La política exterior estadounidense, ¿profundiza su invectiva 'progre'?
¿Podría el conservadurismo cultural convertirse en objetivo para los promotores del cambio de régimen?
Generalmente, se ha dicho que las potencias imperiales como los Estados Unidos intervienen con frecuencia en países extranjeros, con el justificativo de respaldar políticas económicas o políticas específicas. Con certeza, Washington ha refinado el proceso, de tal suerte que puede, plausiblemente, negar que está interfiriendo en lo absoluto, que el cambio es espontáneo, y que proviene de la gente y de las instituciones en el país que está siendo sometido al cambio. Uno recuerda al detalle cómo el reparto de galletitas en la Plaza del Maidán en Kiev sirvió como incentivo para promocionar una maniobra publicitaria con el fin de propiciar un cambio de régimen en Ucrania, en 2014. En esa instancia, el senador estadounidense John McCain y Victoria Nuland -del Departamento de Estado- protagonizaron una intentona financiada con US$ 5 mil millones por parte del gobierno de los EE.UU. para derribar al régimen de Viktor Yanukovich, mandatario cercano a Rusia. Naturalmente, un cambio como objetivo de corto plazo puede no ser la herramienta más beneficiosa, tras lo cual uno podría sugerir que el éxito a la hora de implantar un gobierno aceptable para Nuland no salió tan bien en Ucrania ni para el pueblo ucraniano. Como tampoco fue positivo para aquellos ciudadanos estadounidenses que entienden que el pedido de la Administración Biden para armar a Ucrania y permanecer en el combate contra Rusia 'por el tiempo que sea necesario', no ha sido un desarrollo favorable para los propios Estados Unidos.
Y los EE.UU. se mantienen en su camino, involucrándose en lo que alguna vez fue calificado como un crimen de guerra, aunque hoy prefiere ocultarlo bajo la retórica sobre 'democracia' -y envolviendo el mensaje en papel de regalo con etiqueta de 'progresismo woke', ante cada oportunidad. Un reciente e interesante periplo protagonizado por un funcionario oficial -que no llegó a los medios de comunicación- sugiere que la apuesta se ha duplicado en la Europa Oriental. La visitante de oportunidad fue Samantha Power, directora actual de la agencia USAID y actriz central en el staff de Barack Obama a comienzos del mes de febrero. Power sirvió como Embajadora ante Naciones Unidas y fungió como notoria intervencionista del arco político progresista, involucrada en la debacle de Libia, así como también en numerosas guerras iniciadas por el estimable Premio Nobel de la Paz (después de haber recibido éste el reconocimiento). El ataque de Obama contra Siria fue continuado hasta estos días, momento en el que numerosas bases militares estadounidenses siguen funcionando en territorio sirio -hurtando el crudo y los productos agrícolas de ese país.
USAID fue fundada en 1961, y su propósito era servir como un vehículo para la promoción de gobiernos democráticos y de instituciones civiles, allí donde ciertos países contaban con escasa o nula experiencia en el diseño de gobiernos populares. Ese rol se ha vuelto cada vez menos relevante, en razón de que los Estados-nación han evolucionado y la organización en sí misma ha respondido con mayor asertividad en su rol, presionando para que se implementen políticas que sintonicen con los objetivos de política exterior de Washington. Esto ha llevado a que muchas naciones clausuraran oficinas de USAID. En el seno del gobierno estadounidense, quienes toman parte de la formulación de la política exterior suelen observar que USAID y el órgano conocido como National Endowment for Democracy (NED) se involucran hoy en el negocio de lo que la CIA acostumbraba hacer, esto es, interferir en conciertos políticos locales en respaldo de partidos de oposición, o de otros núcleos disidentes -incluso apoyando terroristas. Ambas organizaciones se mostraron muy activas en Ucrania durante 2014, y sirvieron para triangular partidas de fondos hacia partidos de oposición -particularmente, hacia grupos políticos hostiles a la influencia rusa.
