Zelensky debió quedarse en casa
La visita para asistir a la Asamblea General de Naciones Unidas y luego reunirse con Joe Biden salió mal.
La mayoría de los ciudadanos de los Estados Unidos no comprenden cómo funciona Naciones Unidas -o cómo no funciona, tal como se ve-, y prefieren interpretarla como una suerte de sociedad de debates en donde los 193 Estados-miembro que representan a la comunidad internacional dirimen sobre temas sobre los que rara vez tienen algún control. No obstante ello, y a pesar del torrente de palabrerío y de la falta de programas creíbles, siempre resulta interesante atender a lo que sucede en el cónclave de la Asamblea General, que se lleva a cabo en la ciudad de Nueva York durante el mes de septiembre. El encuentro de este año fue particularmente interesante, por cuanto tuvo que ver con el conflicto en la Europa Oriental y también con las turbulencias políticas en Africa, amén de la creciente tensión con China. De igual modo, se trataron temáticas vinculadas al surgimiento de un novedoso ecosistema económico global -el denominado BRICS-, que plantea un desafío al sistema bancario y monetario internacional del dólar, dominado por Europa y por los Estados Unidos de América.
Y, junto con la unión económica, también se atiende a una modalidad de realineamiento político, con Pekín fortaleciendo sus vínculos con el mundo en vías de desarrollo, y con Rusia alimentando convenios de defensa recíproca junto a Irán. El presidente Xi Jinping y su par ruso, Vladimir Putin, se reunirán en la capital china a fines de octubre, con el objeto de conversar sobre cuestiones que revelan preocupaciones comunes. Y, como es costumbre, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu se apersonó para ventilar su animosidad contra Teherán, exigiendo que el supuesto 'programa nuclear' de ese país sea confrontado por vía militar más pronto que tarde -tal como lo ha venido planteando durante los últimos veinte años.
En efecto, las distintas historias formuladas en la asamblea este año tuvieron un carácter interesante. Volodymyr Zelensky, presidente de Ucrania, mantuvo la esperanza de convertir al cónclave en un festín anti-ruso pero, aún cuando se multiplicaron los reclamos contra el ataque de Moscú contra los ucranianos -quejas mayormente formuladas desde los Estados del Báltico y otros-, la realidad continúa inclinándose en perjuicio de Zelensky. Esto tiene que ver con preocupaciones acumuladas al respecto de que la guerra se ha convertido en un pozo sin fondo en donde resulta imposible ganar, y que rápidamente podría escalar hacia un intercambio con armamento nuclear. Al dirigirse a los integrantes del Consejo de Seguridad de ONU, Zelensky quedó reducido a una plétora de crudas críticas contra las propias Naciones Unidas a partir de su fracaso a la hora de impedir o resolver conflictos, previo a exigir que Rusia sea desprovista de su poder de veto en el citado Consejo. Elevando su voz con furia, Zelensky se quejó: 'Es imposible detener la guerra porque todas las acciones son vetadas por el agresor', dijo. De inmediato, los observadores se percataron de que el airado reclamo de Zelensky no ayudó a su causa. Toda vez que se conoce de planteos pretéritos para reformar la ONU, incluyendo la discrecionalidad del poder de veto, la existencia de este instrumento, en control de un reducto limitado de potencias emergidas tras 1945, fue la única razón por la que Naciones Unidas pudo ser creada, en primer lugar.
Asimismo, Zelensky le provocó un daño genuino a su posición, tras afirmar que, mientras que los refugiados ucranianos en Europa se han 'comportado bien... y se muestran agradecidos' ante aquellos que les han proporcionado cobijo, no sería una 'buena historia' para Europa si una eventual derrota ucraniana 'empujara a las personas hacia un rincón'. Razonablemente, esto fue interpretado por los críticos como nada menos que una amenaza de terrorismo ante posibles turbulencias en terceros países, en el formato de una insurrección interna incontrolable por el gobierno ucraniano que fuera, y que sobreviviese a una derrota. Semejante turbulencia involucraría a los millones de refugiados ucranianos sin techo ni empleos que ya se encuentran en otros países europeos -si es que Zelensky no recibiera el respaldo que, según él mismo lo entiende, se le adeuda.
