INTERNACIONALES: BRETT REDMAYNE-TITLEY

Sobre la 'relación especial' británica, y el virus estadounidense

Con la economía del Reino Unido abrazándose gradualmente a la recesión, las métricas de la 'relación especial'...

02 de Septiembre de 2022

 

Con la economía del Reino Unido abrazándose gradualmente a la recesión, las métricas de la 'relación especial' entre la Gran Bretaña y los Estados Unidos de América -consolidada durante cuarenta años por el Partido Conservador- prueban que la misma ha mutado en una infección, apuntalada por un virus prefabricado por Washington. El desmoronamiento económico que hoy padece el Reino tiene su espejo en la decadencia económica, política, social y moral americana.

Gordon Brown, Tony BlairAsí las cosas, el azote bélico en temporada invernal ha retornado al Reino Unido. Con el Banco de Inglaterra -golpeado por esta relación especial-, emulando las medidas tomadas por la Reserva Federal. La economías languidecientes son precursoras de la degradación de cualquier sociedad dada. Conforme la Gran Bretaña se alista para hacer frente a una desesperada temporada de fin de año, cabe recordar el momento en que Margaret Thatcher llegó a convertirse en primer ministro en 197; previo a importar ella los conceptos del fenómeno Reaganomics en el Reino, hacia 1980, la libra esterlina cotizaba a £2.33 por cada dólar. Tres años más tarde, el tipo de cambio se ajustó a £1.57. Hoy es de £1.16 por cada dólar estadounidense. 


¿'Relación especial', dice Usted?

La metamorfosis de referencia -construída crisis tras crisis y respaldada por la chicanería financiera americana- azuzó en reiteradas oportunidades al esquema económico piramidal de alcance global, sustentado por el despilfarro vía déficit. A ese modelo, el Exchequer le dio la bienvenida, sin mediar oposición por parte de los funcionarios electos en el White Hall. Sin embargo, durante esas cuatro décadas, el PBI británico promedió apenas el 1% de crecimiento anual, registrándose crecimiento negativo en 21 de esos 42 años totales.

En 1981, el sector manufacturero británico observaba un 20% de incidencia en la creación de empleos. Hoy día, apenas llega al 7.6%. La afiliación a los sindicatos vio como 13 millones de personas se hallaban inscriptas en 1980, para llegar a los poco más de 6 millones de hoy día. El precio promedio de la vivienda -ajustado por inflación- se incrementó de £103,237 a £271,100, mientras que los costos de los alquileres se dispararon en un promedio del 8.86% por año, de un costo promedio de alquiler de £357 en 1980, a más de £1400 de la actualidad. En 1980, 53 mil familias habían sido computadas como 'sin hogar'; la cifra se duplicó a 126 mil en 1989, llegando a más de 219 mil een 2020.

La sintomatología terminal de la Gran Bretaña ha hecho metástasis, copiándose de la debacle estadounidense; las tasas de delitos y homicidios se han disparado desde 1980, como también lo hizo el índice de pobreza (7% versus 22% actual); lo propio sucedió con la deuda individual (42.5% del PBI contra £1.7 billones/105% del PBI); y la deuda crediticia universitaria (£460 mil millones total/ £45,800 por estudiante); la bancarrota individual y de comercios; y, lo mismo, las tasas de suicidios. Se ha registrado un fenómeno similar con la obesidad y la diabetes -tal como ocurre en los Estados Unidos-, representando estas dolencias un impacto de US$10.7 mil millones en costos directos para el Sistema Nacional de Salud (NHS), y un extra de US$ 33.4 mil millones en subsidios gubernamentales relacionados, en forma anual.

En simultáneo, se ha incrementado el gasto en variables bélicas -de forma rutinaria y anual-, de £24.5 mil millones en el primer período Thatcher, a los actuales £43.3 mil millones.

Estas monumentales sumas han continuado su incremento, innecesariamente, consignando una carga insostenible para el Tesoro -que ya viene padeciendo décadas de recortes impositivos, implementados por el espectro conservador.

