Ecuador, País de Absurdistán: 'Zombiasso', cadáver político que busca reelegirse
Ráfagas de una ventisca helada -que congelaban los huesos- auspiciaban su llegada.
26 de Diciembre de 2022
Ráfagas de una ventisca helada -que congelaban los huesos- auspiciaban su llegada. Una espesa neblina -como de ultratumba- cubría el cementerio; perdone Usted: el aeropuerto de la capital de Absurdistán, sede del más grande de todos los presidentes. Allí se encuentra el paladín de las promesas de campaña incumplidas, el que en cien horas cambió al país; mismo que se peleó con todos y logró meter en la cárcel a centenares de funcionarios corruptos que se apropiaron de fondos públicos. El único que se atrevió a sacar de la administración pública a sus aliados, los correístas. Ese estadista de zapatillas rojas y pantalón stretch, bautizado cariñosamente por el pueblo como Pinocho, se aproxima con su fanfarrea de adulones a la pista del la terminal aérea.
Pinocho porta una personalidad enérgica, seria; es el terror de las bandas delictivas. Su palabra es implacable, y lo llaman el Bukele de Absurdistán. Pobre de aquel que no cumpla sus estados de excepción o los toques de queda; peor parte llevarán aquellos presos con intenciones de acometer desmanes en los centros carcelarios. A los ladrones, los sicarios, los secuestradores, los narcotraficantes, al parecer les tiemblan las rodillas con la sóla mención de su nombre: es el justiciero de las zapatillas rojas, 'Zombiasso'.
Uno de sus adulones gritaba, a voz en cuello: 'Déjelo pasar; no hagan bulto'. No quería que le estorbaran para, así, poder dar unos pasos sobre la alfombra roja. En los hechos, se trató de un apoteósico e inédito mitin de despedida en el que reinaba el caos, pues había dos canales del Estado y tres personas que lo despedían hacia su viaje con el norte puesto en la primera potencia mundial.
Desde la escalinata del avión, 'Zombiasso' -mirada mojigata mediante- se despedía de todos. Nadie le impediría ir a las montañas rusas de Orlando, camino hacia la capital de Gringolandia. Al aterrizar en la cuna capitalista y, tras descender por las escalinatas del avión, a cada paso se le impregnaba una fortaleza, una vitalidad, un temple y una decisión que sus adulones desconocían. Creyeron que el personaje había sido suplantado por un impostor. Uno de sus más sumisos colaboradores declaró que lo vio tomar decisiones político-estratégicas trascendentales, y que no daba el brazo a torcer. Le consta, cuando vio que se encaprichó en subir a los carritos chocones, en lugar de visitar la Casa de los Muertos Vivientes.
Luego de pasear un rato y disfrutar de actividades de shopping, acaso buscando nuevas zapatillas rojas de marca (quizás para utilizarlas en otros ofrecimientos de campaña), el presidente de Absurdistán se dirige al blanquecino edificio. Sus aduladores de oportunidad, agradecidos por el viaje, por los nutritivos viáticos y por no perder los puestitos, le lanzaban recurrentes lisonjas; le manifestaban que él será el único con capacidad para rescatar al país, y que debería considerar lanzarse nuevamente a la presidencia de la Nación Absurda. Le reiteraban que las encuestas mentían, que el sondeo de sus asesores indicaba que su nivel de credibilidad y aceptación traspasaba los cielos. Era el momento -en palabras de sus corifeos- de que país escuche a su Mesías de la seguridad, y de ir por la reelección.
Al ingresar a la Casa Blanca, sintió un corrientazo en su cuerpo. De nuevo, sus pasos ganaban firmeza: se lo veía envalentonado, como queriendo demostrar que 'Sí, se puede'. Y, haciéndose eco de sus aduladores, grita a los cuatro vientos, en plena rueda de prensa, que la Constitución de Absurdistán lo habilita para reelegirse y que, en consecuencia, podrá continuar disfrutando de los privilegios. En esa instancia, y de cara a la confusión amplificada por sus declaraciones, una voz fuerte se oyó desde el fondo: 'Pinocho, eres un cadáver político'.
