Argentina: ¿entre lo Viejo y lo Nuevo?
En una breve nota escrita hacia 1930, encabezada bajo el título genérico de 'Pasado y presente'...
12 de Abril de 2022
En una breve nota escrita hacia 1930, encabezada bajo el título genérico de 'Pasado y presente', e incluída en el segundo tomo de la edición Gerratana de sus célebres Cuadernos de la Cárcel, Antonio Gramsci nos lega una de las metáforas más penetrantes –y multicitadas- a la hora de pensar una situación social extrema.
Dice allí el marxista italiano: 'La crisis consiste, precisamente, en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno, se verifican los fenómenos morbosos más variados'.
La imagen viene a cuento porque la Argentina actual se acomoda demasiado bien a esa aforística descripción en, al menos, dos planos fundamentales. Por un lado, en un nivel estructural, nuestro país padece la crisis terminal de un esquema de (des)organización económica que –entre otros múltiples adeudos- ya no es capaz de entregar las mínimas prestaciones para la reproducción de la vida material de vastos y cada vez más vulnerables sectores de la población. Por otro lado, en el plano político, el actual trance crítico toma la forma de una irresuelta competencia por el liderazgo de dos coaliciones que en los últimos años se han mostrado aptas para conformar exitosas alternativas electorales de gobierno, pero que desembocaron (y están desembocando) en sendos fracasos en el manejo gubernamental.
Por cierto, la obviedad que subyace a esta distinción es que ambos planos tienen autonomía relativa, pero a su vez están estrechamente vinculados por diferentes canales de recíproca influencia; en particular, cabe subrayar que buena parte de la confrontación para definir candidaturas de cara al 2023 involucra centralmente la definición de una visión de conjunto, el diseño de políticas concretas y la producción de una narrativa de futuro con la que se pretende superar la larga serie de frustraciones ancladas en el nivel socioeconómico.
Esta caracterización elemental nos permite desplazar la discusión del escenario de los vínculos personales, que toma ribetes definitivamente estrambóticos en la relación entre el presidente y su vice, y ubicar nuestros pesares en una dimensión algo más compleja. En todo caso, la mala química entre algunos dirigentes es un condimento adicional que profundiza las grietas, que obtura los necesarios diálogos, que bloquea eventuales convergencias, y que, en general, coadyuva a empeorar nuestros desbarajustes de variada laya, pero no son la causa de nuestros pesares. Por eso, tampoco las soluciones vendrán de buenas intenciones y de remedios ingenuos: 'Alberto y Cristina tienen que sentarse a tomar un café, y ponerse de acuerdo'.
Por estos días, y más allá de sus sinuosas personalidades, 'Alberto' y 'Cristina' se han convertido en los mascarones simbólicos de proa de dos divergentes proyectos de poder, con perfiles difusos pero reconocibles, al interior del variopinto conglomerado peronista. Y esa confrontación marca el paso de un efervescente 'estado deliberativo' en las entrañas del oficialismo, donde se discuten desde medidas puntuales de coyuntura para enfrentar el día a día económico, hasta un variado menú de alquimias político-electorales con miras a la próxima carrera presidencial, e incluso más allá.
Pero nos engañaríamos feo si pensáramos que estas discrepancias comenzaron ayer a la tarde. En gran medida, la abrupta debacle del gobierno de Macri, el triunfo electoral de 2019, y luego la pandemia y la larga cuarentena, pusieron en el congelador (y hasta nos hicieron olvidar), que no mucho tiempo antes de cerrar las listas que llevarían a Alberto Fernández a la presidencia, un diverso y encumbrado conjunto de dirigentes intentaron construir una coalición peronista no-kirchnerista. Esa 'alternativa federal' –Lavagna, Massa, Pichetto, Schiaretti, Urtubey, etc.- no alcanzó a cuajar en su momento, pero la movida tiene cimientos muy profundos, que datan por lo menos de la década previa. En la actualidad, la licuadora política argentina vuelve a acercar posiciones entre esos intérpretes en torno a una partitura que cada vez se escucha con mayor insistencia en corrillos y conciliábulos del Frente de Todos: el modelo económico del populismo kirchnerista está irremisiblemente agotado, y el peronismo tiene que forjar otro proyecto, si aspira a constituirse en opción efectiva de poder.
Mientras tanto, la relectura del viejo Gramsci nos recuerda una verdad vieja como el sol: 'la crisis… que hoy nos abruma está ligada precisamente al hecho de que este proceso… se produce caóticamente, sin un plan bien estudiado, sin principios claros y precisos'. Y de eso se trata, precisamente: de elaborar un buen plan, a fuerza de 'principios claros y precisos'.
