfermedad, aparecerán primero en el matutino New York Times, lo cual a su vez conducirá a pedidos para que las minorías sean los primeros receptores de las vacunas. Y esto de seguro será resistido. Dadas las realidades políticas de la pandemia y la ingeniería socioeconómica que sin dudas tendrá lugar, la etapa más excitante muy seguramente dará inicio cuando la vacuna comience a estar disponible. Acaso para la época de Navidad.
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.