Cuando escuchas a los corifeos que te rodean y no analizas la realidad de tu entorno, te harán creer que eres el mejor candidato. Aún cuando tu fracaso al frente de una Administración haya sido contundente.
Pinocho porta una personalidad enérgica, seria; es el terror de las bandas delictivas. Su palabra es implacable, y lo llaman el Bukele de Absurdistán. Pobre de aquel que no cumpla sus estados de excepción o los toques de queda; peor parte llevarán aquellos presos con intenciones de acometer desmanes en los centros carcelarios. A los ladrones, los sicarios, los secuestradores, los narcotraficantes, al parecer les tiemblan las rodillas con la sóla mención de su nombre: es el justiciero de las zapatillas rojas, 'Zombiasso'.
Uno de sus adulones gritaba, a voz en cuello: 'Déjelo pasar; no hagan bulto'. No quería que le estorbaran para, así, poder dar unos pasos sobre la alfombra roja. En los hechos, se trató de un apoteósico e inédito mitin de despedida en el que reinaba el caos, pues había dos canales del Estado y tres personas que lo despedían hacia su viaje con el norte puesto en la primera potencia mundial.
Desde la escalinata del avión, 'Zombiasso' -mirada mojigata mediante- se despedía de todos. Nadie le impediría ir a las montañas rusas de Orlando, camino hacia la capital de Gringolandia. Al aterrizar en la cuna capitalista y, tras descender por las escalinatas del avión, a cada paso se le impregnaba una fortaleza, una vitalidad, un temple y una decisión que sus adulones desconocían. Creyeron que el personaje había sido suplantado por un impostor. Uno de sus más sumisos colaboradores declaró que lo vio tomar decisiones político-estratégicas trascendentales, y que no daba el brazo a torcer. Le consta, cuando vio que se encaprichó en subir a los carritos chocones, en lugar de visitar la Casa de los Muertos Vivientes.
Luego de pasear un rato y disfrutar de actividades de shopping, acaso buscando nuevas zapatillas rojas de marca (quizás para utilizarlas en otros ofrecimientos de campaña), el presidente de Absurdistán se dirige al blanquecino edificio. Sus aduladores de oportunidad, agradecidos por el viaje, por los nutritivos viáticos y por no perder los puestitos, le lanzaban recurrentes lisonjas; le manifestaban que él será el único con capacidad para rescatar al país, y que debería considerar lanzarse nuevamente a la presidencia de la Nación Absurda. Le reiteraban que las encuestas mentían, que el sondeo de sus asesores indicaba que su nivel de credibilidad y aceptación traspasaba los cielos. Era el momento -en palabras de sus corifeos- de que país escuche a su Mesías de la seguridad, y de ir por la reelección.
Al ingresar a la Casa Blanca, sintió un corrientazo en su cuerpo. De nuevo, sus pasos ganaban firmeza: se lo veía envalentonado, como queriendo demostrar que 'Sí, se puede'. Y, haciéndose eco de sus aduladores, grita a los cuatro vientos, en plena rueda de prensa, que la Constitución de Absurdistán lo habilita para reelegirse y que, en consecuencia, podrá continuar disfrutando de los privilegios. En esa instancia, y de cara a la confusión amplificada por sus declaraciones, una voz fuerte se oyó desde el fondo: 'Pinocho, eres un cadáver político'.
Cuando escuchas a los corifeos que te rodean y no analizas la realidad de tu entorno, te harán creer que eres el mejor candidato. Aún cuando tu fracaso al frente de una Administración haya sido contundente.
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@CoronelPazmino
Sobre Mario Pazmiño Silva
Mario Pazmiño Silva es Coronel (R) del Ejército del Ecuador. Cuenta con un Master en Seguridad y Desarrollo. Es Presidente del Centro de Análisis e Investigación Internacional, Consultor Internacional en Seguridad y Defensa. Oficia de Analista para diferentes medios de comunicación sobre temas de Terrorismo e Inteligencia, y desarrolla publicaciones para distintos medios de comunicación en América Latina. Su correo electrónico, aquí.