Los enjambres de 'drones' no son una ficción; EE.UU. debería prepararse
Normalmente, no desarrollo temas vinculados a la ficción. En este caso, podría plantearse...
Normalmente, no desarrollo temas vinculados a la ficción. En este caso, podría plantearse una suerte de excepción.
A lo largo de los últimos años, interesantes novelas profundizaron sobre la creciente brecha tecnológica existente entre China y los Estados Unidos de Américaen materia de ciberespionaje, hacking de naturaleza ofensiva, y capacidades de aeronaves no tripuladas. Todo lo cual puede perfectamente nuclearse en un esfuerzo militar de bajo presupuesto.
Uno de los libros que tengo en mente es 'Flotilla Fantasma' (Ghost Fleet), de P.W. Singer y August Cole; otro es '2034: Una Novela sobre la Próxima Guerra Mundial (A Novel of the Next World War), de Elliot Ackerman y Jim Stavridis. Recomiendo la lectura de ambas, conforme se evidencia allí un fuerte llamado de atención para que los Estados Unidos optimicen significativamente su juego en el concierto tecnológico, en tanto que el trabajo comparte una mirada sobre los desafíos a los que el país podría hacer frente en el futuro.
Acto seguido, otro escenario vinculado -aunque quizás más probable.
No se trata aquí necesariamente de compartir un relato sobre lo que podría suceder hoy; sin embargo, tampoco estamos hablando de una fantasía futurística.
En el pasado reciente, un ciberanalista de la CIA me dijo: 'Hay una diferencia entre la fantasía y la ciencia ficción. La fantasía simplemente no puede ocurrir; remite a magos y dragones (con disculpas para los fans de 'Harry Potter' o 'Game of Thrones'), mientras que la ciencia ficción es diferente. No podemos hacer esas cosas ahora, pero podremos en el futuro; y, probablemente, en un futuro más cercano que aquel en el que pienso ahora'.
Jamás olvidé esa sapiente y anticipatoria observación. Tenemos algo de ciencia ficción a la mano, pero el horizonte se aproxima a gran velocidad.
Las novelas citadas previamente describen el desastre perpetrado por la República Popular China a través de sus capacidades para controlar vehículos no tripulados. Es una trama con superpotencias en acción, aún cuando se abracen a reducidos presupuestos financieros.
Los chinos están dispuestos a invertir mucho (de hecho, hoy lo hacen), pero no están esperando al momento en que consoliden sus capacidades como superpotencia. Trabajan en neutralizar la capacidad estadounidense para tornarla irrelevante. En consecuencia, esto podría incluso amplificar el poderío de Pekín.
Los expertos en la materia se han preguntado: 'Pero, ¿podremos hacer esto realmente?', La teoría de las relaciones internacionales consigna que el hecho de que un Estado-nación cuente con una capacidad militar determinada no conduce, necesariamente, a su intención de emplearla. El motivo: con frecuencia, un Estado nacional suele considerar factores atenuantes.
China tiene juego en el sistema internacional. Se halla vinculada económicamente a otros -como los EE.UU.-, a través de una plétora de organizaciones internacionales. Asimismo, los chinos tienen objetivos denominados duros que podrían ser amenazados por armamento cinético -misiles balísticos intercontinentales, bombarderos indetectables para radares, etcétera). En pocas palabras, un actor como China puede ser disuadido de atacar.
La clave para comprender este relato reside en la 'intención' de otros actores de menor peso específico. Eventualmente, podría tratarse de pequeños Estados paria, o bien de actores no-estatales (organizaciones terroristas, cárteles de la droga, sindicatos del crimen organizado). Con frecuencia, estos actores son subestimados por irrelevantes, en razón de que no cuentan con sustento monetario, científico o industrial para desarrollar las muy necesarias capacidades asimétricas de corte futurista.
¿O será que cuentan con ese respaldo? ¿Existen modos de imponerse a los sistemas defensivos de los Estados Unidos? Los ciberataques ya son parte del teatro de operaciones, aún cuando sus efectos en general sean esotéricos, o bien difíciles de percibir. ¿Existe acaso una metodología 'económica' para inflingir semejante nivel de daño (daño físico, terrorismo, costos) a los EE.UU. en una era de ciberdefensas altamente enfocadas y de monitoreo contraterrorista amplificado?
¿Podrían los Estados unidos ser 'forzados' a retirarse de una región, o bien a torcer una política exterior de índole crítica? Al-Qaeda lo intentó el 11 de septiembre de 2001, y pagó un alto precio. ¿Existe chance para amenzar con un gigantesco cuchillo a la garganta de una nación?
Supongamos que un adversario dado organiza un enjambre de dos mil o tres mil vehículos aéreos no-tripulaldos, o hasta diez mil de tales UAVs. Tras lanzar esos enjambres contra objetivos industriales, bases militares en el exterior o bien navíos, un actor no estatal podría conmover los cimientos de una política exterior americana que se perciba frágil.
Así las cosas, un enjambre es una flotilla de vehículos aéreos no tripulados que podrían ser desplegados colectivamente, ya fuere de forma autónoma, o bien tutelada por un pequeño número de operadores, a criterio de sobrepasar las defensas de un objetivo -o de una colección de objetivos.
