¿Hacia el fin del excepcionalismo estadounidense?
Bancos en caída libre, inflación, tasas de interés en aumento y huída frente al petrodólar podrían configurar un desastre para los ciudadanos estadounidenses de a pie.
Observar el modo en que una nación otrora caracterizada por su grandeza se suicida, nada tiene de grato. El presidente Joe Biden no parece comprender que su rol como líder electo de los Estados Unidos se sintetiza en tomar medidas que, directa o indirectamente, beneficien a las personas que votaron por él, así como también al resto de los ciudadanos que no lo eligieron. Esta es la manera en la que se supone funciona una democracia constitucional. En lugar de ello, Biden y la pandilla y personajes ensimismados y criminales de guerra neoconservadores con los que ha preferido codearse, han hecho todo lo posible para inflingirle un daño letal a la economía, mediando iniciativas cruentas tanto a nivel doméstico como en el exterior. Se han involucrado en una fiesta de despilgarro para comprar los votos que dan forma a la base electoral del Partido Demócrata, mientras se ha involucrado en una guerra no declarada en Europa que ya ha significado un agregado de casi dos billones de dólares a la deuda nacional -deuda que ya era de por sí insostenible en casi 30 billones -cifra más abultada que el propio PBI estadounidense. Los planes con miras a cancelar las deudas de estudiantes universitarios también agregará otros cientos de miles de millones de dólares en tinta roja.
Y las acciones dirimidas en el extranjero, incluyendo la recurrente ampliación de la guerra en Ucrania versus Rusia, consignarán un daño mayor e inconmensurable. Considérese cómo el Partido Demócrata venía emprendiéndola contra el presidente ruso Vladimir Putin, desde el momento en que Putin llegó al poder en el año 2000 y comenzó a expulsar de su país a los truhanes occidentales que estaban saqueando Rusia. Acto seguido, falsa información de inteligencia y otros innuendos fueron utilizados para que Hillary Clinton y su equipo implicara a Donald Trump como monigote ruso en 2016, que secretamente trabajaba para Putin. Cuando ese intento fracasó y Trump fue elegido, los rusos fueron acusados por los medios de comunicación y por los Demócratas de interferir planificadamente en las elecciones americanas -estimación notoriamente exagerada, con origen en Israel y sus quintacolumnistas en el seno de los EE.UU. Estos, sin que ello represente coincidencia, son quienes más defienden el programa para ir a la guerra contra la Federación Rusa.
El haber puesto la mira en la espalda de Vladimir Putin parece haber comportado infortunadas consecuencias -de las que Biden aún debe percatarse-, comenzando por el hecho de que los Estados Unidos podrían ser descritos hoy como una economía sustentada en un modelo Ponzi notoriamente vulnerable, conforme gran parte del mundo hoy se muestra desencantado con el estilo de liderazgo americano. Tómese en cuenta, por ejemplo, la reciente visita realizada por el presidente francés Emmanuel Macron a Pekín, donde se abrazó a una 'sociedad estratégica global con China' con miras a poner en marcha un mundo 'multipolar' -libertado de 'bloques' que respaldan una 'mentalidad de Guerra Fría'. Asimismo, Macron criticó la 'extraterritorialidad del dólar estadounidense'.
Y las amenazas perpetradas por los Biden tanto contra China como contra Rusia han logrado poco, más allá de haber consolidado una unión entre ambas. Pekín y Moscú ingresaron en un acuerdo comercial con sus propias monedas en 2014, y han tomado ya medidas para desafiar la supremacía de los mercados de cambio internacionales. Para crear, en lugar de aquél, un ambiente de intercambio multipolar. Al margen de Europa, numerosas naciones se muestran hoy dispuestas a cortar ese vínculo que los une, que remite a las décadas de supremacía estadounidense en mecanismos financieros del concierto externo, así como también para alejarse del empleo de dólares para pagar por crudo y por otras fuentes de energía. El uso extendido de petrodólares habilita a la payasesca Janet Yellen en el Departamento del Tesoro y a los bancos del ecosistema de la Reserva Federal para que impriman ilimitada moneda fiduciaria sin respaldo -a sabiendas de que siempre habrá un mercado para la misma.
Todo lo cual nos lleva a la guerra en Ucrania, que seguirá librándose 'hasta que triunfemos' por Biden y por su somnoliento Secretario de Estado, Antony Blinken. Una de las primeras medidas tomadas cuando Rusia intervino en Ucrania consistió en bloquear y, eventualmente, confiscar US$300 mil millones de dólares rusos en la forma de reservas situadas en bancos de los Estados Unidos y Europa. Esto se desplegó en forma de conmoción en los mercados de monedas de todo el mundo. Biden y Yellen habían convertido la moneda nacional de los EE.UU. en un arma, lo que hasta entonces había sido una medida prohibida en las relaciones internacionales, para naciones que no estuvieran librando fácticamente guerras. Países como China y la India -con grandes economías- se percataron de que el Departamento del Tesoro y la supremacía del dólar en los mercados de monedas ahora se habían convertido en un arma de guerra, y en una seria amenaza contra las economías de todas las naciones.
