Mientras China y organizaciones terroristas ganan terreno en el Africa, los EE.UU. resignan influencia
Mientras Oriente Medio vuelve a consumirse en conflictos bélicos y agresiones terroristas, también Africa...
Mientras Oriente Medio vuelve a consumirse en conflictos bélicos y agresiones terroristas, también Africa experimenta hoy un incremento de la violencia. A pesar de que la región es beneficiada con miles de millones de dólares enviados anualmente por los Estados Unidos de América en la forma de asistencia, núcleos afiliados con al-Qaeda y el Estado Islámico han ganado terreno a través del continente.
A 2023, la región del Sahel -esto es, un amplio cuadrante subsahariano de territorio que se extiende desde el Océano Atlántico hasta el Océano Indico -se alza con el 43% de todas las muertes ocasionadas por el terrorismo. La cifra consigna un aumento del 7% respecto del pasado año, y no se conocen señales positivas para la tendencia.
Este caos le ha servido bien a adversarios de los EE.UU. como China o Rusia, que han ganado terreno en el continente africano -sirve, a tal efecto, recordar que el mismo es rico en recursos naturales críticos para el comercio y la seguridad nacional americana, aunque también funge como santuario para terroristas cuya meta es perpetrar ataques contra los EE.UU. y contra sus aliados. Asimismo, se trata de una región en la que los ciudadanos se merecen algo mucho mejor que terrorismo, violencia y dictadores de comportamiento autoritario. Con todo, la influencia estadounidense en la región ha evidenciado un retroceso desde llegada al poder la Administración Biden, que llevó adelante una paupérrima estrategia para el Africa.
Surgida como una facción de Boko Haram -grupo terrorista que alcanzara la fama tras secuestrar en 2014 a 276 colegialas nigerianas (98 de las cuales aún permanecen cautivas)-, la Provincia Occidental del Estado Islámico se exhibe activa en el cuadrante nororiental de Nigeria y en la zona vecina del Lago Chad. Estimándose sus fuerzas en el orden de los cinco mil combatientes, esta variante terrorista ataca a todo aquel que se interponga en su interpretación radicalizada -salafista- del Islam, en tanto se financia a través del secuestro y la extorsión de poblaciones locales.
Hacia el oeste del continente, opera Jama’at Nasr al-Islam wal-Muslimin, un núcleo alineado a al-Qaeda y que se encuentra sumamente activo en Malí, Níger, Togo, Benín y Burkina Faso. Esta organización se enfoca en ataques contra fuerzas de seguridad y prominentes figuras políticas. En 2019, atacó la base de Naciones Unidas en Malí, asesinando a diez soldados de la fuerza de manutención de paz, e hiriendo a otros veintincio.
El Departamento de Estado americano ha designado como organizaciones terroristas en el extranjero tanto a Boko Haram como a Jama'at Nasr al-Islam wal-Muslimin.
Y Africa Central no es la excepción. En naciones tales como República Centroafricana, la República Democrática del Congo, Uganda y Ruanda, núcleos afiliados al Estado Islámico como las Fuerzas Democráticas Aliadas amenazan a fuerzas de seguridad gubernamentales, a soldados de Naciones Unidas, y a civiles.
Ya en el Cuerno de Africa, el grupo terrorista al-Shabaab continúa operando en Somalia, Kenia, Etiopía y en particular en Mogadiscio, ciudad somalí. El gobierno federal de Somalia se ha esmerado para contener al núcleo, que ahora se ha aferrado al control de amplias comarcas del país. Al-Shabaab llegó a los titulares tras su notorio ataque de 2013 en un centro comercial keniata, en el que se cobró la vida de sesenta personas. Su objetivo es establecer un califato islámico en la región.
Luego de que el ex presidente estadounidense Barack Obama puso fin al régimen del ex hombre fuerte libio Muammar al-Gaddafi en 2011, el masivo arsenal con el que contaban las fuerzas armadas de esa nación fue a parar a la región del Sahel, en especial Malí y Níger, probando ser una oferta insuperable para grupos terroristas de la región. La inestabilidad política endémica y el conflicto siguieron a aquellos hechos, conduciendo sin escalas a crisis humanitarias, contracción económica y a una masiva emigración de personas hacia Europa.
Organizaciones afiliadas a al-Qaeda y a Estado Islámico son la causa del caos, en tanto se esmeran en explotarlo. Reclutan a jóvenes locales desempleados, proyectando la ideología extremista de su pensamiento más allá del Africa.
