INTERNACIONALES: PHILIP GIRALDI | REALPOLITIK

Vladimir Putin y su visión de un orden multipolar

¿Se asiste al final de la hegemonía estadounidense?

29 de Noviembre de 2022


Tanto en los libros de historia como en la política, cada relato es diseñado conforme a en qué momento uno decide comenzarlo. Los combates actuales en Ucrania, que numerosos observadores entienden podrían consignar la fase inicial de una Tercera Guerra Mundial, son apenas un desarrollo. ¿Fueron sembradas las semillas del presente conflicto después de la aceptación, de parte del líder ruso Mikhail Gorbachev, de la disolución de la Unión Soviética bajo el compromiso de OTAN de no avanzar hacia el seno de la Europa Oriental? Ese compromiso fue rápidamente ignorado por el ex presidente estadounidense Bill Clinton, quien intervino con las fuerzas armadas en la ex Yugoslavia, previo a sumar nuevos miembros a la Alianza Atlántica, sobre las ruinas del antiguo Pacto de Varsovia.

Vladimir Putin, Valdai
Desde aquella instancia, OTAN ha continuado con su ampliación, a costa de los intereses de seguridad nacional rusos. Ucrania, como una de las más grandes ex repúblicas socialistas soviéticas, pronto se convirtió en foco de conflicto potencial. Los Estados Unidos interfirieron abiertamente en la política doméstica ucraniana, mediando las periódicas visitas del Senador John McCain y de Victoria Nuland, monstruosa dignataria del Departamento de Estado -mientras Washington invirtió US$ 5 mil millones para desestabilizar el escenario, propiciando un cambio de régimen para remover al gobierno pro-ruso de Viktor Yanukovich -reemplazándolo con una gestión amigable para los EE.UU. y sus aliados europeos. Cuando esto tuvo lugar, inevitablemente los hechos condujeron a la invitación a Kiev para sumarse a OTAN (iniciativa sobre la cual Moscú advirtió, en reiteradas oportunidades, representaría una amenaza existencial contra la propia Federación Rusa).


Finalmente, Moscú buscó negociar una solución para la crisis ucraniana durante 2020 y 2021, pero los Estados Unidos y sus aliados no mostraron interés alguno -permitiendo éstos que el corrupto gobierno de Volodymyr Zelensky se rehusara a conversar. De tal suerte que Rusia percibió que era engañada o bien que fue víctima de reiteradas mentiras, de parte de Washington y sus socios en el Viejo Continente. Moscú fue víctima del saqueo de sus recursos naturales, perpetrado mayormente por oligarcas occidentales que operaban bajo la protección del ex presidente Boris Yeltsin, entre 1991 y 1999. Yeltsin era un títere implantado y alimentado por la interferencia europea y estadounidense en los comicios rusos. Justo cuando Rusia se hallaba de rodillas -acaso tal era el plan-, hizo su ingreso en escena el ex activo del KGB, Vladimir Putin, quien, desde sus roles como primer ministro primero y presidente después, procedió a ordenar la propia casa. Desde ese momento, Putin ha venido explicando cuidadosamente sus intenciones y lo que ha estado haciendo, dejando en claro que no era un enemigo de Occidente sino, antes bien, un socio en una relación que respeta los intereses y la cultura de todos los jugadores involucrados (en una economía globalizada que maximiza la libertad y el individualismo).

Dada la dramática escalada que ahora retorna la situación en Ucrania, con advertencias de uno y otro lado al respecto de las condiciones para el empleo de armas nucleares, el 27 de octubre, en un discurso ofrecido por el presidente Putin -en ocasión de celebrarse la edición número 19a del Club para la Conversación Internacional de Valdai -en cercanías de Moscú-, plasmó conceptos de lectura obligatoria para los Joe Biden y los Jens Stoltenberg de este mundo. El tema central del encuentro fue intitulado: Un Mundo Post-hegemónico: Justicia y Seguridad para Todos. La extensa sesión, de cuatro días de duración, involucró a ciento once académicos, políticos, diplomáticos y economistas procedentes de Rusia y de otras cuarenta naciones, incluyendo Afganistán, Brasil, China, Egipto, Francia, Alemania, India, Indonesia, Irán, Kazajistán, Sudáfrica, Turquía, Uzbekistán y los Estados Unidos de América. Putin compartió su visión en torno de un mundo multipolar en el que no hay sitio para un orden políticamente hegemónico -dado en llamar 'orden internacional basado en reglas' que pueda sustituír a las 'reglas de la legislación internacional'. Observó el funcionario ruso que, en sí mismas, las reglas han sido dictadas con frecuencia por un sólo país, o por un grupo de países. En lugar de ello, Putin urgió a la consolidación de un ecosistema transicional con base en la predisposición a aceptar que todas las naciones tienen sus intereses específicos, y que éstos deben ser respetados.

Más interesante aún, Putin, desde que asumiera el liderazgo político en su país, ha reiterado su pedido de que todos los países en el concierto global vean garantizado su respeto, consignando que los intereses y las culturas locales habrán de ser consideradas legítimas y dignas de aceptación para todos, siempre y cuando toleren las libertades individuales y, de igual modo, se respeten los intereses y rasgos identitarios nacionales del resto.