Samantha Power, quien contrajo nupcias con el abogado Cass Sunstein -otro notorio gestor de poder en el Partido Demócrata-, se trasladó a Hungría utilizando pasaporte diplomático, aunque le costó disimular su periplo -disfrazado como una visita burocrática a un puesto del servicio exterior. Hungría es, sin lugar a dudas, una democracia. Es un Estado-miembro de la Unión Europea y también de OTAN. Sin embargo, Power no informó sobre su viaje al gobierno húngaro y, en apariencia, no mantuvo reuniones con funcionarios del gobierno local -ni siquiera como acto de cortesía. Publicó ella en su cuenta de Twitter que su visita se explicaba bajo el motivo de restablecer a USAID en la capital húngara: 'Me alegra estar aquí en Budapest, junto a @USAmbHungary, en donde @USAID acaba de relazar una novedosa iniciativa local para ayudar al crecimiento de los medios independientes y llegar a nuevas audiencias, para hacer frente a la corrupción y para aumentar el compromiso cívico'.
Por 'medios independientes', Power claramente quiso decir que los Estados Unidos respaldarán directamente a la prensa de oposición que se confiese antigobierno; es decir, a los medios que se abracen a la perspectiva progresista-globalista que hoy favorece la Casa Blanca. Un comunicado de prensa de la Embajada de los Estados Unidos sobre la visita reveló que Power se hallaba en ese país como parte de un proyecto para relanzar siete programas de USAID a lo largo de la Europa Oriental. No se desarrolló sobre la 'corrupción' que Power buscó señalar porque, desde luego, ello hubiese representado un insulto contra los gobiernos que ella planeaba visitar. Tampoco el documento reveló que muchos de los grupos que recibirían el apoyo oficial probablemente estén afiliados al 'globalista' George Soros.
En Budapest, Samantha Power en efecto se reunió con figuras políticas opositoras, con organizaciones civiles y grupos -con particular énfasis en la colectividad homosexual, incluyendo a '@divaDgiV, @andraslederer, and @viki radvanyi'. Con ellos se encontró para almorzar en Budapest, instancia en la que se refirió al 'trabajo de los grupos en defensa de los derechos LGBTQI+ y a la dignidad en Hungría y en todo el mundo, con mención a @budapestpride' -tal lo describiera en sus mensajes post-arribo. Asimismo, Power se hizo acompañar del altamente controvertido Embajador estadounidense David Pressman, abiertamente gay -como es lógico-, y quien se ha mostrado notablemente crítico del primer ministro conservador Viktor Orban y de su gobierno -gestión que fuera reelegida por amplia mayoría en 2022, en elecciones consideradas genuinamente libres. Orban no cae en buen agrado de Washington, por ser conservador y nacionalista; no porque sea incompetente o deshonesto. Mientras que Pressman fue y sigue siendo un perfecto ejemplo del Departamento de Estado de Biden, que envía diplomáticos sin preparación e inadecuados para un destino extremadamente conservador, simplemente para sumar puntos con la colectividad homosexual de los Estados Unidos. Pressman ha insistido en enseñarle a los húngaros cómo comportarse, no solo en materia de política exterior, sino también en lo que respecta a diversidad y asuntos culturales. Por sus comentarios, el Canciller húngaro simplemente lo mandó a callar.
