Nos encontramos en una guerra fría versus China; y es hora de que nuestros políticos actúen en consecuencia
Hoy día, en Washington, hablar sobre China con crudeza se ha vuelto moneda común.
Hoy día, en Washington, hablar sobre China con crudeza se ha vuelto moneda común. Los tomadores de decisión política han comenzado a compartir elocuentes discursos, casi con rigor diario, sobre la creciente amenaza personificada por el Partido Comunista Chino (PCCh).
Es celebrable que, finalmente, los dirigentes políticos hablen de lo que corresponde -aunque aún están lejos de llevarlo a la práctica.
Y esto es particularmente cierto en referencia a la Administración Biden. Aún cuando el gobierno estadounidense debe lidiar con las guerras en Ucrania e Israel, no puede perder de vista a la mayor amenaza, la cual se cierne sobre el horizonte.
Antes que proceder con un incremento de las presiones contra el PCCh y de contrarrestar genuinamente los esfuerzos chinos en pos de amenazar la seguridad económica y la seguridad nacional de los Estados Unidos, algunos dirigentes creen que nuestros problemas pueden resolverse echando mano de más diálogos y acercamientos diplomáticos.
Para ponerlo en perspectiva: cuatro funcionarios de carrera en la Administración Biden han marchado hacia Pekín en los últimos meses, sin haber obtenido reciprocidad diplomática, y tampoco la consolidación de políticas concretas a la vista. El PCCh se aprovecha del deseo de la Administración Biden de promover el diálogo -sobre todo en cuestiones climáticas-, para obtener aún más concesiones de parte de Washington. Todo ello, con miras a demorar la aplicación de cualquier eventual medida contra el PCCh, y para ofrecer una falsa sensación de progreso -sin que se modifique ninguna de las políticas estatales que hoy hieren a los ciudadanos estadounidenses de a pie.
Y lo cierto es que la estrategia china está funcionando. Presuntamente con el objetivo de mejorar la previa del diálogo, la Administración Biden ha ralentizado, detenido y hasta retrocedido en la toma de medidas y acciones necesarias contra el PCCh. En un ejemplo particularmente ilustrativo, recientemente, la Administración Biden alivió los controles de exportación sobre una docena de firmas de origen chino, algunas de las cuales trabajan directamente para fortalecer a las fuerzas armadas de ese país y para apuntalar su Estado policial a base de monitoreo permanente.
Infortunadamente, no es que solo la Administración Biden se ha comportado con negligencia: con demasiada frecuencia, elementos conservadores del Congreso hablan, pero no actúan. Existe un riesgo real de que la Cámara de Representantes cierre su primer año bajo liderazgo del Partido Republicano sin haber registrado logros legislativos de índole significativa al momento de hacer frente a las amenazas del PCCh contra nuestra seguridad nacional.
Desde Heritage Foundation, esperamos que los miembros conservadores del Congreso pasen a la acción. Aspiramos a que los legisladores prohíban definitivamente la red TikTok y procedan implementando sistemas de firewall para resguardar al país ante amenazas similares desde el PCCh. Esperamos que prohíban el empleo de drones chinos y de equipos similares de monitoreo, en territorio de los Estados Unidos de América; esperamos que se proceda con la expulsión inmediata de todo agente del Partido Comunista Chino, y se destierre a los Institutos Confucianos del sistema educativo estadounidense; y que se proceda con la clausura de las estaciones de policía ilegales que Pekín tutela en las ciudades de nuestro país. Ciertamente, esperamos también que los legisladores hagan mucho más a la hora de responsabilizar a la República Popular China por su rol en la pandemia de COVID-19.
Asimismo, insistimos en que los líderes del conservadurismo estadounidense trabajen para prohibir que agentes del PCCh adquieran tierras cultivables y bienes inmobiliarios en la periferia de instalaciones militares y de infraestructura sensible; que pongan fin al flujo de precursores de fentanilo -fenómeno originado en China y que termina con la vida de más de 70 mil ciudadanos estadounidenses anualmente-; y que prioricen el fortalecimiento de las unidades militares americanas en el cuadrante Indo-Pacífico, al tiempo que se proceda con medidas para armar a Taiwan. El objetivo es que Taipei pueda disuadir a Pekín ante un eventual aventurismo del PCCh en el Estrecho de Taiwan.
