¡Pongan a salvo la platería! Volodymyr Zelensky ha llegado a la ciudad
En la humilde opinión de quien esto escribe, la aparición del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky...
En la humilde opinión de quien esto escribe, la aparición del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky en Washington durante la pasada semana fue, posiblemente, el más desagradable ejemplo de corrupción perpetrada contra los valores de un país, desde que el presidente del Estado de Israel, Benjamin Netanyahu, diseñó una idéntica autoinvitación para dirigirse a un congreso estadounidense en estado de fractura, en el año 2015. La visita 'sorpresa' de Zelensky, de hecho, había sido planificada durante varios meses, y se trató de una coreografía cautelosamente pensada, con el fin de traer dividendos políticos tanto para la Casa Blanca, para el Partido Demócrata en el Congreso, y para Zelensky y sus simpatizantes políticos en suelo ucraniano. El líder ucraiano se reunió en privado con el presidente Joe Biden en la Casa Blanca, donde presuntamente recibió mucho más de lo que había ido a buscar, así como también la promesa de respaldo total hasta tanto 'Ucrania gane'. Acto seguido, fue invitado a compartir un discurso ante una Sesión Conjunta del Congreso, privilegio que definitivamente no fue concebido de apuro, con la Vocero de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, predeciblemente convocando a todos los legisladores para que participaran. La sesión dio inicio con una ovación de tres minutos de pie, de parte de los Representantes y Senadores allí reunidos.
De tal suerte que el obscuro defraudador contó con el permiso para decir lo suyo, en una presentación en video disponible para una audiencia global. La misma consistió en una colección de mentiras, a efectos de justiciar la rápida aprobación de cientos de miles de millones de dólares, pagados por un sufrido contribuyente estadounidense promedio, a una nación que ha alcanzado la popularidad merced a contar con la reputación de ser el país más corrupto de Europa -aunque esto no fue observado por la audiencia. Tal como ha sucedido desde el comienzo de la guerra de Joe Biden, fue inevitable que los Demócratas en el Congreso saturasen la cámara con gritos celebratorios ante cada vez que Zelensky abría la boca para comunicar alguna otra mentira. Sin embargo, y para su propia vergüenza, numerosos referentes del Partido Republicano se unieron a la celebración del diminuto personaje foráneo, cuya beatificación fue apasionadamente acompañada por los medios de comunicación nacionales -a criterio de que nadie se perdiera los pasajes más importantes del evento. El matutino New York Times cubrió la visita, describiendo inicialmente a Zelensky como una 'súperestrella global y héroe nacional, que supo crear un estilo de liderazgo que fusiona una pasión individual con un sólido mensaje para arengar a su gente en el orden doméstico, y a sus aliados en el concierto internacional'. En parte, el mensaje del Times involucró el recurso de definir al combate como uno de 'buenos contra malos'.
No obstante, aquellos Republicanos con una perspectiva más clara, boicotearon el evento, logrando que apenas 86 sobre un total de 213 dignatarios del Partido estuvieran presentes. En apariencia, algunos Republicanos no se muestran favorables a la guerra en términos generales, mientras que otros en realidad creen que los miles de millones despachados hacia Ucrania deberían ser auditados, a efectos de determinar si acaso están siendo motivo de defraudación, o no. Los congresistas Matt Gaetz y Lauren Boebert asistieron, pero juguetearon con sus teléfonos móviles y no se pusieron de pie para aplaudir la rabiosa retórica de Zelensky, quien en principio fue a buscar numerosas armas de última generación y toneladas de dinero, el cual justificó diciendo que no era 'caridad' sino una 'inversión' -de modo tal que él y Ucrania podrían utilizar los recursos para llevar Estado de derecho, seguridad global, democracia y libertad al mundo. En el epílogo, un comentarista particularmente fuera de sus cabales consignó: 'No existe líder más contagioso ni eficiente en el mundo libre democrático de la actualidad que el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky. El destino ha golpeado a sus puertas, para elevar la valentía y la claridad a nuevas alturas, como pocas figuras en la historia han sabido demostrarlo'.