En rigor, el verdadero mensaje de Zelensky a la Asamblea General no fue tan incendiario e impulsivo como otras interacciones residuales durante su visita, aunque ofreció muy poco de novedoso. Según se ha informado, le fue obsequiada una 'calurosa bienvenida' por parte de sus anfitriones, pero él 'compartió un discurso ante un auditorio semivacío, con numerosas delegaciones rehusándose a participar y a escuchar lo que el mandatario tenía para decir'. Advirtió a los pocos presentes: 'El objetivo de la presente guerra contra Ucrania es convertir a nuestra tierra y a nuestro pueblo, nuestras vidas, y nuestros recursos, en un arma contra Ustedes, contra el orden internacional basado en reglas. Y debemos impedirlo. Debemos actuar de manera unificada para derrotar al agresor'. Zelensky se refirió a Rusia y a los rusos como 'diabólicos' y 'terroristas', acusándolos de conducir un 'genocidio' contra Ucrania. El canciller ruso Lavrov replicó a comentarios compartidos tanto por el presidente Joe Biden como por Zelensky, invirtiendo el argumento y observando que son los Estados Unidos y sus 'títeres' de OTAN quienes 'ya estaban librando una guerra contra nosotros'.
La fustración de Zelensky terminaría volcándose sobre Washington al día siguiente, cuando se reunió junto a Biden y otros miembros del Congreso, para dirigirse luego al Pentágono y, poco después, dejar flores en el Monumento Nacional del Pentágono por el 11/9 en Arlington, Virginia. Su encuentro en la Casa Blanca con el presidente estadounidense fue relativamente bueno, acompañado el evento con el anuncio de un nuevo paquete de asistencia en los planes, incluyendo el ofrecimiento de 'significativas capacidades de defensa antiaérea' y, de acuerdo a un informe, incluso el despliegue del tan buscado sistema de misiles de largo alcance ATACMS. Más allá de eso, y para su infortunio, Zelensky no se benefició de la visita de héroe que se le brindara un año atrás. Se encontró en privado con Kevin McCarthy, por entonces Vocero de la Cámara de Representantes, y con otros numerosos halcones del Partido Republicano que serán instrumentales en la aprobación de cualquier modalidad de ayuda, así como también con los senadores Mitch McConnell y Chuck Schumer, que le prometieron 'pararse de su lado'. Agudo, McCarthy preguntó a Zelensky qué necesitaría para ganar la guerra, y para ofrecer a los legisladores una 'visión para un plan destinado a la victoria'.
Sin embargo, pareciera ser que muchos legisladores conservadores del Partido Republicano y algunos de sus pares progresistas en el Partido Demócrata se hartaron ya de la guerra, y que han comenzado a preocuparse por la ausencia de rendición de cuentas, combinado todo ello con el muy evidente nivel de corrupción que revela el seno del gobierno ucraniano. Se conoce ya sobre maniobras en algunos activos del GOP con miras a separar el financiamiento de Ucrania de otras partidas presupuestarias de la defensa, exigiéndose para ello un voto separado; y se ha informado también sobre otras propuestas, ya originadas en la Casa Blanca, con el objeto de que se garantice el envío de fondos aún cuando el gobierno se acerque a su clausura (el tan comentado government shutdown). Uno se pregunta si alguien habrá tenido el tino de consultar a Zelensky sobre cuántas mansiones tutela en Israel, en Europa o en los Estados Unidos -pero este es, precisamente, el tipo de relato que comienza a escribirse sobre el comediante ucraniano devenido en héroe. Lo cual prueba que el público y que aún los medios de comunicación se han cansado de la charada. La continuidad del flujo de miles de millones de dólares -que Joe Biden entiende necesario para mantener la guerra en curso hasta los comicios de 2024 y, así, reinvidicar su política- es algo probable, pero ya no rinde.
Otros dos informes originados en los medios también sugieren que la insatisfacción con Zelensky y con la guerra está demoliendo el muro de la narrativa aceptada sobre el conflicto, esto es, que Vladimir Putin es un agresor que nunca fue provocado por Kiev, que es un déspota y un monstruo hecho carne. Sorprendentemente, una de las piezas fue publicada en el New York Times, y se presenta como una aparente filtración desde la Casa Blanca o desde el Pentágono, versando sobre un ataque con misiles ocurrido el 6 de septiembre, contra la localidad ucraniana de Kostiantynivka (que se cobró dieciocho vidas). El ataque fue rápidamente calificado por Zelensky como un crimen de guerra perpetrado por los 'terroristas' rusos, y ese relato fue replicado por los medios. Pero una investigación -presuntamente conducida por la comunidad de inteligencia y por las fuerzas armadas estadounidenses, utilizando satélites y otros recursos técnicos, ha determinado ahora que el misil en cuestión fue disparado por Ucrania. El episodio es similar al ataque con misiles que cayeron sobre Polonia en noviembre de 2022, en donde también Zelensky culpó entonces a Moscú, pero resultó que también el armamento había partido desde territorio ucraniano. Ambos incidentes prueban cómo Zelensky está dispuesto a mentir, con tal de lograr que los Estados Unidos y OTAN se involucren en una guerra abierta contra Rusia -lo que, como ya se ha dicho, podría volverse nuclear.
