Esto pueden hacer los EE.UU. para debilitar a la sociedad entre Moscú y Pekín
Una peligrosa respuesta frente a la crisis en Ucrania ha planteado que Washington...
Una peligrosa respuesta frente a la crisis en Ucrania ha planteado que Washington debe comportarse con corrección frente a Moscú, a efectos de que los rusos puedan ayudar a no distraerse a la hora de lidiar con la amenaza de China -o, al menos, para hallar un modo de impedir que Rusia y China se conjunten contra los Estados Unidos.
Ese planteo, sin embargo, está destinado al fracaso. Mientras tanto, servirá de nada para optimizar la seguridad del pueblo estadounidense.
Por qué intentar separar a Moscú y a pekín no funcionará
En primer término, los objetivos de Rusia y de China en Europa son idénticos. Ambas se proponen consolidar el surgimiento de Estados europeos frágiles y debilitados, escenario que tanto Moscú como Pekín podrán explotar para propio provecho. Ambas se proponen eclipsar la sociedad europeo-americana, de tal suerte que el mundo libre se muestre en estado de fractura, y en alta vulnerabilidad. Rusia jamás ayudará a los Estados Unidos a trabajar en oposición a este vital interés para Moscú.
Segundo: nada prueba que, desde llegado al poder en 1999, el presidente ruso Vladimir Putin pueda convertirse en un socio confiable para Occidente. Putin ha invertido ya más de dos décadas intentando obstaculizar a los Estados Unidos de América y a sus aliados ante cada oportunidad.
Los tomadores de decisión en el liderato político habrán de operar en el mundo real, y no en el mundo en el cual gustarían de vivir. Para ponerlo en palabras sencillas, Rusia, bajo el liderazgo de Putin, jamás será un socio confiable para el mundo occidental, en tanto no existen razones para asumir que cualquier modelo de cooperación con la República Popular China será diferente.
En tercer orden, Rusia siempre priorizará sus recursos y energía en Europa; no en Asia. Aún cuando su proyección se amplíe hacia dos continentes, los tomadores de decisión y las élites políticas ven a Rusia como un poder Europeo primero, y más allá. Esta es la razón por la cual el Kremlin se involucra en geografías como Bielorrusia o Ucrania. Tiene claro que, sin ejercer influencia o un control directo sobre Mins o Kiev, Rusia sería meramente una potencia asiática, y no una de proyección europea.
A lo largo de 2005, al dirigirse al parlamento ruso en su discurso del Estado de la Nación, refirió Putin: 'Hemos de reconocer que el colapso de la Unión Soviética fue el mayor desastre geopolítico del siglo XX'. La recuperación de influencia, control y territorio perdidos en Europa Central y Oriental ha constituído, desde los años noventa, la base de la política exterior y de defensa rusas, desde el arribo de Vladimir Putin. Y eso jamás cambiará.
Cuarto: las relaciones económicas sino-rusas son demasiado importantes para Moscú. Desde que las sanciones occidentales comenzaron tras la primer invasión rusa de Ucrania en 2014, Moscú buscó asistencia en Pekín para ayudar a reducir el impacto negativo sobre la economía en la Federación. Desde 2014, los vínculos económicos sino-rusos se han ampliado.
Las inversiones chinas de magnitud en instalaciones rusas de crudo y gas natural han servido de notable sostén para Moscú. Se han construído importantes gasoductos conectando a los mercados ruso y chino. Se espera que los detalles para el proyecto Poder de Siberia-2, nuevo gasoducto que conecta la Península Yamal en Rusia (cuadrante desde donde proviene gran parte del gas consumido luego en Europa) a la región china de Xinxiang (ni más ni menos, locación en donde la etnia uigur es víctima de genocidio) se completen hacia fin de año.
En 2021, el intercambio comercial entre ambas naciones fue cifrado en US$ 147 mil millones, un 36% más que en 2020. Hacia 2024, ambos países se proponen ampliar ese ritmo, para que alcance los US$ 200 mil millones, Moscú nunca se anotará en una política exterior anti-Pekín junto a los Estados Unidos, conforme ello complotaría contra la asistencia recibida desde China.
Ni aún cuando Rusia es el socio más pequeño en la relación bilateral con China, su vínculo con Pekín es demasiado confortable hoy día, como para esperar un cambio de magnitud. La única variable en la que Rusia y China compiten es por potenciar su influencia en Asia Central. Pero, en esa región en particular, los EE.UU. no cuentan con poder de influencia, como tampoco intereses estratégicos.
Más todavía, tras la reciente intervención rusa en Kazajistán a efectos de respaldar al presidente Kassym-Jomart Tokayev, Moscú se ha consolidado ahora como el jugador más importante en la región, y Pekín así lo entiende.
Cómo dividir a Pekín y Moscú
El modo de morigerar la amenaza que significaría una sociedad entre Rusia y China, es hacer que uno sea menos valioso para el otro.
Rusia sóo cuenta con dos activos que le obsequian influencia genuina: su poderío militar y sus recursos energéticos. OTAN necesita fortalecer, en consecuencia, su poder de disuasión convencional y estratégico. Esto significa que cada Estado-miembro de OTAN deberá poner de su parte lo que corresponde, y que los Estados Unidos habrán de aumentar su contribución al espectro, para amplificar su presencia.
Mientras tanto, Occidente necesita tomar con seriedad a la variable de la seguridad energética. Precisa entregar energía asequible, confiable y abundante, sin necesidad de respaldarse en el gas y en el crudo de Rusia. Sin poder de negociación militar y sin poder de negociación energético, Rusia se encontrará en jaque -y será un socio de menor valor para Pekín.
Acto seguido, los Estados Unidos deberían ejercitar presión contra la República Popular China en todo el tablero, plantear una firme defensa de sus aliados -como Lituania o Australia-, confrontar las transgresiones de Pekín en los Mares del Este y del Sur de China y en el Estrecho de Taiwan, consolidar el acceso de los taiwaneses a tecnología estadounidense desarrollada, y continuar presionando para impedir las violaciones contra los derechos humanos incurridas por la República Popular.
Asimismo, Washington habrá de trabajar junto a sus aliados en la región -el Japón, Australia y Corea del Sur- a efectos de optimizar la cooperación en materia de seguridad, y de invertir en las fuerzas armadas estadounidenses, con miras a ampñiar su capacidad para, exitosamente, disuadir a la agresión china.
Mientras Moscú y Pekín cuenten con menor capacidad para preocupar a Occidente, más probable será que se enfrenten entre ellas por los remanentes que les sean útiles para mantener sus cuotas de influencia.
Artículo original, en inglés
Poseedor de master y doctorado en la Universidad de Georgetown, Carafano es un reconocido experto en temáticas de seguridad nacional y desafíos en política exterior. Es vicepresidente de Estudios en Políticas de Defensa y de Política Exterior en la Fundación Heritage, y Director del Instituto Kathryn y Shelby Cullom Davis de Estudios Internacionales. Es también historiador e investigador; su publicación más reciente es "Wiki at War: Conflict in a Socially Networked World" ('Wiki en Guerra: el Conflicto en un Mundo Socialmente Interconectado', 2012), obra que examina el impacto revolucionario del Internet en la seguridad nacional. Es Teniente Coronel del Ejército de los Estados Unidos. Recientemente, se ha desempeñado -asesorando en temas sobre los cuales es experto- en el equipo de transición del presidente estadounidense Donald Trump.