INTERNACIONALES: PHILIP GIRALDI | REALPOLITIK

¿Hacia un mundo en guerra?

Recuerda uno que, cuando la fiebre belicista se vio amplificada, exigiéndose la intervención...

14 de Junio de 2022

 

Recuerda uno que, cuando la fiebre belicista se vio amplificada, exigiéndose la intervención de la Gran Bretaña imperial en la guerra ruso-turca de 1877, una canción cobró popularidad en todos los auditorios; su letra rezaba: 'No deseamos pelear pero, por Jingo, si debemos hacerlo, tenemos los barcos, tenemos los hombres, y también el dinero' ('We don’t want to fight, But by Jingo if we do, We’ve got the ships, we’ve got the men, we’ve got the money too').

Joe Biden, Errores, Philip GiraldiSi tal evento le resulta a Usted familiar, pues así debe ser, conforme los Estados Unidos han protagonizado un 'jingoísmo' extremo, desde 2001. Cualquier rechazo contra el 'orden internacional basado en reglas' y tutelado policialmente por el 'líder del mundo libre', Washington, ha derivado en reprimendas inmediatas en forma de sanciones, luego seguidas de intervenciones militares. En algunos casos, como en Afganistán, Irak, Libia y Siria, el resultado buscado por la intervención armada fue propiciar cambios de régimen. Y todo se ha hecho con la idea de promocionar 'libertad' y 'democracia', argumento que perfectamente podría ser disputado por los millones de muertos -principalmente, musulmanes- que han debido padecer las consecuencias.

De tal suerte que los Estados Unidos de América se han comportado como un país -al igual que su mejor amigo, Israel- que, en apariencia, se encuentra involucrado en un estado de guerra a perpetuidad. Y, ¿qué hay de nuevo? Lo novedoso es que, bajo el presidente Joe Biden, ha habido una 'Diplomacia Cero', mediando la agitación recurrente del palo. A efectos de citar otro bon mot, de parte de uno de mis autores favoritos, Raymond Chandler -creador del investigador privado Philip Marlowe-: 'Cuando se encuentre Usted prisionero de la duda, convoque a dos hombres para derribar la puerta, armas en mano'.

Pero nadie debe preocuparse. Los proverbiales dos hombres de Chandler, y mucho más hombres como ellos, se encuentran ahora en Ucrania en modalidad encubierta, entrenando a ucranianos para que aprendan a utilizar los maravillosos juguetes que, fabricados por Raytheon y Lockheed, el Tío Joe les ha enviado. Los mencionados trabajan mancomunadamente junto con una mayoría de asesores de tinte neoconservador, para ofrecerle coaching al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, quien es protegido las veinticuatro horas por fuerzas especiales británicas y estadounidenses. Los coachers le ordenan al ucraniano qué decir y qué hacer, en oportunidad de su estridente arenga internacional para amplificar el alcance de la guerra. Si este consorcio resulta exitoso y se las arregla para echar a pique uno o dos navíos rusos utilizando misiles Harpoon, lo cual Zelensky amenaza, precisamente, con hacer, pues entonces la guerra subsidiaria o proxy de los Estados Unidos versus Rusia podría volverse real. Mientras tanto, se ha conocido que la familia de Zelensky se encuentra en perfecto estado, refugiada en un complejo habitacional valuado en US$ 8 millones, en el Estado de Israel. De igual modo, el mandatario ucraniano cuenta con una propiedad valuadas en varios millones de dólares en la periferia de Miami, y otra en la Toscana italiana. ¿Quién hubiese creído que ser presidente de una de las naciones más pobres de Europa involucraría semejante suntuosidad material?

Caitlin Johnstone, periodista australiana que contabiliza una importantísima audiencia en múltiples países, opina que, posiblemente, Biden sea el peor presidente de la historia de los Estados Unidos, peor incluso que su vilipendiado predecesor, Donald Trump. En un reciente artículo, la periodista evalúa que los monumentales fallos de Biden son increíblemente peligrosos. Escribe Johnstone: 'Impedir una guerra nuclear es la principal, y única, responsabilidad de un presidente estadounidense. Es tan importante, que ni siquiera uno debiera hablar del tema, porque es, con total evidencia, la prioridad fundamental. Y la presente Administración americana ha arrojado los dados para definir la ocurrencia o no de un conflicto nuclear, repitiendo esta acción con una frecuencia casi diaria. Aún si la humanidad sobreviviese al conflicto actual (y, al parecer, un conflicto con China se aproxima), Biden continuará siendo el mandatario que permitió que toda alternativa se volviese más probable. No hay excusa alguna para dejar toda la vida terrestre al azar, como lo está haciendo hoy'.

En efecto, uno de los más recientes trucos de Joe Biden consistió en declarar que los Estados Unidos irían a la guerra con China para proteger a Taiwan, si acaso Pekín se envalentonara como para tomar el control de la provincia rebelde. Pero la política establecida en el ámbito estadounidense exige mantener una 'ambigüedad estratégica' de cara a ese problema -solución diplomática creada en 1979, para ayudar a impedir cualquier provocación por alguna de las partes que, a la postre, derive en una guerra perceptible. Joe parece haber perdido de vista esa realidad, si es que alguna vez la entendió, aún cuando la Casa Blanca emitió una rápida corrección tras la aparente gaffe, argumentando en un comunicado que la defensa automática de Taiwan no era una política oficial. Por ahora.

