INTERNACIONALES: DOUG BANDOW

El Japón busca dar pelea, tras las amenazas contra Ucrania y Taiwan

Con independencia de lo que pueda afirmarse en relación al enfoque del primer ministro japonés Fumio Kishida...

02 de Julio de 2022

 

Con independencia de lo que pueda afirmarse en relación al enfoque del primer ministro japonés Fumio Kishida con respecto a la seguridad de su país en este momento, lo cierto es que esa postura se exhibe más proactiva de lo que lo ha sido en muchos años.

Fumio Kishida, Japón, Seguridad internacional, Asia, Asia-PacíficoKishida, quien fuera elegido en octubre de 2021, señaló que podría asistir a la cumbre de la OTAN a finales del mes en curso. Eso no es tan sorprendente como parece. El mes pasado, la secretaria de Relaciones Exteriores británica, Liz Trussse refirió a la necesidad de 'una OTAN global' a criterio de abordar la seguridad del cuadrante Indo-Pacífico.

Sin embargo, las mismas son diligencias de tontos. El Japón no será una potencia europea, y debería centrarse en construir sus defensas contra la República Popular China y Corea del Norte. Los europeos no desplegarán una flota seria en el Pacífico. Antes, bien, deberían centrarse en crear ejércitos que actúen como algo más que reductores de velocidad ante el caso de que Rusia atacara.

Tokio explicó que Kishida esperaba coordinar mejor la política de Rusia con la OTAN. Sin embargo, si Tokio no tiene ayuda militar que ofrecer, ¿para qué molestarse? La cooperación en materia de sanciones puede concertarse por vía telefónica.


Kishida podría esperar sumar puntos con la Administración Biden. Pero lo más importante es cumplir la promesa del gobernante Partido Liberal Democrático de aumentar el gasto militar, lo que requiere construir apoyo político interno para consolidar un rol más activo en la defensa de las aguas del Pacífico en Asia del Este. China y, en menor medida, la República Popular Democrática de Corea, no Rusia, deberían ser la principal preocupación de Tokio.

Hasta cierto punto, Kishida reconoció esto implícitamente, en sus comentarios en el Shangri-La Dialogue en Singapur, un par de semanas atrás. Sin mencionar directamente a la OTAN, el líder político nipón señaló que planea lanzar un nuevo 'plan para la paz' libre y abierto en el Indo-Pacífico de cara a la próxima primavera, que se centrará en reforzar las defensas en la región, incluídas las capacidades de ataque preventivo. Asimismo, Tokio proporcionará asistencia para el desarrollo, lanchas patrulleras, capacidades de aplicación de la ley marítima, 'y otro tipo de asistencia a los países del sudeste asiático y el Pacífico –donde China está tratando de aumentar su influencia– para ayudarlos a protegerse mejor', de acuerdo a cables de la agencia Associated Press.

'Ucrania hoy puede ser Asia del Este mañana', advirtió Kishida, en su discurso de apertura.

Esto es importante porque, si bien Pekín ha consolidado progresos en capacidades militares a lo largo de los últimos años, los Estados amigos no han hecho lo propio. Taipei se encuentra más vulnerable y, por lo tanto, culpable, al no 'garantizar que Taiwán pueda aprovechar su geografía, tecnología avanzada, mano de obra y el patriotismo de su población, a efectos de canalizar las ventajas inherentes de Taiwán necesarias para una defensa resistente'.


Corea del Sur se enfrenta a importantes desafíos de defensa y, a pesar de su abrumadora ventaja económica sobre Corea del Norte, continúa dependiendo del apoyo militar de los Estados Unidos de América.

Japón es el aliado estadounidense más rico, y podría hacer más. A lo largo de la Guerra Fría, Tokio se enfrentó a la Unión Soviética, que ocupó territorio japonés, a la República Popular China, un manicomio nacional bajo Mao Zedong, y a Corea del Norte, responsable de llevar a la península de Corea a la guerra. Sin embargo, el Japón limitó rígidamente sus gastos militares al 1% del PIB, contando con los EE.UU. para garantizar su seguridad. Nada cambió, incluso cuando el presidente chino y el secretario general del Partido Comunista, Xi Jinping, recurrieron a una brutal represión en casa, y a la truculencia en el exterior. Imagínese cada quien, la diferencia en el equilibrio de poder regional, si Tokio hubiera dedicado anualmente del 2 al 3 por ciento del PIB a la defensa durante los últimos diez o veinte años.

Kishida y su Partido Liberal Democrático presionan hoy al gobierno para que aumente la inversión militar del 1 al 2 por ciento del PIB. Seguir esta sencilla recomendación sería un notable paso adelante. Haciendo más –eventualmente asumiendo la responsabilidad de su propia defensa–, para Tokio sería mucho más importante que el adoptar una pose ostentosa contra Moscú.

Las ambiciones de Truss en el Pacífico son, de todos modos, erróneas equivocadas. Los miembros europeos de la OTAN han sido aún más irresponsables que Tokio. A lo largo de la Guerra Fría y más allá, los europeos no invirtieron lo suficiente en defensa, seguros de que Washington los rescataría.

Diecinueve miembros de la OTAN dedican menos del 2% del PIB a la defensa. Solo Gran Bretaña y Francia mantienen ejércitos razonablemente serios, que sirven más para intervenciones poscoloniales que para la defensa de Europa. Los esfuerzos de Alemania, que dan como resultado niveles mínimos de preparación de la Bundeswehr (Defensa Federal), son lamentables. Ahora, los europeos se proclaman escandalizados... frente al hecho de que Moscú haya atacado a su vecino.

