Lo que aprendí en Davos: el futuro de la democracia está garantizado
Recientemente, tomé parte del encuentro número 54o. del Foro Económico Munidal...
Recientemente, tomé parte del encuentro número 54o. del Foro Económico Munidal, que se lleva a cabo anualmente en la localidad suiza de Davos. El eje de la conversación llevaba el título 'Reconstruyendo la confianza' y, hoy día, puedo decir genuinamente que nunca he sentido tanta esperanza sobre el futuro de la democracia.
Esto ciertamente no se debe que me mostrara yo impresionado con el shock que exhibiera Antonio Guterres -secretario general de Naciones Unidas- frente al 'ataque sistemático contra principios y estándares', ni que me mostrara yo convencido por la perspectiva compartida por Li Qiang, premier del Partido Comunista Chino, para quien 'todas las partes' deben 'tratarse una a la otra con sinceridad, y trabajar todos en la misma dirección'.
Como tampoco me vi persuadido por el llamado del profesor Klaus Schwab, con miras a sostener 'conversaciones más abiertas y transparentes', mientras veía yo al fundador del Foro y a sus amigos imponer agendas vinculadas al Gran Reseteo -mientras compartían encuentros en un pueblo remoto sito en los Alpes suizos.
La razón por la cual puedo compartir mi confianza en torno al futuro de la democracia es que esas élites sorprenden a nadie. Durante 72 horas, escuché hablar a personas de quienes se supone son las más poderosas del mundo, referirse a una 'confianza' que habían extraviado y saben jamás recuperarán.
Estos individuos representan a firmas multinacionales y a organizaciones no-gubernamentales -y exhiben títulos atractivos tales como 'Subsecretario', 'Co-presidente- o 'Oficial en Jefe de Sustentabilidad'. Pero lo cierto es que pocos de ellos iniciaron compañía exitosa alguna, asumieron algún riesgo, o siquiera se alzaron victoriosos en una elección. Esas personas eran un management de élite -mediocres tecnócratas que supieron contar con importantes cuotas de poder en regímenes comunistas y de izquierda por igual.
Y no he sido el único en percatarme de que el emperador estaba desnudo. En todo el mundo, y en los Estados Unidos de América en particular, más y más personas están viendo más alla del telón. Tenemos claro que los organizadores de Davos no se proponen 'reconstruir la confianza'; su propósito es controlar nuestras vidas. Y, más importante, sabemos que sólo cuentan con el poder que nosotros les otorguemos.
Son ancianos. Están cansados, y asustados. Y lo bien que hacen. Porque su tiempo se ha acabado. Eso es lo que les dije, en sus propios rostros.
Pero no resignarán su poder voluntariamente. De tal suerte que, ¿cómo podemos hacer para que depongan su trono de los Alpes?
La respuesta es sencilla, y viene de la mano con un refrán que jamás caduca: 'No viva Usted de mentiras'.
Fue ése, precisamente, el ensayo desarrollado por el notable escritor ruso Alexander Solzhenitsyn, publicado el día de su arresto -del cual se cumplen cincuenta años este mes de febrero. Y esa recomendación continúa vigente, tanto como cuando fue formulada.
El corazón del ensayo de Solzhenitsyn se descubre en su insistencia de que no son las élites corruptas 'las culpables'; sino que 'lo somos nosotros'. Porque la gente suele 'aguardar abrazada a la inercia' que el régimen se desmorone, mientras que acepta y repite las mentiras que le han obsequiado poder.
Naturalmente que Solzhenitsyn se refería en sus escritos a la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, pero los tiempos que supo anticipar, eventualmente llegarían: 'Cuando nuestros pensamientos puedan ser leídos, y nuestros genes, alterados' -y así fue.
Considere Usted a los Estados Unidos. ¿no nos encontramos acaso forzados a cumplir y a reafirmar las mentiras diseminadas por la élite gobernante -pertenezcan al gobierno, a las universidades, o a los EE.UU. de las corporaciones?
Consideremos la frecuencia con la que las personas se aferran a la ilusión de que un hombre puede convertirse en mujer. Piénsese en cuántos procedimientos de 'reafirmación de género' se realizan a diario, cuántos edificios son adaptados para contar con 'baños multigénero', o con qué frecuencia las personas incluyen sus pronombres predilectos en sus CVs o en sus perfiles en redes sociales. Los mismos individuos que se abrazan a esa farsa tienen hoy el descaro de advertirnos que hagamos caso de 'la ciencia'.
Finalmente, y al sopesar los desarrollos de Davos, considérese también cuánto tiempo y dinero hemos invertido en intentar detener el 'cambio climático' -terminología que, en sí misma, es un sinsentido.
Año tras año, burócratas gubernamentales, administradores de fondos afectos al progresismo y los postulados ESG, junto a profesores universitarios, intentan aleccionarnos para que dejemos de innovar, para que dejemos de construir, para que dejemos de tener hijos; todo ello, porque el nivel de los océanos subirá dramáticamente, y porque el mundo llegará a su fin mediante un enorme inundación.
Y nada de eso es cierto. Lo dirá la Biblia. Nuestros líderes deberán detener de inmediato este curso.
En 2024, nuestro mundo no verá el apocalipsis -pero el mundo de Davos sí asistirá a su desmoronamiento. Las élites globales mantendrán su poder siempre y cuando sus mentiras sean celebradas y sus subalternos, elegidos en distintos gobiernos. Si 'Nosotros, el Pueblo' despertamos y, sencillamente, torcemos ese curso, el juego para esas personas habrá acabado.
Este será el año en el cual los ciudadanos del mundo recuperaremos nuestro poder, para restaurar un modelo en el que podamos autogobernarnos. Rechazaremos la mentira que reza que las fronteras de los EE.UU. son seguras, y que insiste en que los distintos estados de la Unión no tienen derecho a resistir la inmigración. Dejaremos de obedecer a los pretendidos expertos, desechando sus opiniones sobre salud pública, seguridad, medioambiente, ética sexual, y todo lo demás. Será el año en que eyectaremos a los burócratas de nuestro gobierno.
Y ciertamente no pediremos permiso ni autorización a nadie en Davos, ni en la Unión Europea, ni en Naciones Unidas, la Organización Mundial de Comercio, o la Organización Mundial de la Salud.
En esfuerzo mancomunado, el pueblo estadounidense cuenta a su favor más talento, empuje, valentía y honestidad que el conjunto de la élite gerencial representada tanto en Davos como en Washington, D.C. Lo único que necesitamos es rechazar la 'reconstrucción de confianza' de aquellos que no la merecen y que se han inclinado por vivir de la mentira.
Parafraseando a Solzhenitsyn: 'Nos sorprenderemos frente al modo en que, rápida e inevitablemente, las mentiras se desmoronarán'.
Artículo original, en inglés
El autor, Kevin Roberts, es presidente del think tank estadounidense The Heritage Foundation, en Washington, D.C.