En la actualidad, un enjambre de unos mil drones podría superar las defensas de cualquier objetivo de importancia en los Estados Unidos, o las de un objetivo americano con base en el exterior. Los drones podrían penetrar instalaciones productivas, infraestructura crítica en la generación de energía, ciudades, bases militares, edificios gubernamentales o comerciales, nodos importantes de la cadena de valor, o bien atacar a nuestros navíos en mares internacionales. Ciertamente, un enjambre como ese podría provocar disrupción en el normal funcionamiento de cualquier área metropolitana, durante un significativo período de tiempo.
Un escenario de pesadilla, adicionalmente, podría involucrar a un enjambre de diez mil UAVs -el cual sería imposible de detener.
Un cártel de la droga o cualquier sindicato de la Europa Oriental dotado de bien entrenados operadores del ciberespacio podrían elegir como objetivo a los Estados Unidos, bajo esta metodología táctica. No necesariamente contarían con una 'base de operaciones principal', bandera, o uniformes. Simplemente, podrían contabilizar activos financieros superiores a los de cualquier otro núcleo similar o al de pequeños Estados nacionales -y ciertamente serían impiadosos en el empleo de amenazas que sirvan para, por ejemplo, coercionar a técnicos expertos para que los asesoren en su meta.
En una primera oleada, podrían poner la mira en tres instalaciones estadounidenses localizadas en el extranjero -en un caso, una instalación petrolera; luego, una base militar en Oriente Medio; y, tercero, un grupo anfibio de despliegue rápido; como ejemplo, cinco o seis navíos de la Armada y una fuerza expedicionaria del Cuerpo de Marines, o contra un personal militar de cinco mil activos. Como parte del ejercicio, el agresor logra penetrar las defensas de cada objetivo, provocando una cifra extremadamente elevada de bajas.
Algunos de los drones de referencia portarían paquetes con capacidad para la guerra electrónica, útiles para sembrar el caos en las comunicaciones y contramedidas de cada objetivo. Acto seguido, otra oleada de drones ejecutaría ataques cinéticos contra personal y estructuras físicas. La sorpresa y la confusión resultantes casi siempre son peores que las muertes, los heridos y el daño estructural.
A continuación, el agresor anuncia públicamente su intención de atacar a más objetivos, si Washington no se somete a sus designios. Acaso la Casa Blanca se mueva con rapidez y el adversario repase su lista de objetivos. Sin embargo, las fuerzas armadas americanas acusan una serie de importantes daños.
Tiempo después, queda expuesto que los sistemas defensivos desplegados simplemente no son suficientes para repeler a la flotilla de UAVs, numerosos y de reducido tamaño. En consecuencia, Washington se ve obligado a ceder. Los Estados nacionales enemigos de los Estados Unidos toman nota del episodio, y tiene lugar una nueva carrera armamentística.
¿Parece demasiado trillada esta posibilidad? Considere Usted lo siguiente: ahora mismo, Usted podría adquirir un enjambre de mil drones DJI Phantom 4 en Amazon, por poco más de US$ 2 millones. Se conoce una infinidad de aplicaciones lícitas para un enjambre, pero rápidamente pueden ser reconvertidos para ser utilizados con propósitos letales.
Lo que aquí describimos no es alarmismo. Toda vez que hoy no se conoce información de inteligencia que consigne que un adversario planee desplegar semejante tipo de enjambre, cierto es también que los EE.UU. no cuentan con sistemas defensivos específicos en sus fuerzas armadas, seguridad interior o arsenales industriales que sirvan para hacer frente a semejante ataque. Y se trata de un escenario que exige respuestas inmediatas.
En efecto, contamos con capacidades para detección de drones ofensivos de gran tamaño -esto es, los modelos que predominan en los arsenales propios-, y es posible derribar esos vehículos recurriendo a medios antiaéreos tradicionales. La guerra en Ucrania, que hoy continúa, ha probado la efectividad del empleo de drones pequeños contra objetivos discretos, como ser vehículos y pequeños cuarteles; y así puede certificarlo el atribulado ejército ruso.
Dada la realidad amplificada que consignan los enjambres de UAVs, el país deberá tomar medidas para lidiar con el asunto, previo a que la capacidad de ataque se consolide y el problema se vuelva de difícil tratamiento.
El Pentágono, el Departamento de Seguridad Interior y la industria de defensa estadounidense en general, habrán de ampliar el estudio de soluciones -ahora mismo. Las firmas privadas ya trabajan para completar el desarrollo de sistemas para detección y derribo de enjambres de drones.
¿Contarán con el prioritario y necesario financiamiento? ¿Lo tendrán, previo a que la amenaza se materialice genuinamente?
La respuesta para estas preguntas podría tornarse crítica mucho antes de lo que creemos. No queda ya margen para la sorpresa, ni para la duda.
Artículo original, en inglés
Es Director del Centro Douglas y Sarah Allison para Estudios de Política Exterior en la Fundación Heritage, en Washington, D.C. Sirvió durante casi treinta años en las Fuerzas Especiales del Ejército de los Estados Unidos de América, y luego como importante funcionario del Pentágono. Su trabajo de investigación se focaliza principalmente en ciberseguridad, operaciones especiales y actividades de apoyo para autoridades civiles desde la óptica de la Defensa. Sus artículos también son publicados en la web estadounidense The Daily Signal. Más información sobre el autor (en inglés), en éste link.