Con Rusia y Ucrania involucradas en el conflicto más grande de Europa desde la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, el continente está lleno de mea culpas militares. Los europeos que pasaron décadas montando barato sobre el lomo de los Estados Unidos declaran hoy su predisposición a a tratar la defensa con seriedad. Sin embargo, no existen garantías de que el vergonzoso compromiso actual de gastar más sobreviva a la paz entre Rusia y Ucrania.

¿Estarían preparados los gobiernos reacios a defenderse -desde hace mucho- de la cercana Rusia para lanzar operaciones ofensivas a medio mundo de distancia contra China, con quién mantienen lazos económicos rentables? Numerosos Estados europeos han declarado no estar dispuestos a luchar por sus vecinos, y han demostrado que carecen de interés en hacerlo por Ucrania.

Aún si los políticos europeos comenzaran a cantar interpretaciones actualizadas de 'We are the World', ¿quién se imagina una acumulación naval masiva, el único medio eficaz de los europeos para llegar militarmente a la República Popular China? La mayoría de los miembros de la OTAN prefieren los cruceros a los buques de guerra.

El interés de Tokio en mirar hacia el este y el de la OTAN hacia el oeste reflejan el doble deseo de convertirse en un weltmacht (poder global) y satisfacer a un Washington cada vez más infeliz. Sin embargo, estas propuestas comportarían un efecto mayormente simbólico, al tiempo que debilitarían esfuerzos militares más serios en sus respectivas regiones.

El mejor modo para que Tokio y Bruselas ayuden a los EE.UU. sería que siguieran los objetivos declarados de Kishida, establecidos en el Diálogo de Shangri-La, y asumieran la responsabilidad de su propia defensa. Una vez que hayan eliminado la necesidad de llamar a los EE.UU., podrían ampliar sus esfuerzos en todo el mundo.

Las ambiciones navales de China han crecido junto con el poder chino. Pekín reclama como propios a las islas Paracelso, Spratly y Senkaku (Xisha, Nansha Qundao y Diaoyu para China), junto con las aguas circundantes. Aún más importante, la República Popular entiende que Taiwán es parte de China, y está dispuesta a forzar la reunificación. Aunque hasta ahora Pekín no ha demostrado interés en conquistar los estados vecinos, sobre todo el Japón y Filipinas, la posibilidad aumenta junto con el poder económico y militar de Pekín.

Tokio debería concentrarse en el Pacífico. El Japón habrá de desarrollar sus capacidades aéreas y navales para disuadir la acción militar contra su patria y posesiones más distantes, como las Senkaku. Además, si se toma en serio ayudar a Taipei en caso de que la RPC ataque –Kishida y otros funcionarios japoneses están exhibiendo un discurso más agresivo sobre el tema en estos días– Tokio necesita desarrollar tanto disuasión defensiva, en razón de que sus bases se convertirían en objetivos militares, como una capacidad ofensiva para enfrentarse a fuerzas chinas más distantes. 

Esto dejaría poco margen para considerar la participación en contingencias europeas. Adicionalmente, sería mucho más complejo convencer a una población reticente durante mucho tiempo a participar en operaciones militares locales para enfrentarse a Rusia por Europa. Al menos China consigna una potencial amenaza existencial para el Japón. El Lejano Oriente es una preocupación limitada para Moscú, y sería el último sitio para operaciones militares.

Para el Reino Unido y la OTAN, el concierto es el inverso.
Truss, que se cree que tiene la ambición de reemplazar a Boris Johnson como la líder conservadora y de Gran Bretaña, ha canalizado a Winston Churchill al confrontar a Rusia: 'La guerra en Ucrania es nuestra guerra –es la guerra de todos porque la victoria de Ucrania es un imperativo estratégico para todos nosotros. Armas pesadas, tanques, aviones– profundizar en nuestros inventarios y aumentar la producción. Tenemos que hacer todo esto'. Sus objetivos son 'sacar a Rusia de toda Ucrania', fortalecer 'el flanco oriental' y 'apoyar a Estados cruciales como Polonia'.


Convencer al resto de la OTAN para que acepte no será fácil. Si se acepta, esta agenda requerirá ingentes fondos, un compromiso político extraordinario, y años de esfuerzo. Los europeos deberían concentrarse en asegurar su continente, antes de hacer planes para patrullar el Pacífico y enfrentarse a la República Popular China. Si simplemente se ocuparan de Europa, permitirían que Washington hiciera lo que todos los presidentes desde Barack Obama han mencionado, enfocarse en el cuadrante Asia-Pacífico.

No hay nada de malo en que los gobiernos nipón y europeos busquen ampliar su esfera de influencia. Sin embargo, habrán de comenzar por mejorar la seguridad en sus propios domicilios. En lugar de recurrir para siempre a Washington, deberían librar a los EE.UU. de la responsabilidad de mantener un subsidio de defensa permanente para los Estados industrializados ricos. Una vez que lo hagan, podrían comenzar a pensar en recorrer el mundo para, entonces, proteger a los pueblos distantes.


 

Publicado originalmente en Responsible Statecraft (Estados Unidos)
Sobre Doug Bandow

Es analista senior en el Cato Institute (Washington, D.C.), especializado en temas de política exterior y libertades civiles. Ha trabajado como asistente especial del ex presidente estadounidense Ronald Reagan y como editor de la revista política Inquiry hasta 1984. Publica regularmente en medios de renombre, tales como revista Fortune, National Interest, The Wall Street Journal y Washington Times. Es comentarista regular en ABC, CBS, NBC, CNN, Fox News Channel y MSNBC.