Los problemas económicos de Pekín complican sus planes en torno a Taiwan
Conforme China continúa con sus ejercicios militares en la periferia de la isla de Taiwan...
Conforme China continúa con sus ejercicios militares en la periferia de la isla de Taiwan, el tenso microclima de seguridad remite a la pregunta: ¿invadirá Pekín a Taiwan próximamente?
Por fortuna, el desastre económico vigente en China puede responder a la inquietud: una invasión sería muy poco probable.
Pocas semanas antes de la visita de Nancy Pelosi -Vocero de la Cámara de Representates en el Congreso de los Estados Unidos-, China informó sobre una aguda ralentización de su economía, de un 0.4% en el crecimiento esperado para el segundo cuatrimestre de 2022 (interanual), de un 4.8% en el primer cuatrimestre, fundamentalmente debido a su 'política de COVID cero'.
La estricta implementación de restricciones en el movimiento de las personas entre abril y junio hirió de gravedad al consumo hogareño, y los servicios locales sufrieron durante la reiteración de los brotes de COVID-19. La comercializacón de productos en el rubro minorista se desmoronó en un 11% durante el mes de abril, tras consignar un promedio de crecimiento del 7% tanto en enero como en febrero pasados.
El crecimiento de casi cero por ciento durante el segundo cuatrimestre no es el único factor que perturba al liderato político chino. El retroceso económico ha terminado de exponer una colección de problemáticas fundamentales que las autoridades decidieron ignorar durante mucho tiempo, mientras la economía crecía. El problema que capturó el grueso de la atención recientemente es la enorme cifra de edificios en obra y sin completarse, o -como se les dice en chino mandarín- 'edificios de cola muerta'; este evento se desprende de la cantidad insuficiente de fondos con los que cuenta la industria de la construcción, y de disputas no resueltas en torno de derechos de propiedad.
La relajación de las restricciones que cercaban la venta de viviendas privadas en 1998 configuró un boom en el mercado de las mismas para el largo plazo, mientras se acopiaron deudas; tanto para desarrolladores como para dueños de hogares. La venta de tierras públicas a desarrolladores se convirtió entonces en una fuente importante de recursos para gobiernos locales. La mayoría de los ciudadanos, sin embargo, no se percataron del sobrecalentamiento del mercado inmobiliario, hasta que el navío impactó contra el iceberg.
El amesetamiento económico ha puesto bajo una enorme tensión no solo a los desarrolladores, sino también a los compradores de viviendas. Muchas personas perdieron sus empleos a consecuencia de las extremadamente estrictas normas sobre COVID-19, lo cual condujo a incontables comercios a su clausura. La tasa de desempleo es hoy particularmente elevada en las 31 ciudades más importantes del país -alcanza casi el 7%, habiéndose disparado un 5% durante enero y febrero.
La liquidez de los bancos chinos también quedó en jaque, cuando los compradores de viviendas boicotearon el sistema, negándose a pagar hipotecas por las propiedades que habían comprado y que seguían sin terminar de construírse cuando la economía se enfrió.
El respaldo financiero ofrecido por el banco central a los desarrolladores en la forma de créditos extendidos, bien podría no ser una solución atendible, dada la colosal deuda que han acopiado las empresas de la construcción; amenaza que también azota al sector privado en su conjunto. De acuerdo a información oficial del Banco Mundial, la deuda del sector privado contrastada contra el PBI chino fue del 183% en 2020 -uno de los más altos en el mundo, y ostensiblemente más elevado que el 55% que registran los Estados Unidos de América.
Irónicamente, y dada la importancia del rubro inmobiliario en la economía china, el gobierno no cuenta con otra opción que rescatarlo del colapso. Se ha estimado que la propiedad y los rubros relacionados contabilizan entre el 25% y el 30% del Producto Bruto Interno de la República Popular China. En 2020, más de la mitad de las inversiones en activos fijos en todo el país fue motorizado por el rubro del real estate. Casi 27 millones de personas tenían empleo directo en la construcción y en el sector de bienes inmobiliarios, en conformidad con datos de la Oficina Nacional de Estadísticas china.
La referida asistencia financiera otorgada al rubro inmobiliario confirma una reversión de las políticas oficiales de redistribución del ingreso, tipificadas en el programa intitulado 'prosperidad para todos', lanzado en 2021. El programa consideró un imperativo el impedir que ciudadanos ricos y corporaciones cuenten con cuotas de poder superiores frente al Estado. Asimismo, planteó morigerar la inestabilidad social potencialmente generada por la creciente brecha de ingresos entre los propios ciudadanos chinos. En 2020, el premier Li Keqiang reveló que China contaba alrededor de 600 millones de personas que ingresaban unos magros mil yuanes al mes, equivalentes a 140 dólares de los Estados Unidos.