Los padecimientos económicos estadounidenses se iniciaron bajo Ronald Reagan y, rápidamente, torció su curso desde la prerrogativa de la 'responsabilidad fiscal' hacia la desrregulación financiera y los recortes de aportes impositivos para corporaciones y multimillonarios. Asimismo, la proposición Reagaonmics achicó la base imponible (tax base). En inglés, se le llamó 'Trickle-down economics'; esta inyección terminó fluyendo a través de las arterias de la sociedad durante mucho tiempo, reconfigurándose fallidamente en el camino en la forma de la compra de onerosos yates, jets privados y la adquisición de creciente influencia política.

Fieles a su modalidad hipócrita, el núcleo conservador se abrazó, acto seguido, a la recurrencia del despilfarro vía generación de déficit -tal como lo prescribiera el mitólogo estadounidense John Maynard Keynes. Así comenzaron los incrementos anuales en los déficits operativos de cada presupuesto nacional, junto con la venta de bonos del gobierno (léase: deuda) para pagar la fiesta; en simultáneo, se licuaban los programas vinculados a gasto social.

Siendo que las tasas de interés se acercaban a cero y los ahorristas recibían idéntico retorno -a pesar de las ganancias récord de los bancos en el apartado depósitos (los cuales rara vez fueron penalizados por conducta criminal), la reiteración del mantra del 'Too big to fail' a manos del Banco de Inglaterra y la Reserva Federal racionalizó la frecuente inyección de dinero sin respaldo en la economía, ahora bajo la etiqueta del Quantitative Easing (QE). QE remite directamente a la creación de dinero por vía de la emisión (hoy, digital), muchos miles de millones de dólares más allá de lo tolerado por la base imponible anual. El Tesoro emite más bonos (deuda), para cubrir déficits. Poco después, el Banco de Inglaterra o la Fed imprimen moneda sin respaldo alguno, para recomprar aquella deuda. La deuda soberana británica hoy se encuentra excedida en £2.69 billones (trillions). Representaba menos de £200 mil millones en 1980.

Lo que resulta interesante es que, ahora mismo, existen 171 multimillonarios en el Reino Unido. En 1980, la cifra total era de cero. Eso no es otra cosa que inflación.

Mark Carney, ciudadano canadiense que sirvió como director/gobernador del Banco de Inglaterra, redujo deliberadamente las tasas de interés a mínimos históricos; en consecuencia, abaratando las hipotecas y las refinanciaciones, a criterio de transferir centenares de miles de millones de libras más -en cash- de la nada, mientras los precios de la vivienda se disparaban. Nuevamente, se trató de una maniobra para demorar el crash.

En esa instancia de declive económico, muy pocos dirigentes políticos se opusieron al fraudulento esquema keynesiano, mientras que la complicidad de los medios de comunicación empaquetó el producto, y lo despachó hacia las últimas páginas. Tony Blair y el vaporoso Gordon Brown, tras una década de demonizar los vestigios remanentes de la infraestructura británica, probaron ser los más importantes 'empleados del mes' de Washington, antes que dignos representantes del interés nacional del Reino Unido. Este acto se traición fue subrayado en nuestro reciente artículo, intitulado 'Si vuestro banco cae, no corra; eche a correr'.

Con Blair, se redactó el prólogo de la reconversión británica en una 'monocracia', al estilo estadounidense. Ya ni el Partido Demócrata en los EE.UU. ni sus pares del Partido Republicano representaban una genuina oposición. Aún cuando la Gran Bretaña debía padecer una elección nacional con resultados surgidos del fraude, también Londres fue despojada de un liderazgo opositor creíble. La vergonzosa e imprecisa demonización de Jeremy Corbin por parte de los medios británicos fue diseñada para cercenar la columna vertebral del Partido Laborista. Y el mecanismo funcionó a la perfección. Con la licuación de Corbyn, lo propio le sucedió al último proponente del socialismo británico. Poco después, el laborismo propuso a Sir Keir Starmer, ex miembro del declarado espectro antilaborista de la Comisión Trilateral. El prefijo de este señor ilustra a las claras el significado de carencia de liderazgos efectivos.

La realidad de la monocracia es ocultada convenientemente por los medios de comunicación; éstos, en lugar de formular una presentación de noticias equilibrada, promociona la censura; abrazándose a la tiranía periodiística para manipular la libertad intelectual. Al igual que los Estados Unidos, antes que diseñarse presupuestos para optimizar el genuino interés nacional, Gran Bretaña ha entendido que hay más beneficios en la restricción de las libertades sociales y colectivas. El proyecto Online Safety, subrepticiamente presentado por el parlamento, resguarda las mentiras promocionadas desde los medios, y ejemplifica la corrupción propia y de la dirigencia política. Hoy día, el 87% de todos los medios de comunicación estadounidenses es tutelado por seis corporaciones, las cuales exhiben la misma agenda que portan las tres firmas controlantes de todos los medios impresos en el Reino Unido. Es decir que la censura observa un carácter uniforme; se sirve a sí misma; y es efectiva.

