Argentina: el Presidente y los límites de la parálisis deliberada como táctica de supervivencia
El sábado, hoy súbitamente remoto, en que el Ministro de Economía lanzó una granada...
25 de Julio de 2022
El sábado, hoy súbitamente remoto, en que el Ministro de Economía lanzó una granada al corazón del gobierno -como una manera al menos atípica de renunciar al cargo con que se lo honrara- trazó una raya en la arena de la política argentina de estos días aciagos.
El renunciado Martín Guzmán había quebrado un endeble código que determina la impertinencia de renunciar por Twitter, y pateando los muebles. Con su gesto, más allá de las buenas razones que abonaban su irritación, producía un hecho disruptivo: el Presidente quedaba aturdido por el estallido de la soledad circundante. La maniobra esmerilante, practicada con firme obesesión desde el fin de la cuarentena por la Vicepresidente, había alcanzado el objetivo central: neutralizar al Poder Ejecutivo precisamente como Poder, esto es, como fuente autónoma de decisiones propias de su competencia. La idea era detener el conteo previo al knockout: se le permitió al Primer Magistrado el privilegio de elegir al sucesor del Ministro. Cristina Fernández tenía buenas argumentos para creer que el progreso del plan Guzmán representaba en los hechos una derrota segura en 2023. Pero algo salió mal: la onda expansiva de la renuncia liberó una energía deintegrante más allá de los esperado. El mercado, ultrasensibilizado por la imagen que mostró hace más de veinte años un helicóptero en la azotea de la Casa Rosada, corrió hacia los botes. El poder real encarnado en el Instituto Patria, había subestimado la capacidad del mercado de asumir decisiones precisamente autónomas. Pero era tarde para reproches y lamentaciones: urgía salvar al gobierno, ya que cualquier alternativa que incluyera su renuncia, implicaba sencillamente adelantar la fecha de la derrota.
Guzmán ha sido reemplazado por una versión femenina. Su sucesora viaja al Fondo Monetario Internacional para explicar la imposibilidad de cumplir el programa acordado por su antecesor. Lleva en el portafolio la ley que congela vacantes en la administración pública. Otra que, con el fin de juntar divisas para pagar la deuda, sugiere a los turistas que vendan sus dólares en los bancos, medida ingenua y aún pasible de ridiculización irrisoria. La segmentación de tarifas de energía, propuesta guzmanista que disparara una crisis hace casi un año atrás, está disponible y en plena ejecución. El renunciado en el fragor del escándalo de aldea menesterosa, reencarna en 'La Griega', mujer de capacidad rudimentaria enviada a una misión que merecería el acompañamiento de la banda sonora de Lalo Schifrin.
El Presidente, en medio todavía del shock emocional remanente de aquel fatídico fin de semana, parece tener un plan para recuperar centralidad. Ahora, su mejor herramienta consiste en exhibir su debilidad peligrosamente terminal: la parálisis deliberada es una señal severa dirigida a los dirigentes del Frente, empeñados en la licuación definitiva de su capacidad de decisión independiente. Nadie le puede impedir que deje agonizar a su Administración. Sabe que todos saben que la prolongación de la parálisis deviene, inexorablemente, en la implosión de la coalición que lo llevara a la Presidencia. La última decisión libre que se reserva es una misericordiosa eutanasia que, de voluntad individual, degenerará en ceremonia colectiva.
Una petrificación de su musculatura afecta, asimismo, a la oposición. Estupefacta aún por la insondable gravedad de la situación generada, cree que el silencio que funge piadoso es un aporte a la sustentabilidad del sistema, del que espera -en quince meses- el premio del triunfo electoral. La coalición Juntos disimula, tras el discurso pacificador, su irresuelta anarquía puertas adentro. A la fecha, no dispone de ningún candidato a la Presidencia de la República que no desate un sisma irreparable en su ya débil estructura. Algunos de sus dirigentes han comentado que no hay razón alguna para exigirles el aporte de soluciones al drama nacional ya que, sencillamente, no son gobierno. El argumento, sólido en algún sentido, parte del supuesto asaz erróneo de que el sistema democrático puede tolerar un nivel infinito de caos y desorden social. Por el contrario, es probable que haya llegado la hora de imaginar que nos hallamos en los arrabales de un todavía impreciso punto de quiebre del modelo de convivencia reestrenado en 1983.
Si tiene aún vigencia el consejo medieval español que recomienda curarse en salud, parece sensato tender puentes incluso sobre el abismo para rescatar el modelo de sociedad, con sus virtudes y sus lacras, cuya consolidación costara la ordalía de sangre y dolor de la que sobreviven testigos de cargo.