En su discurso, Zelensky claramente olvidó mencionar cómo él mismo se ha ocupado de eliminar la libertad de expresión y de asociación en su propio país, como parte de su agenda bélica; también obvió decir que proscribió a los partidos de oposición, a los medios de comunicación, y que incluso sometió a acoso a la Iglesia Ortodoxa Rusa. Infortunadamente, la Tuitósfera se ha inclinado por ignorar estos asuntos y, en lugar de ello, prefirió centrarse en un supuesto comportamiento inapropiado de algunos Republicanos, por no respaldar éstos a ese gran líder. Uno de esos figurines, Michael Beschloss (@BeschlossDC), insufrible historiador presidencial de la cadena estadounidense NBC, tipeó en su red social: 'Todo aquel miembro del Congreso que se rehúse a aplaudir a Zelensky, necesitamos saber exactamente por qué no lo han hecho'. Glenn Greenwald, periodista independiente, respondió con sarcamos a Beschloss: 'Llévenlos frente a un Comité, y oblíguenlos a rendir eterna pleitesía a Ucrania y a Zelensky: de lo contrario, que sean enviados a prisión, por todo lo alto. El rehusarse a aplaudir a un líder extranjero en actividad es una forma de traición'.
También los políticos se prestaron a la actuación. Don Beyer -congresista por Virginia- escribió en Twitter: 'Esta falta de respeto genera vergüenza. Pone en vergüenza a Usted, a sus representantes, al cuerpo en el que servimos, y a nuestro país. Importantes cifras de personas que integran el pueblo de Zelensky han sido asesinados en una sangrienta guerra que no quisieron. Debemos poder debatir política exterior sin burlarnos del sufrimiento humano'.
Otro Representante Demócrata, Jake Auchincloss -de Massachusetts- directamente decidió declarar la guerra: 'Asistimos a una lucha global entre la democracia y la autocracia. Y Ucrania está combatiendo en la primera línea de ese frente. Nuestro respaldo por Ucrania significa que enviamos un mensaje a Moscú, un mensaje a Pekín. Y es un mensaje contra otros regímenes autoritarios'. En apariencia, no se percató Auchincloss de que es el gobierno de los Estados Unidos de América el que se ha convertido en autocrático y despótico, en razón de que, ahora, es el presidente de los EE.UU. quien ha asumido, ilegalmente, la autoridad para tolerar crímenes de guerra en sitios tales como Siria, Afganistán y Libia, mientras que también autoriza la tortura de personas hasta la muerte, en prisiones clandestinas. El presidente y su Fiscal General, Merrick Garland, también la han emprendido contra los 'terroristas domésticos' -que, en rigor, son ciudadanos que se oponen a las políticas públicas del Partido Demócrata.
Claramente, ni Beyer ni Auchincloss comprenden que un 'debate' en un marco donde se respetan los principios sobre política exterior es, precisamente, lo que no está teniendo lugar en los Estados Unidos -en gran medida, debido a la capacidad de su partido y de sus colegas a la hora de controlar el proceso. Está permitido aquí el comenzar una guerra ilegal o inconstitucional que perfectamente puede adquirir dimensión nuclear, sin que se registre una genuina oposición de parte de los críticos, ni del público. Cuando se trata de controlar la narrativa en torno de Ucrania, la consabidamente inepta Administración Biden ha desatado la maquinaria de propaganda más efectiva que se conozca, aún si uno considera a la oleada de mentiras de George W. Bush vinculadas a Irak y Afganistán. Resulta interesante notar que tampoco Beyer hizo esfuerzo alguno para observar que el atuendo de fajina utilizado por Zelensky -el cual Tucker Carlson describiera como 'apropiado para el manager de un club de desnudistas'- era igual de irrespetuoso que el cuerpo al que el mandatario ucraniano se dirigió.
Como tampoco Beyer se mostró ofendido cuando Pelosi y la vicepresidente Kamala Harris desplegaron y ondearon una gigantesca bandera ucraniana en el recinto. Y, en relación a la performance de Zelensky, uno debería preguntarse: ¿quién le escribió el discurso? Zelensky no tiene la experiencia ni la inteligencia necesaria como para apelar a las necesidades primarias del pueblo estadounidense, de modo tal que uno podría esperar que el discurso fue diseñado por los mismos regentes neoconservadores que vienen rodeándolo desde que llegó al poder en Kiev.
