China: cómo cien años de humillaciones explican sus ambiciones y aspiraciones
Cuando el lector tipea '¿Por qué es importante la Historia?' en Google, la respuesta que puede obtener...
Cuando el lector tipea '¿Por qué es importante la Historia?' en Google, la respuesta que puede obtener consigna: 'estudiar la historia nos permite observar y comprender cómo las personas y las sociedades supieron comportarse...'. Toda vez que la historia en efecto nos obsequia una mirada sobre el pasado, cierto es que también otorga la capacidad de inferir cuestiones de cara al presente y al futuro. Esto es particularmente cierto cuando se trata de China.
A partir del estudio de hechos pretéritos, la historia sirve a otro destacable propósito: impedir la ocurrencia de errores pasados, en el presente. En el caso de China, esta razón porta una significación extremadamente crucial. El sueño de Xi Jinping en torno del 'gran rejuvenecimiento de la nación china' hacia 2049 es un objetivo que exige recuperar lo que China perdió a lo largo del siglo XIX y, a su modo, enmendar viejos errores.
Todo comenzó cuando con el triunfo de la Gran Bretaña sobre China en la Primera Guerra del Opio, que se extendió desde 1839 hasta 1842, y que culminara con el primero de una serie de tratados injustos, provocando que China resignara Hong Kong ante los británicos. Y todo se fue a pique desde allí. Durante los siguientes cien años, o 'Siglo de la Humillación' (desde 1839 hasta 1949), la historia de China fue marcada a fuego por la corrupción, rebeliones, hambruna, pobreza y desbarajustes fiscales.
En razón de que las potencias occidentales, a través de su intervencionismo y sometimiento, fueron responsabilizadas por la grandeza imperial 'robada' a China, emergió una novedosa mentalidad, motorizada por un sentimiento antioccidental. Los artículos de los periódicos, los libros de historia y las emisiones de televisión perpetuaron a inmortalizaron ese sentimiento antioccidental, y lo propio hicieron con el dolor que significó el haber perdido territorio y poderío.
Sun Yat Sen, el nacionalista hoy conocido como padre de la China moderna, encendió el deseo de regresar a 'lo que China alguna vez fue', y de recuperar las 'tierras perdidas' -arengando a la seguridad militar, al temor de fracasar frente a las potencias extranjeras, y a la necesidad de consolidar un modelo de dominio económico, en la ambición del Estado chino.
Inherentemente, y a criterio de obstaculizar la intervención extranjera y de garantizar la seguridad, el contar con una fuerza militar poderosa es de importancia crítica. Sin los cimientos de unas fuerzas armadas poderosas y eficientes, cualquier aspiración gubernamental, económica, tecnológica y diplomática es imposible.
Al reconocer que la derrota militar cedió terreno a los albores del 'Siglo de la Humillación', los funcionarios chinos priorizaron todo avance plausible en la órbita castrense. Desde 1949, las fuerzas armadas chinas han transitado desde un estado de fragilidad, a convertirse en una las más poderosas fuerzas armadas del planeta.
Las fuerzas armadas chinas consignan hoy una peligrosa amenaza para las naciones frente a las que alguna vez Pekín se exhibía débil; incluso las fuerzas armadas más poderosas del globo categorizan al Ejército Popular de Liberación de China como una amenaza. A través de un proceso de recurrente modernización y progreso tecnológico, China ha consolidado el objetivo de Xi de contar con unas fuerzas armadas 'capacitadas para combatir y alzarse con la victoria en guerras'.
Sin embargo, Xi clasifica tales logros como meramente portadores de un propósito defensivo, acaso un esfuerzo para garantizar que China jamás vuelva a ser una presa militar para terceros.
Pekín no solo teme ser inferior ante potencias extranjeras, sino también teme quedar rezagada en el concierto comercial. Mientras que un siglo atrás, el comercio trajo violencia, caos y una fuerte adicción al opio para China, hoy la nación asiática es líder en el comercio global.
En razón de ventajas emparentadas con los bajos costos laborales, de tierra y de capital, China logró consolidarse como la 'Factoría del Mundo'. Con un estimado de US$2.641 billones, el 18.42% de su PBI valuado en exportaciones, China es hoy el mayor exportador de bienes -incluyendo por cierto a industrias lucrativas, como es el rubro de las computadoras y equipos destinados a telecomunicaciones.
Al competir por la supremacía global en alta tecnología, China aspira exclusivamente a ampliar su ya sustanciosa cifra de exportaciones, a través del eslogan 'Made in China 2025' -programa para convertir a la nación en 'superpotencia manufacturera'.
China no solamente aporta los bienes necesarios para una mayoría de países en todo el orbe, sino que también se muestra disponible para las cadenas de aprovisionamiento a nivel global. En relación a épocas antiguas de esplendor, la 'Iniciativa de la Ruta de la Seda' (Belt and Road Initiative) de Xi tiene el objetivo de conectar a Asia con Africa y Europa, a través de redes marítimas y terrestres, para ampliar su comercio, potenciar su desarrollo económico, y extender la conectividad regional.
De esta manera, la Nueva Ruta de la Seda oficia de reedición de su versión antigua, designando una vez más a China como el 'Reino Medio' y como centro del comercio internacional.
A pesar de los cambios en el ritmo de la integración global a través de la Nueva Ruta, China -aún acosada por su pasado- sigue midiendo con extrema cautela a las potencias occidentales. En respuesta al bloqueo -sancionado por los Estados Unidos- a firmas chinas a la hora de acceder a semiconductores críticos para numerosas tecnologías high end, el Plan de Catorce Años, promulgado por Pekín en marzo del corriente año, subraya la recurrente necesidad del autoabastecimiento en los andariveles tecnológico y científico.
Un aspecto central en la búsqueda de autosuficiencia perseguida por Pekín es una estrategia económica de 'doble circulación', que se propone reducir la dependencia frente a mercados extranjeros.
Aún cuando China ha consolidado su supremacía comercial y ha tenido éxito en su progreso militar, aún no ha podido obtener la ansiada redención en lo que hace a sus reclamos territoriales perdidos durante el 'Siglo de la Humillación'. A pesar de referirse a la paz con sus vecinos, las acciones de Pekín nutren numerosas disputas con ellos; en donde revistan variables tales como Taiwan, el Japón, y las naciones situadas en el Mar del Sur de China.
Mientras que las fuentes que explican el comportamiento chino no pueden reducirse a sólo un factor -ideología, maniobras políticas domésticas y economía, todos son importantes-, una cosa es cristalinamente clara: China se esmera para no cometer los errores del pasado, especialmente aquellos que la depositaron de lleno en el 'Siglo de la Humillación'.
Incluso considerándose los padecimientos pretéritos a la hora de racionalizar el infortunado comportamiento actual de Pekín, sería un error descartarlos por potenciales esfuerzos propagandísticos. Aún hoy, continúan resonando. Y tal es la razón por la que el régimen sigue aferrándose a ellos, a modo de recuerdo.
Artículo original, en inglés
* Liliana Falcone es colaboradora en el sitio web estadounidense The Daily Signal (Washington, D.C.)