Argentina: terraplanismo fiscal
En los estertores finales de la ex Unión Soviética, se contaba un chiste malo -aunque ilustrativo...
07 de Julio de 2022
En los estertores finales de la ex Unión Soviética, se contaba un chiste malo -aunque ilustrativo- sobre los distintos grupos políticos que se disputaban el poder. De acuerdo con el cuento, había tres sectores en pugna: la anquilosada gerontocracia comunista, que creía en la fórmula '2 + 2 = 10'; luego, un importante espectro de críticos de diversas orientaciones, quienes defendían la peregrina idea respaldada en el esquema '2 + 2 = 8'; y, finalmente, una tercera fracción -más pequeña pero entusiasta-, integrada por los creyentes del postulado '2 + 2 = 6'. A estos últimos, se los llamaba, con cierto desdén, los 'realistas'.
Pues, bien; la renuncia de Martín Guzmán al Ministerio de Economía, y el doble bloqueo político (tanto del lado albertista como cristinista) a las aspiraciones de desembarco ejecutivo de Sergio Tomás Massa, consignan el fin de lo que tal vez fue haya sido el último intento 'realista' en pos de encauzar la desastrosa economía del populismo kirchenerista. A esta altura de los acontecimientos, es casi un detalle menor si estamos ante un 'golpe' palaciego, una paz negociada, o una rendición incondicional; lo cierto es que, de aquí en más, el gobierno es cada vez más el gobierno de Cristina, conforme ella tutela los resortes fundamentales que definen el rumbo de la gestión.
Y, en razón de que el gobierno responde más a la vice que al Presidente, vale la pena detenerse por un momento (dejaremos un examen más detallado para otra oportunidad) en lo que con cierto exceso literario podríamos llamar 'el pensamiento económico' de Cristina. Se trata de una mirada básicamente terraplanista, en la que mezcla –según su inveterada costumbre- conceptos discutibles, énfasis alucinados y datos erróneos. Basta un botón de muestra.
A propósito de su publicitada reunión con Carlos Melconian, en un reciente discurso (que propongo llamar el Credo de Ensenada, en honor a la localidad donde lo pronunció), la viuda de Kirchner se vio en la obligación intelectual de aclarar sus puntos de vista, y en una implícita autopostulación para el Premio Nobel, dijo lo siguiente: 'Fui [yo] la que comenzó a impulsar que el problema principal que tiene la Argentina y que causa el fenómeno inflacionario es la economía bimonetaria. Él [Melconian] no está tan convencido de eso, piensa más parecido a Guzmán con el tema del déficit fiscal, pero bueno, opiniones son opiniones'. O sea, Cristina cree que la economía bimonetaria 'causa' la inflación, y no que los argentinos y las argentinas huyen del peso, y se resguardan en el dólar, 'a causa' de la inflación (sus datos y referencias al Tratado de Maastricht para apoyar este absurdo dan un poco de vergüenza ajena, y quien esto escribe, preferiría no extenderse). En tren de seguir con sus desayunos con economistas profesionales, sería interesante que la vicepresidenta se reuniera con la nueva ministra de economía, Silvina Batakis quien, de acuerdo con información de prensa que ha circulado esta semana, sobre la base de su última declaración jurada, luego de asumir Alberto, 'dolarizó' sus activos en pesos (!).
Ignoramos qué hará Batakis de aquí en más pero, si se aferra a las directivas económicas de Cristina, habrá que empezar a reformar las calculadoras y los programas de la escuela primaria, a efectos de que computen '2 + 2 = 10''. En cualquier caso, desde el punto de vista político, la designación de la ex ministra de economía de la Provincia de Buenos Aires (que vació las cajas en el final del mandato de Daniel Scioli y no le dejó a María Eugenia Vidal un peso para pagar los sueldos), le 'solucionó' -sin quererlo- un severo problema a la oposición.
Y la razón es sencilla: un eventual desembarco de Sergio Massa, acompañado de un equipo profesional con cierto prestigio entre los principales agentes económicos, tanto locales como externos, hubiera obligado a Juntos por el Cambio a elaborar un posicionamiento mucho más complejo. Por caso, hubiese sido una muy complicada piedra en el zapato del titular de la UCR, Gerardo Morales, quien nutre una histórica alianza con el tigrense.
Pues, bien; la renuncia de Martín Guzmán al Ministerio de Economía, y el doble bloqueo político (tanto del lado albertista como cristinista) a las aspiraciones de desembarco ejecutivo de Sergio Tomás Massa, consignan el fin de lo que tal vez fue haya sido el último intento 'realista' en pos de encauzar la desastrosa economía del populismo kirchenerista. A esta altura de los acontecimientos, es casi un detalle menor si estamos ante un 'golpe' palaciego, una paz negociada, o una rendición incondicional; lo cierto es que, de aquí en más, el gobierno es cada vez más el gobierno de Cristina, conforme ella tutela los resortes fundamentales que definen el rumbo de la gestión.
