Silenciando a Julian Assange: ¿para qué molestarse con un juicio, si es posible asesinarlo?
Recientemente, un amigo de quien esto escribe -de nacionalidad británica él-, se enteró del plan de la Agencia...
Recientemente, un amigo de quien esto escribe -de nacionalidad británica él-, se enteró del plan de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense, en el que se delineaba secuestrar o bien asesinar al periodista Julian Assange. El amigo de referencia apuntó: 'Apuesto a que él estará feliz de encontrarse seguro y a buen resguardo en la Prisión de Belmarsh, apenas pueda tomar nota de ese dato!'. Respondí que su estadía en Belmarsh había sido convertida en lo más denigrante posible por parte de un juez del Reino Unido, y que los británicos son tan capaces de ejecutar un suicidio o 'accidente' de Jeffrey Epstein, si así lo pidieran sus 'primos' en los Estados Unidos. Mi amigo se mostró de acuerdo, aunque a regañadientes. En efecto, el rol de los aliados estadounidenses en el Reino Unido y Australia, en lo que se ha transformado ya en uno de los dramas judiciales más extensos, ha sido reprochable.
Para aquéllos lectores que se han perdido los ribetes más entretenidos de la saga Assange, corresponde recapitular. Julian Assange, ciudadano australiano que residía en Londres, era Editor en Jefe y la fuerza creativa detrás de Wikileaks, espacio que debutó en 2006 y que fuera uno de los sitios alternativos de noticias más destacados que surgieron en los últimos veinte años. De alguna manera, WikiLeaks era único, por cuanto no desarrollaba material propio sino que, antes bien, republicaba material documental previamente remitido por fuentes en el gobierno y en cualquier otra parte -material que luego era posteado online sin realizarse edición alguna sobre los contenidos.
Assange se ganó la ira de las élites gubernamentales cuando, en 2010, obtuvo un video clasificado -de parte de una fuente no identificada- que mostraba un incidente fechado en 2007. El evento no había sido provocado, y exhibía un incidente con disparos ejecutados por helicópteros del Ejército de los EE.UU. en Bagdad, oportunidad en la que aproximadamente una docena de personas inocentes resultaron acribilladas. La furia del gobierno en Washington contra WikiLeaks se intensificó cuando, ya en 2013, Edward Snowden, contratista para la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), voló a Hong Kong portando material clasificado que probaba que el gobierno estadounidense estaba espiando ilegalmente a sus propios ciudadanos. Según se informó entonces, WikiLeaks ayudó a configurar el escape de Snowden a Rusia, desde Hong Kong.
La animosidad bipartidista contra WikiLeaks se intensificaría luego aún más, ya en el verano de 2016, cuando el sitio web del grupo comenzó a liberar el contenido de correos electróicos surgidos del seno del Partido Demócrata, y de la campaña presidencial de Hillary Rodham Clinton. Sin argumentarlo con hechos ni evidencia, el Team Hillary concluyó inmediatamente que la inteligencia rusa era la responsable de haber pirateado los correos, para ofrecérselos luego a WikiLeaks.
Quizás fue inevitable que los informes de Assange, sobre los cuales jamás se ha detectado que fueran imprecisos, terminaran bajo la sospecha del accionar de hackers rusos. Aún cuando Assange negó una y otra vez que ese fuera el caso, afirmando también que no había fundamentos técnicos para ello -volviendo el accionar ruso improbable o incluso imposible-, el episodio condujo a una aguda réplica rusofóbica de parte de los servicios de seguridad y de inteligencia que intimaban con los Estados Unidos. Assange sería acusado luego, en el Reino Unido, ya en noviembre de 2010, y le fue interpuesta una orden de arresto internacional -exigiendo que fuera extraditado a Suecia, bajo argumentos de que había cometido una violación en ese país -acusación que tiempo después probaría ser falsa. Pidió fianza, pero perdió una batalla legal para anular el pedido de captura, y luego se abstuvo de tomar parte de una audiencia preliminar en Londres en junio de 2012, para aceptar asilo en la Embajada del Ecuador, que contaba con inmunidad diplomática. Permaneció en la sede durante veintiocho meses, tras lo cual el nuevo gobierno en Quito dejó en claro que su asilo sería revocado, y que sería eyectado del edificio. En rigor, Assange estaba preparándose para retirarse voluntariamente de allí en abril de 2019, instancia en la que la policía arribó y lo puso bajo arresto -siendo acusado por no haber comparecido frente a una corte siete años antes, lo cual se califica como 'rebeldía'. De inmediato, fue despachado a la prisión de máxima seguridad de Belmarsh, donde se suele confinar a los terroristas capturados en el Reino Unido.
