Las democracias no comienzan las guerras; sí lo hacen los Demócratas
Bien pudo haber sido el ex presidente Bill Clinton quien, alguna vez, justificó el desbarajuste...
Bien pudo haber sido el ex presidente Bill Clinton quien, alguna vez, justificó el desbarajuste por él provocado en los Balcanes, al observar que el intervencionismo de la democracia liberal con miras a traer cambios de régimen es algo bueno, porque 'las democracias no dan inicio a las guerras, sin acompañarse de otras democracias'. O quizás haya sido George W. Bush, al referirse a Irak, o bien Barack Obama, al justificar la destrucción perpetrada por él en Libia, o sus intervenciones vinculadas a Siria o Ucrania. El principio es el mismo cuando la única superpotencia del planeta decide a quién reprender.
La idea de que las democracias pluralistas ses exhiben, de algún modo, menos inclinadas a ir a la guerra, de hecho ha sobrevolado la historia por un par de cientos de años, y fue elaborada inicialmente por Immanuel Kant, en su ensayo intitulado 'Paz Perpetua' -publicado en el año 1795. Kant acaso decidió exhibir algo de ironía, conforme la república francesa relativamente liberal, conocida como el 'Directorio', se aprestaba en ese momento a invadir Italia, con el objeto de diseminar la revolución. La presunción de que las 'democracias' de alguna manera son más pacíficas que otras formas de gobierno se basa en el principio de que, en teoría, es más difícil convencer a una nación entera del deseo de iniciar un conflicto armado, al compararse a este escenario con una monarquía en la que un sólo hombre o una mujer deben ser persuadidos de llevar a cabo esa acción.
La Revolución Americana -que precedió a Kant- claramente no se combatió amparada en el principio de que los monarcas se llevan bien con la declaración de guerra mientras que las repúblicas no lo hacen y, en efecto, los Estados Unidos 'republicanos' casi siempre se han visto involucrados en conflictos -de acuerdo a lo estimado por el grueso de los observadores- a lo largo de su historia. Y una revisión de la historia de las guerras europeas de los últimos doscientos años sugiere que también es soterradamente simplista el sugerir que las democracias evitan enfrentarse entre ellas. Existen, después de todo, muchas clases de gobierno -la mayoría compuestos por instituciones, muchas de las cuales son liberales en lo político, aún cuando se muestren tuteladas por un monarca o por una oligarquía. Esos Estados se han encontrado a sí mismos en veredas diferentes de los conflictos que han conmocionado a Europa desde la época de Napoleón.
Y las guerras suelen ser populares; a tal efecto, bastará con contemplar las filas de jóvenes entusiastas agolpándose para alistarse cuando la Triple Entente se enfrentó a alemanes y austríacos, en lo que consignó el inicio de la Primera Guerra Mundial. De tal suerte que la guerra bien podría ser menos plausible en democracias establecidas, pero debe concederse que los mismos intereses nacionales que motivan a una dictadura pueden impactar de forma equivalente en una forma de gobierno más pluralista, particularmente si los medios de comunicación -'territorio de la mentira'- toman parte del juego. Uno recuerda cómo la cadena de periódicos de Hearst creó la falsa narrativa que resultó en la primer y más grande aventura imperial estadounidense en el eterior, la Guerra Hispanoamericana. Más recientemente, los medios masivos de comunicxación en los Estados Unidos respaldaron la desastrosa invasión de Irak, la desestabilización de Siria, y el cambio de régimen en Ucrania, Afganistán y Libia.