Esta privatización clandestina del Servicio Nacional de Salud de Gran Bretaña (NHS), que alguna vez fuera ejemplo para el mundo desarrollado de filiación socialista, haría revolcar a Aneurin Bevan en su tumba. El método truculento americano de recurrir a Instrumentos de Financiación Privada (PFIs) para aportar créditos privados que utilizan hospitales como garantías, aunque bajo términos draconianos, empujó a los nosocomios a los brazos de los hedge funds estadounidenses. Aunque por fortuna la iniciativa fue bloqueada en 2019, el fenómeno aún le cuesta £2 mil millones al año al NHS, en pagos subterráneos.

Previo a 1998, la educación terciaria era gratuita. Desde entonces, los estudiantes en el Reino Unido han acopiado £460 mil millones en deuda crediticia, con el promedio por alumno estacionado en £45,800. Actuando bajo lo dictado por los cambios registrados en los EE.UU. durante 2012, el Reino Unido propició que la deuda universitaria no pueda descargarse al declararse uno en quiebra. Esto perpetuó el pago de intereses de deuda para estudiantes, que ni siquiera pueden obtener un empleo en la disciplina para la que se entrenaron. Asimismo, las universidades se encuentran pesadamente endeudadas, basándose en la promesa de los pagos anticipados para estudiantes. Las recientemente finiquitadas pruebas de nivel A garantizaron un incremento y la recurrencia de este vital ingreso universitario. Y una caída en los estándarse educativos.

Todos estos paralelos entre el Reino Unido y los EE.UU. se prolongan, en la forma de una disparada en los índices de obesidad, fenómeno provocado por una oferta de alimentos adulterados equiparada a la americana, con inmigrantes que continúan arribando al país sin revisarse sus antecedentes; estos se instalan en ciudades que ya evidencian un retroceso en todos los órdenes, verificándose también una debacle en los ya de por sí lamentables servicios sociales. También la Gran Bretaña ha copiado los parámetros de la ideología progresista 'woke', aberración mental que propone que los datos duros y hechos concretos son meramente discrecionales -y que un útero nada tiene que ver con la definición de mujer.

No obstante, el parecido entre ambas naciones con mayor potencial amenazante es la apatía. Al igual que los EE.UU., la Gran Bretaña se responsabiliza a sí misma por asistir como mudo testigo a su divorcio total de la realidad -cediendo su mandato ante un sistema político y un ecosistema de medios de comunicación corruptos.

Una nación que languidece, comienza a evidenciar su retroceso a partir de la economía. Cuando el proceso se torna irreversible, en lugar de enfocarse en las necesidades de su gente, ese país hace que las personas se vuelvan contra sí mismas.

Será hora de que los votantes inoculen a sus respectivos países en las urnas. Eligiendo representantes con sólido carácter y personalidad, que prioricen las necesidades de la población -y no las ganancias netas de la guerra. El Reino Unido, por caso, necesita dirigentes que rechacen la hegemonía estadounidense junto a su bastardización de la economía. Se necesitan dirigentes que pongan fin a la intervención del virus americano en las arterias y el tesoro de nuestra patria. Necesitamos líderes que prioricen a los alimentos por sobre las armas; a la vida en sociedad frente a la tiranía; a la familia antes que al partido. Por sobre todo, se necesitan políticos que privilegien la educación -y no la ignorancia.

Si la Gran Bretaña ha de sobrevivir, entonces deberá prestar atención a la más importante emergencia nacional: la propia Gran Bretaña.


* El autor, Brett Redmayne-Titley (en Twitter, @WatchRomeBurn) es periodista independiente y fotógrafo. Colaborador, entre otros, en The Unz ReviewZeroHedgeAsia TimesGlobal Research -todos ellos, de Estados Unidos. Su sitio web personal, WatchingRomeBurn.uk. Su correo de contacto: live-on-scene (@) gmx.com.