Y, en razón de que el gobierno responde más a la vice que al Presidente, vale la pena detenerse por un momento (dejaremos un examen más detallado para otra oportunidad) en lo que con cierto exceso literario podríamos llamar 'el pensamiento económico' de Cristina. Se trata de una mirada básicamente terraplanista, en la que mezcla –según su inveterada costumbre- conceptos discutibles, énfasis alucinados y datos erróneos. Basta un botón de muestra.
A propósito de su publicitada reunión con Carlos Melconian, en un reciente discurso (que propongo llamar el Credo de Ensenada, en honor a la localidad donde lo pronunció), la viuda de Kirchner se vio en la obligación intelectual de aclarar sus puntos de vista, y en una implícita autopostulación para el Premio Nobel, dijo lo siguiente: 'Fui [yo] la que comenzó a impulsar que el problema principal que tiene la Argentina y que causa el fenómeno inflacionario es la economía bimonetaria. Él [Melconian] no está tan convencido de eso, piensa más parecido a Guzmán con el tema del déficit fiscal, pero bueno, opiniones son opiniones'. O sea, Cristina cree que la economía bimonetaria 'causa' la inflación, y no que los argentinos y las argentinas huyen del peso, y se resguardan en el dólar, 'a causa' de la inflación (sus datos y referencias al Tratado de Maastricht para apoyar este absurdo dan un poco de vergüenza ajena, y quien esto escribe, preferiría no extenderse). En tren de seguir con sus desayunos con economistas profesionales, sería interesante que la vicepresidenta se reuniera con la nueva ministra de economía, Silvina Batakis quien, de acuerdo con información de prensa que ha circulado esta semana, sobre la base de su última declaración jurada, luego de asumir Alberto, 'dolarizó' sus activos en pesos (!).
Ignoramos qué hará Batakis de aquí en más pero, si se aferra a las directivas económicas de Cristina, habrá que empezar a reformar las calculadoras y los programas de la escuela primaria, a efectos de que computen '2 + 2 = 10''. En cualquier caso, desde el punto de vista político, la designación de la ex ministra de economía de la Provincia de Buenos Aires (que vació las cajas en el final del mandato de Daniel Scioli y no le dejó a María Eugenia Vidal un peso para pagar los sueldos), le 'solucionó' -sin quererlo- un severo problema a la oposición.
Y la razón es sencilla: un eventual desembarco de Sergio Massa, acompañado de un equipo profesional con cierto prestigio entre los principales agentes económicos, tanto locales como externos, hubiera obligado a Juntos por el Cambio a elaborar un posicionamiento mucho más complejo. Por caso, hubiese sido una muy complicada piedra en el zapato del titular de la UCR, Gerardo Morales, quien nutre una histórica alianza con el tigrense.
El avance de Cristina Kirchner, en cambio, deja a la oposición las manos libres para concentrarse en tres menudas tareas. Por un lado, avanzar en la definición consensuada de un plan económico, integral y preciso, para aplicar en caso de que le toque gobernar el próximo turno presidencial; por otro, definir la competencia de candidaturas de cara al 2023; y finalmente, preservar su capital político alejándose de cualquier 'contaminación' con el gobierno actual. Este último punto es clave porque las exigencias de la alternancia democrática y la gravedad de la situación hacen que un eventual nuevo gobierno deba contar con el más alto respaldo político posible, y eso se pondría en riesgo si se 'mezclara' con los desaguisados que protagonizan casi diariamente Cristina y Alberto.
Pero frente al asalto cristinista al poder no menos significativo es el silencio del peronismo territorial no-kirchnerista (al que convendría seguir con cierta atención), que parece haber adoptado la clásica estrategia de hands-off y 'Adiós; que te vaya bien'.
De este modo, tanto la oposición republicana –con calma política y responsabilidad institucional- como el resto del justicialismo no K (que en su momento se despegará enfáticamente del Frankenstein que contribuyeron a armar), coinciden en seguir las siempre oportunas enseñanzas de Napoleón Bonaparte; especialmente aquélla máxima que reza: 'Cuando el enemigo se está equivocando, no hay que interrumpirlo'.
* El autor, Antonio Camou, es profesor-investigador del Departamento de Sociología (Universidad Nacional de La Plata) y docente de postgrado de la Universidad de San Andrés. Las opiniones son a título personal.