INTERNACIONALES: GIL BARNDOLLAR & JUSTIN LOGAN

Ucrania tiene derecho a luchar por su supervivencia, pero los EE.UU. no pueden asumir un riesgo ilimitado para asistirla

En medio de la concurrencia de crímenes de guerra rusos y las victorias de Ucrania...

14 de May de 2022

 

En medio de la concurrencia de crímenes de guerra rusos y las victorias de Ucrania, hay cada vez más llamados de parte de los Estados Unidos de América y Occidente en general, a efectos de que la política exterior de estos últimos se tercerice hacia Kiev.

Estados Unidos, Joe BidenEn una conferencia de prensa ofrecida durante el mes de abril, el asesor de seguridad nacionalJake Sullivansugirió que esta ya era la política estadounidense. Ha declarado Sullivan: 'Entendemos que nuestro trabajo es apoyar a los ucranianos. Ellos establecerán los objetivos militares, los objetivos en la mesa de negociación (...) No vamos a definir el resultado de esto para ellos. Depende de ellos definirlo, y de nosotros respaldarlos'.

Esta idea es errónea, y potencialmente peligrosa. Por el bien del interés nacional y de la más elemental prudencia, ningún país debe tercerizar su política sobre Ucrania, en Ucrania

El respaldo de Occidente a Ucrania ha sido una condición necesaria para la supervivencia de ese país. Si Kiev desea contar con una asistencia de índole crítica de parte de Occidente, también habrá de escuchar sus consejos. La asistencia estadounidense lo consigna en esta guerra y crea un interés americano en los términos del desenlace del conflicto.

Sin embargo, ese interés estadounidense en Ucrania obviamente no es comparable al interés de los propios ucranianos en la supervivencia nacional, a la integridad territorial y a la futura autonomía de la política exterior. Washington necesita comunicar claramente a Kiev sus propios objetivos estratégicos y los costos que la ciudadanía estadounidense estaría dispuesta a asumir para alcanzarlos.

Mientras Ucrania sufre notoriamente, los ciudadanos en Occidente también están pagando el costo de la guerra. Esto se divide en dos categorías principales: perjuicios económicos y riesgos de escalada.

La perspectiva de una grave desaceleración económica mundial crece día a día, con sanciones contra la Federación Rusa que contribuyen marcadamente a disparar los precios de la energía, particularmente en la Unión Europea. Los hogares británicos vieron como los precios de la gasolina aumentaron un 54% recientemente, y existen pocas razones para esperar un alivio en el corto plazo. El sufrimiento estadounidense frente a los combustibles es menos dramático, pero igual de concreto. Asimismo, las exportaciones interrumpidas de trigo, aceite de girasol y fertilizantes amenazan las cadenas de suministro de alimentos a los países ubicados en el sur del mundo.

Suponer que esos crecientes costos pueden ser afrontados por siempre, es una práctica política equivocada.

Si bien la guerra eventualmente llegará a su fin, las señales actuales consignan que es probable que la misma persistirá por otros cuántos meses. Conforme lo concluyera un reciente análisis -publicado en el matutino Wall Street Journal-, 'los contraataques ucranianos y el  nuevo despliegue de Moscú hacia Donbas en el este de Ucrania sugieren que ambas partes creen que pueden ganar, por lo que es poco probable que las conversaciones de paz den como resultado un acuerdo en el corto plazo (...) Esta podría ser la receta para un conflicto prolongado'.

Los costos económicos palidecen en comparación con los riesgos de una eventual escalada, con un intercambio nuclear como plausible etapa final de cualquier confrontación entre los Estados Unidos de América y la Federación Rusa. El riesgo de escalada es potencialmente administrable, pero se ha elevado; tanto debido a las exigencias planteadas por el presidente Volodymyr Zelensky, como por los errores retóricos del presidente Joe Biden.


El llamado del presidente ucraniano para propiciar una zona de exclusión aérea en los albores del conflicto habría llevado a los EE.UU. y a cualquier miembro de la OTAN que lo hubiera apoyado, a una guerra de facto con Rusia. Biden debería dejarle claro a Zelensky que los EE.UU. no lucharán contra Rusia por Ucrania, y que el apetito americano por incurrir en riesgos en nombre de Ucrania ya se encuentra en el límite de lo tolerable.

Aún cuando Biden ha dicho esto varias veces, su errática retórica le ha obsequiado una cuota adicional de incertidumbre a un escenario ya de por sí volátil.

La voluntad occidental de correr riesgos en nombre de Ucrania no es, ni puede ser, ilimitada. Los niveles de gasto de recursos de Washington y los riesgos asumidos deben coincidir con los objetivos estratégicos de los EE.UU. El hecho desafortunado explicita que, más de dos meses después de que iniciada la guerra, no está claro qué resultado persigue la política estadounidense.

¿Buscan acaso los EE.UU. garantizar la independencia de Ucrania, destruir el poder militar convencional ruso, o bien provocar un cambio de régimen en Moscú? Si la Casa Blanca tiene una respuesta, aún tiene pendiente la misión de expresarla con claridad.

Por su parte, el objetivo estratégico de Ucrania se parece cada vez más a una derrota total de Rusia, quizás para incluir incluso una eventual reconquista de Crimea. Esto no solo requeriría que Occidente asuma grandes riesgos y padezca dificultades económicas durante un tiempo más extendido, sino que también plantearía la cuestión de cómo reaccionaría probablemente la Rusia de Vladimir Putin, viéndose enfrentada a una gran derrota.


¿Esperamos que Putin, el hombre a cargo del arsenal nuclear estratégico más grande del mundo, de quién escuchamos regularmente que es un psicótico, o sobre quien se afirma es una persona desconectada de la realidad, vea la derrota absoluta con justicia? ¿O es acaso algo mucho más oscuro, como el uso de armas nucleares tácticas en Ucrania, una posibilidad real?

Otorgar un cheque en blanco a un socio más débil con sus propios intereses nunca es una estrategia razonable para gobernar. Los Estados Unidos pueden gestionar los riegos de una escalada en Ucrania. Sin embargo, Washington -como facilitador clave de la defensa de Ucrania-, puede y debe opinar sobre cuándo y cómo debe terminar esta guerra.


Gil Barndollar se desempeña como académico titular en Defense Priorities; Justin Logan es también académico titular en el think tank estadounidense The Cato Institute, en Washington, D.C.