El gran problema de las armas nucleares pequeñas de Rusia
Al plantearse la consulta, probablemente una la mayoría de los ciudadanos estadounidenses...
Al plantearse la consulta, probablemente una la mayoría de los ciudadanos estadounidenses creen que los Estados Unidos y Rusia cuentan con cifras similares de armas nuclares en relación a tratados de control de armamento -como es el caso del Tratado sobre la Reducción de Nuevas Armas Estratégicas, alias Nuevo START.
Sin embargo, ese dato no es del todo correcto.
En efecto, al amenazar Rusia con una invasión a gran escala contra Ucrania, en cualquier momento, el presente es el momento correcto para tomar nota del desequilibrio, pocas veces tratado, que exhibe nuestro arsenal nuclear -y el modo en que el mismo podría afectar a los intereses estadounidenses en Europa.
Mientras que los Estados Unidos y Rusia cuentan con un número similar de armas nucleares estratégicas -de alto megatonelaje o high yield- desplegadas, conforme las limitaciones del Nuevo START, lo cierto es que Rusia cuenta con una ventaja proporcional de 10 a 1 sobre los EE.UU. en lo que respecta a armamento low yield -o de menor capacidad explosiva-, esto es, armas nucleares tácticas o de empleo en teatros de operaciones bélicas.
Usted ha leído bien: la ventaja rusa es de diez a uno.
Hoy día, mientras que las cifras son nebulosas, Rusia cuenta con un aproximado de dos mil armas nucleares no-estratégicas, mientras que los Estados Unidos contabilizan un total de doscientas -la mitad de ellas se sitúan en Europa, como parte del compromiso con OTAN.
Acto seguido, el lector dirá: ¿Y qué hay con ello? Nadie las piensa utilizar en el futuro, ¿o sí?
Pues, bien; los Estados nucleares más notorios, incluyendo a Rusia, han declarado que jamás debería combatirse en una guerra nuclear. Sin embargo, subsisten importantes preocupaciones en el mundillo de los analistas y expertos en seguridad internacional, al respecto de si acaso los rusos en realidad lo creen así.
Se cree que Rusia cuenta con una doctrina que exige 'aumentar una escalada para des-escalar', en relación a sus armas de uso táctico. En otras palabras, la doctrina podría reformularse de esta manera: 'Aumentar la escalada para aniquilar -y, finalmente, ganar'.
La idea consigna que Rusia podría detonar una -o más- armas nucleares tácticas en oportunidad de un conflicto convencional versus OTAN, a efectos de evitar una derrota, para consolidar las ganancias obtenidas hasta el momento, o bien para congelar un conflicto en desarrollo y, así, evitar seguir combatiendo.
En razón de que las discrepancias entre los arsenales nucleares rusos y estadounidenses es tan importante, Moscú podría percibir que la eventual réplica nuclear desde OTAN carece de credibilidad.
Hemos de remitirnos a un ejemplo:
Moscú ataca a uno de los Estados del Báltico -o bien a todos ellos- con fuerzas convencionales, a efectos de controlar el territorio de uno o más de estos países. Al invocar su Artículo V, OTAN replica con fuerzas convencionales -y la batalla da inicio.
Moscú, preocupado por la inferioridad de sus fuerzas convencionales en este combate versus una OTAN liderada por los Estdos Unidos, contempla el despliegue de un arma nuclear de baja intensidad en algún cuadrante del teatro de operaciones, a modo de advertencia frente a lo que luego podría ocurrir.
A los ojos de Moscú, quizás OTAN se muestre preocupada en relación a una eventual escalada de los combates, en donde se pase de un conflicto convencional a uno en el que se emplee armamento nuclear -especialmente, un sub-escenario en el que Rusia contemple el uso potencial de armas nucleares más poderosas contra ciudades europeas o estadounidenses. Acto seguido, OTAN pondría una pausa a su ataque contra las fuerzas rusas.
Naturalmente, Moscú podría equivocarse en esa percepción, al presuponer que, si OTAN no cuenta con la capacidad nuclear táctica para replicar proporcionalmente, la Alianza podría responder desplegando un arma nuclear de alto megatonelaje en Moscú, arriesgando una escalada mayor.
Aferrándose a su percibida ventaka, Moscú puede amenazar con ataques nucleares adicionales, a no ser que los combates lleguen a término, de acuerdo a lo exigido por los rusos. En un mundo ideal para Rusia, OTAN podría decidir que no hay margen favorable disponible para responder, y decide poner fin a las hostilidades -con lo cual lo obtenido por Moscú a ese momento, llegaría a consolidarse.
Teniéndose presentes estos cálculos, Rusia aprovecha luego la apuesta y detona un arma nuclear táctica de diez kilotones en el teatro de operaciones europeo; en consecuencia, la teoría de la disuasión nuclear fracasa, por primera vez en la historia.
Finalmente, ¿qué tiene que ver con Ucrania una teorización sobre el conflicto nuclear?
Si Rusia se autopercibe exitosa en su reciente aventura ucraniana, ello ciertamente podría envalentonar a Moscú en el futuro, en el sentido de que podría intentar ampliar su esfera de influencia en el Viejo Continente -incluso ejecutando ataques contra Estados-miembro de OTAN.
En efecto, la ventaja de Moscú en materia de armamento nuclear no-estratégico podría propiciar, ahora mismo, una tendencia rusa a tomar mayores riesgos, haciéndolo también en el futuro, y comprometiendo seriamente la seguridad y los intereses de los Estados Unidos.
Y, conforme lo hemos visto hasta ahora -desde las campañas de desinformación hasta los ataques cibernéticos, y llegando al empleo de fuerza militar-, probablemente Rusia se aferre a toda herramienta disponible, a criterio de consolidar sus objetivos geopolíticos.
Este planteo podría involucrar el uso de armas nucleares tácticas contra OTAN en alguna medida. En conclusión, las armas nucleares pequeñas de la Federación Rusa son un gran problema, para los EE.UU. y para sus aliados.
Artículo original, en inglés, publicado el pasado 1ero. de febrero
Es Analista Senior en temáticas relativas a seguridad nacional en la Fundación Heritage, Washington, D.C. En la actualidad, Brookes ejerce su tercer período como miembro designado en el congreso estadounidense de la Comisión de Revisión de Seguridad y de Economía entre Estados Unidos y la República Popular China. Anteriormente, se desempeñó en la Administración del ex presidente George W. Bush como secretario adjunto de Defensa para Asuntos de Asia y del Pacífico, en donde fue responsable por la política de Defensa de EE.UU. de 38 países y cinco alianzas bilaterales en el continente asiático.