Ecuador: el inicio del Via Crucis del crimen organizado
Los éxitos iniciales del gobierno ecuatoriano y de las fuerzas armadas del país, tras la declaratoria de conflicto armado...
02 de Abril de 2024
Los éxitos iniciales del gobierno ecuatoriano y de las fuerzas armadas del país, tras la declaratoria de conflicto armado interno -a efectos de morigerar los altos niveles de violencia perpetrados por organizaciones dedicadas a la delincuencia organizada, mal llamadas terroristas- deben reconocerse. Durante los primeros quince días, las fuerzas de seguridad estatales lograron -rápidamente- tomar el control de la totalidad del ecosistema penitenciario, amén de ejecutar miles de operativos en diferentes santuarios con el objetivo de neutralizar a los cabecillas de los veintidós núcleos delictivos que mantenían a la ciudadanía del Ecuador en estado de permanente zozobra.
La estrategia institucional consistió en atacar a los tres centros neurálgicos de esta guerra interna: el primero fue el sistema carcelario, desde donde se controlaba y ordenaban las acciones delictivas en las diferentes ciudades del país; el segundo fue el ataque frontal a la economía ilegal del crimen organizado y, el tercero, destapar la cloaca de podredumbre de la narcojusticia y narcopolítica ecuatorianas.
Las victorias iniciales derivaron en un efecto triunfalista entre las autoridades -fenómeno que se contagió, a su vez, a la población. Esta comenzó a asomarse a una relativa tranquilidad.
¿Qué sucedía al interior de las estructuras delictivas, sin embargo? La arremetida estatal afectó sus centros de dirección y control; sus santuarios fueron vulnerados; un segmento de sus finanzas, capturadas; y algunos de sus integrantes, detenidos. De todos modos, parte de las cúpulas del crimen organizado ecuatoriano logró ponerse a buen recaudo, al fugarse de los diferentes centros carcelarios. Estos personajes perdieron una batalla inicial, pero no necesariamente la guerra.
Así, pues, las estructuras delictivas mutaron rápidamente hacia una organización celular clandestina, mientras esperaban que el triunfalismo gubernamental y ciudadano relajase las medidas de seguridad y los operativos llevados a cabo.
En ese período, sin duda, analizaron las acciones del Estado y sus fuerzas de seguridad, atendieron a sus deficiencias -con miras a diversificar su accionar delictivo. Este elemento observó que las fuerzas del orden acusaban desperfectos, reflejados éstos en la carencia de recursos económicos y de equipamiento, que se las sometía a la concreción de numerosas misiones en simultáneo, que se fragmentaba su capacidad de reacción y de empleo, y que las fuerzas carecían también de cobertura legal.
Con los operativos más relajados y la sociedad de vuelta a su rutina, se han dado las condiciones para cobrar cuentas. Y las organizaciones delictivas querrán provocar un viacrucis, para demostrarle al Estado y a la sociedad que el crimen organizado llegó al país para quedarse.
Las fallas de la estrategia gubernamental fueron advertidas, no obstante. Se anticipó que habría retaliaciones o coletazos, que el sistema de inteligencia nacional debía adelantarse a los acontecimientos y no reaccionar cuando reiniciare el pánico social. Se consignó entonces que se volvía necesario aplicar la estrategia en territorio de presencia disuasiva permanente.
La guerra contra el crimen organizado es la más difícil de ejecutar, porque es un enemigo que se fragmenta y se recompone, que carece ostensiblemente de tiene principios y cuya operatividad se reserva la iniciativa. En rigor, se trata de un enemigo que emplea acciones de terrorismo urbano, para controlar a la sociedad sembrando el terror.
El incremento de extorsiones, secuestros, muertes violentas, acciones de sicariato y, últimamente, de mítines carcelarios, obliga en forma urgente a corregir nuestras deficiencias operativas.
No todo está perdido, como tampoco la sociedad ecuatoriana puede permitirse una sensación de derrotismo y abatimiento. Una segunda batalla para alcanzar la definitiva tranquilidad y su consiguiente estado de paz en Ecuador recién comienza; la totalidad de los ciudadanos cargan hoy con la patriótica responsabilidad de asumir su rol de soldados en este conflicto armado interno de magnitud.
