La violencia como método político
Días atrás, tuve la oportunidad de abordar -durante mi clase de historia colombiana...
16 de Febrero de 2023
Días atrás, tuve la oportunidad de abordar -durante mi clase de historia colombiana- un tema relevante que aún es tema de estudio en diferentes colegios, universidades y centros de investigación sobre las causales de la violencia en Colombia. En el proceso, establecimos junto a los estudiantes una de sus fuentes más predominantes: la violencia política.
La Grecia antigua elevaba a la armonía y la virtud entre gobernantes y los ciudadanos como pilares de la deliberación y el debate, ecosistema que permitía tratar la solución de problemas en las polis y arribar al bien común.
Lejos de aquel ejemplo, en la actualidad, la historia política de Colombia nulifica todo esfuerzo de civilidad. Antes, bien; en este país, las ideas son combatidas y atropelladas desde un modelo de irracionalidad y odio -particularmente desde redes sociales y medios de comunicación digitales-, con la violencia como estandarte. Una mecánica de desinformación arremete contra los ciudadanos que no sintonicen con las agendas de la élite o el poder político de oportunidad.
Desde el fusilamiento de nuestros padres de la patria, hemos aprendido con frecuencia que los asuntos políticos se dirimen con las armas o con el filo del metal; que el odio debe sembrarse para lograr la neutralización del adversario. El centralista habrá de ser suprimido por un federalista; el conservador, ultimado por un liberal. Y así, sucesivamente. Se asiste a una constante de comportamientos incorporados durante dos siglos de historia republicana.
Bajo tal sistema, la civilidad ha terminado secuestrada por el odio y por la violencia, alimentados bajo la llama incandescente del sentido político -o, si se quiere, por dirigentes políticos de oficio, quienes ejercen y ponen en marcha políticas públicas.
Finalmente, es menester retomar -una vez más- el sano llamado a reflexionar sobre la importancia de la política, toda vez que sea concebida a través del respeto y del reconocimiento de los desencuentros. A su debido tiempo, esta fórmula tornará viable una el florecimiento de una genuina diversidad de pensamientos e ideas, vitales para la construcción de un proyecto viable de Estado Nación en donde la ley y el orden puedan consolidarse, con un espíritu republicano.
La política deberá ser, en consecuencia, una dinámica que se desarrolle libremente en el seno de la sociedad, bajo intereses pactados entre los sujetos a la luz de lo público. Sólo desde una perspectiva antropocéntrica, el ser humano hallará senderos para razonar, discutir, y formular soluciones -con un modelo democrático que tolere la expresión libertaria de los hombres. Jamás podrá existir política sin deliberación, sin raciocinio ni debate.
La Grecia antigua elevaba a la armonía y la virtud entre gobernantes y los ciudadanos como pilares de la deliberación y el debate, ecosistema que permitía tratar la solución de problemas en las polis y arribar al bien común.
Lejos de aquel ejemplo, en la actualidad, la historia política de Colombia nulifica todo esfuerzo de civilidad. Antes, bien; en este país, las ideas son combatidas y atropelladas desde un modelo de irracionalidad y odio -particularmente desde redes sociales y medios de comunicación digitales-, con la violencia como estandarte. Una mecánica de desinformación arremete contra los ciudadanos que no sintonicen con las agendas de la élite o el poder político de oportunidad.
Desde el fusilamiento de nuestros padres de la patria, hemos aprendido con frecuencia que los asuntos políticos se dirimen con las armas o con el filo del metal; que el odio debe sembrarse para lograr la neutralización del adversario. El centralista habrá de ser suprimido por un federalista; el conservador, ultimado por un liberal. Y así, sucesivamente. Se asiste a una constante de comportamientos incorporados durante dos siglos de historia republicana.
Bajo tal sistema, la civilidad ha terminado secuestrada por el odio y por la violencia, alimentados bajo la llama incandescente del sentido político -o, si se quiere, por dirigentes políticos de oficio, quienes ejercen y ponen en marcha políticas públicas.
Finalmente, es menester retomar -una vez más- el sano llamado a reflexionar sobre la importancia de la política, toda vez que sea concebida a través del respeto y del reconocimiento de los desencuentros. A su debido tiempo, esta fórmula tornará viable una el florecimiento de una genuina diversidad de pensamientos e ideas, vitales para la construcción de un proyecto viable de Estado Nación en donde la ley y el orden puedan consolidarse, con un espíritu republicano.
La política deberá ser, en consecuencia, una dinámica que se desarrolle libremente en el seno de la sociedad, bajo intereses pactados entre los sujetos a la luz de lo público. Sólo desde una perspectiva antropocéntrica, el ser humano hallará senderos para razonar, discutir, y formular soluciones -con un modelo democrático que tolere la expresión libertaria de los hombres. Jamás podrá existir política sin deliberación, sin raciocinio ni debate.
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@CHRISTIANDAES6
Sobre Christian Ríos M.
Ríos es Politólogo Internacionalista de la Universidad Militar Nueva Granada, Profesional en Ciencias Militares de la Escuela Militar de Cadetes General José María Córdova, y Administrador de Empresas; magister en Estrategia y Geopolítica en la Escuela Superior de Guerra- Colombia, en 'Estrategia y Geopolítica'. Es analista político, docente y columnista en el periódico El Quindiano (Armenia, Colombia) y en El Ojo Digital. Es Oficial en Retiro del Ejército Nacional de Colombia.