Tras su arresto, Assange continuó aislado, en virtud del pedido de extradición planteado por el Departamento de Justicia estadounidense, que se basó en el Acta sobre Espionaje de 1918, en apariencia derivado ese pedido de la interacción del periodista con el caso del informante Chelsea Manning. Assange permaneció en Belmarsh durante veintinueve meses, a pesar de la creciente presión internacional -que rezaba que, en función de su condición de periodista, debía ser liberado. Los británicos dudaron a la hora de extraditarlo, basándose en la evidencia producida por el gobierno estadounidense, que incluyó la información de que Assange había ayudado al analista del Ejército, Manning, a infilitrarse en una red de computadoras clasificadas, a efectos de obtener -y eventualmente publicar- material clasificado, pero que de todos modos no pudieron liberar al conocimiento público. La magistrada británica negó la extradición en enero pasado, sugiriendo que, de terminar siendo remitido a los Estados Unidos por la fuerza, probablemente decidiría quitarse la vida. Al mismo tiempo, negó la fianza de Assange, por cuanto fue considerado en peligro de fuga. Estados Unidos apeló el veredicto, y se espera una nueva audiencia para fines de este mes. Debe observarse que ninguna evidencia de la presentada por el Departamento de Justicia ha logrado vincular efectivamente a Assange a los servicios de inteligencia rusos.
Lo cual nos lleva a la reciente revelación noticiosa de Yahoo News, que comentaba sobre el complot elaborado por la CIA para disparar, envenenar o secuestrar a Assange mientras éste se refugiaba en la sede diplomática ecuatoriana. El relato dice algo así: en 2017, estando Assange en la embajada, la CIA debatió alternativas para ir por su cabeza, para poner fin a los secretos almacenados por él y por su organización, la cual continuaba operando -y se presumía seguía en contacto con él. En su momento, WikiLeaks también había publicado material extremadamente sensible sobre las herramientas de pirateo informático de la CIA, referidas como 'Bóveda 7' (Vault 7), evento que condujo a la 'pérdida de datos más importante en la historia de la Agencia'.
En un discurso ofrecido en abril de 2017, Mike Pompeo, flamante director de la CIA por entonces, dijo: 'WikiLeaks se mueve como un servicio de inteligencia hostil, y habla como tal; ha alentado a sus simpatizantes a que busquen empleo en la CIA, para obtener inteligencia. Es hora de calificar a WikiLeaks como lo que realmente es: un servicio de inteligencia hostil y de carácter no-estatal, por lo general patrocinado por actores estatales como Rusia'. Aquéllo era una declaración de guerra. Las bases de operaciones de la CIA que contaban con socios de WikiLeaks recientemente incorporados fueron monitoreados especialmente, y también fueron supervisadas sus comunicaciones -para comprobar si se comunicaban con Assange en la embajada. Un staff de analistas, a los que se llamó 'Team WikiLeaks' trabajó tiempo completo para poner la mira en la organización y en su liderato.
En la cima de la Agencia, prevaleció el debate en torno de las opciones más extremas, aún cuando se plantearon reparos legítimos al respecto de la legalidad de lo que se buscaba hacer. Hacia fines de 2017, en el fragor del debate vinculado a un posible secuestro y/o asesinato, la Agencia tomó nota de informes alarmantes -aunque carentes de sustancia- que referían que operativos de inteligencia rusos urdían planes para ayudar a Assange a escapar del Reino Unido, para llevarlo a Moscú por vía aérea.