La andanada del gobierno contra el rubro inmobiliario llegó a un abrupto final, en razón del giro negativo evidenciado en el mercado de las propiedades. En el segundo cuatrimestre de 2022, el crecimiento del rubro real estate retrocedió en un 7%, lo que consignó el retroceso más significativo entre todos los sectores analizados en China. La comercialización de viviendas en grandes ciudades retrocedió en un 40% en el mes de mayo, al compararse con un año atrás, mientras las cuarentenas forzaban al cierre de comercios y se disparaba el índice de desempleo.
Con miras a intentar reparar la herida economía, el Partido Comunista Chino ha marginado su proyecto de prosperidad común, reenfocándose en el crecimiento económico. Obviamente, China no puede sopesar cómo dividir la tarta en porciones, sin contar primero con la tarta.
El impacto de las políticas de 'COVID cero' se ha amplificado de tal manera, que es poco probable que Pekín logre consolidar su objetivo de crecimiento del 5.5% del PBI para el año en curso. En tal sentido, el Banco Mundial ya ha revisado su pronóstico económico para China, ajustándolo al 4.3% para 2022. Por su parte, el Fondo Monetario Internacional recortó su proyección aún más, cifrándola en un 3.3%.
A la luz del crudo proscenio económico, hoy a China le urge contar con una mayor inversión e intercambio comercial etranjeros, esto es, el otro componente esencial de su política de 'doble circulación' -a efectos de sostener a la economía en términos generales. Anunciada en 2020, la política de doble circulación es una estrategia que requiere estimular la economía nacional, amplificando el consumo doméstico junto al comercio exterior, haciendo lo propio con la inversión. De no ser por la demanda global estable de las ya de por sí afectadas exportaciones chinas, la economía pudo haberse precipitado de peor manera.
Los fabricantes extranjeros, especialmente las firmas taiwanesas, han desempeñado un rol central en el desarrollo del comercio exterior chino. En 2020, por ejemplo, las firmas extranjeras que exhibían operaciones manufactureras en territorio chino contribuyeron en un 36% del total de los productos exportables chinos, y con un 42% de sus importaciones totales, de acuerdo a estadísticas del Ministerio de Comercio chino.
No obstante, conforme cada vez más naciones han adoptado una suerte de modelo de 'coexistencia con el coronavirus', la política oficial china de 'COVID cero' pone al gigante asiático en una posición poco ventajosa vis-à-vis otros países que, en este momento, han comenzado a captar la atención de inversores internacionales.
Adicionalmente, la insistencia de China en confrontar con Occidente en lo relacionado con temáticas de derechos humanos y la guerra en Ucrania han potenciado la preocupación de empresas extranjeras. Algunas grandes firmas, emparentadas con sectores no financieros, ya han expresado que buscarán reducir sus inversiones en China desde el año próximo, mientras que otras podrían adoptar una postura coincidente con 'esperar y ver'.
En razón de esta proliferación de perturbadores guarismos económicos, una guerra en el Estrecho de Taiwan podría alejar aún más de China a los inversores extranjeros, y estrellar la frágil economía del país. Amén de ello, la eventualidad de que Taiwan cese sus aportes a la oferta de semiconductores a China debido a un conflicto, heriría a China todavía más. Huawei, notorio fabricante chino de teléfonos móviles, experimentó un fuerte retroceso en sus negocios después de que TSMC -fabricante de semiconductores taiwanés- interrumpiera su provisión a China durante 2020. El desarrollo consignó una advertencia para el liderato político chino, por cuanto su economía depende notablemente de componentes críticos, ensamblados fuera de su territorio.
En 2001, Gordon Chang anticipó el 'Previsible Colapso de China' durante los próximos diez años. Pekín no se desmoronó en conformidad con aquellas predicciones, gracias a su prolija integración con la economía global. El sistema macroeconómico chino colapsará, sin embargo, si Pekín insiste en dispararse en el pie, provocando un conflicto bélico con Taiwan.
Artículo original, en inglés
El autor, Min-Hua Chiang, es research fellow y economista en el Centro para Estudios Asiáticos, en el think tank The Heritage Foundation, Washington, D.C.