Alberto & Cristina: confrontación ideológica de superficie, y discrepancias tácticas de fondo
La posibildad de una confrontación ideológica en el seno del justicialismo -protagonizada...
08 de Abril de 2022
La posibildad de una confrontación ideológica en el seno del justicialismo -protagonizada entre adherentes al mismo-, ofrece serias dificultades de objeto de estudio mediando un atisbo de pulcritud.
El sistema de ideas esenciales componen un corpus que ha ido construyéndose a partir de la experiencia concreta en el ejercicio del Poder, construcción sometida a una serie de tensiones particulares: a) No hay, en el justicialismo, obra concluída en tanto sujeta a un dispositivo de ideas con caracteres propios de una 'estructura' ('modo de estar organizadas u ordenadas las partes de un todo', en segunda acepción); b) Esta carencia es funcional al diseño del 'peronismo' como Movimiento, es decir, una organización política que sacrifica la rigidez ideológica a criterio de absorber tanto a fuerzas conservadoras (renuentes a alterar substancialmente el status quo) como a corrientes 'revolucionarias' que confieren a un Estado ultra-regulador-planificador la histórica faena de preparar una intervención severa a la idea de propiedad y propietario, derivada del orden jurídico vigente. Entre ambas alas, se advierte cierto sentido de ubicuidad, plástico y lo suficientemente ambigüo como como para tolerar las exigencias de elasticidad que demanda el objetivo de acceso al gobierno, y concentración de fuerzas para retener el Poder; c) un sistema de generación de instrucciones de carácter 'vertical' derivado del rol del Jefe del Movimiento, quien tiene a su cargo la absorción y neutralización de las energías excedentes, derivadas de la puja por la imposición de la hoja de ruta.
¿Tiene el Presidente una discusión ideológica con quien, en ejercicio de una jefatura avalada por la praxis, lo ungiera para la Primera Magistratura? En primer lugar, hemos de consignar que Alberto Angel Fernández se desempeñó -desde los albores de su carrera- en la tarea de componedor, esto es, de conciliador de energías contradictorias. Es, asimismo, un 'armador' que se propone sumar a renuentes y a todo actor que oponga reparos que no excedan lo 'doctrinario'. El mencionado supo integrar una fórmula con el liberal Domingo Felipe Cavallo, economista hoy demonizado por la dirección actual del justicialismo. El hoy titular del Poder Ejecutivo ha tenido conceptos descalificantes en el pasado reciente con referencia a su Vice,(mereciendo su posterior indulgencia), quien en 2011 se hizo acompañar -en la fórmula que ganara las presidenciales- por un candidato que provenía del liberalismo, así como en las elecciones de 2019, que permitió el retorno al poder del justicialismo, el aporte de un hombre que hiciera sus armas iniciales también en el liberalismo resultó gravitante, y es hoy quien preside la Cámara de Diputados. Si todo aparenta laxitud ideológica y primacía provisoria, las ríspidas relaciones entre Alberto y Cristina deben rastrearse en un terreno ajeno al planteo ideológico.
Si la discrepancia es táctica (opiniones opuestas acerca de los medios, recursos, instrumentos y alternativas para retener en poder en 2023), emergen tres elementos que conviene estimar, previo a avanzar en otras consideraciones -tarea naturalmente dificultosa, dada la contemporaneidad de las conductas y la consecuente fragilidad de la perspectiva que sólo obsequia el transcurso del tiempo.
No es raro que el empoderado, aunque conozca bien la génesis del proceso que lo dotó de una representación delegada, en algún momento se empeñe en legitimar su mandato (y el talento presunto que se valoró al ungirlo), ejerciendo presión en su relación con el poderdante. Alberto podría tensionar la cuerda al punto de ruptura, convencido de que su Vice pone en juego mucho más que él en la hipótesis de crisis terminal del eficiente artefacto electoral del 2019.
El Presidente se propone hacer aquello para lo cual se cree mejor dotado. Se asume como ícono del sentido común al interior del Movimiento: el electorado argentino es mayoritariamente conservador, y la versión de un peronismo moderado sería la apuesta de menor riesgo. La Vice entiende que, en 2023, habrá deslizamientos importantes en ambos Frentes: Cambiemos (hoy, 'Juntos') sufriría una merma notable (cinco puntos porcentuales pueden significar la diferencia entre la gloria y la catástrofe en la Argentina de una eventual segunda vuelta) a manos del fundamentalismo anarco-liberal. A su vez, el justicialismo correría una suerte similar, con el porcentaje de electores que buscarían amparo en la izquierda doctrinaria, más aún cuando -en 2023- casi toda América Latina podría contabilizar gobiernos más o menos cercanos a los programas socialistas.
