Estados Unidos va a la guerra
Y lo hace con frecuencia, haciendo caso omiso de cualquier interés nacional genuino.
Durante la manifestación pacífica de la semana pasada en Washington, D.C., bautizada 'Rage Against the War Machine' -o 'Bronca contra la Maquinaria de Guerra'-, no faltaron voceros que denunciaron la hipócrita política exterior de la Administración Biden -la cual, en esencia, juzga a cualquier acción violenta incurrida por los Estados Unidos y sus amigos como buena, mientras que cualquier cosa que sea ejecutada por sus rivales o competidores es calificada como 'maligna'. En el presente contexto de ucranianos versus rusos, en el cual los EE.UU. se han involucrado en una guerra subsidiaria, los voceros de la manifestación citaron y compararon el listado de las intervenciones armadas de Washington desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Ni Rusia ni otra nación se acercan remotamente a los EE.UU. en términos de recurrente beligerancia -en conflcitos que difícilmente reflejan el resguardo de interés nacional genuino, como tampoco evidencian amenazas externas reales. Sume Usted al combo las más de 800 bases militares estadounidenses desplegadas en todo el globo y un presupuesto de defensa más grande que el de las siguientes nueve naciones combinadas -sumando a China y Rusia-, y el lector tendrá la idea del verdadero problema: los Estados Unidos se han vuelto un país que, en el mejor de los casos, puede describirse como un Estado belicista. A ese espectro se destina, desproporcionadamente, el dinero de impuestos, mientras que la corrupción que esos fondos nutren producen una predisposición permanente a involucrarse en 'una guerra más' -iniciativa dirimida por una clase política protegida y muy bien remunerada que, a su vez, respalda carnicerías.
Numerosos participantes de la marcha de días atrás incluso citaron el problema de los medios de comunicación, que alguna vez buscaron exponer las mentiras y subterfugios del gobierno pero que, hoy día, se han vuelto socios de la Casa Blanca a la hora de dar forma y promocionar la narrativa vigente. Asimismo, habrá de señalarse que los medios son mayoritariamente extensiones del Partido Demócrata -en lo que tiene que ver con titularidad y simpatías-, de tal suerte que han colaborado en los esfuerzos para etiquetar a Donald Trump y a su personal como 'agentes rusos'.
Algunas veces, la promoción de algún punto de vista en particular suele consolidarse a través del silencio -esto es, al no compartir desarrollos específicos, o no dándole continuidad a cierto tema. El rally aquí citado, por ejemplo, no tuvo cobertura, ni aún cuando los manifestantes se vieron acompañados de figuras públicas -tres de las cuales fueron congresistas en el pasado. De igual modo, y amén de una breve mención de parte del Washington Post, prácticamente ningún medio se ocupó de reflejar la cautelosa y detallada investigación de Seymour Hersh, quien mencionó la destrucción de gasoductos del complejo Nord Stream por parte de los EE.UU. -país que se ocultó detrás de una operación encubierta con negativa plausible, en septiembre pasado.
El grueso de la prensa ignoró esa línea investigativa desde el primer día, cuando el ducto estalló, y se hizo a un lado que la Casa Blanca había advertido previamente que 'haría algo' para impedir su funcionamiento, y que contaba con los medios y los motivos para hacer cumplir esa amenaza. Adicionalmente, luego de que la historia de Hersh salió a la luz y Rusia buscó y obtuvo la realización de una audiencia convocando al Profesor Jeffrey Sachs y al ex oficial de la CIA Ray McGovern -para atestiguar ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y, a la postre, iniciarse una investigación en la materia-, los medios estadounideses simplemente ignoraron el tema y tampoco la exploró el día después, ni más tarde.
Una historia de primera magnitud que involucró crímenes de guerra perpetrados contra Rusia y en perjuicio de Alemania -aliado OTAN-, y que comportó el potencial de conflicto nuclear fue 'desaparecido', pero la maquinaria de propaganda estadounidense no había terminado de hacer lo suyo. Como podía esperarse, la Casa Blanca negó cualquier involucramiento en la destrucción del gasoducto, mientras que la vicepresidente Kamala Harris intentó torcer los hechos, declarando en la Conferencia de Seguridad de Munich que Rusia es la verdadera responsable de 'delitos contra la humanidad'. Afirmó Harris: 'En primer lugar, desde los primeros días de esta guerra no provocada, hemos sido testigos de cómo las fuerzas rusas incurrieron en la ejecución de horribles atrocidades y crímenes de guerra. Ellos han ejecutado un ataque abarcativo y sistémico contra una población civil -incurriendo en groseros actos de homicidio, tortura, violación y deportación. Ejecuciones extrajudiciales, palizas y electrocuciones. Las autoridades rusas han deportado por la fuerza a centenares de miles de personas desde Ucrania hacia Rusia, incluyendo niños. Con crueldad, han separado a niños de sus familias'.
