Biden destruye puentes, exacerbando la crisis petrolera que surge del conflicto en Ucrania
Aún cuando la invasión ejecutada por Rusia en Ucrania ha colaborado...
Aún cuando la invasión ejecutada por Rusia en Ucrania ha colaborado para unir a Europa en contra de Moscú, el evento ha observado un efecto de fractura en Oriente Medio, geografía en la que no pocos países decidieron, hace poco, aumentar sus apuestas y potenciar sus vínculos con la Federación -en desmedro de la confianza, hoy en retroceso, en el liderazgo estadounidense.
Incluso antes de la desastrosa retirada de la Administración Biden de Afganistán, los aliados y los socios de los Estados Unidos en Oriente Medio se vieron perturbados por la reducción de la presencia militar americana en la región, por los recurrentes llamados en torno a revitalizar un eje estadounidense hacia Asia, y por el compromiso de la Casa Blanca a efectos de restaurar el fallido convenio nuclear de 2015 con la República Islámica de Irán.
Con acierto, esos aliados de los EE.UU. temen que la reiteración de un imperfecto convenio atómico terminará por habilitar a Teherán a hacerse de miles de millones de dólares, ampliando su amenaza terrorista y militar en perjuicio de sus vecinos.
Estos reparos contra la política exterior americana han obstaculizado cualquier esfuerzo de cooperación entre Washington y aliados regionales, a la hora de mitigar el impacto económico provocado por la operación militar rusa en territorio ucraniano y por las sanciones anti-rusas resultantes. Rusia es, después de todo, el segundo país que más crudo exporta en el mundo, luego de Arabia Saudí.
Al tiempo que anunció una prohibición de las importaciones de petróleo ruso a los Estados Unidos el pasado martes 8 de marzo, el presidente Joe Biden reconoció que los precios de los combustibles se dispararían, y buscó responsabilizar por este desarrollo al presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin:
La decisión que hemos tomado hoy no sobrevendrá sin costos para nosotros, en nuestro propio país. La guerra de Putin ya está hiriendo a familias estadounidenses en los surtidores de naftas -y los costos aumentarán. De tal suerte que tomaré las medidas necesarias a efectos de minimizar el incremento de los precios provocado por Putin aquí.
Sin embargo, los esfuerzos del propio Biden y el lobby por él ejercitado a la hora de lograr que los principales exportadores en Oriente Medio produzcan más crudo han fracasado. Inicialmente, Washington fue desairado por Arabia Saudí y por los Emiratos Arabes Unidos, únicos exportadores con una capacidad notable de petróleo que aún no ha sido comerciado.
Esos dos países han anunciado que se atendrán a un convenio de producción de crudo firmado en el seno de la OPEP, y con un núcleo de naciones productoras de petróleo lideradas por Rusia.
Los Emiratos Arabes Unidos moderaron su posición poco después, compartido un comunicado dado a conocer la pasada semana, por el Embajador Yousef Al Otaiba: 'Nos pronunciamos por favorecer un incremento de la producción, y alentaremos a la OPEC a que considere niveles de producción más elevados'.
Los Estados del Golfo desairan a Biden
Para empeorar las cosas, el matutino Wall Street Journal informó que el Príncipe de la Corona Saudí, Mohammed bin Salman, en conjunto con el Sheik Mohammed bin Zayed al Nahyan, de Emiratos Arabes, rechazaron en conjunto los pedidos estadounidenses para que conversaran telefónicamente con el presidente Joe Biden. Sin embargo, ambos compartieron conversaciones telefónicas con Vladimir Putin, en la misma semana.
Este desaire contra Biden tuvo lugar en franca contraposición al comportamiento de los sauditas durante 2018, instancia en la que aumentaron las exportaciones de crudo a efectos de estabilizar los precios, luego de que el entonces presidente Donald Trump se retirara del convenio nuclear con Teherán, reimponiendo sanciones contra la República Islámica de Irán.
Saudíes y emiratíes se exhiben hoy desatendidos por la Administración Biden, sobre la que evalúan ha fallado al momento de responder a la recurrente amenaza contra la seguridad de ambos -amenaza encarnada por Irán y sus proxies o ejércitos subsidiarios de milicianos.
Ambos gobiernos se mostraron perturbados por la crítica lanzada por la Administración Biden contra sus intervenciones militares en Yemén, por el congelamiento de la venta de armamento estadounidense a sus fuerzas armadas, y por el retiro -registrado el pasado año- de fuerzas militares americanas y de sistemas de defensa misilística de sus países, en un momento en que ambos debían lidiar con la amenaza constante de aeronaves no-tripuladas y misiles iraníes, incluyendo los vectores lanzados por los hutíes -aliados de Teherán- en Yemén.
Asimismo, la Administración Biden destruyó los puentes de comunicación otrora utilizados con el príncipe de la corona, líder de facto de Arabia Saudí. Durante la campaña presidencial de 2020, Biden prometió tratar como un paria al príncipe, a partir de su responsabilidad en el homicidio del periodista Jamal Khashoggi en 2018.
Finalmente, el destrato ofrecido por la Administración del presidente Joe Biden alentó a sauditas y emiratíes a hacer a un lado sus intereses de seguridad compartidos con los Estados Unidos, para favorecer sus relaciones con Rusia, China e Irán.
Es hora de recalibrar la política de los Estados Unidos hacia Oriente Medio
Toda vez que el gobierno del presidente Biden ha sido veloz a la hora de responsabilizar a Putin por el incremento en los precios de la energía, lo cierto es que fueron sus fallidas políticas energéticas las que también han contribuído con la actual problemática de los precios de los combustibles.
En la práctica, a Administración ha comprometido la seguridad energética de los Estados Unidos, en su comentado apuro por reemplazar los combustibles fósiles con fuentes alternativas -cuya producción no se acelerará lo suficiente para favorecer esa transición, en los próximos tiempos. Ese error se ha vuelto hoy más evidente.
Mientras tanto, el informado interés de la Administración Biden en pos de remitirse al dictador venezolano Nicolás Maduro con miras a obtener más crudo allí, ha multiplicado legítimas preocupaciones. Esta cuestionable opción bien pudo evitarse, de haber mantenido la Administración un vínculo razonable y superador con los reinos petroleros más importantes en Oriente Medio.
El gobierno de Joe Biden habrá de recalibrar su política hacia Oriente Medio, a efectos de obsequiar una mayor prioridad a la seguridad energética, al tiempo que habrá de propiciar una mayor disuasión contra el espectro de amenazas planteadas por Irán, en perjuicio de la seguridad regional.
Acaso entonces pueda depender con una cooperación más abarcativa con los socios de largo plazo de los EE.UU., los cuales han acopiado frecuentes reparos contra las garantías ofrecidas por Washington. Quizás en ese momento, Arabia Saudí y los Emiratos acepten recibir un llamado telefónico de la Casa Blanca.
Artículo original, en inglés
Analista senior en el Centro Douglas y Sarah Allison para Estudios de Política Exterior en la Fundación Heritage. Ha desarrollado numerosos trabajos sobre asuntos relativos al Medio Oriente y sobre terrorismo internacional desde 1978. Es columnista en medios televisivos norteamericanos y ha testificado en comités del congreso estadounidense en relación a temáticas de seguridad internacional.