La guerra de Ucrania se desparrama sobre Oriente Medio
Los Estados Unidos e Israel impedirán que Irán comercialice aeronaves no-tripuladas a Moscú.
A pesar del sobrecogedor flujo de desinformación originada en los medios de comunicación y los gobiernos occidentales, persisten las obviamente divergentes perspectivas en torno de la guerra que se desarrolla entre Ucrania y Rusia. La narrativa sostenida en los conciertos gubernamental y mediático occidental consigna que Moscú atacó a su vecino, en franca violación contra los principios de las relaciones internacionales 'respaldados en reglas', que propugnan que cualquier nación que ataque a un vecino con el objetivo de sumar territorio será siempre -y sin ambigüedades- un error. Esa línea de pensamiento, que los medios repiten con frecuencia bajo la consigna que reza 'La guerra de agresión perpetrada por Rusia y que no fue provocada' ha obsequiado justificativo para la intervención estadounidense y de OTAN, a efectos de respaldar el esfuerzo de combate del gobierno de Volodymyr Zelensky contra los rusos. Asimismo, se ha promocionado que Ucrania y sus simpatizantes defienden la 'libertad', la 'democracia' y que, a la postre, 'representan al Bien contra el Mal'.
Al invertirse la narrativa para presentar el argumento ruso, el Kremlin ha declarado que, en reiteradas oportunidades, buscó negociar un acuerdo con Ucrania, sobre la base de dos cuestiones fundamentales que -ha dicho Moscú- representan una amenaza contra su seguridad nacional, y contra su identidad. Primero, el fallo de Ucrania a la hora de cumplir con la letra de los Acuerdos de Minsk de 2014-2015, que concedían una gran medida de autonomía a la región del Donbás -área que, conforme jamás ha sido disputado, es habitada mayoritariamente por rusos étnicos, tal como sucede con Crimea. Desde firmado aquel convenio, sin embargo, milicias ucranianas y otros elementos armados han empleado artillería para bombardear al Donbás, aniquiliando a un estimado de 15 mil personas -en su mayoría, residentes rusos. Segundo, Rusia ha rechazado todo plan de OTAN para concederle membresía a Ucrania, factor que llevaría a posicionar una alianza militar con notorio poder de fuego a las puertas del territorio ruso. El mandatario Vladimir Putin ha observado que esos asuntos eran negociables, y que Zelensky simplemente debía respetar la condición de 'neutralidad' del cuadrante de referencia -esto es, permitirle al Donbás el definir si se asociaría o no a cualquier alianza militar. Según se ha informado en su oportunidad, fueron los Estados Unidos de América y el Reino Unido las naciones que empujaron a Ucrania a rechazar todas las demandas de la Federación Rusa, con miras a iniciar una guerra de atrición -empleando vidas ucranianas- para intentar desestabilizar al gobierno de Putin y, así, reducir su capacidad para oponerse a Washington y a cualquier intento de supremacía occidental.
Se asiste a una importante cuota de hipocresía en la perspectiva europeo-estadounidense, en razón de que los Estados Unidos y OTAN se han dedicado a invadir distintos países y a proceder a cambios de régimen en ellos, desde acontecido el 11 de septiembre de 2001 -y donde debe incluírse el cambio implementado en Ucrania, en 2014. Algunos críticos de los combates entienden que las exigencias de Rusia observan un carácter legítimo, que Putin ha compartido un detalle muy específico de lo que su país no toleraría -y que, genuinamente, atentaría contra sus intereses de seguridad-, aunque uno podría argumentar que el proceder con un ataque armado contra otra nación es una medida extrema, que sólo podría justificarse de existir una amenaza clara e inminente. No obstante, en este caso, el involucramiento -que cobra forma de escalada- de los Estados Unidos y de OTAN en el conflicto consigna un desarrollo en extremo peligroso, por cuanto podría fácilmente derivar, a la postre, en un devastador intercambio nuclear. Podría uno también percibir la suscripción de una eventual tregua, iniciada para detener los combates, pero sólo si es acompañada de negociaciones serias con miras a alcanzar acuerdos en torno de la disputa territorial. Pero, naturalmente, los EE.UU., que han proporcionado a Zelensky más de US$ 100 mil millones en asistencia, han dejado en claro que no tienen interés alguno en un convenio negociado, a no ser que Putin entregue la totalidad del territorio ucraniano ocupado, incluyendo Crimea. En otras palabras, la única condición aceptable por Washington es que Rusia se rinda.