De igual manera, los legisladores habrán de resolver nuestro fallido modelo de control de exportaciones, el cual tolera actualmente el despliegue de tecnología estadounidense de avanzada a entidades chinas que trabajan mancomunadamente junto al Ejército Popular de Liberación y el Estado policial tutelado desde Pekín.
Más urgente todavía: exigimos que los líderes conservadores comiencen a poner en primer lugar los intereses del pueblo de los EE.UU. en desmedro del corporativismo de amigos que hoy 'financia nuestra propia destrucción'. Se evidencia hoy una creciente batalla en pos de miles de millones de dólares de capital estadounidense que fluye anualmente hacia China y que no acusa restricciones, supervisión ni prohibiciones. Esto incluye a los fondos de pensión de millones de ciudadanos estadounidenses que, sin saberlo, están financiando a firmas chinas que construyen portaviones y jets de combate -material que, un buen día, podría terminar siendo utilizado contra militares de nuestra patria.
El Comité Selecto que entiende sobre China en la Cámara de Representantes ha estimado que una 'porción significativa' de más de un billón de dólares (en inglés, trillions) en capitales estadounidenses invertidos hoy en China 'financia, de manera directa, a compañías tecnológicas de la República Popular China, las cuales exhiben vínculos probados con las fuerzas armadas chinas y las execrables violaciones chinas a los derechos humanos.
El gigante estadounidense Blackrock, según se ha informado, tiene más de US$ 400 millones invertidos en firmas de origen chino 'que consignan riesgos para la seguridad nacional de los Estados Unidos, y que actúan directamente en su perjuicio'.
El Congreso habrá de aprovechar cada oportunidad para lidiar con este problema ahora mismo, incluyendo el Acta de Autorización para la Defensa Nacional del año en curso. Tristemente, antes que supervisar un fortalecimiento de las inversiones, la Cámara de Representantes bajo tutela de los Republicanos ha propuesto medidas meramente frágiles. De hecho, son aún más frágiles que la nueva orden ejecutiva de la Administración Biden en torno del proyecto Casey-Cornyn que patrocina el senado bajo control de los Demócratas -ensayo legislativo que no incluye prohibiciones sobre la inversión, cifrando apenas un novedoso régimen de notificaciones y revisiones.
Los Republicanos en la Cámara de Representantes se rehúsan a ir más allá; patrocinan un proyecto de sanciones diseñado sólo para aparentar firmeza, pero se evita poner en marcha mecanismos de mayor transparencia para restricciones a la inversión. Antes que insistir en fortalecer la propuesta del senado, con sus prohibiciones superficiales a la inversión estadounidense en sectores chinos de índole problemática -como la producción de semiconductores-, computación cuántica, tecnología hipersónica e inteligencia artificial (AI), los miembros del Partido Republicano en la Cámara de Representantes están proponiendo un régimen aún más inocuo.
Y es hora de corregir el rumbo.
El Congreso trabaja para los ciudadanos de los Estados Unidos; y no para Wall Street. Los pobres apelativos para favorecer las tradiciones de nuestro país en materia de libremercado no pueden ser utilizados como escudo para defender los negociados de siempre con el Partido Comunista Chino, ni para favorecer a los bolsillos de las grandes corporaciones que trabajan codo a codo con nuestro principal adversario. No puede haber libertad comercial con una nación comunista que no guarda respeto alguno por las reglas, que manipula a su mercado, que infiltra 'células partidistas' en cada empresa privada de primera magnitud, y que roba todo aquello a lo que pueda ponerle las manos encima.
Hemos de ser lo suficientemente claros: invertir en las fuerzas armadas chinas no es un principio conservador.
Los conservadores ya han hablado demasiado. Es hora de que pasen a la acción. Desde Heritage Foundation, estamos haciendo nuestra parte. El pueblo de los Estados Unidos de América toma muy en serio la amenaza personificada por China. Y es hora de que el Congreso haga lo propio.
Artículo original, en inglés
El autor, Kevin Roberts, es presidente del think tank estadounidense The Heritage Foundation, en Washington, D.C.