La fábrica de mentiras americana
El gobierno estadounidense colabora con los medios de comunicación para fogonear una guerra con Rusia.
Existen algunas cosas sobre las que entiendo son ciertas, en relación a la anarquía que caracteriza a la política exterior del gobierno de los Estados Unidos. En primer lugar, y más importante, no creo que queden votantes que hayan elegido a Joe Biden porque su intención haya sido que el presidente promocionara con esmero un innecesario conflicto con Moscú, que rápidamente podría escalar a una guerra nuclear -con consecuencias inimaginables para ambas partes.
Recientemente, Biden ha declarado que los EE.UU. respaldarían a Ucrania 'hasta que triunfemos' y, siendo que ya decenas de miles de millones de dólares en armamento han sido despachados a Ucrania -sumado ello a 'consultores' estadounidenses en el terreno-, se ha erigido un escenario en el que soldados rusos y estadounidenses harán fuego unos sobre otros, próxima y probablemente. Tanto el presidente serbio como columnistas de la talla de Pat Buchanan, al igual que Tulsi Gabbard, creen que ya nos encontramos en una Tercera Guerra Mundial de facto, y que uno debe preguntarse cómo es posible que la Casa Blanca se esté saliendo con la suya, ignorando el mandato relativo a la declaración de guerra plasmado en la Constitución del país.
En segundo orden, quien esto escribe entiende que los rusos tomaron contacto con los Estados Unidos y sus aliados, planteando una serie de reclamos ciertamente razonables en relación a su propia seguridad nacional, dado el hecho de que una alianza militar de carácter hostil estaba tomando posición a metros de su frontera. Los asuntos en juego eran material digno de negociación, pero Washington se rehusó a ceder un milímetro ante Moscú; en consecuencia, Rusia se vio forzada a emplear la fuerza militar. No obstante, no existen las guerras buenas. Categóricamente, me inclino por rechazar cualquier intento de una nación en pos de invadir a otra, con la excepción de que medie una grave e inmediata amenaza. Finalmente, la forma en que el conflicto en Ucrania se desarrolló, es plena responsabilidad de los Estados Unidos.
Tercero, entiendo que los gobiernos estadounidense y británico en particular han estado mintiéndole con frecuencia al público, y que los medios de comunicación en Occidente han sido cómplices en la diseminación de mentiras, a criterio de sostener el esfuerzo bélico contra la Federación Rusia en suelo ucraniano. Las mentiras involucran tanto a la génesis como al progreso de la guerra, en tanto también se ha complementado ese esfuerzo con la recurrente demonización del presidente Vladimir Putin y de todo lo vinculado a Rusia, incluyendo sus alimentos, bebidas, el idioma y la cultura de esa nación -llegando también ese esfuerzo a la demonización de atletas. La más reciente víctima ha sido una sinfonía de Tchaikovsky, censurada en Canada. Putin es responsabilizado personalmente por la inflación, la escasez de alimentos y los problemas energéticos, que en rigor son responsabilidad de Washington y de su andanada contra el mandatario ruso. En tal contexto, no está ausente una importante cuota de ironía, en vistas de que Biden está otorgándole a Ucrania US$ 1.7 mil millones para el cuidado de la salud en su país, mientras que el ecosistema sanitario americano es presentado como uno de los más ineficientes en el mundo desarrollado.
Acto seguido, interpreto que Rusia está emergiendo confortablemente victoriosa en Ucrania, país que terminará viéndose forzado a ceder territorio mientras que el contribuyente promedio en los Estados Unidos terminará haciendo frente a los costos que emergen del desaprensivo despilfarro en materia de política pública, el cual hoy asciende a más de US$ 60 mil millones; en paralelo, esos ciudadanos en los EE.UU. deberán lidiar con una inflación rampante, con crisis energética y, en el peor de los casos, con un eventual colapso del dólar.
Todo lo mencionado en el párrafo anterior, y las políticas oficiales responsables por ello, me ha llevado a creer que los Estados Unidos, asistidos por algunos de sus aliados, se han vuelto adictos a la guerra como excusa por los fracasos en el orden doméstico, al tiempo que también Washington ha recurrido al conflicto para reemplazar a la diplomacia a la hora de resolver disputas. Saturada de hipocresía, la Casa Blanca describe a su propio rol como de 'liderazgo global', o bajo la etiqueta del 'orden internacional basado en reglas', allí donde incluso ha declarado que 'defiende a la democracia contra el totalitarismo'. Pero, en simultáneo, la Administración Biden ha redondeado un fiasco en la evacuación de Afganistán, culminando un proceso de veinte años de ocupación de su territorio. Tras no haber aprendido nada de los episodios de Kabul, hoy subsisten tropas estadounidenses en Siria e Irak -desplegadas allí de manera ilegal-, en tanto Washington se encuentra dirimiendo un ataque militar contra Irán, basado en información falsa preparada por Israel, en el sentido de que los iraníes están construyendo un arma nuclear. En los hechos, ni Siria, Irak ni Irán amenazan en modo alguno a los Estados Unidos, tal como Rusia no había amenazado a los estadounidenses previo a la intervención americana en pos de consolidar un cambio de régimen en Ucrania durante 2014. En aquella oportunidad, los EE.UU. organizaron el derribo de un gobierno amigable de Moscú. Asimismo, Washington ha comenzado a energizar a la OTAN, a efectos de que la alianza atlántica tome medidas para confrontar a la pretendida amenaza china.