Harris concluyó: 'Debemos continuar respaldando a Ucrania... por todo el tiempo que sea necesario'. Podría uno observar que Harris no ha sido capaz de garantizar la seguridad fronteriza de los propios Estados Unidos durante más de dos años, de modo tal que el 'tiempo que sea necesario', en su perspectiva, acaso podría prorrogarse hasta la década del 2050. Y Harris no es conocida, precisamente, por su capacidad de discernir lo que es cierto y lo que no. Bien pudo haber sazonado su relato haciendo bromas al respecto de cómo Vladimir Putin y su gabinete finalizan cada noche brindando, mientras imaginan novedosas atrocidades para perpetrar.
Joe Biden dobló la apuesta previamente compartida por Harris. El presidente lo había hecho en Varsovia, unos pocos días antes, al tomar parte en una operación fotográfica con Volodymyr Zelensky; y obsequiándole al comediante otros US$500 millones en dinero de impuestos aportado por contribuyentes estadounidenses, mientras prometía que los EE.UU. no se darían por vencidos hasta que Rusia fuera derrotada. Biden compartió una conjetura -en cierto modo, hiperbólica- a Zelensky, en el sentido de que, después de un año de combates, '... Ucrania se mantiene en pie. La Democracia se mantiene en pie. Los estadounidenses los respaldamos, y el mundo está con Ustedes'.
Biden dijo a los polacos, previo al aniversario bélico del 24 de febrero, que todo se trataba de 'democracia' versus 'totalitarismo'. El 'ansia lujuriosa' de Vladimir Putin en pos de obtener más 'territorio y poder' sólo había servido para unir a las democracias alrededor del globo. 'No sólo estaba poniéndose a prueba a Ucrania. El mundo entero hacía frente a una prueba frente a la Historia ... y las preguntas que hoy enfrentamos son sencillas, como también profundas: ¿habremos de responder, o simplemente miraremos hacia otro lado? Un año después, conocemos la respuesta. Hemos respondido; nos mantenemos unidos; también el mundo; y el mundo tampoco se inclinó a hacer la vista gorda'.
A efectos de demostrar que el delirio es bipartidista, la visita de Biden a Kiev fue complementada con un grupo de legisladores del Partido Republicano que repetían las mismas frases y se trasladaron a Ucrania para pavonearse en el palacio presidencial de Zelensky, al día siguiente. Valdrá la pena preguntarse si habrá quedado alguien en suelo estadounidense intentando morigerar el derrame tóxico que parece estar consumiendo al estado de Ohio. Como también sería lícito cuestionarse de dónde el gobierno federal de los EE.UU. saca a tantos idiotas. ¿Acaso el bailar al compás de un conflicto que pudo haber hallado una solución negociada pero que amenaza con mutar en nuclear y en destruir a la Humanidad es una 'prueba frente a la Historia'? Y, ¿quién paga por estos inútiles viajes de legisladores? En el ínterin, los Estados Unidos están cooperando con Francia en lo que podría asemejarse a una nueva intervención militar en la perennemente inestable Haití y, por cierto, China no se aleja de la mira.
Y luego está Oriente Medio, en donde Israel se beneficia de los 'compromisos de hierro' y de la retórica sobre 'vínculos indestructibles' con Washington. Cuando Israel dice 'Salte!', el régimen Biden sencillamente replica '¿Qué tan alto?'. Dado que los medios de comunicación jamás incurren en informes que pudieran herir la sensibilidad del Estado judío, ¿cuántos ciudadanos en los EE.UU. saben que Tom Nides, embajador en Israel y autodeclarado sionista, le acaba de dar luz verde al primer ministro Benjamin Netanyahu para atacar a Irán con respaldo americano? Nides declaró el pasado domingo, en la Conferencia de Presidentes organizada por las Principales Organizaciones Judío-americanas en Jerusalén: 'Israel puede, y debe, hacer lo que considere necesario, a efectos de lidiar con Irán, y habremos de respaldarla'.