De alguna manera, las preocupaciones en torno de los combates en Ucrania involucran a un mayor número de jugadores, podría convertirse en regional y crecer aún más allá. Esto, de acuerdo al contenido de un artículo del matutino The New York Times, de reciente aparición. El mismo fue intitulado 'Los Estados Unidos intervienen para impedir que Irán le provea drones a Rusia' (U.S. Scrambles to Stop Iran From Providing Drones for Russia). El subtítulo, mientras tanto, rezaba: 'Conforme la guerra en Ucrania se acelera, algunos funcionarios se han convencido de que Irán y Rusia están formalizando una estrategia de conveniencia'. Ahora, bien; considérese que cualquier cosa que aparezca en un periódico estadounidense de primera línea será, probablemente, una filtración llevada a cabo por el propio gobierno de los Estados Unidos. Las fuentes del Times se explican así: '(...) entrevistas en los Estados Unidos, Europa y Oriente Medio; consultas con funcionarios de inteligencia, militares y de seguridad nacional quienes describieron un programa ampliado de los EE.UU. cuya finalidad es asfixiar la capacidad de Irán de manufacturar los drones, volviendo más difícil para los rusos el lanzamiento de aeronaves "kamikazes" y -si todo lo demás fallare-, proporcionar a Ucrania las defensas necesarias para derribar a esas aeronaves no-tripuladas'.
Todo lo anterior significa que las fuentes de la información carecen de identidad y que, en consecuencia, deberán ser consideradas anónimas -no verificables-, aún cuando el artículo resulta intrigante. Su párrafo principal denota: 'La Administración Biden se ha embarcado en un esfuerzo abarcativo para obstaculizar la capacidad iraní de producir y entregar drones a Rusia para su posterior empleo en Ucrania, propósito que desparrama ecos sobre su extenso programa que declaraba el objeto de cercenar todo acceso de Teherán a tecnología nuclear'.
De tal suerte que, en apariencia, la guerra subsidiaria contra Rusia ha ingresado también a Oriente Medio, más específicamente a Irán, en donde los Estados Unidos e Israel se han visto involucrados en el homicidio de científicos y técnicos, así como también en el sabotaje de instalaciones, y en la introducción de 'gusanos' cibernéticos (recuérdese a Stuxnet) en sistemas operativos de computación insertos en instalaciones dedicadas a investigación. En efecto, el texto expresa que Israel y los EE.UU. se han involucrado en conversaciones que trataban sobre cómo proceder a la hora de poner la mira en la producción de drones iraníes. El 22 de diciembre, una reunión grabada en vídeo se llevó a cabo entre funcionarios israelíes de primer nivel de seguridad nacional, militares y de inteligencia. Los mismos se encontraron con Jake Sullivan, consejero de seguridad nacional de la Administración Biden. Los participantes 'conversaron sobre la creciente relación militar entre Teherán y Moscú, incluyendo la transferencia de armamento que el Kremlin está desplegando en Ucrania, contra la infraestructura civil, y la provisión de tecnología militar rusa a Irán, en contrapartida'.
Ciertamente, se observa aquí no notable grado de hipocresía, muy evidente ya en los esfuerzos de Washington en pos de impedir el comercio de armamento iraní a Rusia, mientras que, en simultáneo, los Estados Unidos le otorgan miles de millones de dólares en armamento a Kiev. Los esfuerzos iniciales de Washington para reducir el supuesto impacto de las aeronaves no tripuladas en el teatro de operaciones finalmente se han posado en obstaculizar la comercialización y distribución de tecnología no iraní, que respalda la construcción de los drones. Las fuerzas armadas estadounidenses, asimismo, han proporcionado a Ucrania información de inteligencia que permitió a ese país ejecutar contraataques contra locaciones de lanzamiento rusas. Pero estos esfuerzos han sido parcialmente exitosos, en razón de que los componentes electrónicos utilizados son de amplia disponibilidad, o bien pueden ser adaptados para su 'uso dual', si es que una fuente de materia prima es afectada. Finalmente también, esos movedizos rusos han aprendido, en apariencia, a cambiar con frecuencia los sitios de lanzamiento, dado que los drones y los camiones sobre los que son montados aquéllos son móviles.