Un relajado y bromista Putin se dirigió a la audiencia por espacio superior a la hora, respondiendo preguntas durante otras dos. En respuesta a una pregunta, evaluó la cordura de los consejeros de la Casa Blanca que 'echan a perder el vínculo con China, mientras proporcionan miles de millones de dólares en armamento a Ucrania para que ésta combata a Rusia (...) Francamente, no sé por qué hacen esto... ¿Estarán cuerdos? En apariencia, ese proceder aniquila a la lógica y al sentido común... Sencillamente, es una locura!'.

El presidente ruso puso énfasis en diferentes tópicos, desde los cuales elaboró sus puntos de vista. En primer término, observó que la hegemonía estadounidense-europea 'niega la soberanía de naciones y pueblos, niega su identidad y excepcionalidad, en tanto descarta por completo el interés de otros Estados (...) El "orden internacional basado en reglas" sólo obsequia poder a aquellos que hacen las "reglas"'. Todos deben obedecer, o hacer frente a las consecuencias.

Asimismo, sumó Putin críticas contra la tendencia de Occidente a formular reglas para luego ignorarlas cuando las circunstancias cambian. Observó el líder ruso cómo las sanciones económicas y la 'cultura de la cancelación' o 'cancel culture' son empleadas con cinismo para debilitar las economías locales, al tiempo que desprecia las culturas y los caracteres nacionales de adversarios externos. Apuntó, por ejemplo, la manera en que escritores y compositores rusos están siendo prohibidos, con el único fin de enviar un mensaje político desde el cual castigar a Moscú en razón de su política exterior.

Putin explicó que Rusia es una 'civilización independiente y excepcional' que 'jamás se ha considerado a sí misma como enemiga de Occidente'. Moscú -dijo- 'simplemente defiende su derecho a existir y a desarrollarse en libertad. Al mismo tiempo, nosotros no buscamos convertirnos en formato alguno de nuevo poder hegemónico'. Acto seguido, ofreció Putin un análisis sobre los hechos hoy en desarrollo, afirmando que el mundo hace frente a una tormenta global que nadie puede ignorar. 'Asistimos a un momento histórico, frente a la que, probablemente, sea la década más peligrosa, impredecible y, en simultáneo, importante desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Occidente no está en capacidad de administrar unilateralmente a la humanidad; sin embargo, intenta, con desesperación, hacerlo, y la mayoría de los pueblos del mundo ya no están dispuestos a tolerarlo'. Podemos decidir 'o bien seguir acumulando una carga de problemáticas que inevitablemente lograrán que todos nos estrellemos, o bien intentar hallar soluciones en conjunto, aunque imperfectas, que puedan volver a nuestro mundo más seguro y más estable'.

De modo tal que Vladimir Putin está formulando un llamado a las armas, pero para consolidar una transición hacia un orden multipolar, el cual inevitablemente modificará el campo de juego -tanto en lo que a relaciones internacionales como a la economía global respecta. Ya no podrán los Estados Unidos ni sus aliados gritar 'Estado de derecho' mientras recurre a la coerción para reprimir a sus competidores. Ya numerosas naciones han dejado de utilizar el dólar de los EE.UU. como reserva internacional, de momento para concretar transacciones con energía; socios de peso como la India, China y Turquía (miembro de OTAN, debe subrayarse) han ignorado las restricciones para la adquisición de exportaciones energéticas rusas, invalidando -hasta cierto punto- las sanciones interpuestas por Washington y la Unión Europea. La muerte del dólar como reserva internacional aumentará las dificultades del Tesoro estadounidense a la hora de imprimir dinero sin respaldo. El motivo: muchos países comenzarán a rechazar lo que es visto como moneda fiduciaria generada por un gobierno que, en realidad, está sumido en una pesada deuda.

Putin podría, ciertamente, equivocarse; y el actual sistema global perfectamente podría eludir el futuro que se anticipa. Pero, de acertar el líder político ruso, la transición hacia un concierto multipolar consignaría un retroceso y una caída de facto de los Estados Unidos de América como potencia titular de la supremacía; más aún, cualquier efecto parecido a un colapso del dólar comportaría efectos catastróficos para una economía estadounidense abrazada a las importaciones, y también para los ciudadanos de a pie del país. Una suerte de default parcial desde el Tesoro de los EE.UU. frente a su abultado pasivo ha dejado de ser algo inimaginable. Y Putin bien podría estar correcto en su predicción al respecto de que el cambio se aproxima, y que nada hay que Washington y sus socios puedan hacer para impedirlo.

En cualesquiera de los casos, las correcciones políticas y económicas que ciertamente sobrevendrán -de un modo u otro-, tendrán lugar mientras el conflicto en Ucrania se prolonga. La principal tragedia en el relato es que estos desarrollos son autoinflingidos, eran por completo evitables, y que no responden en modo alguno a los intereses genuinos de los Estados Unidos -aunque esta es otra historia. Si Ucrania se abraza definitivamente a una guerra abierta con un mayor involucramiento de Washington y un desbarajuste económico americano superior, inevitablemente, la presión internacional para desmantelar el status quo post Segunda Guerra Mundial se verá incrementada. Sin importar cómo se desenvuelta el asunto, lo que está sucediendo ahora mismo obligará a los sordos dirigentes políticos que merodean por la Casa Blanca a repensar el sitio de los Estados Unidos de América en el concierto internacional -y sus opciones- como potencia de magnitud. Nadie puede predecir hoy lo que sucederá; el teatro de operaciones será digno de atención, por cuanto cada uno de ambos partidos políticos americanos le endilgará toda responsabilidad al otro. Hasta dónde llegará la carnicería, nadie puede anticiparlo.


Artículo original, en inglés


 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.