Estados Unidos: la agenda de la venganza
Realmente, ¿es la venganza un plato que se sirve frío?
El año que está por comenzar debería ser interesante para los Estados Unidos. El 'Deep State' y su Establishment se han anotado una gigantesca victoria, con la elección de Joe Biden como presidente. Aún resta ver si tendrá lugar un baño de sangre como consecuencia, bajo un formato de venganza contra los presuntos yerros que constituyeron el legado de cuatro años de Donald J. Trump como jefe del Ejecutivo. Muchos en el Partido Demócrata albergan un profundo resentimiento que data de los comicios de 2016, que dio lugar al mito de que la interferencia incurrida por los rusos fue responsable por la victoria del candidato del Partido Republicano. Aún desde la distancia, pocos -si acaso ningún- Demócrata está dispuesto a admitir que Hillary Clinton era una candidata fallida cuya condescendencia hacia categorías completas de votantes a la postre inspiró a los 'indecisos' a votar contra ella.
En efecto, Trump casi logró repetir su improbable victoria en 2020, mucho más de lo que cualquiera hubiese predicho, mientras que el hedor del posible fraude electoral masivo sigue pendiendo sobre el resultado. Donald Trump llegó a la Oficina Oval con la promesa de 'drenar el pantano', algo que él mismo descubrió fue más difícil de hacer, tras hablar de hacerlo. Los Demócratas sin dudas trabajarán tiempo completo para eliminar, metódicamente, a todos los funcionarios políticos designados en la burocracia, a quienes señalarán como culpables de trumpismo.
El reemplazo de los burócratas es esperable, pero se evidencia algo más siniestro en ese empeño, siendo que referentes Demócratas de primer nivel y periodistas exigen que rueden cabezas; aunque lo digan metafóricamente, ello sin dudas observará un impacto real en las vidas de aquellos que respaldaron al lado que resultó derrotado. Jennifer Rubin, columnista del Washington Post de retórica sionista y quien odia a Trump, lo sintetizó maravillosamente en su cuenta de Twitter tres días después de la elección, refiriendo: 'Cualquier Republicano que hoy promociona el rechazo de los resultados electorales o bien que arengue a no respetar la voluntad de los votantes, o bien que plantee argumentos infundados sobre fraude, jamás deberá servir en el Estado, unirse a comité corporativo alguno, ser designado en facultad alguna, ni ser aceptado en una sociedad 'potable'. Tenemos una lista'.
Mientras tanto, Robert Reich, ex Secretario de Trabajo de Bill Clinton, ha sido más explícito, comentando en Twitter su pedido en pos de crear una 'Comisión por la Verdad y la Reconciliación'. La comisión toma prestado el nombre de la organización diseñada en Sudáfrica tras la caída del gobierno del apartheid y del establecimiento de una mayoría negra en el gobierno, un ejercicio que ensayó una democratización pero que fracasó a la hora de ponerle fin a altísimos niveles de corrupción y de violencia distrital en ese país.
El objetivo de Reich no se limita a reprimir a los funcionarios de primera línea de la Casa Blanca de Trump que bien pudieron promocionar políticas públicas consideradas como anatema por la Administración Demócrata por venir. Reich también comentó: 'Cuando esta pesadilla se termine, necesitaremos de una Comisión por la Verdad y la Reconciliación. Esta eliminará las mentiras de Trump, obsequiará confort a quienes resultaron heridos por su odio, y nombrará a todo funcionario, político, ejecutivo y titular de medios de comunicación cuya avaricia y cobardía motorizaron esta catástrofe'. La propuesta de Reich potencialmente conducirá a la represión de miles de otros individuos seguramente inocentes que tuvieron poca influencia a lo largo de los últimos cuatro años. El término 'motorizar' es muy abarcativo, y está llamado a evolucionar en una caza de brujas.
Un simpatizante de Reich escribió, en defensa de la propuesta: 'Mientras sigan existiendo injusticias históricas sin resolverse en el mundo, habrá demanda por más comisiones de la verdad'; mientras tanto, numerosos comentarios en redes sociales -por ejemplo, Facebook-, insisten en que 'algo debe hacerse' contra 'los deplorables' que votaron y respaldaron a Trump. Lo que es interesante, aún cuando los comentarios consignan amenazas reales, es que Facebook no las ha eliminado, a diferencia de lo que sucede con comentarios que, preguntándose por la validez de los resultados electorales, son puestos en la mira por los censores. Y otro tanto sucede con quienes cuestionan la sabiduría convencional sobre el COVID-19.
Otro comentarista en Twitter se mostró de acuerdo con Reich, aunque se quejó: 'Pero la propuesta no va tan lejos, claramente. Los activos de Trump y los de sus votantes deberán ser confiscados por el Estado, a través de una legislación, y ser redistribuídos entre aquellos que resultaron heridos, a modo de compensación. De seguro, esta sería la única manera de reparar a nuestra nación. Que sea la tierra de los libres!'. Finalmente, otro simpatizante fue más allá: 'Robert... tiene Usted razón. Y, después de que ganemos, iremos por todos ustedes. No estamos dispuestos a compartir un país con Usted, de todos modos. Cuatro años atrás, yo pensaba que Usted se vinculaba a gente con malas ideas. Estaba yo equivocado: USTEDES SON MALAS PERSONAS'.
Con seguridad, Trump invitó a la propagación de réplicas hostiles ante lo que él representa, en particular cuando llevó adelante encuentros políticos y arengó a que sus seguidores gritaran, sobre Hillary Clinton, 'Enciérrenla!'. De tal suerte que la furia es perceptible hoy en ambas veredas, y se está edificando un moméntum no solo para reemplazar o para ignorar a los cercanos a Trump y a sus seguidores, sino para reprenderlos por su pretendida incapacidad a la hora de reconocer los numerosos beneficios que habrá de compartir una Administración Demócrata. Conforme no existen mecanismos que capaciten al nuevo gobierno para perseguir a los simpatizantes del anterior, a no ser que éstos hayan cometido un delito, uno sospecha que el proceso que buscará purgar la burocracia y a los votantes, seguramente será improvisado, ni bien Biden y Harris lleguen al poder.
Al mismo tiempo, Donald Trump no se ayuda a sí mismo, ni a la causa que representa. Sus insultos y lenguaje abusivo invitan a la hostilidad, logrando sus comentarios en Twitter que aliados se conviertan en enemigos o en amigos de la 'revolución' que encarna. Los informes más recientes en los medios sugieren que Trump bien podría no querer abandonar la Casa Blanca el 20 de enero, toda vez que sigue convencido que ganó las elecciones y, con ello, invita a respuestas crudas de parte de los Demócratas. El ex presidente Barack Obama ha advertido, acaso en broma, que Donald Trump tendrá que ser removido por la fuerza, recurriendo a los SEALS de la Armada de los Estados Unidos.
Y, por cierto, la violencia sólo engendra violencia. Si la denigración de los simpatizantes de Trump es seguida de una purga real, ello impactará en decenas de millones de votantes que aún creen que el presidente Trump triunfó, pero que el fraude se ejecutó realmente. Están listos para dar pelea, y esto no necesariamente quedará reducido a lo metafórico. Como dije renglones arriba, éste podría ser un año interesante aquí, en los Estados Unidos.
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.