Finalmente, Ghislaine Maxwell llegó al banquillo
Nadie debería esperar gran cosa, sin embargo, conforme el encubrimiento ya ha dado inicio.
La principal facilitadora de Jeffrey Epstein, Ghislaine Maxwell, finalmente ha llegado al banquillo, comenzándose por la selección de integrantes para el jurado y por los alegatos de apertura, luego de una permanencia de la protagonista durante diecisiete meses en el Centro Metropolitano de Detención, en Brooklyn, Nueva York. Dada la, de alguna manera, sospechosa partida de Epstein de este plano de la existencia -en lo que bien pudo tratarse de un caso de homicidio en lugar de uno vinculado al suicidio-, Maxwell fue puesta en prisión bajo lo que podría calificarse como un régimen intrusivo, con monitoreo constante y apenas permitiéndosele sentarse en un camastro de concreto y contemplar su futuro.
Con frecuencia, ella se quejó sobre su aislamiento y denunció abusos de parte de sus carceleros -además de quejarse contra la lamentable calidad de los alimentos que le fueron brindados. Sin lugar a dudas, ella tiene razón sobre la comida. Su oferta de aportar US$ 28 millones en dinero para la fianza a cambio de su libertad para aguardar el proceso fue rechazada por el juez, quien observó que Maxwell contaba con más de quince cuentas bancarias diferentes, así como también múltiples pasaportes. El magistrado sugirió que Ghislaine bien podría contar con mucho más dinero y con otros activos resguardados fuera de los Estados Unidos; todo lo cual acentuaba el riesgo de fuga, eventualmente planeando trasladarse a Israel -que no tiene acuerdo de extradición con los EE.UU.
Existe una frondosa historia a considerar, al examinarse la saga de Ghislaine Maxwell y Jeffrey Epstein. La sospecha de que Epstein trabajaba para el Mossad -servicio de inteligencia exterior israelí-, o bien para su contraparte en la inteligencia militar, se basa en considerable evidencia de que el fulano se hallaba 'protegido', y ello ha sido confirmado tanto por fuentes estadounidenses como israelíes. En efecto, ya se conoce evidencia certera al respecto de que Epstein contaba con consideraciones especiales al ser enviado a la cárcel en el estado de Florida por delitos sexuales en 2008 -evento que involucró a diecinueve niñas menores de edad, y por el cual Epstein recibió apenas una palmada en la muñeca. Después de aquellos hechos, el Fiscal de los EE.UU. para Miami, Alexander Acosta, quien se había involucrado en la investigación, informó que el arresto y la sentencia eran un asunto que trascendía a su salario, y que se le había dicho que Epstein 'pertenecía a los servicios de inteligencia', sugiriéndosele que abandonara el caso. Estos comentarios jamás fueron investigados posteriormente.
Asimismo, un libro reciente -intitulado Epstein: Dead Men Tell No Tales (Epstein: los Muertos No Hablan), escrito por Ari Ben-Menashe, ex oficial de inteligencia quien afirma haber participado de la operación Epstein- describió inter alia cómo el personaje extorsionaba a prominentes figuras de la política, en representación de la inteligencia israelí. Epstein había estado trabajando para el gobierno en Tel Aviv desde los años ochenta y su operación, financiada por Israel y por reputados judíos estadounidenses, fue una clásica 'trampa de miel' o 'honey-trap', que empleó a niñas como carnada para atraer a políticos de todo el orbe; ese listado incluyó al Príncipe Andrés y a Bill Clinton. Según se informara, Clinton voló al menos en veintiséis oportunidades en el 727 privado de Epstein, bautizado 'Lolita Express', hacia una mansión en Florida, así como también a una isla privada tutelada por Epstein en el Caribe. Los residentes locales se referían al territorio como 'Isla Pedofilia'. Los políticos serían luego fotografiados y grabados en vídeo, cuando se metían en la cama con las jóvenes. A posteriori, otras personas se les acercaban y les exigían que realizaran favores para Israel.
Ghislaine Maxwell es, de hecho, hija de Robert Maxwell, espía de primer nivel para Tel Aviv, y quien recibiera un funeral de Estado en ese país tras su misteriosa muerte en 1991. A las exequias asistió el primer ministro, y también la cúpula completa de los servicios de inteligencia locales. Se presume que Ghislaine fue una participante activa en la operación Epstein, oficiando de facilitadora de niñas y, en al menos una ocasión, ella dio a entender que sabía dónde fueron escondidas las grabaciones realizadas por Epstein. Asimismo, Ghislaine afirmó que en las grabaciones eran protagonistas Bill Clinton y Donald Trump.
No es necesario mayor esfuerzo para compilar lo que ya se conoce y preguntarse: '¿Quién, entre las celebridades y políticos de primer nivel tratados por Epstein eran, en rigor, espías en la nómina de Tel Aviv?'. Y, por cierto, existe un complot marginal. Asumiendo que Epstein estaba involucrado de hecho en el reclutamiento y la gestión de agentes estadounidenses en la 'operación de influencia' que bien pudo involucrar acciones extorsivas, resulta plausible colegir que fue asesinado en prisión, y que el relato del suicidio fue un conveniente encubrimiento. El caso Epstein permanece como 'abierto' en lo técnico y bajo investigación, aún cuando no parezca estar ocurriendo mucho más en relación al episodio -señal explícita de que alguien en el Establishment está asegurándose de que no surja elemento incriminatorio alguno. En ocasiones, a esto se le llama encubrimiento gubernamental.