Desde enero de 2020, se han registrado trece intentos de golpe de Estado en el Africa -seis de ellos, exitosos-, lo cual refleja el verdadero nivel de inestabilidad desde que Joe Biden llegó a la presidencia de los Estados Unidos y su gestión prefirió poner el foco en el cambio climáticos, políticas de género, y la promoción de ideologías vinculadas a la raza en el exterior.
'El retroceso de los beneficios democráticos corre en forma paralela a la inseguridad que el Africa occidental y el Sahel han debido enfrentar ya durante algunos años', comenta Omar Touray, presidente de la Comunidad Económica de Estados del Africa Occidental.
Mientras tanto, la ya citada inestabilidad regional, las dictaduras y la corrupción en naciones que evidencian cierta abundancia de recursos naturales, han atraído la atención de potencias de malicioso comportamiento. Bajo auspicios del 'contraterrorismo', el núcleo paramilitar de origen ruso conocido como Grupo Wagner impulsa a regímenes autoritarios, asistiéndolos con 'consejeros de seguridad' y aportándole fuerzas de seguridad que combaten a aquellos grupos a cambio de valiosos permisos de explotación minera, en particular minas de oro.
'Se suponía que tal asistencia se reflejaría solamente en el despliegue de armamento y de instructores pero, cuando los rusos llegaron, tomaron nota del escenario de caos en nuestro país, y estimaron que también podrían hacer negocios, montar compañías, adquirir materias primas, explotar minas.. Llegaron, Vieron la oportunidad. Y sacaron provecho', consignó el Cardenal Dieudonné Nzapalainga, Arzobispo Metropolitano de Bangui, ciudad de República Centroafricana.
En tanto la violencia patrocinada por el terrorismo intoxica a gran parte del Africa, las firmas privadas occidentales revisan sus planes de inversión locales, ofreciendo a la República Popular China un claro sendero para fungir como banquera del continente. La Iniciativa de la Ruta de la Seda (SRI), programa chino de infraestructura que involucra créditos por billones de dólares, se propone desplazar a los Estados Unidos como superpotencia hegemónica global. Para tal fin, Pekín se garantiza acceso a los recursos naturales africanos, como ejemplo, la mitad del oro del planeta y el 90% de su cobalto -materia prima esencial para la construcción de baterías a base de iones de litio.
En Djibutí, China construyó su primer base militar de ultramar, en el curso de una de las rutas marítimas comerciales más importantes del mundo -con ello, se garantiza acceso a rutas que conectan el Mar Mediterráneo con el Océano Indico a través del Canal de Suez.
En simultáneo con la influencia china, la esfera de influencia de los Estados Unidos de América en la región ha declinado, en virtud de que la Administración Biden enfocó su estrategia africana en una retórica ideologizada, absolutamente divorciada de las necesidades económicas africanas y alejada de los intereses de la seguridad nacional americana.
El terrorismo en el Africa se resume en un desafío multifacético y complejo. Ciertamente, es necesario desplegar inversiones en los andariveles educativo, de infraestructura y de generación de empleo, con miras a propiciar el desarrollo de industrias que aumenten la oferta de empleo y, con ello, asistan en el combate contra los padecimientos sociales, políticos y económicos de la población civil, que es explotada con frecuencia por los terroristas. El fracaso de Occidente a la hora de asistir con eficiencia a las autoridades africanas para que combatan a las organizaciones terroristas, sin embargo, ha hecho que el desarrollo económico y el genuino progreso social sean prácticamente imposibles.
A criterio de revertirse el estado de situación vigente, la Administración en Washington habrá de adoptar una novedosa estrategia para el Africa, que priorice una robusta asistencia en materia de seguridad -haciendo a un lado las ideologías progresistas-, y una diplomacia superadora para contrarrestar la penetración china y la de otros actores maliciosos en el continente. A modo complementario, ofrecer a los gobiernos africanos un modelo de asistencia más alineado con los intereses de la seguridad nacional de los Estados Unidos.
Artículo original, en inglés
El autor, Max Primorac, es director en el Centro Douglas y Sarah Allison para Política Exterior, en el think tank estadounidense The Heritage Foundation. Primorac sirvió como jefe operativo en la Agencia de los EE.UU. para Desarrollo Internacional (USAID). Desde 2009 a 2011, sirvió como consejero de carrera para el gobierno provisional de Afganistán.
Este trabajo fue desarrollado con la asistencia de Sary Mumayiz, The Daily Signal.