El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional desempeña, mientras tanto, un rol nada desdeñable. Detrás de la institución de crédito, el Departamento de Estado de los Estados Unidos vela para que su caótico patio permanezca lejos de la voracidad de chinos y rusos. El compromiso firmado representa el plan excepcional diseñado para dejar, en un discreto segundo plano, la escabrosa génesis del mayor crédito otorgado por el Banco en toda su historia. Alberto ha leído encuestas en las que una generosa mayoría consiente lo acordado. Cristina cree que esa opinión se vaporizará cuando la población se enfrente a la cruel realidad que impondran la reducción de los subsidios a la energía y el transporte, sumado ello al plan gradual de contención del déficit fiscal (es decir, la aminoración de la afiebrada impresión de dinero sin respaldo), cuyas primeras e inquietantes consecuencias ya se advierten en el centro de Buenos Aires.
En la superficie de la colección de tensiones entre Presidente y Vice, flota la confrontación ideológica, entretenimiento valorado por nuestros connacionales, aunque ciertamente opacado por la pobreza de los argumentos esgrimidos, y rescatado por su confortable maridaje con las sobremesas.
En el fondo, la discrepancia táctica impone una fría paradoja: el aplastante triunfo de una de las corrientes decidirá el fracaso de la estrategia. A los efectos de arribar al 2023 con la esperanza de renovar el mandato, con Fernández o sin él, la única alternativa en el horizonte es la conciliación, dicho apropiadamente, la recíproca renuncia de tramos del itinerario que cada sector estime más inteligente. La idea de Movimiento, dado su carácter inherentemente proteico, puede fusionar las disidencias en una síntesis superadora, aunque invariablemente sujeta al concepto de equilibrio inestable.
Un antiperonista genial compartió versos que bien servirían para describir la situación esbozada: el espanto común puede sostener amores fugaces y, aún así, finalmente memorables.
El sistema de ideas esenciales componen un corpus que ha ido construyéndose a partir de la experiencia concreta en el ejercicio del Poder, construcción sometida a una serie de tensiones particulares: a) No hay, en el justicialismo, obra concluída en tanto sujeta a un dispositivo de ideas con caracteres propios de una 'estructura' ('modo de estar organizadas u ordenadas las partes de un todo', en segunda acepción); b) Esta carencia es funcional al diseño del 'peronismo' como Movimiento, es decir, una organización política que sacrifica la rigidez ideológica a criterio de absorber tanto a fuerzas conservadoras (renuentes a alterar substancialmente el status quo) como a corrientes 'revolucionarias' que confieren a un Estado ultra-regulador-planificador la histórica faena de preparar una intervención severa a la idea de propiedad y propietario, derivada del orden jurídico vigente. Entre ambas alas, se advierte cierto sentido de ubicuidad, plástico y lo suficientemente ambigüo como como para tolerar las exigencias de elasticidad que demanda el objetivo de acceso al gobierno, y concentración de fuerzas para retener el Poder; c) un sistema de generación de instrucciones de carácter 'vertical' derivado del rol del Jefe del Movimiento, quien tiene a su cargo la absorción y neutralización de las energías excedentes, derivadas de la puja por la imposición de la hoja de ruta.
¿Tiene el Presidente una discusión ideológica con quien, en ejercicio de una jefatura avalada por la praxis, lo ungiera para la Primera Magistratura? En primer lugar, hemos de consignar que Alberto Angel Fernández se desempeñó -desde los albores de su carrera- en la tarea de componedor, esto es, de conciliador de energías contradictorias. Es, asimismo, un 'armador' que se propone sumar a renuentes y a todo actor que oponga reparos que no excedan lo 'doctrinario'. El mencionado supo integrar una fórmula con el liberal Domingo Felipe Cavallo, economista hoy demonizado por la dirección actual del justicialismo. El hoy titular del Poder Ejecutivo ha tenido conceptos descalificantes en el pasado reciente con referencia a su Vice,(mereciendo su posterior indulgencia), quien en 2011 se hizo acompañar -en la fórmula que ganara las presidenciales- por un candidato que provenía del liberalismo, así como en las elecciones de 2019, que permitió el retorno al poder del justicialismo, el aporte de un hombre que hiciera sus armas iniciales también en el liberalismo resultó gravitante, y es hoy quien preside la Cámara de Diputados. Si todo aparenta laxitud ideológica y primacía provisoria, las ríspidas relaciones entre Alberto y Cristina deben rastrearse en un terreno ajeno al planteo ideológico.