Pero el artículo del Times multiplica las preguntas, mucho más que las respuestas. Por ejemplo, pareciera ser que los iraníes le han vendido a los rusos un aproximado de 1.700 drones y que, de acuerdo con cifras datadas de mediados de diciembre, sólo han sido empleados unos doscientos, variable que difícilmente pueda considerarse como decisiva para los combates que se llevan a cabo en Ucrania -particularmente cuando su empleo en modo "kamikaze" significa que atacarán su objetivo para luego detonar explosivos que portan consigo. Esto significa que son destruídos con un único uso. Y habría que agregarle al asunto los problemas en la cadena de valor, de manera tal que no es claro cómo es que muchos de esos drones han sido entregados a destino. Y, ciertamente, los rusos cuentan con sus propias fábricas de aeronaves no tripuladas, como parte de su altamente sofisticada industria de armamento -con lo cual no es que estén desesperados por contar con la asistencia iraní, a pesar de las afirmaciones de los medios americanos en ese sentido.
Sin lugar a dudas, Irán cuenta un activo programa de drones, y esos aparatos han sido empleados en ataques dirigidos contra bases militares estadounidenses en territorio sirio, así como también contra refinerías en Arabia Saudí. Los drones modelo 'Shahed' son económicos y sencillos, pero muy efectivos; y se cree que Irán puede producirlos en masa toda vez que sea necesario, siempre y cuando pueda seguir haciéndose de los componentes que precisa. Bien podría decirse que esos dispositivos constituyen el 'arma de los pobres', para ser empleada contra enemigos más sofisticados y poderosos, como los propios Estados Unidos, o el Estado de Israel.
En cualesquiera de los casos, hay algo que no tiene sentido sobre el súbito deseo de la Administración Biden de emprenderla contra Irán de un modo más activo, con Israel como socio, justificándose en la guerra de Ucrania y Rusia. Biden y Antony Blinken, Secretario de Estado, se retiraron de la eventual renovación del Plan Abarcativo de Acción Conjunta (JCPOA, o acuerdo nuclear con Teherán), aún cuando los iraníes estaban listos para realizar concesiones -y, desde luego, hace a los intereses de seguridad nacional de los EE.UU. el tener activo ese convenio. El recientemente vuelto a designar primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ya ha compartido un discurso al poderoso Comité de Asuntos Públicos Israelí-Estadounidense (AIPAC), convncando a una 'sociedad íntima' con Washington, para trabajar agresivamente contra Irán. Una serie de encuentros entre personal de inteligencia y de seguridad nacional estadounidense e israelí ha sido programado para este mes de enero. Y, como es lógico, el Departamento de Estado de Biden y las agencias de seguridad nacional respaldan en un ciento por ciento una línea dura vis-à-vis Irán, Rusia y, desde ahora también, China. La mayor parte de aquel componente ha confesado su suscripción al sionismo, muchos de los cuales observan vínculos notables con Netanyahu -lo cual los convierte en parciales frente a los intereses de Jerusalén.
Irán, país que jamás ha amenazado al territorio estadounidense ni a ningún interés estratégico identificable de Washington, ya padece las reprimendas en forma de sanciones -las cuales llevan una vigencia de más de cuarenta años, sin importar quién sea el presidente en la Casa Blanca. Ahora, en virtud de la amistad que une a Teherán con Rusia -proporcionándole el primero al Kremlin armamento alejado de cualquier chance de ser decisivo para la guerra en Ucrania-, los EE.UU. vuelven a prepararse para ir contra otro enemigo, probablemente contando con la asistencia clandestina de Israel. Dado que el presupuesto de defensa estadounidense se aproxima al billón de dólares para el ejercicio 2023, alguien habrá de hallar un modo para justificar semejante gasto mientras, en simultáneo, se dedica a convencer al público en los EE.UU. de que la erogación es útil para mantener 'segura' a la población. Y, qué podría ser mejor que utilizar todas esas fulgurantes y novedosas armas contra unos pocos 'enemigos' situados aquí y allá, garantizando mayores riquezas para los contratistas de defensa y, por qué no, numerosos sobornos para los mismos políticos responsables del despilfarro. ¿Podría ser tan sencillo como esto?
Artículo original, en inglés
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.