La estrategia institucional consistió en atacar a los tres centros neurálgicos de esta guerra interna: el primero fue el sistema carcelario, desde donde se controlaba y ordenaban las acciones delictivas en las diferentes ciudades del país; el segundo fue el ataque frontal a la economía ilegal del crimen organizado y, el tercero, destapar la cloaca de podredumbre de la narcojusticia y narcopolítica ecuatorianas.
Las victorias iniciales derivaron en un efecto triunfalista entre las autoridades -fenómeno que se contagió, a su vez, a la población. Esta comenzó a asomarse a una relativa tranquilidad.
¿Qué sucedía al interior de las estructuras delictivas, sin embargo? La arremetida estatal afectó sus centros de dirección y control; sus santuarios fueron vulnerados; un segmento de sus finanzas, capturadas; y algunos de sus integrantes, detenidos. De todos modos, parte de las cúpulas del crimen organizado ecuatoriano logró ponerse a buen recaudo, al fugarse de los diferentes centros carcelarios. Estos personajes perdieron una batalla inicial, pero no necesariamente la guerra.
Así, pues, las estructuras delictivas mutaron rápidamente hacia una organización celular clandestina, mientras esperaban que el triunfalismo gubernamental y ciudadano relajase las medidas de seguridad y los operativos llevados a cabo.
En ese período, sin duda, analizaron las acciones del Estado y sus fuerzas de seguridad, atendieron a sus deficiencias -con miras a diversificar su accionar delictivo. Este elemento observó que las fuerzas del orden acusaban desperfectos, reflejados éstos en la carencia de recursos económicos y de equipamiento, que se las sometía a la concreción de numerosas misiones en simultáneo, que se fragmentaba su capacidad de reacción y de empleo, y que las fuerzas carecían también de cobertura legal.
Con los operativos más relajados y la sociedad de vuelta a su rutina, se han dado las condiciones para cobrar cuentas. Y las organizaciones delictivas querrán provocar un viacrucis, para demostrarle al Estado y a la sociedad que el crimen organizado llegó al país para quedarse.
Las fallas de la estrategia gubernamental fueron advertidas, no obstante. Se anticipó que habría retaliaciones o coletazos, que el sistema de inteligencia nacional debía adelantarse a los acontecimientos y no reaccionar cuando reiniciare el pánico social. Se consignó entonces que se volvía necesario aplicar la estrategia en territorio de presencia disuasiva permanente.
La guerra contra el crimen organizado es la más difícil de ejecutar, porque es un enemigo que se fragmenta y se recompone, que carece ostensiblemente de tiene principios y cuya operatividad se reserva la iniciativa. En rigor, se trata de un enemigo que emplea acciones de terrorismo urbano, para controlar a la sociedad sembrando el terror.
El incremento de extorsiones, secuestros, muertes violentas, acciones de sicariato y, últimamente, de mítines carcelarios, obliga en forma urgente a corregir nuestras deficiencias operativas.
No todo está perdido, como tampoco la sociedad ecuatoriana puede permitirse una sensación de derrotismo y abatimiento. Una segunda batalla para alcanzar la definitiva tranquilidad y su consiguiente estado de paz en Ecuador recién comienza; la totalidad de los ciudadanos cargan hoy con la patriótica responsabilidad de asumir su rol de soldados en este conflicto armado interno de magnitud.
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@CoronelPazmino
Sobre Mario Pazmiño Silva
Mario Pazmiño Silva es Coronel (R) del Ejército del Ecuador. Cuenta con un Master en Seguridad y Desarrollo. Es Presidente del Centro de Análisis e Investigación Internacional, Consultor Internacional en Seguridad y Defensa. Oficia de Analista para diferentes medios de comunicación sobre temas de Terrorismo e Inteligencia, y desarrolla publicaciones para distintos medios de comunicación en América Latina. Su correo electrónico, aquí.