Si la discrepancia es táctica (opiniones opuestas acerca de los medios, recursos, instrumentos y alternativas para retener en poder en 2023), emergen tres elementos que conviene estimar, previo a avanzar en otras consideraciones -tarea naturalmente dificultosa, dada la contemporaneidad de las conductas y la consecuente fragilidad de la perspectiva que sólo obsequia el transcurso del tiempo.
No es raro que el empoderado, aunque conozca bien la génesis del proceso que lo dotó de una representación delegada, en algún momento se empeñe en legitimar su mandato (y el talento presunto que se valoró al ungirlo), ejerciendo presión en su relación con el poderdante. Alberto podría tensionar la cuerda al punto de ruptura, convencido de que su Vice pone en juego mucho más que él en la hipótesis de crisis terminal del eficiente artefacto electoral del 2019.
El Presidente se propone hacer aquello para lo cual se cree mejor dotado. Se asume como ícono del sentido común al interior del Movimiento: el electorado argentino es mayoritariamente conservador, y la versión de un peronismo moderado sería la apuesta de menor riesgo. La Vice entiende que, en 2023, habrá deslizamientos importantes en ambos Frentes: Cambiemos (hoy, 'Juntos') sufriría una merma notable (cinco puntos porcentuales pueden significar la diferencia entre la gloria y la catástrofe en la Argentina de una eventual segunda vuelta) a manos del fundamentalismo anarco-liberal. A su vez, el justicialismo correría una suerte similar, con el porcentaje de electores que buscarían amparo en la izquierda doctrinaria, más aún cuando -en 2023- casi toda América Latina podría contabilizar gobiernos más o menos cercanos a los programas socialistas.
El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional desempeña, mientras tanto, un rol nada desdeñable. Detrás de la institución de crédito, el Departamento de Estado de los Estados Unidos vela para que su caótico patio permanezca lejos de la voracidad de chinos y rusos. El compromiso firmado representa el plan excepcional diseñado para dejar, en un discreto segundo plano, la escabrosa génesis del mayor crédito otorgado por el Banco en toda su historia. Alberto ha leído encuestas en las que una generosa mayoría consiente lo acordado. Cristina cree que esa opinión se vaporizará cuando la población se enfrente a la cruel realidad que impondran la reducción de los subsidios a la energía y el transporte, sumado ello al plan gradual de contención del déficit fiscal (es decir, la aminoración de la afiebrada impresión de dinero sin respaldo), cuyas primeras e inquietantes consecuencias ya se advierten en el centro de Buenos Aires.
En la superficie de la colección de tensiones entre Presidente y Vice, flota la confrontación ideológica, entretenimiento valorado por nuestros connacionales, aunque ciertamente opacado por la pobreza de los argumentos esgrimidos, y rescatado por su confortable maridaje con las sobremesas.
En el fondo, la discrepancia táctica impone una fría paradoja: el aplastante triunfo de una de las corrientes decidirá el fracaso de la estrategia. A los efectos de arribar al 2023 con la esperanza de renovar el mandato, con Fernández o sin él, la única alternativa en el horizonte es la conciliación, dicho apropiadamente, la recíproca renuncia de tramos del itinerario que cada sector estime más inteligente. La idea de Movimiento, dado su carácter inherentemente proteico, puede fusionar las disidencias en una síntesis superadora, aunque invariablemente sujeta al concepto de equilibrio inestable.
Un antiperonista genial compartió versos que bien servirían para describir la situación esbozada: el espanto común puede sostener amores fugaces y, aún así, finalmente memorables.
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@Atlante2008
Sobre Sergio Julio Nerguizian
De profesión Abogado, Sergio Julio Nerguizian oficia de colaborador en El Ojo Digital (Argentina) y otros medios del país. En su rol de columnista en la sección Política, explora la historia de las ideologías en la Argentina y el eventual fracaso de éstas. Sus columnas pueden accederse en éste link.