El liderazgo estratégico se trata de pasar a la acción -aunque también tiene que ver con la retórica. Cuando ambos coinciden, se escribe la historia. Cuando no lo hacen, el resultado es un discurso que rápidamente pasará al olvido.
Nadie recordaría hoy el discurso de Franklink Delano Roosevelt sobre el '
Día de la Infamia', si los Estados Unidos no le hubiesen llevado la guerra a nuestros enemigos, obsequiándoles luego una humillante derrota en la Segunda Guerra Mundial. Nadie recordaría hoy la promesa de John Fitzgerald Kennedy de alcanzar la luna, si los astronautas estadounidenses no hubiesen pateado polvo lunea tiempo después en el Mar de la Tranquilidad.
Esta es la medida para los presidentes que pretenden ofrecer discursos históricos que llevarán a los Estados Unidos a la grandeza. De acuerdo a este estándar, el presidente
Joe Biden se quedó corto el jueves pasado, luego de su discurso televisado desde la Oficina Oval, al respecto de la guerra entre Israel y Hamás.
Había allí tantos temas críticos, que Biden no tenía planes de llevar a la acción a los ciudadanos de los EE.UU. A continuación, algunas observaciones.
Biden sigue sin referirse al padre del caos en Oriente Medio -esto es, Irán. El presidente declaró que continuaría señalando a Irán como responsable. Pero jamás lo hizo efectivamente.
De hecho, horas antes del discurso presidencial, los subsidiarios de Irán ejecutaron más de media docena de ataqueas contra fuerzas militares estadounidenses en la región. La promesa de Biden de lidiar con Irán no pudo resultar más vacía.
Asimismo, el jefe de Estado se aferró a un sinsentido geopolítico, repitiendo su compromiso en pos de una solución de dos Estados ante el conflicto que Israel mantiene con los palestinos. ¿Quién cree que semejante negociación será posible durante la vida de Biden?
Si el presidente pudiera, mágicamente, lanzar polvos mágicos y producir con ello un Estado palestinos, ¿qué forma tendría? Pues, sería un Estado patrocinador de terrorismo. Sería un instrumento de Irán. Sería un enemigo que juraría sobre la destrucción de Israel. Se trataría de un Estado completamente corrupto y opresivo frente a su propio pueblo. ¿Qué persona en dominio de sus facultades creería que esto podría ser una idea razonable?
De igual manera, Biden apuntó contra el antisemitismo y contra todo formato opresivo contra la libertad religiosa. Pero Biden es un presidente cuya estrategia para lidiar con el antisemitismo resulta imposible de definir. Fue también quien tomó contacto con el Consejo sobre Relaciones Estadounidenses-islamistas -una organización confesamente racista, a efectos de redactarse un informe para combatir el antisemitismo.
La Casa Blanca de Biden desplegó el Departamento de Justicia contra cristianos defensores de la vida. Ha etiquetado a sus opositores políticos de extremistas violentos. Ha exigido que la campaña de políticas progresistas implementada por el Departamento de Estado ofendiera a las creencias religiosas de los amigos y aliados de los Estados Unidos de América.
Luego de todo esto, ¿insiste Biden en hacernos creer que es un pionero de la libertad religiosa?
Se conocen otras tantas desconexiones entre el discurso de Biden y la realidad; tanto como la cantidad de minas antipersonales desplegadas por Rusia en el Donbás.
Pero quizás el extracto más cínico del discurso del presidente tiene que ver con el nuevo pedido de partidas de presupuesto, para financiar a Israel y a Ucrania. Biden ha explotado la buena voluntad de los miembros del Partido Republicano en el Congreso con pedidos suplementarios para gastos en seguridad nacional -para terminar sumándolos a pedidos de mayor financiamiento para políticas progresistas o 'woke'.
Biden sabe que su enfoque pone en jaque la buena voluntad de la oposición política, poniendo a Republicanos contra Republicanos, porque también ignora las preocupaciones en torno al gasto que lleva a más déficit, a la rendición de cuentas, y a cualquier debate honesto vinculado a los contenidos y a la exigencia de partidas suplementarias.
Cuando se desató la guerra contra Israel el 7 de octubre pasado, Biden dejó pasar otra oportunidad. Aquí, Biden no actuó ejerciendo liderazgo, sino que lo hizo abrazándose a políticas enmarcadas en la ciénaga de Washington.
Poco hubo de liderazgo constructivo en el discurso del presidente. Nada nuevo hemos oído; tampoco nada interesante, ni promesas con miras a adoptar una novedosa dirección para resolver los incontables errores que condujeron a las guerras contra Ucrania y contra Israel.
Acaso deberíamos sorprendernos que Biden se las arregló para estar de pie mientras compartía esas palabras.
Artículo original, en inglés