Un plan de acción no tan secreto entre los Estados Unidos de América y Corea del Sur
Los tomadores de decisiones políticas en Washington y Seúl sospechan...
Los tomadores de decisiones políticas en Washington y Seúl sospechan -y con razón- que, de cara al septuagésimo aniversario de las relaciones diplomáticas entre los EE.UU. y Corea del Sur, la agenda de ambas naciones tiene mucho más que ver con la sociedad consolidada tras la Guerra de Corea en los años cincuenta.
No hay dos países que más se hayan beneficiado de la apertura de espacios libres en el mundo, como los Estados Unidos y Corea del Sur.
Y no se trata exclusivamente de defender un mítico orden basado en reglas. La cuestión central se vincula con dos grandes naciones que trabajan mancomunadamente para resguardar sus intereses, frente a los problemas que exhibe el mundo moderno.
Se conoce una fórmula no tan secreta para sacarle el mayor partido a la sociedad compartida por ambos países. Las sociedades que perduran trabajan en pos de la defensa de intereses vitales, elevando la asociación estratégica surcoreano-estadounidense más allá de la cooperación en el territorio de la seguridad y del K-Pop, para abarcar una amplitud de espectros en las esferas diplomática, económica, tecnológica y cultural. Existen, adicionalmente, numerosas áreas que ofrecen oportunidades para una cooperación aún más profunda.
En este caso, hemos de ocuparnos de dos variables, de naturaleza transformadora.
En primer lugar, la carga que significa para ambos países la edificación de sólidos cimientos, con miras a la defensa de la paz y la estabilidad regional. Mirar hacia un futuro promisorio es correcto; pero la seguridad siempre tendrá su importancia.
Resulta crítico para cimentar esta cooperación en torno a la paz y la estabilidad en el cuadrante nor-oriental de Asia el vínculo inquebrantable de confianza entre los Estados Unidos de América, Corea del Sur, y el Japón. Pero más allá de la reciprocidad en las consultas y la cooperación, este grupo de naciones conforman el proverbial equipo tripartito que habrá de garantizar una región estable.
Por fortuna, los EE.UU. han sido bendecidos con gobiernos que, en Seúl y Tokio, comprenden el valor de convertir a los tres países en una suerte de Tres Mosqueteros del noreste del continente asiático. Ambas administraciones deberían ser congratuladas a raíz de sus sinceros esfuerzos en pos de mirar al futuro de las relaciones bilaterales de ambas naciones.
La tarea estadounidense es sencilla: continuar oficiando de socio sólido y comprometido para ambas, y comenzar a pensar creativamente para cómo aprovechar con mayor profunidad lo que puede hacerse en conjunto y, de esta manera, alcanzar el próximo nivel en pragmatismo. Por ejemplo, quizás Washington -junto a Tokio- deban hoy evaluar cómo realzar el status del cuadrante Indo-Pacífico en función de su importancia para la comunidad global -proponiendo sumar a Corea del Sur al Grupo de los Siete.
En otro frente igualmente práctico, Seúl ya ha tomado algunas medidas de corte tentativo, pero es hora de que Washington y Seúl hagan lo necesario y sopesen qué es lo mejor que pueden llevar a la mesa- respaldo diplomático, inversiones desde el sector privado, y capacidad para construir en los espacios libres y abiertos que son importantes para todos nosotros.
Esa libertad y apertura tiene que ver con la edificación de senderos resistentes y libres para las cadenas de valor, para el comercio y para la cooperación -sin la influencia maliciosa que suele emparentarse con la política del poder y las esferas de influencia. La conexión de estos espacios es un proyecto en el que tanto los EE.UU. como Corea del Sur disponen del mejor set de herramientas para propiciar ese impacto. En efecto, ahora es el momento para que Washington y Seúl se enfoquen en formatos para optimizar y potenciar la alianza bilateral surcoreano-estadounidense, proyectándola hacia el concierto global.
El espacio potencial para semejante involucramiento se origina en casos como el de los países nórdicos, o el de las naciones de la Europa central y del sur; desde el Mar Negro hasta el Cáucaso y Asia Central; y desde el cuadrante oriental del Mediterráneo hasta Oriente Medio y Africa Occidental, luego cruzando el Indo-Pacífico hacia Taiwán, el Japón, y Corea del Sur; y también a lo largo del Atlántico, ya en el Hemisferio Occidental.
Corea del Sur ya se ha acercado al noreste de Asia en numerosas y notables formas, habiéndose convertido en un crítico proveedor de armamento para Polonia -como ejemplo. Transitivamente, los países europeos son hoy, colectivamente, uno de los principales patrocinadores de inversión extranjera directa en territorio surcoreano.
Con todo, hay mucho más por hacer. Corea del Sur, por caso, podría contribuír con la Iniciativa de los Tres Océanos -fondo comercial que promociona el desarrollo de infraestructura y conectividad en Europa, de norte a sur. Seúl podría -y debería- participar con inversiones en la reconstrucción de Ucrania, país que también es socio firmante de la Iniciativa de los Tres Océanos (Three Seas Initiative).
Más aún, Corea del Sur podría sumarse al desarrollo del Corredor Intermedio (Middle Corridor) -esto es, la Ruta de Transporte Internacional Trans-Caspio-, vinculando el potencial manufacturero, la energía y los recursos de Asia Central con el Cáucaso y con el resto del mundo, espacio en donde las firmas surcoreanas ya se han mostrado particularmente activas.
La construcción de espacios libres y abiertos no sólo beneficia a un mayor intercambio comercial y a países asociados como Corea del Sur y los Estados Unidos en la meta compartida de neutralizar el espacio en el que operan actores maliciosos que buscan sembrar inestabilidad a lo largo de Eurasia. El acople a estas actividades podría ser netamente transformador para el vínculo surcoreano-estadounidense, pero más importante para la libertad, la prosperidad y la seguridad durante los próximos setenta años.
El aprovechar tamaña claridad estratégica, en particular en la presente coyuntura de carácter crítico -y el medioambiente geopolítico en franca evolución- consignaría un modo abarcativo para obtener beneficios en frentes destacados de la política exterior; ampliando la alianza bilateral entre los Estados Unidos de América y Corea del Sur hacia todo ámbito posible.
Artículo original, en inglés
Poseedor de master y doctorado en la Universidad de Georgetown, Carafano es un reconocido experto en temáticas de seguridad nacional y desafíos en política exterior. Es vicepresidente de Estudios en Políticas de Defensa y de Política Exterior en la Fundación Heritage, y Director del Instituto Kathryn y Shelby Cullom Davis de Estudios Internacionales. Es también historiador e investigador; su publicación más reciente es "Wiki at War: Conflict in a Socially Networked World" ('Wiki en Guerra: el Conflicto en un Mundo Socialmente Interconectado', 2012), obra que examina el impacto revolucionario del Internet en la seguridad nacional. Es Teniente Coronel del Ejército de los Estados Unidos. Recientemente, se ha desempeñado -asesorando en temas sobre los cuales es experto- en el equipo de transición del presidente estadounidense Donald Trump.