El convenio comercial entre la UE y China constituye un golpe contra la alianza transatlántica
La Unión Europea y la República Popular China han alcanzado un acuerdo abarcativo en lo que respecta a inversión.
La Unión Europea y la República Popular China han alcanzado un acuerdo abarcativo en lo que respecta a inversión; ello sucedió el pasado 30 de diciembre, y ya ha generado una tormenta de disensos de parte de defensores de la cooperación transatlántica entre los Estados Unidos de América y Europa.
Y ello se da por buenas razones. En lugar de forjar un curso de acción común de cara al desafío chino, Bruselas utilizó ese instrumento para garantizarse ventajas comerciales de corto plazo. Los chinos, naturalmente, se mostraron más que de acuerdo en firmar.
La Unión Europea y China habían estado explorando caminos para la inversión bilateral, previo al final de 2020. La súbita flexibilidad exhibida por Pekín en lo relativo a los términos del convenio fueron, claramente, parte de un esfuerzo destinado a impedir que la cooperación transatlántica se consolide al momento de confrontar a China.
En esencial, el convenio le otorga a los inversores acceso más seguro a los mercados del otro.
La UE ya es un inversor significativo en China. Los europeos han invertido hasta US$ 181 mil millones en la República Popular, siendo Alemania el país que más fondos ha destinado a la nación asiática.
El acuerdo firmado es una victoria política para China, en un momento en que sus vínculos diplomáticos alrededor del mundo empeoran. Pekín se ha mostrado decididamente beligerante frente a países que han señalado sus abusos en materia de derechos humanos -en donde destaca el empleo de mano de obra esclava-, o contra otras naciones que han insistido en investigar los orígenes del COVID-19.
Adicionalmente, el pacto le otorga a Pekín mayor empuje, luego de haber padecido Pekín una serie de tropiezos en el Viejo Continente, habida cuenta de que varios gobiernos comenzaron a reconsiderar su predisposición previa de permitir que Huawei desarrolle sus redes de datos 5G.
Estados Unidos y sus aliados europeos comparten una serie de valores, y una extensa matriz de intereses comunes. Esto es indisputable. Ambos bloques se comprenden el uno al otro, al punto en que sólo pueden hacerlo personas nacidas bajo la misma cultura política.
Estados Unidos y las naciones del Viejo Continente exhiben hábitos compartidos de cooperación -conforme lo ejemplifica la OTAN, por ejemplo-, y ellos son más profundos de lo que Estados Unidos registra en ninguna otra geografía del globo. Hace al interés de ambas partes del Atlántico traer a consideración tales activos de confianza, a la hora de analizar la competencia de carácter estratégico que ambos comparten frente a China.
Será un desafío alcanzar un consenso transatlántico frente a Pekín. Ello demandará que los Estados Unidos recurran a su sistema de relaciones en todas las capitales de los Estados-miembro de la UE, en Estrasburgo y en la misma Bruselas, a criterio de convencer a la Europa continental del valor de la cooperación.
Estados Unidos cuenta con numerosos amigos en Europa, mismos que contemplan el desafío propuesto por China del mismo modo en que lo hacen los propios estadounidenses. Y los diplomáticos americanos saben moverse entre las capitales europeas mejor de lo que lo hacen sus contrapartes chinos.
Washington ha venido promocionando todo esfuerzo internacional con el objeto de arrojar luz sobre la beligerancia y las abusivas prácticas comerciales de Pekín, en numerosos y variados frentes. Infortunadamente, el convenio de reciente firma en torno de la inversión nubla todo esfuerzo tendiente a construir una causa común con Europa, en áreas que hacen al interés recíproco.
Es hora de que los aliados europeos de los Estados Unidos de América tomen posición junto a Washington, a efectos de potenciar un robusto enfoque transatlántico frente a China -un enfoque que deberá hacer responsable a Pekín por sus prácticas comerciales anti-mercado, su lamentable registro en materia de derechos humanos, la destrucción a la que Pekín se ha aferrado para destruir la libertad en Hong Kong, su aproximación recurrentemente agresiva hacia el mundo libre, y su rechazo contra toda iniciativa que implique operar de modo transparente en lo que respecta a la pandemia del COVID-19.
Artículo original, en inglés
Es Director del Centro para la Libertad Margaret Thatcher, en la Fundación Heritage (Washington, D.C.). Es analista especializado en variadas temáticas, como la 'relación especial' entre Estados Unidos y el Reino Unido, Naciones Unidas, el Irak de posguerra, y el rol de Gran Bretaña y Europa en la alianza liderada por EE.UU. contra el terrorismo internacional y Estados autoexcluídos del orden mundial ('rogue states'), como Irán. Gardiner fue nombrado recientemente por el periódico The Daily Telegraph como uno de los cincuenta ciudadanos británicos más influyentes en EE.UU. Sus trabajos son también publicados en la web estadounidense The Daily Signal.