El costo que surge del recurrente esfuerzo bélico y de la insistente propagación de pánico también ha contribuído a erosionar las libertades individuales y colectivas que los estadounidenses supieron disfrutar otrora, incluyendo la libertad de expresión y la libertad de asociación. Sería de mi agrado conversar sobre lo que el ciudadano de a pie está hoy en capacidad de hacer para poner fin a las mentiras que lo rodean todo -esfuerzo que bien podría caracterizarse como la más agresiva e inédita campaña de propaganda, ciertamente portadora de un alcance superior a la presentada por la Casa Blanca y por funcionarios del Pentágono previo a la guerra en Irak. En los hechos, se trata de una propaganda de guerra amplificada que sostiene al esfuerzo bélico presente y que, por más de una razón, es notoriamente más peligrosa, por cuanto busca involucrar a cada vez más naciones en la carnicería -y consolida la percepción global de que todo ello será usado para justificar intervenciones militares futuras.
Parte del problema es que el gobierno de los Estados Unidos navega en un mar de información de inteligencia errónea; no sabe cómo administrarla, al punto en que es difícil distinguir lo verdadero de aquello que no lo es. En mis tiempos como oficial de inteligencia en el extranjero, contábamos con una colección de atajos, utilizados entonces para categorizar y evaluar información. Por ejemplo, si Usted invertía tiempo en un bar local y, por accidente, oía a dos supuestos funcionarios gubernamentales conversar sobre temáticas de interés, o sobre hechos que podrían tener lugar a la semana siguiente, Usted podía informar el evento a Washington recurriendo a la descripción de fuentes tipo FNU/LNU -acrónimos para 'First Name Unknown' y 'Last Name Unknown'. En otras palabras, una charla entre dos individuos que no podían ser identificados apropiadamente. En tal virtud, el contenido podía ser de poco valor -pero el memo se colaría en el sistema, invitando a posterior especulación.
Mi herramienta favorita, sin embargo, coincidía entonces con las descripciones de fuentes más precisas, desarrolladas por la inteligencia militar, mediando el empleo de un alfabeto que seguía a números, en una secuencia de A-1 hasta llegar a F-6. En la cabecera del informe de inteligencia, se plasmaba una evaluación de la fuente, o del agente. La categorización A-1 remitía a una pieza de información creíble, y que había sido confirmada por otras fuentes, en tanto producida por un activo o agente que había contado con acceso genuino a la información de referencia. En el otro extremo de la escala, la información del tipo F-6 observaba un carácter dudoso, toda vez que era generada por una fuente sin acceso comprobable a la pieza informativa.
Abrazándose a ese estándar, los estadounidenses hemos sido alimentados, en estos tiempos, con una amplitud de 'información fake' prefabricada, del tipo F-6, originada en fuentes gubernamentales y en los medios, con el fin de justificar el desastre ucraniano. Y esta es la forma en la que Usted puede identificarla. Si se trata de un artículo en un medio de comunicación o en una revista, dirija Usted la mirada hacia la porción de texto en donde se cite la fuente de la inofrmación, que generalmente suele ocultarse. Si el detalle es atribuído a un individuo claramente identificado, y que, indisputablemente, ha tenido acceso a los datos consignados, ello al menos sugeriría que el informe contiene un atisbo de veracidad. Por el contrario, si ese no es el caso, y uno normalmente toma nota de fuentes citadas como 'anónimas' o tomadas de un 'funcionario del gobierno' -o incluso no se identifica fuente-, entonces la pieza es falsa. Por lo general, esto significa que la información plasmada es por completo no confiable, y que deberá ser considerada como el subproducto de una invención, o bien como originado en la maquinaria de propaganda oficial y mediática. Cuando un recuento es publicado por un periodista que afirma encontrarse en el lugar de los hechos, es crítico detectar si acaso él o ella en realiadad escriben desde el terreno, o si lo hacen desde una localidad segura en Polonia, por ejemplo, a efectos de desarrollar la pieza. Así las cosas, el canal Yahoo News hoy paga altos costos por diseminar propaganda con frecuencia, en razón de que suele reproducir informes de prensa cuyo origen es el gobierno ucraniano. Esa información luego es posteada como si fuera no-sesgada, para insinuar que es lo que realmente sucede en el terreno.
Otro truco consiste en presentar las 'fake news' como genuinas, haciéndolas circular a través de un tercer país. Cuando me desempeñé como station chief de la CIA en Turquía, jamás intentamos posicionar un relato directamente en los medios. En lugar de ello, recurríamos a algún periodista del payroll de la Agencia en Francia; él desarrollaría la historia, y luego los medios turcos la publicarían, creyendo que, porque su origen era París, la noticia debía ser real (aunque no lo era). En la actualidad, he observado que una ingente cantidad de falsos relatos, en apariencia generados por el MI-6 británico sobre Ucrania, aparecen en los medios del Reino Unido, con frecuencia en el Telegraph y en The Guardian. A continuación, esos mismos titulares son reciclados por los medios en los Estados Unidos y en otros sitios, validando informes que, en realidad, son prefabricados.
Los canales de televisión y la radio son aún peores que los medios impresos, en razón de que jamás identifican las fuentes de los relatos que mencionan. De tal suerte que mi consejo es mantenerse sanamente escéptico frente a lo que Usted lea o escuche en relación a rumores bélicos. En los Estados Unidos de América al menos, el Partido de la Guerra porta ADN bipartidista, y hoy se desvive por contar con nuevas oportunidades que mantengan la maquinaria en marcha. Finalmente, hacen a un lado el pequeño detalle de que, en el proceso, sus integrantes bien podrían estar acercándonos a la posibilidad real de destruir al mundo como lo conocemos. Tras lo cual, nuestra obligación es exponer sus mentiras, y pelear para asegurarnos de que no se salgan con la suya.
Artículo original, en inglés
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.