Sin embargo, mi maniobra favorita de parte de la Administración Biden, si alguien acaso cree que la misma es capaz de administrar algo más dinámico que un puesto de comercio de hot dogs, es su última señal amistosa hacia Israel. El reciente homicidio -ejecutado por un tirador militar- de la periodista palestinoamericana Shireen Abu Akleh, que fuera seguido por un humillante espectáculo de violencia policial en el funeral de la víctima y, luego, en otro funeral palestino, terminó con algunas criaturas en el congreso estadounidense exigiendo una investigación sobre lo actuado por Israel. El gobierno y el ejército israelíes se rehusaron a ofrecer explicaciones, y la Casa Blanca hizo de cuenta que nada había para ver ni considerar sobre el particular. Benny Gantz, Ministro de Defensa de Israel, visitó recientemente Washington. No obstante, el asunto de la ciudadana estadounidense asesinada ni siquiera fue protagonista, mientras funcionarios estadounidenses de primer nivel se despachaban en declaraciones de amor y lealtad hacia el Estado de Israel, al que pronto visitará Biden. El presidente estadounidense ignorará el hecho de que Israel celebrará su visita mientras formula la más importante eyección de residentes palestinos en veinte años.

El hecho de que los Estados Unidos hayan sido la principal fuente de dinero, armamento y encubrimiento político para Israel desde 1967, sino antes, no puede disputarse; es resultado de la corruptela del gobierno de los EE.UU. en todos sus niveles, y por el modo en que grupos y multimillonarios eufemísticamente descritos como el 'lobby israelí' los han corrompido. Criminales de guerra de la talla de Ariel Sharon y Benjamin Netanyahu han hecho alarde del control que ejercen sobre el Congreso estadounidense y sobre la Casa Blanca, así como también sobre los medios de comunicación, y cada vez que Israel incurre en un hecho atroz, la única réplica que proviene de Washington tiene lugar en forma de más fondos. A Israel el encantaría que los EE.UU. peleen también sus guerras, por ejemplo, atacando a Irán. Sin embargo, y de alguna manera, ni una intervención militar ni un cambio de régimen -más allá de unos cuántos asesinatos- aún no han tenido lugar.

De todos modos, ahora todo eso podría estar cambiando, a raíz de una combinatoria formulada por las tropelías de Biden y por el notorio desprecio de Israel por el pueblo de los Estados Unidos de América, al que ha estado parasitando desde que su Estado consolidó su creación. Por primera vez, los EE.UU. han tomado parte, de un ejercicio militar de gran escala junto a Israel; esto sucedió el 18 de mayo pasado, y comportó una simulación para atacar a Irán, empleando aeronaves de la fuerza aérea estadounidense para optimizar la capacidad israelí de mantener en vuelo a sus jets de combate; de esta manera, se consolidaría su superioridad aérea sobre los persas. Se trató de un juego de guerra en el más literal sentido de la palabra, aún cuando las aeronaves americanas no cargaron combustible en las israelíes. Básicamente, el ejercicio certificó el compromiso de los Estados Unidos de participar en asistencia de Tel Aviv, si los israelíes decidieran arrojar los dados y ver qué tal les va con un ataque militar sobre bases aéreas iraníes y supuestos sitios de almacenamiento de material nuclear.


Adicionalmente, olfateo una probable operación de falsa bandera o false flag, si es que el ejercicio de referencia se reitera -y seguramente se repetirá. ¿Qué sucedería si una de las aeronaves estadounidenses que tomasen parte de un futuro ejercicio fuera derribada en un incidente orquestado por Israel, y que luego sería atribuído a la República Islámica de Irán? Siendo que esas maniobras se llevarán a cabo, presumiblemente, sobre el Mar Mediterráneo, en litoral marítimo que Israel ha usurpado inter alia a Gaza y que hoy controla, el arrastrar a Irán hacia esta ecuación podría ser difícil, pero posible de ser tutelado con la inteligencia y el hubris suficiente -todo lo cual le sobra a los israelíes. El hecho de que Israel no dudaría en derramar sangre de estadounidenses para defender sus intereses percibidos no debería ser puesto en duda, por nadie. Obsérvense, a tal efecto, los dos ataques en formato false flag israelíes contra los Estados Unidos, el incidente del bombardeo contra Lavon en 1954, y el sangriento ataque contra el navío USS Liberty en 1967 -evento que puso fin a la vida de 34 marineros estadounidenses, hiriendo a más de un centenar, en un intento por echar a pique el barco y asesinar a toda su tripulación. Este es el Israel que los Estados Unidos han alimentado, casi como una serpiente que, trasladándose junto a su amo, siempre estará dispuesta a morderlo.

Retomando la observación de Caitlin Johnstone, los EE.UU. están hoy en serios problemas. Visiblemente ya, su economía se hunde, mientras la calidad de vida de sus ciudadanos se desmorona, y así seguirá siendo, mientras el gasto militar crece y su base industrial y sistema educativo ya han dejado de ser competitivos -habrá que agradecer a la cultura progresista. Contamos hoy con un gobierno psicopático que nos está conduciendo al precipicio de la guerra frente a otras potencias nucleares. Lo que los estadounidenses necesitamos no es otra guerra, sino un fin de los conflictos; particularmente, poner término a aquellos que, de alguna manera, pueden matarnos a todos nosotros. En lugar de ello, hemos de intensificar la presión para poner fin a la guerra en Ucrania a través de negociaciones; hemos de dejar de alimentar a Zelensky con armamento y fondos. Hemos de dejar a China en paz, y de dejar de ser el socio pelele de Israel contra Irán, en territorio sirio. Hemos de buscar llevarnos bien con nuestros competidores. En efecto, esto podría etiquetarse como un mundo difícil y novedoso: una nación en paz consigo misma, y trabajando fundamentalmente para explorar beneficios para su pueblo -algo que muy rara vez hemos venido haciendo desde 1945.


Artículo original, en inglés


 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.