Como consecuencia, hoy el dólar de los Estados Unidos ha comenzado a ser rechazado por no pocos países como reserva monetaria. Algunas naciones en el concierto internacional han acordado emplear el yuan chino y la rupia india para transacciones de múltiples mercaderías. Arabia Saudí continúa utilizando el petrodólar, pero no lo demanda. Recientemente, el Príncipe de la Corona, Mohammed bin Salman, y el presidente chino Xi Jinping, acordaron permitir que los saudíes comercien petróleo a China en yuanes. Arabia Saudí, principal exportador de crudo del planeta, ahora permite que se utilicen múltiples monedas para comprar su crudo, lo cual consigna un golpe de magnitud contra la primacía del dólar estadounidense. Asimismo, ha aceptado la mediación china para medirse con Washington; y también con Irán, archienemigo de Israel. Y los saudíes han rechazado, recientemente, un pedido de la Administración Biden con miras a extraer más petróleo, para reducir costos. La señal permite comprender que el cambio es tanto político como económico, en su naturaleza. El Japón, otra economía de peso, también ha comenzado a comprar crudo y gas directamente a Rusia -quebrando el embargo energético estadounidense-, mientras que Brasil -otra gran economía- acordó el uso de yuanes en su ya extenso intercambio comercial con Pekín. A medida que menos naciones utilicen el dólar, la capacidad de los Estados Unidos para exportar e ignorar su deuda e inflación expansivas hacia otras naciones, comenzará a diluírse.
Este escenario podría representar un impacto decisivo en perjuicio de la unidad de cuenta estadounidense, conforme el ímpetu para romper con el petrodólar se incremente; podría llegar a provocar una suerte de 'tormenta perfecta' con impacto en la propia economía de los EE.UU. El desarrollo amenaza con reducir drásticamente el estándar de vida de prácticamente todo ciudadano estadounidense durante los próximos años, perdiendo valor el dólar, y licuándose su poder de compra. En función de que la economía americana se exhibe profundamente interconectada con numerosos países de Europa, también el Viejo Continente podría convertirse en víctima del desastre en ciernes.
La buena noticia, por cierto, es que los Estados Unidos no podrán ya hacer frente a sus guerras interminables, ni a sus intervenciones en el exterior. Al carecer de poderío económico, no podrá autodeclararse 'excepcional' ni guardaespaldas del 'orden internacional basado en reglas'. Esto significará también el final del financiamiento para episodios tales como la guerra subsidiaria en Ucrania, mientras que las tropas habrán de retornar de geografías tales como Siria o Somalia. Más aún, el desarrollo podría consignar el certificado de defunción para los miles de millones de dólares que anualmente Washington envía a Israel.
La muerte de la supremacía del dólar, inevitablemente, tendría un impacto inmediato en lo que suceda en la política exterior americana, volviendo más difícil para Washington el implementar sanciones desde el Departamento del Tesoro en perjuicio de naciones como Irán o Corea del Norte. De igual modo, podría diseminar turbulencias económicas para muchos países hasta tanto la situación se resuelva, generando mayor volatilidad en los mercados de divisas del globo. El Banco de la Reserva Federal seguramente responderá a la crisis haciendo lo que siempre hace, aumentando las tasas de interés a niveles astronómicos -en consecuencia, hiriendo más todavía a los estadounidenses de a pie que, a duras penas, podrán sobrellevar la terapia de shock.
Y lo cierto es que nada debía terminar de esta manera. Todo pudo ser evitado. Si los Estados Unidos, que no tenían un caballo que participara en la carrera, hubiesen dejado en soledad a Ucrania y Vladimir Putin no se hubiese convertido en un símbolo de la resistencia contra el 'Orden Internacional Basado en Reglas', éste no hubiese trabajado junto a China para formalizar un ecosistema multipolar para el concierto financiero. En contrapartida, asistimos hoy a un escenario en el cual Europa está siendo des-industrializada a partir del incremento de los precios de la energía y de la destrucción perpetrada por los EE.UU. contra los ductos del Nord Stream; todo ello, mientras Washington debe lidiar con un potencial desastre económico, a medida que el dólar pierda relevancia en el comercio internacional. La ironía definitiva es que a Rusia, y lo mismo Irán, archienemigo de Israel y de los EE.UU., les está yendo bastante bien económicamente y en comparación, en razón de que ambos comercian su petróleo y su gas a cualquiera, en la moneda que sea.
Uno habrá de concluír que, cuando la Secretaria del Tesoro Janet Yellen llevó a cabo su periplo secreto a Kiev para prometer miles de millones de dólares -aportados por los contribuyentes estadounidenses- a Volodymyr Zelensky, quizás los EE.UU. hubiesen podido lidiar mejor con los problemas económicos que se acopian en su propia geografía. Yellen debió quedarse en Washington y al menos desempeñar un mínimo esfuerzo para hacerles frente.
Artículo original, en inglés
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.