Sin lugar a dudas, Hungría es un gobierno innegablemente democrático, política y económicamente vinculado a Washington. Pero Budapest no respalda la estrategia de largo plazo de los EE.UU. con miras a prorrogar -e incluso escalar- la guerra entre Rusia y Ucrania, y no contribuirá a armar a los ucranianos. Tampoco acepta el ideario de fronteras abiertas defendido por los 'globalistas', que buscan desafiar a la cultura nacional establecida; de igual modo, se opone (bajo creencias religiosas) al matrimonio entre personas del mismo sexo. Hungría ha prohibido la exhibición de material LGBTQ a menores de edad en escuelas públicas, en razón de la legislación anti-pedofilia. En tal virtud, el timing fue el adecuado, en la perspectiva 'progre' de la Administración Biden, para mostrar a Samantha Power en territorio húngaro, con una pequeña dosis de cambio de régimen en su hoja de servicios. Los funcionarios húngaros ya habían expresado su preocupación sobre lo que consideraron una presión intolerable con origen en los EE.UU., fundamentalmente porque Hungría es un país conservador que valora su cultura y su independencia política. La visita de Power consignó, tanto al gobierno húngaro como a su pueblo, que la presión continuará, y que Washington no dudará en utilizar sus embajadas y bases militares extranjeras para respaldar activamente a grupos que promocionan idearios que, por regla general, no son del agrado de las sociedades locales.
El relato sobre Samantha Power es de particular interés porque prueba que, desde que los Estados Unidos de América se autodesignaron como la principal fuerza de implementación del 'orden internacional basado en reglas', nada en el mundo está fuera de sus límites. Demasiados dirigentes políticos y medios de comunicación en los EE.UU. piensan hoy que naciones del extranjero no son genuinamente soberanas, y que deben someterse a los dictados de Washington en todo lo que sea posible -y, si acaso esos países osaren sacar los pies del plato, la lógica vigente consigna que deberán ser penalizados. Si un líder conservador en una nación cristiana -donde uno podría incluir a Hungría, a Brasil o a Rusia- entiende que la homosexualidad o el aborto son moralmente objetables, pues los Estados Unidos razonarán que sería lícito utilizar los recursos del gobierno federal para torcer esa percepción, incluyendo algún tipo de enfrentamiento con ese país, en su propio territorio. Para ponerlo en palabras crudas, Washington ciertamente debe ser considerado como el líder global a la hora de forzar a las naciones a adoptar sus valores políticos y morales.
De tal suerte que, si Usted desea comprender por qué la política exterior estadounidense es tan inepta en términos de su utilidad para servir a los intereses reales del pueblo, sólo será necesario atender a lo que sucede en Ucrania, así como también tomar nota sobre las implicancias de la visita de Samantha Power a Hungría. Para las embajadas y consulados de los EE.UU., se ha vuelto obligatorio proporcionar apoyo para la agenda de los esperpentos que integran el Partido Demócrata; es más importante esto, que promocionar los genuinos intereses estadounidenses en el extranjero, o que asistir a viajeros y a hombres de negocios de los EE.UU. en problemas.
Lo que es más interesante aún es la manera en que las políticas 'woke' o progresistas en política exterior están siendo disimuladas ante el público estadounidense, mientras que son ejecutadas como algún tipo de operación encubierta. Una iniciativa en particular, tutelada por USAID en Macedonia durante 2016, bajo mandato del presidente Obama, involucró un subsidio de US$ 300 mil para solicitantes macedonios 'apropiados' que se propusieran 'financiar' un programa intitulado 'Inclusión LGBTI' con miras a contrarrestar la forma en que 'personas lesbianas, gay, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI) continúan padeciendo discriminación y señalamiento de parte de contenidos homofóbicos, tanto en formato online como offline... Se requiere de esfuerzos considerables a efectos de incrementar la atención y el respeto por la diversidad en el seno de la sociedad, con el objeto de contrarrestar la intolerancia'. ¿Cuántos contribuyentes estadounidenses se mostrarían felices al enterarse de que el dinero que aportan es utilizado para financiar programas en el extranjero, para que esas naciones se vuelvan más 'progres'?
Por cierto, nadie en la Administración Biden le informa al público sobre esta cuestión, como tampoco esta historia probablemente sea mencionada en los medios de comunicación tradicionales. Así que, quizás, jamás nadie se entere.
Artículo original, en inglés
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.