Ya se conoce el precedente, conforme Israel ya ha atacado de hecho a la vecina Siria en reiteradas oportunidades, sin oírse comentario alguno desde Washington -siendo que los EE.UU. mantienen tropas estacionadas en ese país, que se dedican a hurtar el petróleo sirio. Tampoco Washington ha objetado que el ejército israelí ejecutara raíds en dos campos palestinos durante el pasado mes, asesinando respectivamente a diez civiles e hiriendo a otros cien. Con el objeto de delinear el escenario de lo que vendrá después, vis-à-vis la relación vinculada a la película 'Wag the Dog', luego de que Israel atacara una instalación defensiva de Irán el 29 de enero, la Administración Biden sugirió al periodismo que el ataque israelí fue parte de un novedoso 'esfuerzo conjunto' de Washington y Jerusalén para contener las ambiciones nucleares y militares de Irán. Tony Blinken, Secretario de Estado, elaboró sobre el particular al día siguiente, sin criticar ni compartir preocupaciones por el potencial desestabilizador de los ataques -mucho menos, compartiendo una condena. En lugar de ello, defendió el ataque israelí, declarando: 'Es muy importante que continuemos trabajando todo lo necesario contra las numerosas acciones en las que Irán se ha involucrado, en perjucio de la región y más allá, que amenazan la paz y la seguridad'.
El comentario de Nides, por su parte, revela su ignorancia frente a quiénes en realidad son los causantes de los problemas en Oriente Medio. Acto seguido, confirma que, aún si tuviere lugar una acción militar iniciada por Israel que inflingiera graves daños a los intereses estadounidenses, la Casa Blanca respaldaría a los israelíes. Esto no debería sorprender a nadie, en razón de que los tres principales funcionarios en el Departamento de Estado son de ascendendia israelí, tal como lo son los primeros dos del staff de la Seguridad Nacional, el titular de Seguridad Interior, el Director de Inteligencia Nacional, el Director Adjunto de la CIA, y el jefe de gabinete del presidente. Los cambios de política exterior también le otorgan a Israel luz verde para atacar objetivos iraníes con impunidad. Asimismo, Nides ha expresado que los Estados Unidos se han comprometido a negarle a Irán contar con armas nucleares, implicando que, si se evalúa que ello fuese inminente, Washington se dedicaría a destruir las instalaciones empleadas para desarrollar o almacenar esas armas. Finalmente, mencionó que los EE.UU. no se involucrarán en negociación alguna con Teherán, hasta tanto Irán no deje de venderle armamento a Rusia. Aún cuando Nides no tiene problemas con el homicidio gratuito y recurrente de niños palestinos, se muestra más inflexible cuando los persas se involucran, de alguna manera, afirmando: 'Los iraníes están proporcionándole aeronaves no tripuladas a Rusia, y esos drones están asesinando a ucranianos inocentes. No hay chances de que nosotros nos acerquemos hoy a la mesa de negociaciones'.
Así es que, ¿cuál es el quebranto? ¿Recordará alguien la famosa cita atribuída al británico Lord Palmerston, al respecto de que 'las naciones no tienen amigos ni aliados permanentes; sólo tienen intereses permanentes'. Los Estados Unidos no parecen tener intereses, amén de arrodillarse ante grupos que, subrepticiamente, han comprado y adquirido control sobre el sistema político y los medios de comunicación. De tal suerte que el público en los Estados Unidos, menos seguro y próspero hoy que después de la Segunda Guerra Mundial, es mantenido alejado de la verdad respecto de lo que es importante; y se le miente sobre prácticamente todo. En tal virtud, nos encontramos hoy frente al abismo de la destrucción en Ucrania, y somos esclavos frente a los comerciantes de podeer que desprecian a Rusia y favorecen a Israel por sobre cualquier otra nación. Las marchas en favor de la paz servirán de poco, si somos incapaces de dirimir quiénes son los que nos perjudican realmente; a continuación, habremos de alimentar el coraje y la valentía para detenerlo. Cortar los lazos que hoy nos unen con Ucrania y con Israel sería un buen comienzo, lo cual habrá de completarse con el retorno de todas las tropas estadounidenses desplegadas en el exterior -para que regresen a casa.
Inmediatamente después, juzgar a los funcionarios de la Administración Biden que iniciaron una guerra ilegal al destruir el complejo Nord Stream; enviarlos a prisión sería lo ideal. En efecto, que ninguno de ellos tenga posibilidad alguna de beneficiarse de la libertad condicional -empezando por el tartajoso Joe, en persona.
Artículo original, en inglés
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.