Dice allí el marxista italiano: 'La crisis consiste, precisamente, en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno, se verifican los fenómenos morbosos más variados'.
La imagen viene a cuento porque la Argentina actual se acomoda demasiado bien a esa aforística descripción en, al menos, dos planos fundamentales. Por un lado, en un nivel estructural, nuestro país padece la crisis terminal de un esquema de (des)organización económica que –entre otros múltiples adeudos- ya no es capaz de entregar las mínimas prestaciones para la reproducción de la vida material de vastos y cada vez más vulnerables sectores de la población. Por otro lado, en el plano político, el actual trance crítico toma la forma de una irresuelta competencia por el liderazgo de dos coaliciones que en los últimos años se han mostrado aptas para conformar exitosas alternativas electorales de gobierno, pero que desembocaron (y están desembocando) en sendos fracasos en el manejo gubernamental.
Por cierto, la obviedad que subyace a esta distinción es que ambos planos tienen autonomía relativa, pero a su vez están estrechamente vinculados por diferentes canales de recíproca influencia; en particular, cabe subrayar que buena parte de la confrontación para definir candidaturas de cara al 2023 involucra centralmente la definición de una visión de conjunto, el diseño de políticas concretas y la producción de una narrativa de futuro con la que se pretende superar la larga serie de frustraciones ancladas en el nivel socioeconómico.
Esta caracterización elemental nos permite desplazar la discusión del escenario de los vínculos personales, que toma ribetes definitivamente estrambóticos en la relación entre el presidente y su vice, y ubicar nuestros pesares en una dimensión algo más compleja. En todo caso, la mala química entre algunos dirigentes es un condimento adicional que profundiza las grietas, que obtura los necesarios diálogos, que bloquea eventuales convergencias, y que, en general, coadyuva a empeorar nuestros desbarajustes de variada laya, pero no son la causa de nuestros pesares. Por eso, tampoco las soluciones vendrán de buenas intenciones y de remedios ingenuos: 'Alberto y Cristina tienen que sentarse a tomar un café, y ponerse de acuerdo'.
Por estos días, y más allá de sus sinuosas personalidades, 'Alberto' y 'Cristina' se han convertido en los mascarones simbólicos de proa de dos divergentes proyectos de poder, con perfiles difusos pero reconocibles, al interior del variopinto conglomerado peronista. Y esa confrontación marca el paso de un efervescente 'estado deliberativo' en las entrañas del oficialismo, donde se discuten desde medidas puntuales de coyuntura para enfrentar el día a día económico, hasta un variado menú de alquimias político-electorales con miras a la próxima carrera presidencial, e incluso más allá.
Pero nos engañaríamos feo si pensáramos que estas discrepancias comenzaron ayer a la tarde. En gran medida, la abrupta debacle del gobierno de Macri, el triunfo electoral de 2019, y luego la pandemia y la larga cuarentena, pusieron en el congelador (y hasta nos hicieron olvidar), que no mucho tiempo antes de cerrar las listas que llevarían a Alberto Fernández a la presidencia, un diverso y encumbrado conjunto de dirigentes intentaron construir una coalición peronista no-kirchnerista. Esa 'alternativa federal' –Lavagna, Massa, Pichetto, Schiaretti, Urtubey, etc.- no alcanzó a cuajar en su momento, pero la movida tiene cimientos muy profundos, que datan por lo menos de la década previa. En la actualidad, la licuadora política argentina vuelve a acercar posiciones entre esos intérpretes en torno a una partitura que cada vez se escucha con mayor insistencia en corrillos y conciliábulos del Frente de Todos: el modelo económico del populismo kirchnerista está irremisiblemente agotado, y el peronismo tiene que forjar otro proyecto, si aspira a constituirse en opción efectiva de poder.
Mientras tanto, la relectura del viejo Gramsci nos recuerda una verdad vieja como el sol: 'la crisis… que hoy nos abruma está ligada precisamente al hecho de que este proceso… se produce caóticamente, sin un plan bien estudiado, sin principios claros y precisos'. Y de eso se trata, precisamente: de elaborar un buen plan, a fuerza de 'principios claros y precisos'.
* El autor, Antonio Camou, es Profesor del Departamento de Sociología (UNLP) y docente de postgrado de la Universidad de San Andrés. Las opiniones son a título personal.