De tal suerte que, dada la colección de dramas y posibilidades, uno -también plausiblemente- podría preguntarse por qué la cobertura del caso Maxwell, a pesar de los prolegómenos emparentados con desviaciones sexuales y posible espionaje, es tan escasa al comparársela con los juicios a Arbery y Rittenhouse. Adicionalmente, este caso recibe todavía menor atención que la del proceso contra Elizabeth Holmes. Pues, la respuesta es bastante sencilla de elaborar, aún si uno prefiriera ignorar el deseo de los medios de comunicación progresistas de inflamar las pasiones raciales toda vez que sea posible. Asistimos hoy a una era de férreo control informativo por parte del gobierno, y somos testigos de una gestión selectiva frente a las acusaciones planteadas contra Maxwell -en donde prima el esfuerzo en torno de eliminar cualquier daño potencial contra dirigentes políticos de carrera en los Estados Unidos o en el Estado de Israel.
Dramas judiciales televisivos al margen, los hechos consignan que las personas son llevadas a juicio solamente cuando han sido acusadas preventivamente bajo cargos criminales específicos. Y los delitos que les son imputados dependen de los datos que surjan de la investigación policial -o de la ejecutada por otras agencias responsables por la seguridad pública. El resultado luego pasa a manos de un fiscal con frecuencia sesgado políticamente quien define la existencia de un caso; y luego se lo transfiere a un juez designado políticamente, para que se proceda con el juicio. Esto significa, en la práctica, que los juicios por jurado primero deben superar una serie de filtros previo a llegar al tribunal, y que el epílogo redunda en un caso que el sistema penal define como 'ganable' o deseable en términos de las perspectivas políticas en actual vigencia.
O, para explicarlo de otro modo -a propósito de Maxwell y Epstein-, a pesar de la considerable evidencia que remite a actividades de espionaje, nadie se ocupa de preguntarse si la policía de Nueva York o el FBI hayan interrogado seriamente a alguna de las partes, sobre todo frente a sus relaciones con Israel o con la inteligencia israelí. Como tampoco se conoce que ninguna 'celebridad' perseguida, por ejemplo, por Bill Clinton, haya sido interrogada alguna vez. Las coincidencias no existen, conforme Israel siempre se las ha arreglado para ahorrarse cualquier escrutinio. En efecto, Israel, a pesar de su bien documentada y nutrida historia en materia de masivas actividades de espionaje en territorio estadounidense, jamás será cuestionado como país en un tribunal, porque existe consenso bipartidista frente a que semejante vergüenza para la amistad americano-israelí nunca deberá ser sujeta a examen alguno. Esta es la razón por la cual Maxwell sólo ha sido acusada por haber ayudado a la operación de tráfico de personas del convicto sexual Epstein -tres de aquéllas, menores de edad-, quien también mintió en una demanda legal. Maxwell ha negado los cargos y cuenta con un nutrido equipo de abogados para plantear su defensa, la cual probablemente involucre una desmentida absoluta de la naturaleza y cercanía que la emparentaba con Epstein. Un probable resultado coincidirá con un acuerdo extrajudicial, a pocas semanas de proceso.
La acusación -consistente de ocho cargos- contra Maxwell fue emitida el 29 de marzo pasado. Si su defensa falla a la hora de convencer al jurado y ella termina siendo condenada por tráfico de personas y conspiración para incurrir en ese delito, Maxwell podría recibir una sentencia de hasta ochenta años de prisión. De igual manera, Epstein había sido arrestado y acusado por contrabando de personas y por abuso de menores, cuando falleció esperando el proceso -nunca por haber incurrido en violaciones contra el Acta sobre Espionaje de 1918 y contra el Acta de Registración de Agentes Extranjeros (FARA) de 1938 -la última de las cuales ha sido planteada contra medios de comunicación de origen ruso en los Estados Unidos. Si alguien espera que surja el tema del espionaje siquiera implícitamente, pues esa persona se verá tremendamente decepcionada porque Alison Nathan, la magistrada designada por la Administración Obama para la Corte de los EE.UU. en el Distrito Sur de Nueva York -apropiadamente, también gusta de personas del mismo sexo- jamás lo tolerará, el fiscal no se ocupará del asunto, y los abogados de la defensa no lo emplearán en sus argumentos técnico-legales.
Así es que, al cierre, no espere Usted que algo dramático tenga lugar en ese juzgado neoyorquino. Uno debería también sospechar sobre el relato que versa sobre el Mossad tutelando una gigantesca red de pedofilia en los Estados Unidos de América que utiliza a niñas, y que estos eventos son demasiado perturbadores como para que alguna vez vean la luz del día. Esta es la cruda realidad que, convenientemente, está siendo encubierta. Israel sigue dedicándose a espiar en éste país, y Washington insiste en negarlo.
Artículo original, en inglés
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.