'Simplemente, obedezca a la ciencia'
El pasado verano, escribí un ensayo acerca de lo que la ciencia puede y no puede hacer...
El pasado verano, escribí un ensayo acerca de lo que la ciencia puede y no puede hacer, y sobre el papel que ésta puede jugar en las decisiones de políticas públicas, incluyendo a aquellas que tienen que ver con la pandemia del COVID-19. Concluí que la ciencia explica las relaciones entre causa y efecto: nada más, ni nada menos. Ninguna conclusión normativa en torno de las decisiones individuales o colectivas se derivan directamente de la ciencia. En cambio, los costos, los beneficios y otros valores ingresan, adecuadamente, tanto en las decisiones individuales como en las colectivas.
He escrito en dos oportunidades desde ese entonces, al respecto del reconocimiento gradual de este argumento entre los profesionales médicos así como también entre los periodistas. Estoy escribiendo nuevamente, para recomendar un artículo reciente del Washington Post escrito por Leana S. Wen, una doctora así como también una ex-comisionada de salud en la ciudad de Baltimore. El título mismo es sorprendente por su claridad: “La salud pública no es solo acerca de la ciencia. Tiene que ver con valores”.
El artículo describe las discusiones acerca de la recomendación para recibir una tercera dosis de las vacunas contra el COVID-19 en el comité científico asesor de los Centros para el Control de Enfermedades (CDC) y de la Administración Federal de Medicinas y Alimentos (FDA). Los datos no estaban en disputa. “Las vacunas contra el coronavirus, aunque todavía protegen bien en contra de la hospitalización y la muerte, tienen una inmunidad en declive en contra de la enfermedad sintomática, especialmente en individuos mayores y más vulnerables. Una tercera dosis, administrada al menos seis meses después de las dosis iniciales, aumenta la respuesta de anticuerpos y reduce la probabilidad de infecciones en vacunados”.
Lo que estaba en disputa era el objetivo de la vacunación: una reducción de la severidad de la enfermedad o una prevención de infecciones sintomáticas. Muchos médicos profesionales argumentan que solo lo anterior es un objetivo adecuado: “Si Usted realmente utiliza la infección como un resultado, probablemente requerirá una dosis adicional cada seis meses, lo cual es irrealista e inalcanzable”, dijo el Dr. Peter Chin-Hong, un experto en enfermedades infecciosas de la Universidad de California en San Francisco. “A mí, no me importa la enfermedad sintomática; me preocupa la enfermedad severa”.
La doctora Wen respondió de la siguiente manera: “Esta no es una cuestión científica sino más bien una de valores personales. ¿Deberían los académicos y burócratas realmente ser los únicos árbitros diseñando una política social tan amplia como para negarle una tercera dosis a las personas que quieren protegerse de mejor manera? De igual forma, los científicos no deberían ser los únicos que opinan acerca de si EE.UU. debería estar priorizando las terceras dosis para nuestros propios ciudadanos vs. utilizar esas dosis para vacunar a personas en otros países. ¿Quién debería decidir, entonces? Creo que deberían ser los ciudadanos estadounidenses”.
Yo no podía haberlo puesto en palabras más adecuadas.
* El autor, Peter van Doren, es académico titular y Editor en el think tank estadounidense The Cato Institute, en Washington, D.C. Asimismo, colabora en la revista Regulation, vinculada al citado instituto.