La CIA replicó, preparándose de antemano para obstaculizar la posible asistencia rusa para extraer a Assange, y en el plan de la Agencia se incluyó la posibilidad de mantener duelos con armas de fuego con los espías rusos en las calles de Londres. También se consideró estrellar un vehículo contra cualquier auto diplomático ruso que pudiere transportar a Assange, previo a que éste pudiera ser evacuado a Moscú. En persona, Pompeo -según se informó- se inclinó por la opción de lo que se denomina 'rendición' (rendition, en inglés), operatoria que hubiese consistido de allanar la Embajada del Ecuador, secuestrar a Assange, y llevarlo luego clandestinamente a los Estados Unidos para ser sometido a proceso. Otros en el equipo de la seguridad nacional favorecieron la alternativa de liquidar a Assange antes que abrazarse a un procedimiento compplejo de secuestro y evacuación. Por fortuna, se impusieron las perspecctivas más racionales, particularmente cuando los británicos se rehusaron categóricamente a tomar parte de lo que consideraban como algo claramente ilegal.
De tal suerte que Assange continúa en prisión y, ¿qué significa todo esto? La única acusación posible que demostraría de modo convincente que Assange era un espía pago por Rusia tendría relación con la manera en que posiblemente ayudó a Chelsea Manning a eludir la seguridad que le impedía hacerse de material clasificado, pero no hay evidencias de que Assange hiciera eso, ni de que se hallaba bajo control de los rusos. Entonces, es apenas un periodista. El avergonzar a los Estados Unidos, más cuando los EE.UU. no saben comportarse, es lo que hacen los buenos periodistas e investigadores. Pero, más allá de los infortunados planes de la CIA para secuestrar o asesinar a Assange revelan, una vez más, el lado oscuro de lo que los Estados Unidos han estado haciendo desde el 11 de septiembre de 2001.
Yendo más al punto, el deshacerse de Assange no hubiese logrado gran cosa. El australiano trabajó con una colección de colegas como él, que retomaron su trabajo donde él supo dejarlo. Desde que comenzó a languidecer en la prisión de Belmarsh, ha permanecido incomunicado, mientras que sus socios se las han arreglado para seguir solicitando información, y luego publicándola en el sitio web. La respuesta de Mike Pompeo -que no reconoció culpabilidad alguna- ante el relato del secuestro y/u homicidio fue la siguiente: 'Ellos se involucraron en un esfuerzo activo para robar secretos por propia cuenta, pagando a terceros para que hicieran lo mismo (...)'. Naturalmente; si todo fuese cierto, Mike y los abogados del gobierno tuvieron la oportunidad para demostrarlo, en una corte británica. Pero no han podido hacerlo y, en lugar de ello, propiciaron la más fácil alternativa de asesinar a una persona, porque ésta publicaba cosas que eran ciertas. Y el homicidio suele ser una respuesta brutal, que rara vez consigue nada como resultado. Uno recuerda que, en enero de 2020, Pompeo participó del asesinato del General iraní Qasem Soleimani y de Muhandis, líder miliciano iraquí, en Bagdad. ¿Qué logró esa maniobra, además de convertir a un tradicional amigo de los EE.UU. como Irak, en una nación hostil frente a la presencia americana?
O, como suele plantearlo el abogado de Assange: 'Como ciudadano de los Estados Unidos de América, me produce una inenarrable rabia enterarme de que nuestro gobierno planeara secuestrar o asesinar a alguien, sin mediar proceso judicial, sencillamente porque esa persona dio a conocer información verídica'. Infortunadamente, el caso Assange no sólo se trata de eso. No se vincula estrictamente con verdad, con ficción, ni con ética periodística.
Sin embargo, sí tiene que ver con los abusos propiciados por hombres poderosos que creen en el carácter ilimitado de su poderío. Ese es el verdadero abismo en el que los EE.UU. han caído, y donde corresponde -de una vez por todas, comenzando por el propio Pompeo- tomar por responsables a este tipo de individuos, por lo que han hecho.
Artículo original, en inglés
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.