Estados Unidos debería manterse alerta ante posibles competidores en Africa
El gobierno de Malí y una organización de mercenarios de origen ruso negociaban...
El gobierno de Malí y una organización de mercenarios de origen ruso negociaban hace poco un acuerdo en el que un aproximado de mil elementos de esa firma se desplegarían en la nación africana, a efectos de entrenar a sus fuerzas de seguridad y de proteger a líderes políticos de carrera -por una suma total mensual de US$ 10.8 million, de acuerdo a informes.
Grupo Wagner, la contratista privada de mercenarios de referencia, también se haría acreedora a un acceso a tres depósitos de minerales en Malí, 'en compensación por sus servicios'.
Yevgeniy Prigozhin, oligarca de nacionalidad rusa y líder de la Agencia de Investigación en Internet, lidera el Grupo Wagner. Prigozhin es un socio cercano al presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin.
Por su parte, Sergei Lavrov, canciller ruso, declaró que su país respaldaría militarmente a Malí, al tiempo que ha negado cualquier vínculo entre Moscú y Wagner.
Sin embargo, los recientes convenios de Wagner corroboran vínculos con objetivos estratégicos de Rusia en el continente africano -Malí se sitúa entre Argelia y Níger. Esa relación plantea una reducción de la influencia occidental en el continente, y restablecer el status ruso como potencia global, al fungir Moscú como proveedor de servicios de seguridad.
Asimismo, Wagner podría contar con el derecho a explotar los depósitos de manganeso de Malí, en función de que en Rusia escasea el citado material.
Dada la supuesta independencia de la firma privada Wagner frente al Kremlin, el gobierno ruso está en condiciones de negar cualquier responsabilidad de sus acciones. Ello permite que la empresa viole derechos humanos de la población local, con un riesgo menor de réplica internacional -como sucedería con cualquier Estado. Recientemente, la Unión Europea sancionó a la organización a raíz de los abusos perpetrados en numerosas naciones, muchas de ellas africanas.
La intervención de Wagner es particularmente perturbadora para Francia, país que ha mantenido una presencia militar recurrente en Malí desde 2013, bajo pedido de su gobierno. En julio pasado, París anunció el retiro de dos mil tropas que desempeñaban labores de antiterrorismo en varios países del orbe africano, incluyendo Malí.
Provisto que Malí sigue replicando problemáticas vinculadas a cuestiones humanitarias y a la seguridad -ello, a pesar del respaldo francés-, la nación africana cuestiona la eficiencia francesa en el combate contra grupos islamistas dedicados al terrorismo, como Jama’at Nasr al-Islam wal-Muslimin, y el Estado Islámico en el Gran Sahara. La desafectación dio lugar a protestas callejeras contra la presencia militar gala.
En tal contexto, Wagner parece haber tomado nota del mismo, aprovechando la oportunidad presentada.
Este desarrollo ha conmovido particularmente a los Estados Unidos de América, y a algunos países del Viejo Continente. Dada la destructiva trayectoria de Wagner en naciones como República Centroafricana y su relación con Moscú, su presencia en Malí exhibe el potencial de desestabilizar aún más a este país, inhibiendo la capacidad de Washington para promocionar sus intereses a nivel regional. Los Estados Unidos y otras naciones han presionado a Malí para que su gobierno se deshaga de Wagner, aún cuando no queda claro si tales presiones tendrán éxito.
El caso de Malí es importante para los Estados Unidos, dado su propio mérito: esta nación es epicentro de un problema recurrente de terrorismo islamista, el cual consigna una amenaza de magnitud para el Sahel y para regiones situadas más allá de su periferia.
En igual sentido, el problema subraya la necesidad de un monitoreo estadounidense en Africa, y que el mismo se caracterice por un alcance más amplio -bajo el eje de la manutención y el fortalecimiento de las relaciones con el Africa, toda vez que sea posible y apropiado. Los competidores de los Estados Unidos -como es el caso de Rusia, China e Irán- buscan comprometer a Washington en este continente ante cada oportunidad emergente. Eventualmente, los EE.UU. podrían ver perturbada su relación con naciones africanas de primer orden.
Ya los Estados Unidos han motorizado programas de largo plazo en el Africa, aunque debería dar un paso en materia de innovación.
La iniciativa Africa Próspera, que ya ha impulsado un aproximado de ochocientos convenios de inversión y US$ 50 mil millones en exportaciones entre naciones del Africa y Washington, fue creada por la Administración Trump, y su ampliación ha contado con el beneplácito del presidente Joe Biden. De continuar enfocada en su objtivo -esto es, la amplificación del comercio y la inversión entre los Estados Unidos y Africa en dos vías-, podría transformarse en un sólido pilar del involucramiento americano en el continente.
Las relaciones entre los Estados Unidos de América y Malí se han mantenido relativamente sólidas durante décadas, en razón de la cooperación recíproca en asuntos de contraterrorismo y programas de reducción de la pobreza en este país. Los recientes golpes de Estado allí registrados vuelven difícil para los EE.UU. el involucrarse plenamente con el gobierno local, aún cuando existen intereses comunes en torno del combate contra el terrorismo en el Sahel y en el objetivo de limitar la influencia negativa de Moscú.
Si los Estados Unidos no exploran senderos -como en Malí- con el fin de mantener cierto nivel de influencia, aún frente a gobiernos problemáticos, los adversarios de Washington explotarán las oportunidades que emerjan.
Artículo original, en inglés
Es analista de políticas públicas relativas al Africa y Medio Oriente, para el think tank estadounidense The Heritage Foundation (Washington, D.C.). Sus análisis son publicados en la web The Daily Signal.