El renunciado Martín Guzmán había quebrado un endeble código que determina la impertinencia de renunciar por Twitter, y pateando los muebles. Con su gesto, más allá de las buenas razones que abonaban su irritación, producía un hecho disruptivo: el Presidente quedaba aturdido por el estallido de la soledad circundante. La maniobra esmerilante, practicada con firme obesesión desde el fin de la cuarentena por la Vicepresidente, había alcanzado el objetivo central: neutralizar al Poder Ejecutivo precisamente como Poder, esto es, como fuente autónoma de decisiones propias de su competencia. La idea era detener el conteo previo al knockout: se le permitió al Primer Magistrado el privilegio de elegir al sucesor del Ministro. Cristina Fernández tenía buenas argumentos para creer que el progreso del plan Guzmán representaba en los hechos una derrota segura en 2023. Pero algo salió mal: la onda expansiva de la renuncia liberó una energía deintegrante más allá de los esperado. El mercado, ultrasensibilizado por la imagen que mostró hace más de veinte años un helicóptero en la azotea de la Casa Rosada, corrió hacia los botes. El poder real encarnado en el Instituto Patria, había subestimado la capacidad del mercado de asumir decisiones precisamente autónomas. Pero era tarde para reproches y lamentaciones: urgía salvar al gobierno, ya que cualquier alternativa que incluyera su renuncia, implicaba sencillamente adelantar la fecha de la derrota.
Guzmán ha sido reemplazado por una versión femenina. Su sucesora viaja al Fondo Monetario Internacional para explicar la imposibilidad de cumplir el programa acordado por su antecesor. Lleva en el portafolio la ley que congela vacantes en la administración pública. Otra que, con el fin de juntar divisas para pagar la deuda, sugiere a los turistas que vendan sus dólares en los bancos, medida ingenua y aún pasible de ridiculización irrisoria. La segmentación de tarifas de energía, propuesta guzmanista que disparara una crisis hace casi un año atrás, está disponible y en plena ejecución. El renunciado en el fragor del escándalo de aldea menesterosa, reencarna en 'La Griega', mujer de capacidad rudimentaria enviada a una misión que merecería el acompañamiento de la banda sonora de Lalo Schifrin.
El Presidente, en medio todavía del shock emocional remanente de aquel fatídico fin de semana, parece tener un plan para recuperar centralidad. Ahora, su mejor herramienta consiste en exhibir su debilidad peligrosamente terminal: la parálisis deliberada es una señal severa dirigida a los dirigentes del Frente, empeñados en la licuación definitiva de su capacidad de decisión independiente. Nadie le puede impedir que deje agonizar a su Administración. Sabe que todos saben que la prolongación de la parálisis deviene, inexorablemente, en la implosión de la coalición que lo llevara a la Presidencia. La última decisión libre que se reserva es una misericordiosa eutanasia que, de voluntad individual, degenerará en ceremonia colectiva.
Una petrificación de su musculatura afecta, asimismo, a la oposición. Estupefacta aún por la insondable gravedad de la situación generada, cree que el silencio que funge piadoso es un aporte a la sustentabilidad del sistema, del que espera -en quince meses- el premio del triunfo electoral. La coalición Juntos disimula, tras el discurso pacificador, su irresuelta anarquía puertas adentro. A la fecha, no dispone de ningún candidato a la Presidencia de la República que no desate un sisma irreparable en su ya débil estructura. Algunos de sus dirigentes han comentado que no hay razón alguna para exigirles el aporte de soluciones al drama nacional ya que, sencillamente, no son gobierno. El argumento, sólido en algún sentido, parte del supuesto asaz erróneo de que el sistema democrático puede tolerar un nivel infinito de caos y desorden social. Por el contrario, es probable que haya llegado la hora de imaginar que nos hallamos en los arrabales de un todavía impreciso punto de quiebre del modelo de convivencia reestrenado en 1983.
Si tiene aún vigencia el consejo medieval español que recomienda curarse en salud, parece sensato tender puentes incluso sobre el abismo para rescatar el modelo de sociedad, con sus virtudes y sus lacras, cuya consolidación costara la ordalía de sangre y dolor de la que sobreviven testigos de cargo.
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@Atlante2008
Sobre Sergio Julio Nerguizian
De profesión Abogado, Sergio Julio Nerguizian oficia de colaborador en El Ojo Digital (Argentina) y otros medios del país. En su rol de columnista en la sección Política, explora la historia de las ideologías en la Argentina y el eventual fracaso de éstas. Sus columnas pueden accederse en éste link.