Por su parte, el cobarde Senador por la Minoría, Mitch McConnell, declaró el día previo al arribo de Zelensky que armar a Kiev para 'derrotar' a Rusia encabeza la agenda de 'la mayoría de los Republicanos'. Desarrolló después: 'Asegurarse de que el Departamento de Defensa pueda lidiar con amenazas de primera magnitud que provienen de China y Rusia, otorgando asistencia a los ucranianos para derrotar a los rusos, esta es la prioridad número uno de la derecha estadounidense ahora mismo, de acuerdo a una mayoría de Republicanos'. Dice Mitch que es prioritario para los Estados Uindos derrotar a Rusia; en consecuencia, no tiene prioridad la languideciente economía, como tampoco la tiene la crisis en la frontera sur. Ergo, tampoco importan la inflación, la escasez, ni la recesión. Y luego está el Senador de dos pronombres, Lindsey Graham, quien claramente respaldó esa cruenta narrativa, exigiendo en su oportunidad 'el asesinato del presidente ruso Vladimir Putin' -acto que sin lugar a dudas dará inicio a una Tercera Guerra Mundial.
Antes que nada, sospecho que la pasión desatada por Zelensky fue, al menos en parte, ingeniada por los sospechosos de siempre que revistan en poderosos circuitos del lobby israelí americano, lobbistas y personalidades de los medios de comunicación, en donde cualquier crítica contra Ucrania (que contabiliza una importante población de origen judío) es evaluada como si se tratase de una pena capital. Los medios estadounidenses afines a Jerusalén lanzaron loas a la visita de Zelensky, en algunos casos describiendo cómo la 'supervivencia de Ucrania' era una suerte de 'moderno milagro de Janucá'.
El odio contra Rusia -y, por cierto, contra Irán- son la condición sine qua non entre esos grupos y canales de comunicación; siempre le imprimirán un sesgo a cada argumento, para urgir a una intervención militar estadounidense en ambos países. Esto es precisamente lo que Zelensky hace, cada vez que llama a una intervención de OTAN -ni aún cuando él fue quien decidió arrojar bombas sobre territorio soberano de la vecina Polonia. En el presente estado de situación, el lector jamás leerá en las páginas del New York Times análisis que recuerde que el giro de cientos de miles de millones de dólares para Zelensky y su pandilla de ladrones tiene nada que ver con los genuinos intereses de seguridad nacional de los Estados Unidos. En rigor, nadie estaba amenazando a los Estados Unidos y la guerra que diera inicio en febrero pasado claramente podía haberse negociado sobre dos ejes: la implementación de los acuerdos de Minsk de 2015-2015 en torno a la autonomía del Donbás, y las exigencias para garantizar la neutralidad de Ucrania (ejemplo: Kiev jamás se uniría a OTAN). Los Estados Unidos alentaron a Ucrania a que avanzara, prohibiéndole que negociara con seriedad frente a Rusia, sobre temáticas vitales para la seguridad actual de ese país.
De manera tal que, ¿tuvo éxito el ensayo de teatro kabuki de Zelensky, mayormente planificado y diseñado por la Casa Blanca y Nancy Pelosi, al momento de obsequiarle a los ucranianos lo que pedían? Probablemente no, en virtud de que los sistemas de misiles que podrían emplearse para ejecutar ataques contra territorio ruso aún están siendo retenidos, mientras que el dinero y otro tipo de armamento ha comenzado a fluír. Y de seguro habrá más, involucrando también 'consejeros' militares estadounidenses en el terreno. Sin importar el resultado, lo de Ucrania es una tragedia de largo plazo, en tanto los tontos que pululan complacientemente en Capitol Hill serán los responsables primarios por no haber reconocido que los intereses de los EE.UU. no necesariamente coinciden con las aspiraciones de Volodymyr Zelensky y las de sus cómplices.
Quizás de aquí a dos años, cuando el castillo de naipes haya colapsado definitivamente, y los ciudadanos estadounidenses, tras haber sido golpeados por una colección interminable de perjuicios económicos y políticos, comiencen a preguntarse qué fue lo que sucedió. Entonces, será hora de eyectar al colectivo de payasos y reemplazarlos con personas que, cuando menos, se preocupen sinceramente por lo que ocurre en nuestro propio país.
Artículo original, en inglés
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.