Así es que, hoy, la ciudadanía estadounidense cuenta con el régimen democrático-liberal definitivo a horas de retomar el poder, posiblemente con mayoría propia en ambas cámaras del Congreso para respaldar a la presidencia. Pero algo estaría ausente en la campaña del Partido Demócrata, y es que sus referentes jamás trataron el tema de un dividendo de paz; ahora que vuelven, las ondas de radio y televisión despliegan a senadores como Mark Warner preguntándose si acaso el acto de piratería informática por parte de los rusos en perjuicio de ordenadores americanos no sería un 'acto de guerra'. El senador Dick Durbin no tiene dudas sobre el particular, habiendo declarado hace poco que se trata de una 'virtual declaración de guerra'. Mientras tanto, Joe Biden parece haberse subido al mismo barco, evaluando alternativas desde las cuales castigar a Moscú. ¿Estamos a punto de experimentar el Russiagate, una y otra vez? En rigor, la beligerancia no es exclusiva de Donald Trump o de Mike Pompeo. La guerra está en el aire, y una amplia mayoría del Partido Demócrata votó recientemente por la abarcativa Acta de Autorización para la Defensa Nacional (National Defense Authorization Act; NDAA), respaldando una política de supremacía militar global de los EE.UU. para el futuro cercano. Si Usted es un ciudadano estadounidense que aspira a que todos cuenten con un seguro de salud nacional, deberá olvidarse de ello pronto.
Pero, yendo más al punto, los Demócratas cuentan con un historial mucho peor que el de los Republicanos, cuando se trata de iniciar guerras innecesarias. Donald Trump tuvo la razón al denunciar las 'guerras estúpidas' cuando se hallaba en campaña en 2016, y retomó la cuestión en las últimas pocas semanas, aún cuando hizo poco para poner en práctica lo que prometió, hasta que fue demasiado tarde. Notablemente, Clinton intervino en los Balcanes y ordenó el bombardeo de una fábrica de productos farmacéuticos en Sudán, haciendo lo propio después con un grupo de tiendas de campaña en Afganistán -para distraer frente a su problema con Monica Lewinsky. Madeleine Albright, su entonces Secretaria de Estado, estimó que la muerte de 500 mil niños iraquíes a raíz de las sanciones estadounidenses 'valía la pena'. Barack Obama intentó destruir Siria, interfirió en Ucrania, y tuvo éxito en su propósito de convertir a Libia en un desatre ingobernable, al tiempo que redondeó una 'lista de objetivos para eliminación' a través de la cual asesinar a ciudadanos de los EE.UU. en el extranjero utilizando aeronaves no tripuladas.
Si el lector se propusiera ir más allá, será lícito recordar que el ex presidente Woodrow Wilson involucró a los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial, mientras que Franklin D. Roosevelt convino el ingreso del país en la Segunda Guerra. Harry Truman, sucesor de Roosevelt, detonó dos armas nucleares contra objetivos civiles en el Japón, cobrándose la vida de al menos doscientas mil personas. Japón ya se aprestaba a rendirse, dato que ya era conocido por la Casa Blanca y por el Pentágono, lo cual derivó en el primer empleo absolutamente innecesario de armas nucleares (algo que algunos podrían calificar como 'crimen de guerra'). Asimismo, Truman se involucró en Corea, y John F. Kennedy dio inicio a la intervención en Vietnam, aún cuando existen indicios de que planeaba retirar a las tropas de esa geografía, al momento de ser asesinado. El único presidente Demócrata que falló al iniciar uno o más conflictos fue el muy vilipendiado Jimmy Carter.
Al cierre, es la hora del comando de Joe Biden. Uno ha de preguntarse por la filosofía del gobierno que trae consigo, conforme no hubo guerra que no apoyara, y siendo que muchos de los miembros para diseñar su gabinete son, innegablemente, personajes de línea dura en lo que respecta a la seguridad nacional. De igual manera, los lobbies ya están poniendo presión a Biden, para que 'haga lo correcto', lo que equivale -para aquéllos- a prorrogar la política exterior intervencionista. El think tank Fundación para la Defensa de las Democracias (FDD, muy vinculada a Israel), sin que ello resultase sorpresivo, dio a conocer una colección de ensayos que lleva el título 'Defendiendo desde la Avanzada: Garantizar la Seguridad de los Estados Unidos a partir de la Proyección de Poderío Militar en el Exterior' (Defending Forward: Securing America by Projecting Military Power Abroad).
Si, en éste punto, uno debería apostar por el significado de 'Defender desde la Avanzada', pues eso bien sintetizaría a la Administración Biden. Y, por cierto: conforme las democracias no van a la guerra contra otras democracias, ello sucederá contra aquellos que sean designados como 'los malos'. Serán éstos quienes padecerán el poderío militar estadounidense. O, al menos, así lo relatará la historia.
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.