El artículo remanente explica cómo Polonia dejará de proporcionar armamento adicional a Ucrania, en parte porque Varsovia está construyendo su propia defensa; versa también el texto sobre los intentos ucranianos de inundar al mercado agrícola polaco con granos baratos y de baja calidad que no puede comerciar a ningún otro país. El intentar describir lo actuado por los polacos como infortunados para Zelensky sería subestimar el problema; pero se asiste a otra certificación de que numerosos ex aliados ven hoy a Ucrania como una causa perdida, en tanto se inclinan por optimizar su propia seguridad nacional y privilegiar sus intereses económicos. Incidentalmente, estos artículos periodísticos fueron publicados precisamente en el momento en que Zelensky visitaba los Estados Unidos sombrero en mano: debe estimarse que la oportunidad de las publicaciones fue deliberada, con el objetivo de dañar la credibilidad del mandatario ucraniano, coincidiendo los desarrollos con la visita del mismo a la Asamblea General y luego a Washington.
El periplo de Zelensky a América del Norte remató en Ottawa donde, en apariencia, replicó su estilo, en un discurso ante el gobierno y el parlamento canadienses que derivó a aplausos de pie. O así pareció ser. Los canadienses presentaron a un veterano húngaro de la Segunda Guerra Mundial; de 98 años de edad, Yaroslav Hunka peleó contra los rusos y emigró a Canada tras llegar la guerra a su fin. El también fue celebrado por los políticos canadienses. La intención buscó nutrir una narrativa sobre un valiente ucraniano que combatió para liberar a su país de la opresión rusa, pero las cosas no salieron como se planearon originalmente. A criterio de pelear contra los rusos en aquella época, había que tomar parte en las fuerzas armadas de la Alemania nazi. Resultó ser que Hunka había servido en la División de Granaderos 14a. de las Waffen-SS, conocida también como la 'División Galicia'. La misma era una unidad de voluntarios compuesta mayormente por ucranianos étnicos, comandados por oficiales alemanes; a este grupo le fue adjudicada -correcta o incorrectamente- la comisión de una serie de atrocidades contra rusos, polacos y judios, en tiempos de guerra. Los soldados de esa división juraban lealtad personal a Adolf Hitler. El horrendo criterio al que se aferró el gobierno canadiense con la meta de presentar a Hunka sin investigar previamente sus antecedentes, dieron lugar a fuertes reclamos en Canada. El líder del parlamento presentó su renuncia, Justin Trudeau -primer ministro- quedó envuelto en un serio problema político, y el gobierno polaco exigió la extradición de Hunka, para ser juzgado por un tribunal de crímenes de guerra. Existe la sospecha de que Zelensky pudo ser responsable por la presentación del veterano húngaro, esperando que el episodio fortaleciera su posición y apoyo en Canada para la causa ucraniana. En lugar de ello, la maniobra se anotó un resultado opuesto; y Zelensky debió regresar a casa, sin haber logrado nada -o, en su defecto, demasiado poco.
En el epílogo, Zelensky deberá lidiar con una guerra que definitivamente está perdiendo -en tanto habrá de tratar con una nación en ruinas. Y ya lo ha dicho Joe Biden, muy claro: las negociaciones con Rusia con el propósito de terminar con el conflicto no serán tenidas en cuenta. Joe incluyó una promesa para seguir respaldando el conflicto hasta que Rusia se rinda: 'Los Estados Unidos, en mancomunidad con nuestros aliados y socios en todo el mundo, continuaremos tomando posición a favor del valiente pueblo ucraniano, mientras defiende su soberanía, su integridad territorial y sus libertades (...) Rusia tiene toda la responsabilidad por la guerra. Rusia, en soledad, tiene el poder para detener este conflicto, inmediatamente. Y, si Rusia interfiere, en soledad, con el sendero de la paz, ello se debe a que el precio de Rusia para obtener la paz es la capitulación de Ucrania, el territorio ucraniano, y los niños ucranianos'. En pocas palabras, el discurso es bien característico de Joe Biden y de la pandilla de filibusteros y defraudadores a los que se ha abrazado en la Casa Blanca. Son bravos a la hora de exhibir beligerancia, pero poco serios en el territorio de la estrategia, y nada hacen para convertir al mundo en un mejor sitio para vivir. Joe gustaría de ver que la guerra se prorrogue y llegue a su fin justo a tiempo para las elecciones; oportunidad en la que aspira a mostrarses como un líder fuerte y como un 'ganador' que derrota a los enemigos de Norteamérica. Buena suerte con eso, Joe.
Artículo original, en inglés
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.